Escribe: CARLOS ALBERTO AGUDELO ARCILA
Como director de la revista colombiana ZWAAN, tuve el honor del presente diálogo con Rafael Courtoisie, uno de los más importantes poetas de Uruguay y Latinoamérica. Autor de numerosos libros y ganador de varios premios literarios a nivel mundial, “entre ellos el Premio Fraternidad de la B’Nai B’rith (Jerusalén), el premio en la categoría Poesía de los Premios Morosoli de Uruguay, (auspiciado por la Cátedra UNESCO y la Asociación de Universidades del MERCOSUR), el Premio Loewe de poesía (España), por el cual la Editorial Visor publicó su obra en su colección Visor Poesía, el jurado fue presidido por Octavio Paz), el Premio Plural de Poesía de México, (jurado presidido por Juan Gelman), el Premio de Poesía del Ministerio de Educación y Cultura de Uruguay, el Premio Internacional Jaime Sabines, (México), el Premio Blas de Otero (España) y el Premio de Poesía José Lezama Lima. En 2014 ganó el Premio Casa de América de Poesía Americana”.
¿Considera sus textos apócrifos como “evangelios” rebeldes de su literatura?
De alguna manera los apócrifos en su mayoría son también homenajes y diálogos con grandes poetas de otros tiempos. Tratan de brindar, como los evangelios, una “buena nueva”.
¿El aforismo es un género apátrida del arte de escribir?
Sí. Wittgenstein hizo su famoso “Tractatus” en base a aforismos, Cioran encontró en ellos un modo expresivo directo y a la vez profundo. Están en la poesía, están en la reflexión, están en la narrativa en forma de micro ficciones. Son de alguna manera “apátridas”.
¿Qué se requiere para crear un buen texto?
Esfuerzo, esfuerzo, esfuerzo. Algo de suerte, algo de talento. Y disciplina, claro.
¿Celebra la poesía a todo instante?
Vivo en la poesía: se han caído bloques políticos, imperios, uno ha perdido amores, amigos, patrias, pero la poesía permanece. Es fiesta y ceremonia, siempre.
Aparte de las herramientas manuales para escribir, ¿qué otras se deben utilizar?
Instrumentar la paciencia, la meditación, el ejercicio, al menos las caminatas, la observación constante de la realidad. Si no contamos con microscopio y telescopio, al menos con lupa y binoculares…
Memoria y responsabilidad son herramientas insoslayables. Amor también, pero el amor no es una herramienta, es un don.
Ha recibido diversos premios nacionales e internacionales de literatura, ¿qué sabor le deja un premio, y en este sentido hay premios mayores y menores?
Los premios son medios, no fines. El arte no es una competencia de atletismo, ni un combate. El arte no se mide, se goza. Un premio es una herramienta que debe saber emplearse. Un premio es un martillo: se da en el clavo o se golpea el dedo. Hay que saber emplearlo, hay que elegir el martillo apropiado. Los premios permiten comunicar. Comunicar es la esencia del arte. Pero muchos grandes escritores han elaborado su obra sin premios.
Usted es de los grandes de la literatura latinoamericana, ¿en este selecto grupo, qué autores están ausentes?
No soy quién para hacer un canon. Creo que, en mi país, Susana Soca, por ejemplo, ha sido una gran poeta ignorada. En Argentina la figura de Porchia ilumina en el tiempo…
Al leer poesía de corte social en su obra, pienso en Pablo Neruda, ¿cree que el autor chileno hubiese alcanzado el Nobel con su poesía política?
La poesía es una, sin adjetivos. Neruda es un grande, un autor sin el cual no podríamos entender el siglo XX. Estaba destinado al Nobel, estaba destinado a ser un hijo de su época y a dejar un legado de ese tiempo.
Usted dice: “La palabra es un instrumento de construcción estética y fundamentalmente una definición del humano”, como un cuento de ciencia-ficción, ¿pudo haber sucedido primero la palabra y luego el ser humano haberse convertido en su ventrílocuo?
Como en el evangelio, en el principio fue el verbo. Es el lenguaje el que nos hace humanos. No hay humanidad sin lenguaje, no hay humanidad sin poesía. El hombre no es un ventrílocuo. El hombre es palabra viva.
Cuando escribe poemas que se pueden leer como microrrelatos, ¿es porque se deja llevar por una historia poética?
La narrativa es la puesta en texto de un tiempo ficcional, la narrativa emplea mayormente la función denotativa del lenguaje. La poesía no tiene porqué plantear un tiempo ficcional como la narrativa, es más, en la poesía puede darse la suspensión del tiempo. A veces un poema procura la eternidad del instante. Además, la poesía emplea mayormente la función connotativa. Pero a veces ambas funciones convergen y se da un texto poético que además puede funcionar en el lector como un microrrelato. Pienso en algunos textos del mexicano Juan José Arreola: son ambiguos, se dan entre dos aguas, narrativa y poesía. Cuentan una historia mínima y despliegan un universo connotativo más propio de la poesía. En algunos de mis libros la prosa poética es preponderante, y se presta para estructurar un poema-historia.
Escuché esta frase, "La mala poesía no existe porque no es poesía", ¿está o no de acuerdo con este precepto?
Sí, completamente. Pero a veces el mundo editorial e incluso el académico llama “poesía” a un producto textual que es pura búsqueda, sin hallazgo. El arte de la poesía es hallar, mostrar lo que encontró, no solo la búsqueda. La búsqueda no es más que parte de un camino, no una meta.
¿Se deben tener todos los sentidos despiertos para escribir?
Se escribe con los cinco sentidos y con otros más, en especial con uno esencial: el sentido poético. Michel Serres tiene un ensayo insoslayable titulado “Los cinco sentidos”. La poesía es conocimiento de lo que se percibe, no solamente percepción.
*Escritor, periodista y poeta oriundo de Calcedonia, Quindío. Autor de distintas obras literarias, es integrante del comité redactor tanto de Diario EL POLITICÓN DE RISARALDA como de su suplemento, ARCÓN CULTURAL
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