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Forma primitiva de comprender las cosas


Escribe: HÉCTOR CARLOS REIS*


Desde los australopithecus hasta el homo sapiens la actividad cerebral y la producción de pensamientos fue acrecentándose. La observación de los fenómenos naturales como la lluvia, el viento, los relámpagos debe haber inspirado pensamientos de temor. Un rayo partiendo un árbol, produciendo fuego e incendiando matorrales debería aterrorizar a los primitivos hombres. La furia desencadenada de los elementos, la contemplación de un cielo estrellado, la magnificencia del sol al amanecer y al atardecer son hechos que deben haber conmocionado a nuestros lejanos ancestros.


Intentar explicar lo que se observa es tarea casi inmediata. Si básicamente pensar es relacionar, lo siguiente es explicar lo que se ve, lo que se observa. Los primeros intentos de explicación aun antes del desarrollo del lenguaje deben haber estado sustentados en el miedo. El primitivo estaba sujeto a permanentes peligros; sus reflejos instintivos eran hacia la acción más que al pensar. Actuaba rápidamente huyendo, atacando o agrupándose con sus semejantes. El accionar permanente le impedía producir pensamientos articulados y complejos. Debía dar respuestas rápidas a las amenazas y acechanzas de sus enemigos constantes: la naturaleza hostil, los otros animales y sobre todo los más depredadores. Los primeros pensamientos fueron una estrategia de defensa pero casi simultáneamente la curiosidad pudo más que el miedo y comenzó a indagar sobre el mundo que le rodeaba.


El primer contacto con el fuego gravitó en la formación de la idea de poder lo mismo que el uso de las armas. Paulatinamente al ir tomando conciencia de que las armas lograban alejar a sus enemigos y que por medio del fuego obtenía calor y asustaba a sus depredadores, fue adquiriendo la noción de su dominio. Este proceso de darse cuenta del control que iba teniendo sobre objetos como las armas y el fuego debe haber sido extremadamente lento y paulatino. Al principio inseguro de sus actos y luego cada vez más preciso y efectivo; esto requiere experimentación constante, de allí la enorme trascendencia de las manos.


Manos y cerebro. La dupla del poder sobre el medio ambiente; millones de años para comprender su relación mutua.


Las percepciones, la observación y la manipulación de objetos incentivaron al hombre primitivo a actuar cada vez con mayor precisión. La primera piedra arrojada probablemente no hubiese dado en el blanco pero con la experimentación afinó su puntería. Algunos dirán que esto es un supuesto elemental pero es necesario recalcar que el aprendizaje fue extremadamente lento. La comprensión del hombre primitivo no puede compararse con la actual. Me estoy refiriendo ya al homo sapiens primitivo (ni que decir de los ancestros: australopithecus, homo erectus, homo habilis, etc.). La información almacenada en su cerebro se debía fundamentalmente a sus propias percepciones. La cultura era elemental y la trasmisión de datos se hacía oralmente de padres a hijos. Antes del invento de la escritura el universo de conocimientos tenía una base estrictamente funcional y aplicada a lo inmediato: sobrevivir.


Adviértase una gran paradoja: en el mundo actual todavía hay seres humanos en las mismas condiciones...


Cuando lo prioritario es sobrevivir, no queda espacio para pensamientos más desarrollados.


Destaco esto sobremanera. El auge actual del pensamiento mágico es la evidencia de una gran parálisis de nuestra cultura. No hay un correlato entre el avance científico-tecnológico y el pensamiento de la mayoría de la población humana. Alguien podría argüir que también en medios sociales que superaron la etapa de la sobrevivencia y gozan de abundancia de bienes sin embargo participan en gran escala del referido pensamiento mágico. Lo cual significaría que la forma de pensar mágica y primitiva tiene adeptos en todos los niveles por otras causas además de la pobreza. Las necesidades materiales enrarecen la percepción del mundo que nos rodea pero el lujo también obnubila pues conduce, en la mayoría de los casos, al aburrimiento. El tedio es la principal causal de conductas dañinas (para otros y para sí mismos); lo podemos observar actualmente en los jóvenes.


*Realizó los estudios secundarios en el Colegio Nacional de Buenos Aires, Argentina, donde obtuvo el título de Bachiller Nacional.Más adelante en la Universidad Nacional de Buenos Aires, Facultad de Derecho y Ciencias Sociales se gradúa como Procurador y Abogado.Publicó colaboraciones en la Revista "Todo es Historia" que dirigía el Dr. Félix Luna (1925 - 2009) en los Nos. de diciembre de 1986, en enero, febrero, abril de 1987.Es autor de novelas, de ensayos, de libros cinematográficos y de relatos cortos, de enorme sensibilidad.Como mejor síntesis, el doctor Félix Luna en su revista "Todo es Historia" Nº 235 de diciembre de 1986 al presentarme utilizó las siguientes palabras para definir su método:"El doctor Héctor Carlos Reis es abogado, pero sus inquietudes exceden en mucho el marco de su profesión. Ha incursionado en diversos campos de la ciencia y demuestra una notable capacidad para relacionar circunstancias que, siendo aparentemente inconexas, definen procesos de una neta significación. TODO ES HISTORIA ha encargado al doctor Reis la sección que se inicia en esta edición".Además de estudiar dibujo y pintura, sus intereses apuntan al arte, la pintura, la literatura, las ciencias, la filosofía y desde luego, el comportamiento humano, una de sus grandes pasiones. Entre las películas que más le agradan, se encuentran las del geéro de suspenso, con la infaltable investigación detectivesca.De allí la preferencia por personajes de ficción como Sherlock Holmes, el detective británico creado por Sir Arthur Conan Doayle; Hércules Poirot, Miss Marple o Arsenio Lupin, sólo por citar algunos.Otra de sus preferencias a pesar de ser reacio al cine de terror, son las obras basadas en historias del poeta y escritor norteamericano, Edgar Allan Poe, las relacionadas con la investigación, la historia y los personajes históricosLa música tampoco le es indiferente, siendo un amante del género clásico: Mozart, Beethoven, Wagner, Verdi, Rossini, Donizetti, Bellini, Richard Strauss en particular, son sus autores predilectos. También es adepto a las composiciones sinfónicas, la ópera y como no podía ser de otro modo, del tango.En cuanto a las lecturas, se siente atraido por todo lo referente al arte: Pintura, filosofía, política, literatura, historia, psicología y la nutrición.En la actualidad, es asiduo colaborador del suplemento ARCÓN CULTURAL.

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