La joven supo liderar a las mujeres frente a los abusos de las políticas laborales de la época y aunque su figura pretendió ser olvidada, hoy cobra más vigencia que nunca.
Hace 100 años en Bello, Antioquia, tuvo lugar una de las huelgas obreras más significativas de la historia sindical colombiana, no sólo porque paralizó por tres semanas el principal emporio textil de ese momento: la Compañía Antioqueña de Tejidos, mejor conocida como la Fábrica de Tejidos de Bello; sino porque quienes la impulsaron y sacaron triunfante fueron cerca de 400 mujeres obreras, en una época en que el rol social de la mujer no era precisamente el de ir por ahí promoviendo protestas y alborotando el cotarro, pues se entendía que su lugar natural era el hogar y la sumisión uno de sus valores preclaros. El “sexo débil”, mejor dicho.
La historia dice que entre 1919 y 1920 hubo en Colombia 33 paros de trabajadores que buscaban mejorar sus condiciones laborales. Pero eran paros desorganizados, más cercanos a la asonada y el motín, porque para entonces el sindicalismo apenas se estaba formando. Los paros más sonados fueron los de los artesanos de Bogotá, los mineros de Segovia, los ferroviarios del Magdalena, y los sastres y zapateros de Medellín, Caldas, Manizales y Bucaramanga. O sea todas protagonizados por hombres, porque era inconcebible un paro de mujeres.
La escritora Ángela Becerra habló sobre su obra acerca de Betsabé Espinal
El paro de las obreras de Bello fue el primero que se identificó con el rótulo de “huelga”, y, al igual que los paros precedentes, éste fue espontáneo, surgido de la desesperación de las obreras ante el maltrato y la explotación, rayana con la esclavitud, a la que eran sometidas Y la lideró una tal Betsabé Espinal, hasta ese momento una anónima obrera de 24 años de edad a quien sus compañeras respetaban y acataban por su talante decidido, don de mando y recio carácter.
Pero antes de avanzar en el relato de aquel suceso, es pertinente ubicarlo en su contexto histórico, y decir que aquella fue una época de iniciación industrial. Con el siglo XX estaba naciendo en Colombia la gran industria manufacturera, con epicentro importante en Antioquia, donde era normal que las fábricas emplearan mujeres y niños como mano de obra sumisa y barata. Es decir, el mismo esquema fabril que primó durante la revolución industrial de la Europa del siglo XIX.
Angela Becerra, autora de la novela de ficción semihistórica que rescata la vida de la lidereza.
Y esa irrupción de mano de obra femenina en las factorías fue un fenómeno socialmente importante, tanto que para 1920 el 73% de la fuerza obrera en el Valle de Aburrá la conformaban mujeres, solteras en el 85% de los casos; e igual proporción se daba en las trilladoras de café y en las fábricas de cigarrillos, oficios en los que las familias campesinas encontraron una buena opción laboral para las hijas solteras, porque la sociedad clerical de entonces no veía bien que por trabajar en las fábricas las mujeres casadas descuidaran su familia y su sagrada misión de amas de casa. “La fábrica es enemiga de las mujeres, enemiga de su cuerpo, de su alma, agotador de su salud y envenenador de su virtud”, rezaba una publicación católica.
La Fábrica de Tejidos de Bello fue la primera textilera a gran escala que nació bajo el modelo Manchesteriano. La fundó en 1904 Emilio Restrepo Callejas, uno de los empresarios pioneros de la Antioquia de entonces, además concejal de Medellín, reconocido latifundista y promotor de extensos cultivos de algodón y caña de azúcar. Pero sólo hasta 1908 pudo la fábrica empezar a funcionar, después de una inyección de capital. Y desde el principio sus telares emplearon mujeres, muchas de ellas niñas entre 13 y 15 años. Para 1920, cuando estalla la huelga, ocupaba unas 400 mujeres y 110 hombres.
