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Más allá de lo evidente, Emily Dickinson


Si la neurociencia fuera poesía, tendría a Emily Dickinson como su referente.

La célebre poeta de Massachusetts no solo forma parte de ese panteón de figuras clave de la poesía estadounidense, como lo fue a Edgar Allan Poe, Ralph Waldo Emerson y Walt Whitman. Ella es la personalidad favorita de muchos premios Nobel que han estudiado los misterios del cerebro humano.


Biólogos, como Gerald Edelman, o neurocientíficos cognitivos, como Stanislas Dehaene, usaron uno de sus poemas como introducción para sus publicaciones. Dickinson escribió en 1862 que el cerebro es más ancho que el cielo, más profundo que el mar y que es solo el peso de Dios.



Lo que hizo en realidad fue describir ese producto del cerebro que es la mente y su poder a la hora de vivenciar y crear la realidad.


Su poema representa para los neurocientíficos una experiencia de lo sublime y de la capacidad cerebral para construir las percepciones. El cerebro es parte de la naturaleza humana, pero lo trasciende gracias a sus pensamientos, pudiendo ir más allá del cielo, ser más profundo que el propio océano…


Antigua casa donde vivió la que sin dudas fue una de las mejores poetas de todos los tiempos

“El cerebro es más ancho que el cielo; ponlos juntos y uno contendrá al otro con facilidad, y a ti, además. El cerebro es más profundo que el mar; al contenerlos, azul con azul, y el uno al otro absorberá, como una esponja. El cerebro es el solo peso de Dios; levántalos, libra por libra, y diferirán, si lo hacen, como la sílaba difiere del sonido. -Emily Dickinson, El cerebro (1862)-



Sentir las palabras para despertar la conciencia


Nótense los detalles del cuello de este vestido que le perteneció

La literatura enriquece a las personas de una manera innegable. Nos aporta conocimientos, despierta en nosotros nuevas perspectivas y a menudo se configura como un ejercicio catártico para el cambio.


Sin embargo, si la neurociencia fuera poesía, entendería que su poder va más allá de la narrativa y despierta en nosotros en mayor grado la autoconciencia emocional.



Los versos, las metáforas y todo recurso poético hace de la palabra un detonante psicológico. Nos permite sentir, ver y comprender el mundo de una manera más rica y compleja.


El uso de simbolismos incrementa la introspección, el sentido crítico y la mentalidad reflexiva. Además, favorece que conectemos con nosotros mismos y lo que nos envuelve a otro nivel.



Tumba de Emily Dickinson

Estimula la imaginación, porque jugar con las palabras nos invita también a jugar con la realidad y reinventarla, a verla desde múltiples prismas.


La neurociencia sabe que la poesía no solo embellece el lenguaje, sino que activa un resorte atávico en el cerebro para volverlo más rico y aumentar sus conexiones sinápticas.


Así que no lo dudemos, naveguemos en esos mares de letras para sentirnos, si cabe, mucho más vivos.

“Para fugarnos de la tierra un libro es el mejor bajel; y se viaja mejor en el poema que en el más brioso y rápido corcel Aun el más pobre puede hacerlo, nada por ello ha de pagar: el alma en el transporte de su sueño se nutre solo de silencio y paz”. -Emily Dickinson, Ensueño-



Fuente: CULTURA INQUIETA

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