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Estallido social, colisión contra muchas mujeres


Escribe: LUPE CECILIA CASTILLO*


Unirnos al grito de las masas, levantar el puño transgresor, esgrimir el pasacalle como solapa abierta que devela al desgobierno catastrófico, es nuestra forma autónoma de manifestarnos y dejar huella de nuestro inconformismo.


Somos una sola causa desde el artivismo, pictórico, musical, poético, teatral, contra la tiranía. Nos confirmamos hermanadas en la olla comunitaria, el toldo contra la lluvia, la solidaridad sin límites, el canto a miles de voces, el mensaje viral entre redes, la arenga que desinhibe y enjuicia. Confluimos como apuesta de herramientas ejemplarizantes para crear las básicas condiciones sociales como inalienable derecho del pueblo, exigimos mejores condiciones de vida, lejos de las voluminosas brechas de desigualdad.


Dicho contexto debe ser en todos los aspectos y situaciones, la más plausible causa que confluye en un copioso y justo reclamo. Salimos con entusiasmo a las calles, carreteras y plazas, contra el aumento en los índices de pobreza, a la que los rancios corruptos nos han arrastrado. Resurgimos para vetar las precarizantes iniciativas a favor de la opulencia.


Congregamos esfuerzos ingentes para defendernos de los atropellos del régimen de turno, donde tristemente en estas circunstancias, las mujeres llevamos la peor parte. A fin de cuentas, todos los informes señalan la abrupta condición laboral femenina, sumado a los índices de violencia intrafamiliar como secuela evidente durante la pandemia.


Un estallido social no debería quedar fétidamente deshilachado por las distintas formas de violencia con que se nos perpetra. Es inminente gestar en todas las mentes de la especie humana, el rechazo inapelable a esa jerarquía primitiva que en la movilización social alimenta la desigualdad y marca en la historia, la vetusta carimba de dueñidad machista, obscenidad y dolor sobre nuestros cuerpos, sobremanera, la violencia sexual.


Si rastreamos a nuestras predecesoras, nos vamos topando con un acervo de iniquidades legitimadas en esquemas culturales, arraigadas en nuestra contra. ¿Por cuántos milenios más

rezagan tan letal oferta los sistemáticos traficantes del miedo? Ya quisiéramos las veteranas salir a protestar sin la sospecha que amedrenta, o quedarnos en casa con la tranquilidad de que nuestras hijas regresan sin novedad de las faenas de lucha, libres de violencias en su integridad personal y la de sus pares.


Desde el empoderamiento generacional, posicionar nuestra dignidad en la historia ha sido todo un suplicio de acciones jurídicas, plantones, marchas, Proyectos de Ley, pedagogía, sensibilización y distintas formas que eliminen los crímenes del patriarcado, por siglos manifiestos. Nuestras ancestras padecieron los vejámenes de tan nefasto sistema. Murieron en el cadalso del delirio de los plenipotenciarios, entre infamantes llamas, empalamientos, guillotinas, ahogamientos, persecuciones, confinamientos, tras incontables y repugnantes formas de tortura y feminicidio asestadas. Cada derecho conquistado ha puesto en alerta de

resistencia a los perpetradores que se mantienen al acecho en todas las esferas.


Así, una Sentencia, Ley, Resolución, Decreto, con sorna es mutado a cambios de estrategias falócratas que mantienen inicuamente impune a los culpables. Frente a esos cruciales escenarios, cada generación de lideresas ha construido una hermanada resistencia para dejarle a su progenie un mundo mejor, desde la contundencia de las luchas feministas y avances alcanzados con esfuerzo, por dignas condiciones de vida para todas.


En las entrañas de la movilización nos ha tocado ser manada solidaria, empática, instruida y sorora para contener los embates de las castas patriarcales, las mismas que en medio de la asonada, dejan fluir los instintos intemperantes y arbitrarios en contra de muchas mujeres. Esa prueba de fuego deja al descubierto que avanzamos muy poco, que la fuerza milenaria de este nefasto sistema es convencionalmente obscena, truculenta e ilimitada, hasta el extremo de procurarse invicta. Por ello las arremetidas, en ciertos casos de civiles y copiosos de militares, dejan estelas de muerte e intenso daño físico y mental en sus víctimas.


El caos durante un paro no es un antro de lujurias virulentas contra el cuerpo de las mujeres, es contra los crímenes Gubernamentales y Estatales que victimizan a los pueblos. En esas lides, reconózcannos, por derecho ingénito, sin que medie la súplica ni la injerencia de nada, ni de nadie, el desconcierto en una movilización social, jamás puede ser atmósfera de oportunismos salvajes.


En el entusiasmo de ser primera línea para todos y todas, ya es hora de no tener que pensar en que nuestra nieta o hija, que está luchando por su pueblo, lleve a cuestas el inminente riesgo de ser brutalmente agredida. Su presencia en una manifestación de descontento social es contra el gobierno. ¿Por qué se la debe confinar como botín de censura y vejámenes, por el solo hecho de ser mujer?


Las cifras dadas por organismos de Derechos Humanos, organizaciones sociales, ONG y Estado, aunque no concuerdan en resultados, son rostros envilecidos, agrietados, desconsolados, compungidos. Evidencias que gritan y develan lo infecto del oportunismo machista. Son los innumerables testimonios del paraestado que sin medir las consecuencias y envalentonado con su Escuadran Móvil Antidisturbios y sicarios autonombrados “gente de bien”, tras un camuflado de impunidad rampante, abusan de las jóvenes indefensas, hasta el extremo de conducirlas a situaciones depresivas que terminan en explosiones de impotencia, bronca, hasta suicidio, sin importar si la víctima es hija de su compañero como en el caso de Alison Meléndez en Popayán a quien honramos su memoria y nos duele hasta en lo más profundo.


Pese a la inconmovible y permisiva justicia, con las castas de verdugos que nos sitian, que es protuberante su inoperancia, exigua en resultados ante la multitud de casos denunciados, aunque se amodorre la parsimoniosa y abismal orfandad en el enfoque de género que revictimiza en muchas ocasiones, seguirán los legados en el activismo social, por los siglos venideros, en constante lucha, hasta que en todos los sesos de la especie humana, sin necesidad de tener que decírselo, la dignidad femenina se haga costumbre, conviva en paz; que por espontánea tradición, permanezca libre de violencias.


Aunque parezcamos asperjar semillas de vegetales en el mar, nos queda la memoria, los epígrafes y trazos cincelados entre fierros, lienzos, documentalismo, galerías fotográficas, cine, música, cientos de libros virtuales y físicos que escupen los crímenes que la justicia

encubrió, las luchas viscerales de nuestras predecesoras, que son ejemplo para que nuestras juventudes continúen conquistando los más humanos de todos los derechos, que se nos niega a disfrutar.


Fuente: https://www.mpdl.org/noticias/america-latina/derechos-humanos/alarmantes-actos-violencia-basada-genero-durante-paro#sthash.

0iI4XfeD.wE4o9usy.dpbs Octubre 12/2021.


*Poeta quien, desde Pereira, orienta la Antología Desatada Palabra, en ¡Uyayay! Colectivo Poético. Lideró procesos de Memoria Histórica en Derechos Humanos, murales, recitales, restauración ambiental. Coordinó la producción y edición de la Antología “Fisuras y Cicatrices” en Nariño” Orientó la producción del periódico: “La Boletina”, del Sindicato del Magisterio de Nariño, es autora del poemario Ciclón.


(Tomado de la Revista "MUJER Y TRANSFORMACIÓN SOCIAL",

con el expreso consentimiento de la autora de este artículo).

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