Las obreras vivían en un ambiente casi conventual, porque al amparo del prurito paternalista de los industriales antioqueños nació una institución bastante curiosa y emblemática: los patronatos obreros, que eran casas-dormitorios para las trabajadoras solteras, administradas por monjas. En estos patronatos se modelaba la conducta moral y laboral de las obreras, y se vigilaba que no fueran influenciadas por la perniciosa ideología socialista que llegaba de Europa, inspirada en la Revolución Soviética. Un dato que habla del “espíritu” de estos patronatos es que el Día del Trabajo lo celebraban el 4 de mayo, con misa campal y velada recreativa dentro de las fiestas a la Virgen María, y no el 1º de mayo, fecha celebrada por las organizaciones obreras de tendencia revolucionaria. Un año atrás se había fundado el Partido Socialista.
Interpretación televisiva
Las razones de la huelga
Dependiendo el oficio que realizaran, el salario de las obreras en la fábrica de don Emilio oscilaba entre $0.40 y $1.00 la semana; mientras los hombres, por hacer el mismo oficio, ganaban entre $1.00 y $2.70. Un trabajador de construcción ganaba entre $3 y $3.60 semanales, lo que da idea de la explotación que pesaba sobre las obreras. Esto porque una idea aceptada socialmente era que el salario femenino constituía un ingreso familiar complementario, y eso justificaba su diferencia con el de los hombres.
Por eso la exigencia de un salario igual fue el primer punto en el pliego de peticiones de las obreras en huelga; lo mismo que la revisión del sistema de multas, pues ocurría que las multaban por llegar tarde, por estropear accidentalmente una lanzadera, por enfermar sin previo aviso, por distraerse en el trabajo, o por cualquier minucia que al capataz se le antojara. E incluso hubo denuncias de multas por negarse a acceder a las solicitudes sexuales de los capataces de la fábrica; y lo contrario: veladas dádivas por aceptarlas.
Precisamente el cese del acoso sexual fue otro punto central del pliego; y en ese sentido el supervisor Manuel Velásquez, hombre de escasa estatura, delgado y padre de 5 hijos, encarnaba el odio mayor de las obreras. 5 de ellas lo acusaron de forzar su despido por no acceder a sus pretensiones, y de ser el culpable de que una de ellas estuviera interna en la “Casa de las arrepentidas”, que era donde expiaban su culpa las mujeres violadas y deshonradas.
Carlos Eugenio Restrepo (1867 - 1937) ex presidente de Colombia (1910 - 1914) , criticó con dureza las condiciones laborales en la fábrica.
Una tercera exigencia era reducir la jornada de trabajo, que se extendía de 6 de la mañana a 6 de la tarde, con una hora para la ingestión de alimentos. Asimismo, exigían que se mejoraran las condiciones higiénicas en los galpones de trabajo y se aboliera la prohibición de asistir calzadas, pues don Emilio tenía la idea absurda de que las obreras perdían tiempo y se retrasaban tratando de no embarrarse los zapatos en el trayecto hacia la fábrica, de modo que lo mejor era que fueran descalzas. Además, decía, era una manera de conservar la uniformidad de las obreras dentro de la fábrica, pues la mayoría eran campesinas habituadas a andar a pie limpio, y era penoso ver a unas calzadas y a otras no.
Otro punto del pliego en el que hicieron harto hincapié, fue que se acabara la vigilancia cerril, las ofensivas requisas a la salida de la fábrica, y el trato despótico por parte de Jesús Monsalve y Teódulo Velásquez, los dos administradores. De Monsalve, por ejemplo, decían que era tirano y grosero de palabra, acusación de la que él se defendía aduciendo que si estaban descontentas era porque estaba cumpliendo bien con su deber.
En tal sentido es elocuente la carta que Carlos E. Restrepo, ex presidente de Colombia, le manda a Emilio Restrepo, en la que se lee: “Bastante numerosas me parecen las horas de trabajo asignadas a las obreras de Bello y demasiado rígidas las condiciones en que lo hacen, especialmente si se mira el trabajo de las mujeres y los niños y las malas condiciones fisiológicas de nuestros trabajadores. Creo que ese camino si se extrema trae el anarquismo como consecuencia forzada y de ellos son los conatos de huelga que usted habla y que empiezan con nuestra primera fábrica”.
La huelga y la figura de Betsabé Espinal
En realidad las obreras venían intentando la huelga de tiempo atrás,
e incluso en una ocasión paralizaron una sección de telares, pero
fracasaron porque los administradores encontraron quien las reemplazara.
