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Garcilaso de la Vega, el poeta soldado

arcilaso de la Vega nació en Toledo en 1503. Quedó huérfano de padre y se educó esmeradamente en la Corte. En 1520 entró al servicio de Carlos I en calidad de miembro continuo de la guardia regia.


En la Corte prendió griego, latín, italiano, francés, música y esgrima. En los años posteriores luchó en la guerra de las Comunidades y fue herido en la acción de Olías del Rey; también participó en el cerco a su ciudad natal (1522); a finales de ese mismo año se embarcó en compañía de Juan Boscán y Pedro de Toledo, futuro virrey de Nápoles, en una expedición de socorro que quiso (y no pudo) evitar la caída de Rodas en poder de los turcos; de nuevo resultó herido, esta vez de gravedad.


De vuelta a España fue nombrado caballero de la Orden de Santiago y en 1524 se enfrentó a los franceses en el cerco de Fuenterrabía.



A su retorno a Toledo, contrajo matrimonio en 1525 con Elena de Zúñiga, dama de doña Leonor, hermana de Carlos V; por ello Garcilaso entró a formar parte del séquito de ésta.


En 1527 acompaña a la Corte en un viaje por varias ciudades españolas y se enamora platónicamente de una dama portuguesa de la reina, Isabel Freyre, que canta bajo el anagrama de Elisa. En 1528 dicta su testamento en Barcelona, donde reconoce la paternidad de su hijo ilegítimo y asigna una pequeña suma de dinero para su educación; poco después da una colección de sus obras a Boscán para que la revise y acto seguido parte hacia Roma, en 1529.



Coronación de Carlos I de España y V de Alemania, a la cual asistió el poeta.


En Bolonia asiste a la investidura como emperador de Carlos I de España, 1530, batiéndose con valentía en la campaña y toma de Florencia contra los franceses (1530). Después se le encarga una breve embajada en Francia.


En 1532 se estableció en Nápoles, donde se integró muy pronto en la vida intelectual de la ciudad y trabó amistad con los Bernardo Tasso o Luigi Tansillo, Antonio Sebastiani Minturno y, en especial, Mario Galeota, Violante Sanseverino, "la flor de Gnido", para quien escribe las liras de su quinta canción; también encuentra allí al escritor erasmista Juan de Valdés, quien parece aludir a él junto a otros caballeros en un pasaje de los últimos de su Diálogo de la lengua.



En 1533 visita Barcelona y entrega a Juan Boscán una carta "A la muy manífica señora doña Gerónima Palova de Almogávar" que aparecerá, en 1534 y en calidad de prólogo, en su traducción española de El Cortesano de Baldassare Castiglione. Garcilaso de la Vega participó, en 1535, en la campaña africana de Carlos V y, singularmente, en Túnez, en el asedio de La Goleta; de nuevo cae gravemente herido.


Estalla la tercera guerra de Francisco I contra Carlos V y la expedición contra Francia de 1536 a través de Provenza fue, al fin, la última experiencia militar de Garcilaso. Falleció en octubre de 1536 tras el temerario asalto a una fortaleza en Le Muy, cerca de Fréjus, en la que fue el primer hombre en subir la escala.


Lápida en la fachada de San Agustín, en Pamplona, que recuerda que Garcilaso fue armado allí caballero de Santiago el 11 de noviembre de 1523.


La obra poética de Garcilaso de la Vega, compuesta por treinta y ocho sonetos, cinco canciones, una oda en liras, dos elegías, una epístola, tres églogas, siete coplas castellanas y tres odas latinas, se publicó por vez primera en 1543, a modo de apéndice de las Obras de Juan Boscán.



Portada de Las obras de Boscán y algunas de Garcilaso de la Vega repartidas en cuatro libros, Barcelona, Carlos Amorós, 1543.


La producción lírica de Garcilaso de la Vega, máxima expresión del Renacimiento castellano, se convirtió, desde muy pronto, en una referencia inexcusable para los poetas españoles, que desde entonces no pudieron ignorar la revolución métrica y estética operada por él en la lírica española.


Su estilo se caracteriza por la naturalidad conseguida por las formas, métricas, las rimas suaves, las metáforas delicadas, las paradojas y los juegos conceptistas, lo que conforma la elegancia de su estilo que influyó en los poetas en lengua castellana, desde Luis de Góngora hasta Alberti, Juan Ramón Jiménez o Gustavo Adolfo Bécquer.



Tumba de Garcilaso

de la Vega y de su hijo, Iñigo.


BIBLIOGRAFÍA

Canciones

Obras de Garcilaso

Coplas

Églogas

Elegías

Epístola a Boscán

Sonetos



SELECCIÓN DE POEMAS


Soneto 1


Cuando me paro a contemplar mi 'stado

y a ver los pasos por do m'ha n traído,

hallo, según por do anduve perdido,

que a mayor mal pudiera haber llegado;

mas cuando del camino 'stó olvidado,

a tanto mal no sé por do he venido;

sé que me acabo, y más he y o sentido

ver acabar conmigo mi cuidado.

Yo acabaré, que me entregué sin arte

a quien sabrá perderme y acabarme

si quisiere, y aún sabrá querello;

que pues mi voluntad puede matarme,

la suya, que no es tanto de mi parte,

pudiendo, ¿qué hará sino hacello?



Soneto V


Escrito está en mi alma vuestro gesto,

y cuanto yo escribir de vos deseo;

vos sola lo escribisteis, yo lo leo

tan solo, que aun de vos me guardo en esto.

En esto estoy y estaré siempre puesto;

que aunque no cabe en mí cuanto en vos veo,

de tanto bien lo que no entiendo creo,

tomando ya la fe por presupuesto.

