La obra de Ana Mercedes Ángel Muñoz retrata la piel de la ciudad con personajes que anteceden la historia, entregan un lenguaje, hacen de su vida una forma de contar la ciudad pereirana y comercial. Vemos protagonistas con bolsas descansando en los andenes, con miradas perdidas en el horizonte, músicos y vendedores de papas, mamoncillos, mercaderes de maletas y correas, que juegan con las palomas en su vuelo, actores que miran a la cámara con rostros acontecidos, preguntan al transeúnte, en este caso, a la fotógrafa. Son juglares de esta capital.
Esta serie de efigies cadenciosas e iluminadas con un ojo preciso y estético, que, desnuda los sentimiento y emociones de cada ser humano con un corazón dividido que albergan muchos años, una condensación visual que ha transformado sus vidas y asimismo los espacios, lo arquitectónico, lo cultural, lo político, donde cada uno (el modelo retratado) desde su silla o butaca, ha visto acontecimientos como: la muerte, la vida desvanecerse en cada noche. Esta muestra de representaciones a blanco y negro tiene un estilo propio, un concepto original, esto caracteriza a Ana con un temperamento vehemente, una artista cámara, ojo inflexible de alto nivel, de sensibilidad contraria a las expresiones comunes de la imagen contemporánea hoy.
Recorriendo la exposición por enésima vez, me encontré con el maestro Carlos Hoyos, profesor asociado de la Universidad Tecnológica de Pereira, perteneciente a la facultad de bellas artes. Entablamos una conversación corta de la artista en mención, y, le pregunte por la propuesta “Ambulante Visual” de Ana. Esto me respondió “Los testimonios urbanos nos impregnan lo mejor de la vida, me compenetran particularmente entre lo cotidiano y el azar en el recorrido que hago en la ciudad, el que puedo hacer, una vez, después que lo termino, quiero volver hacerlo, llegar a esas imágenes en vivo que dan identidad a la urbe, para involucrarme con ellos de cualquier manera. La mirada atenta de la fotógrafa evoca sin duda alguna la vida, la potencia social, retroalimenta mi (voyeur) muy particular, ya que me regala su exploración, yo agrego más; en este axioma hay una evidencia muy específica, fotogramas humanos.”
Sigamos. Esta mirada privativa de Ana Mercedes, es filosófica, un miramiento casi cinematográfico que propone un texto, un relato con afecto, de ojo crítico, el fotografiado y la temática, tiene una carga expresiva de tiempo, reflejada en la composición, puesta en la figura-fondo. Creo también que el espectador es fotografiado por el ambulante visual, él, dice algo cierto desde su silencio. Los personajes son fundamentales, como si tuvieran en sus ojos una cámara, ellos parecen mirarnos reflexivamente. Un logro que la maestra alcanza en esta propuesta.
Otro lenguaje en las fotos es el grafiti, de contenido anárquico, un propósito rebelde que la artista también registra.
No tiene nada que ver con lo político. Estos escritos y garabatos son realizados por hombres y mujeres, que les llaman desadaptados, pero que, resultan conectados con la ciudad nocturna y con la vida. Estas iconografías, nos hacen un llamado a la mirada afectiva: al patrimonio arquitectónico, a la conservación, a la heredad inmaterial entre otros, que forja nuevos lenguajes.
Para terminar este bello recorrido a manera de tour social en la sala de exposición Carlos Drews Castro, veo un mapa en línea negra, hecho a mano alzada, que marca una irrupción dentro de la exhibición. Una línea continua, con puntos de referencia, en sus intercepciones, que marcan un espacio habitado con locución propia. Su textura nerviosa lo hace humano, exaltado, emotivo y también urbano, que condensa el recorrido mutuo, una irrigación venosa, que desplaza, que entrelaza y permite el dialogo de la parte en el todo.
Jugar a buscar y encontrar, crea un recorrido al turista y al citadino, que visita esta ciudad, y encuentra voces trabajadoras con su propia novela.
Título original: AMBULANTE VISUAL
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