Pero el 12 de febrero de 1920 el lance fue a otro precio. Ese día, antes de las 6 de la mañana, las líderes del movimiento se pararon en la puerta de la fábrica para convencer al resto de obreras y obreros de que no ingresaran. La totalidad de las mujeres acataron la orden y no entraron, pero los hombres fueron reacios y en su mayoría ingresaron, por lo que fueron blanco de las burlas inmisericordes de las obreras, quienes no sólo les gritaban cobardes sino que los incitaban a cambiarse los roles: que ellos se pusieran las faldas y ellas los pantalones. “Pollerones pendejos”, les gritaban.
Entre las que se pararon en la puerta a instigar la huelga estuvieron Teresa Tamayo, Adelina González, Carmen Agudelo, Teresa Piedrahita, Matilde Montoya y Betsabé Espinal, la más fogosa y decidida de todas, por lo que desde ese mismo día se erigió como la líder de la protesta y la que organizó a sus compañeras en comisiones. Y ante ellas de nada valieron las amenazas de los capataces ni los ruegos del cura de la parroquia, quien llegó a los pocos minutos para tratar de convencer a las obreras de que terminaran esa locura y regresaran al trabajo.
Y tampoco cedieron al día siguiente, cuando ya fue el alcalde de Bello y las autoridades eclesiásticas de Medellín quienes llegaron a tratar de convencerlas. Por el contrario, para ese momento la huelga se había generalizado y los poquitos obreros hombres que quedaron en la fábrica apenas alcanzaban para aceitar las máquinas y asear el edificio.
Homenaje
El tercer día, en el tren de las nueve de la mañana, una delegación encabezada por Betsabé viajó a Medellín a buscar solidaridad y a poner en conocimiento de la prensa la naturaleza de su movimiento y su pliego petitorio. Estuvieron en la Gobernación de Antioquia y en las sedes de los periódicos El Espectador, el Correo Liberal y El Luchador. “No tenemos ahorros para sostener esta huelga, solo tenemos nuestro carácter, nuestro orgullo, nuestra voluntad, y nuestra energía”, fueron las palabras de Betsabé que al día siguiente salieron publicadas en la prensa.
Betsabé, a quien una foto de aquel año muestra como una mujer cejona y bien plantada, tenía 24 años en ese momento. Había sido bautizada en la iglesia Nuestra Señora del Rosario de Bello en 1896, y por ser “hija natural” tomó el apellido de su madre: Celsa Espinal (que no Espinosa como erróneamente se ha difundido).
De su vida se conocen muy pocos datos. Se sabe que era muy hábil en el oficio del hilado y buena hija, dedicada por completo al cuidado de su madre. Y la razón de que hoy sepamos tan poco es que no tuvo más hermanos y tampoco nunca se casó, por lo que no dejó descendencia. De ella se sabe por el protagonismo que tuvo en aquella huelga, en la que su nombre estuvo en la mira de los periodistas. Uno de ellos escribió: “Surge una mujer de nombre bíblico a encabezar un movimiento huelguista, el primero, el único de alguna significación que ha podido llevarse a cabo en la tierra más impropia para las huelgas: Antioquia”. Otro le dio connotaciones de una Juana de Arco criolla, y otro más la definió como “una esclava rebelde, una mujer iluminada”.
Pero quien más se ocupó de la huelga y de la figura de Betsabé fue un cronista de El Espectador que firmaba con el seudónimo El Curioso impertinente, quien en el lenguaje florido del periodismo de la época escribió: “Honor a esos cientos de mujercitas que han tenido la locura galante y fértil de confrontar la resistencia y furia del capital, sin más equipaje que una buena porción de rebelión y dignidad… Cómo no secundarlas si son heraldos de una provechosa transformación social, si pueden ser las primeras víctimas ineludibles de toda revolución que se inicia”. Y en otra crónica describió el ambiente festivo que se vivía en torno a la fábrica de Bello, donde se ven “cuadros pintorescos de grandes grupos de obreras y obreros que cantan, bailan, juegan y dan vivas a la huelga, mientras los policías que vigilan están tan desocupados como ellos”.