Yo no nací sino para quereros;

mi alma os ha cortado a su medida;

por hábito del alma mismo os quiero.

Cuando tengo confieso yo deberos;

por vos nací, por vos tengo la vida,

por vos he de morir, y por vos muero.












Soneto XXVI


Echado está por tierra el fundamento

que mi vivir cansado sostenía.

¡Oh cuánto bien se acaba en solo un día!

¡Oh cuántas esperanzas lleva el viento!

¡Oh cuán ocioso está mi pensamiento

cuando se ocupa en bien de cosa mía!

A mi esperanza, así como a baldía,

mil veces la castiga mi tormento.

Las más veces me entrego, otras resisto

con tal furor, con una fuerza nueva,

que un monte puesto encima rompería.


Aquéste es el deseo que me lleva,

a que desee tornar a ver un día

a quien fuera mejor nunca haber visto.


Soneto XXXVIII


Estoy contino en lágrimas bañado,

rompiendo siempre el aire con sospiros,

y más me duele el no osar deciros

que he llegado por vos a tal estado;

que viéndome do estoy y en lo que he andado

por el camino estrecho de seguiros,

si me quiero tornar para huiros,

desmayo , viendo atrás lo que he dejado;

y si quiero subir a la alta cumbre,

a cada paso espántanme en la vía

ejemplos tristes de los que han caído;

sobre todo, me falta ya la lumbre

de la esperanza, con que andar solía

por la oscura región de vuestro olvido.



Soneto XXVIII


Boscán, vengado estáis, con mengua mía,

de mi rigor pasado y mi aspereza

con que reprehenderos la terneza

de vuestro blando corazón solía.

Agora me castigo cada día

de tal salvatiquez y tal torpeza:

mas es a tiempo que de mi bajeza


correrme y castigarme bien podría.

Sabed que en mi perfecta edad y armado,

con mis ojos abiertos me he rendido

al niño que sabéis, ciego y desnudo.

De tan hermoso fuego consumido

nunca fue corazón: si preguntado

soy lo demás, en lo demás soy mudo.






















Soneto XXIX


Pasando el mar Leandro el animoso,

en amoroso fuego todo ardiendo,

esforzó el viento, y fuese embraveciendo

el agua con un ímpetu furioso.

*Vencido del trabajo presuroso,


contrastar a las ondas no pudiendo,

y más del bien que allí perdía muriendo

que de su propia vida congojoso,

como pudo, 'sforzó su voz cansada

y a las ondas habló d'esta manera,

mas nunca fue su voz dellas oída:

«Ondas, pues no se escusa que y o muera,

dejadme allá llegar, y a la tornada

vuestro furor esecutá en mi vida»


Soneto XXXI


Dentro en mi alma fue de mí engendrado

un dulce amor, y de mi sentimiento

tan aprobado fue su nacimiento

como de un solo hijo deseado;

mas luego del nació quien ha estragado

del todo el amoroso pensamiento;

en áspero rigor y en gran tormento

los primeros deleites ha tornado.

¡Oh crudo nieto, que das vida al padre

y matas al agüelo!, ¿por qué creces tan desconforme

a aquél de que has nacido?

¡Oh celoso temor!, ¿a quién pareces?,

que aun la invidia, tu propia y fiera madre,

se espanta en ver el monstruo que ha parido.



Soneto XXIII


En tanto que de rosa y de azucena

se muestra la color en vuestro gesto,

y que vuestro mirar ardiente, honesto,

con clara luz la tempestad serena;

y en tanto que el cabello, que en la vena

del oro se escogió, con vuelo presto

por el hermoso cuello blanco, enhiesto,

el viento mueve, esparce y desordena:

coged de vuestra alegre primavera

el dulce fruto antes que el tiempo airado

cubra de nieve la hermosa cumbre.

Marchitará la rosa el viento helado,

todo lo mudará la edad ligera

por no hacer mudanza en su costumbre.









Soneto IV


Un rato se levanta mi esperanza,

mas cansada d’haberse levantado,

torna a caer, que deja, a mal mi grado,

libre el lugar a la desconfianza.

¿Quién sufrirá tan áspera mudanza

del bien al mal? Oh corazón cansado,

esfuerza en la miseria de tu estado,

que tras fortuna suele haber bonanza!

Yo mesmo emprenderé a fuerza de brazos

romper un monte que otro no rompiera,

de mil inconvenientes muy espeso;

muerte, prisión no pueden, ni embarazos,

quitarme de ir a veros como quiera,

desnudo espirtu o hombre en carne y hueso.



Soneto VIII


De aquella vista buena y excelente

salen espirtus vivos y encendidos,

y siendo por mis ojos recibidos,

me pasan hasta donde el mal se siente.

Entránse en el camino fácilmente,

con los míos, de tal calor movidos,

salen fuera de mí como perdidos,

llamados de aquel bien que está presente.

Ausente, en la memoria la imagino;

mis espirtus, pensando que la vían,

se mueven y se encienden sin medida;

mas no hallando fácil el camino,

que los suyos entrando derretían,

revientan por salir do no hay salida.










Si a vuestra voluntad yo soy de cera


Si a vuestra voluntad yo soy de cera,

y por sol tengo sólo vuestra vista,

la cual a quien no inflama o no conquista

con su mirar, es de sentido fuera;

¿De do viene una cosa, que, si fuera

menos veces de mí probada y vista,

según parece que a razón resista,

a mi sentido mismo no creyera?

Y es que yo soy de lejos inflamado

de vuestra ardiente vista y encendido

tanto, que en vida me sostengo apenas;

mas si de cerca soy acometido

de vuestros ojos, luego siento helado

cuajárseme la sangre por las venas.



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