Y por esa vía la huelga se volvió comidilla pública y generó una enorme simpatía entre la gente, no sólo de Bello sino también de Medellín. Tanto que una semana después, por iniciativa de los periódicos El Espectador y El Correo Liberal, ya se había conformado en Medellín un Comité de Socorro para recoger víveres y dinero para las huelguistas, y los estudiantes de medicina de la Universidad de Antioquia hicieron su propia colecta. Es más, una fábrica de tejidos de Medellín se ofreció a sostenerlas para que no cedieran, durante dos meses de ser necesario.
Logros y alcances de la huelga
Portada de la obra basada en la vida de la heroina de los trabajadores.
Después de 21 días de parálisis, y gracias a la mediación de algunos empresarios y las autoridades departamentales, e incluso del mismo arzobispo de Medellín, Emilio Restrepo, finalmente cedió a todas las exigencias de las obreras y con eso, el 4 de marzo, finalizó la huelga. Se acordó un aumento salarial del 40%, regulación del sistema de multas, jornada laboral de 10 horas y más tiempo para el almuerzo, permiso para ir calzadas a la fábrica, y el despido fulminante del “acosador” Velásquez y los dos odiados administradores.
Para ratificar el acuerdo, una delegación de obreras encabezada por Betsabé Espinal se dirigió a las oficinas de la empresa en Medellín. En la estación del tren las recibió una multitud de unas 3 mil personas que las acompañó en el trayecto, en el que, según la crónica periodística, hubo hasta insolados. Después la delegación fue objeto de varios homenajes, como la corona de laurel que pusieron en cabeza de Betsabé, quien en esta ocasión, encaramada en un taburete, pronunció un discurso memorable. Y más tarde los estudiantes de medicina le ofrendaron una serenata.
Memorias de una huelga obrera
Por su parte El Curioso Impertinente, quien para entonces ya era un declarado fanático de las huelguistas, escribió un elogio de este tenor: “El triunfo de esta causa ha sido, pues, completo. Por eso batimos nuestras palmas entusiastas a esas heroicas y viriles mujeres de Bello, que han dado un altísimo ejemplo de valor a Medellín, a Antioquia y a Colombia”.
La huelga de Bello fue un hito en la historia del movimiento obrero colombiano; marcó una ruptura con la tradición de damas que sumisa y silenciosamente eran carne de explotación laboral y acoso sexual en las fábricas. Con esta huelga no sólo se dignificaron como obreras y como mujeres, sino que su ejemplo tuvo repercusiones. Una de ellas fue que en la Asamblea de Antioquia se presentó un proyecto sobre descanso dominical remunerado para los obreros, y en Bogotá otros grupos de mujeres extrajeron fuerza e inspiración para adelantar sus propios movimientos, como el de las capacheras y las telefonistas de Bogotá. También al ejemplo de las huelguistas de Bello se debe el paro que en 1929 protagonizaron 186 obreras de la fábrica Rosellón, en Envigado, para protestar por la rebaja de salarios y para exigir la destitución de algunos administradores abusivos.
El final trágico de Betsabé
Operarias textiles: Las penosas e injuriantes condiciones de trabajo, fueron motivo de permanente agitación, en medio del nacimiento de los primeros sindicatos.
No se sabe nada de lo que pasó en la vida de Betsabé Espinal en los años siguientes. Se presume que salió de la fábrica de Bello y fue a trabajar a Medellín, donde vivió en una casa aledaña al cementerio San Lorenzo (hoy Niquitao), en compañía de una amiga llamada Paulina González. A pocas cuadras de allí quedaba la residencia de María Cano, la otra gran líder obrera de la época, por lo que es muy probable que se hayan conocido y compartido alguna relación.
La muerte de Betsabé se produjo a causa de una descarga eléctrica, y fue documentada por el periódico conservador La Defensa. Según esta nota, en la que para nada se recuerda la gesta protagonizada por Betsabé 12 años atrás, el accidente se produjo de la siguiente manera:
La noche anterior, a causa de una tormenta, en la calle frente a su casa cayó un cable de energía eléctrica de alto voltaje (una primaria que llaman). Un vecino madrugó a alertar a todos del peligro que corrían, pero Betsabé en un acto temerario, propio de su carácter, hizo caso omiso y decidió solucionar el problema con sus propias manos. Así que fue hasta la primaria, la agarró para retirarla, y ahí mismo cayó electrocutada. Alcanzó a llegar con vida al hospital, donde falleció el 16 de noviembre de 1932, a la corta edad de 36 años.
Betsabé Espinal, el olvido de la memoria (Obra de teatro)
El destino, que suele gastarse sus ironías, quiso que su muerte, con un mes escaso de diferencia, coincidiera con la de Emilio Restrepo, el dueño de la fábrica donde ella lideró la huelga que inmortalizaría su nombre.
Bibliografía
– Los años Escondidos, sueños y rebeldías en la década del 20. María Tila Uribe. Ediciones Antropos. Pág. 86 a 88.
– “Las mujeres en la Historia de Colombia. Tomo II”. Editorial Norma. Pág. 405 a 407.
– “Mujeres y trabajo en Antioquia durante el siglo XX”, Ediciones ENS 2005. Pág. 52 y 53. Por Ana Catalina Reyes y María Claudia Saavedra.
– Reinaldo Espitaletta, crónica “Huelga de Señoritas, o cuando en Bello se protagonizó un alzamiento de mujeres liderado por Betsabé Espinal”. Revista Huellas, Centro de Historia de Bello. Nº 4 diciembre 2002.
– Periódicos El Espectador y El Socialista. Febrero y marzo de 1920.
Obra
Antigua estación ferroviaria de Bello, Antioquia, a comienzos del siglo pasado.
Las espesas y alborotadas cejas y la profunda mirada azabache de Betsabé Espinal conquistaron a Ángela Becerra desde el momento en el que observó aquella fotografía de hace 100 años.
La imagen le hablaba de rebeldía, de una mujer adelantada a su época de la que apenas sabemos nada, excepto que fue hija de una madre soltera y que lideró la primera huelga feminista de Colombia.
Construir el relato de aquella joven de 23 años que se había convertido en una heroína —y que caería en el olvido— era todo un desafío, pero a Becerra le pareció una oportunidad para dar rienda suelta al idealismo mágico de su pluma.
Se la imaginó escribiendo en su diario. Le regaló una amiga, una madre, un amor. La retrató ilusionada, deprimida, temerosa, feliz; con un carácter recio y humilde que dibuja con esmero en las páginas de su última novela, "Algún día, hoy" (2019), ganadora del XXIV Premio Fernando Lara.
Conversatorio de Carlos Uribe
"A nosotras nos tocó lo peor. Esa frase se la oí varias veces a mi mamá y estoy de acuerdo", escribe la joven en el diario que le inventa la escritora.
Basada en hechos reales, el libro de Becerra narra la historia de una hilandera de Bello, en el eje cafetero colombiano, que se convirtió en la líder sindical de 400 obreras que alborotaron las calles de Medellín en 1920.
Fue la primera vez que las mujeres en Colombia se organizaban para reclamar sus derechos laborales y la segunda en Latinoamérica (ocurrió antes en Brasil).
Otra foto de Betsabé Espinal y básicamente, el único que existe.
Sus gritos feministas desafiaron el estatus quo de la época, bajo el que resultaba inconcebible un paro de mujeres.
"No tenemos ahorros para sostener esta huelga, solo tenemos nuestro carácter, nuestro orgullo, nuestra voluntad, y nuestra energía", dijo Betsabé, según los recortes de prensa.
Las mujeres de la fábrica trabajaban durante largas jornadas laborales en precarias condiciones, descalzas, con salarios inferiores a los hombres y un sistema de multas que les obligaba a satisfacer los deseos sexuales de sus capataces.
Durante tres semanas, paralizaron la Compañía Antioqueña de Tejidos (la Fábrica de Tejidos de Bello), el primer gran imperio textil del país con maquinaria traída de Inglaterra.
El dueño del negocio, el adinerado accionista Emilio Restrepo, terminó cediendo a las demandas —"no por convencimiento, sino por el qué dirán", explica Becerra— de aquellas obreras lideradas por una joven que tenía una fuerte determinación.
Al menos, así la retrató la novelista. Hablamos con ella antes de su participación en el Hay Festival de Cartagena, Colombia.
La historia de Betsabé Espinal es asombrosa, pero apenas hay datos. ¿Cómo se enteró de su historia y por qué decide contarla ahora?
Sus luchas
La historia de Betsabé no me llegó en un momento en el que el feminismo estuviera en el punto álgido, como lo está ahora. Era una cosa que estaba adormecida, digamos.
Era el año 2013 y yo estaba empezando otra novela... pero las casualidades no existen y las historias siempre me han venido a buscar. Si siento que me mueven por dentro, que me tocan las entrañas, no puedo no escribirlas. Y eso fue lo que me pasó con Betsabé.
Un día que no me podía dormir, estando en Cartagena, me puse la televisión y me encontré con ella a las 2 am, en un documental.
Me pareció interesantísima, sobre todo por el magnetismo que tiene la imagen de esa niña y el trasfondo de la historia: una persona que ha luchado, que incomprensiblemente se ha quedado olvidada en el tiempo y que, además, con 23 años y una valentía tremenda, se enfrenta a todo lo establecido en una época muy dura para la mujer.
Y empecé una labor de justicia, de búsqueda, en donde me encontré con muy poca información, excepto de las tres semanas que duró la huelga, que se hizo visible ante los medios de comunicación.
El país experimentaba un socialismo incipiente que permitió que se crearan algunos sindicatos de poca fuerza pero muy novedosos y los periódicos dieron fe de todo ello. De eso había una información muy rica y detallada que me sirvió como embrión para empezar a construir la historia.
En el transcurso del trabajo de escritura hubo más voces que empezaron a hablar de feminismo, y todo cobró sentido. Al final, la novela se fue volviendo un imperativo categórico para mí.
Uno de los numerosos medios de orientación obrerista, cubrió los acontecimientos de la huelga.
Me decía a mí misma: tengo que llegar al final porque hoy Betsabé Espinal está más viva que nunca.
Me llama la atención cómo dibuja el personaje de Betsabé a partir de aquella fotografía en blanco y negro. Más de la mitad de la novela nos adentra en su vida, de la que apenas conocemos nada. ¿Qué hay de realidad y qué hay de ficción?
Cuando empiezas a escribir una novela y perfilar un personaje, el personaje acaba, de alguna forma, poseyéndote.
Yo solo tenía esa foto y siempre he sido, desde pequeña, una persona muy observadora y de intuir cosas, muy imaginativa.
Esta niña me transmite a mí un punto salvaje, de osadía, de rabia, de desafío, solo con la fotografía.
Y hago un perfil de ella: qué le gusta, qué no, cómo se enfrenta a las cosas, cómo debió de ser su niñez para a los 23 años ser capaz de liderar a 400 obreras... ya se va creando el personaje.
Era preferible para mí, como novelista, que no hubiera muchísima información —más allá de su fecha de nacimiento y de que su madre había acabado en un manicomio— para poder ficcionar casi toda la novela (que es lo que yo hago, porque no escribo biografías ni novelas históricas).
Eso es así a excepción de los capítulos en donde aparece la huelga, donde hay más datos reales, aunque a su vez está cubierta por un halo de magia.
Además, tenía el inconveniente —pero también el reto maravilloso— de tener que sumergirme en el túnel del tiempo e irme 100 años atrás, empezar a caminar esa época, ese Medellín que iba buscando parecerse a París, a Londres. Un Medellín que, de cierta forma, estaba acomplejado.
Indagar sobre eso era un trabajo muy grande y nunca imaginé que tardaría seis años en escribir la novela, pero empezó a crecer y no había manera de pararla.
Pie de foto, "Algún día hoy" recibió el premio de novela Fernando Lara 2019.
Cuando a una novela ya le has dado el hálito de vida, coge una fuerza tremenda; aunque tú la estás llevando, ella también te lleva a ti.
Alegoría en homenaje a la figura de las mujeres y su carismática conductora.
Los personajes empezaron a crecer. Todos ellos existieron en Medellín o en París y yo los hago coincidir en la historia y en el tiempo. Lo real es un tejido de filigrana muy fino que está atado nudo a nudo en el relato.
Disfruté muchísimo y también sufrí muchísimo porque se trataba, como te digo, de encajar realidad y ficción y de hacer coincidir también los momentos históricos.
Tenía que narrarla con una voz infantil pero con la sabiduría de quien ha sufrido para poder denunciar todas las injusticias a las que estaban siendo sometidas las mujeres.
Y quise relatar esa diferencia entre ricos y pobres que estaba muy marcada y que era tristemente una realidad.
Ilustra esas diferencias sobre todo a partir de un personaje, la coprotagonista, Capitolina. ¿También nace de su imaginación?
Así es. Y se hace tan importante que a ratos acaba casi comiéndose a la protagonista.
Cuando nacen, ambas son rechazadas por la sociedad por diferentes motivos, pero sobre todo por sus madres. Son huérfanas de madre aún teniendo madre, pero ella las rechazó por ser mujeres... ¡cosa increíble!
Son personajes que van creciendo, que te vas enamorando de ellos.
Es una novela que no solamente habla de los derechos de la mujer y del feminismo, sino que aborda el trasfondo del ser humano, el por qué de los comportamientos humanos desde la niñez.
Y enseña que no todo puede ser en la vida, pero que uno tiene que pactar con ella para seguir adelante. Hay un núcleo psicológico, humano, que arrastra toda la novela.
Pie de foto, La historia de Betsabé cautivó a la escritora colombiana Ángela Becerra.
La historia que relata ocurrió hace un siglo. Colombia ha cambiado mucho en todos estos años. ¿Se ha imaginado cómo sería la Betsabé de ahora?
Están surgiendo muchas Betsabés en muchos ámbitos.
Historia del movimiento obrero en Colombia
Esta niña podría ser Emma Watson hablando contra los abusos, y sería una Betsabé completamente actual.
Además, en el océano de información que hay ahora no paran de surgir chicas que, como ella, han estado taponadas, pisadas, escondidas, firmando con nombres de hombre para poder salir a la luz de alguna forma...
Es bueno que se conozcan este tipo de casos para reivindicar un futuro más justo para las mujeres. Es una responsabilidad importante de la sociedad.
Después de la huelga no se supo nada de Betsabé hasta su muerte. ¿Por qué quedó en el olvido? ¿Por qué no se habló de ella como una heroína?
Barrancabermeja fue otro de los grandes escenarios de las huelgas de la época.
Hay varios factores.
Uno de ellos es que ella luchó contra un poder político muy fuerte: uno de los dueños de la fábrica era el gobernador de Antioquia, que luego fue presidente de Colombia; otro era dueño de más de la mitad de Antioquia y del país... y también estaba el poder clerical.
Por otro lado, en 1927 surgió otra mujer que, en cambio, tuvo mucha más visibilidad. Era una chica que venía de una familia influyente. Su tío paterno era el dueño del "gran diario" de Colombia.
A esa chica la elevaron a las alturas como si fuera la precursora del feminismo en Colombia, cuando no lo había sido. Simplemente tenía mucha más influencia social.
En el caso de Betsabé, una vez pasó la huelga fue despedida (¡al mes!), pese a que había logrado que los dueños de la fábrica accedieran a todas sus peticiones, aunque simplemente lo hicieran para quedar bien ante la sociedad.
El país en la primera mitad del Siglo XX
Esta niña lentamente va quedando marginada. Ella nunca se casó con nadie y murió electrocutada, aunque yo quise darle otro final que no vamos a revelar aquí... [se ríe]
Me apasiona la complejidad del ser humano, las luces y sombras que hay en la vida de las personas, lo que aparentemente no se ve.
Yo sentí que esa niña me estaba pidiendo que la resucitara, que la sacara de ese ostracismo, de ese silencio al que había quedado condenada.
La poetisa y narradora Ángela Becerra (Cali, 1957) es una de las autoras más leídas de habla hispana y la colombiana más leída después de Gabriel García Márquez. Ha sido publicada en más de 50 países y traducida a 23 idiomas. Actualmente reside en Barcelona, España.
*Esta entrevista es parte de la versión digital del Hay Festival Cartagena 2020, un encuentro de escritores y pensadores que se realiza en esa ciudad colombiana entre el 30 de enero y 2 de febrero.
Fuente: AGENCIA DE INFORMACIÓN LABORAL (COLOMBIA) / BBC (GRAN BRETAÑA)
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