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Arcón Cultural

Letras: NUBIA CASTILLO y otros

ERES UNA FRAGANTE ROSA DE PAPEL

por JHONNY OSORIO, "JOHAN OSAG"





















Eres una fragante rosa de papel

Júpiter en mi cuarto

cuarto de luna que mengua bajo tu embrujo,

tu mi campanita de este tu Piter pan

Como el capitán garfio buscando al niño volador

soy yo buscándote mi dulce quimera

Te contaré mi inenarrable dolor

Te sumergiré en el piélago de mi amargura

Has secado mi sangre

Has calcinado mis carnes

Tu incineraste mi alma, y mi espíritu imperecedero

lo has condenado a un trillón de cadenas perpetuas.



HIPERNOVA

por ALEXÁNDER GRANADA RESTREPO, "MATU SALEM"
















Ayer pude ver

Una estrella moribunda.

¡Oh, recuerdo!

Cómo gemía.


Hoy murió en los confines

La madre de Carinae

-ya me avisaron-,

Vino a ser una estrella muerta

Que dio su vida

Para la vida.


Cuando lleguen

Los estertores de los brotes

De su luminosidad,

Alzaré los brazos del espíritu

De Ganesha

Para arroparla

Como a un polluelo.


Privilegiado,

Conocí el sitio exacto

Donde la desgarró

Kartikeya.

El nido de su galaxia

Estaba tejido y aferrado

A una de las barbas

Alambradas de Tarakasur;

Lo he señalado

En el abierto plumaje

Del pavo real de la India.


El plumaje abierto

Del pavo real de la India,

Contiene el mapa

Cierto y secrero

Que dibuja, tembloroso,

Todas las noches el firmamento.



AL FINAL

por LUPE CECILIA CASTILLO


















Era, un intento de quitarle la astilla al ala herida,

de esquivar escarchas matinales,

arropar con caricias los enredos

del pelaje engarzado en la diatriba,

un déjame peinarle con mis dedos,

besar su revuelta cabellera.


Era el afuera y el adentro, incorporados

espejismo de la niñez de otrora,

impronta entronizada sin doliente,

más que mi propio estupor en el abismo.


Sanar es un bastión a medio trecho,

una metáfora al brillo del afuera

un funeral sin retro,

conato sin salida en la trinchera,

era yo misma hundida en mis quimeras.



POEMA I*

por ALAN GONZÁLEZ SALAZAR






















El agua inclina «por ley de lluvia» persianas y párpados. Espeja las avenidas serpenteantes deslíe los muros de la pequeña ciudad. Aprisiona el cuerpo en la maraña del sueño ¡Delicia del vértigo! De la noche que persiste al romper el alba en cristales los astros y fundir su luz uniforme, su blancura de arena en el horizonte.


La carroza del sol se habrá perdido, sin auriga, del calendario, del error del día.


Hoy tiene prisa el olvido. Hoy no es posible el llanto.


A raudales el agua sin fin de nubes que dejan las golondrinas de marzo ganar el cielo.


*Del libro "Noche en tu silencio"


CLANDESTINO

por EMMANUEL ATHEMAY STERLING ACOSTA


















I


Tengo la llave de mi silencio

En la mano dulce del sol

Que alumbra mis decires

A quien descubrir me quiere


II

Así le dije a esta neblina

Que pasa sonriendo

Cuando me envuelve

Amorosa viendo el arrebol


III


Estoy ahí sin estar

Acompañando relámpagos

De marchares victoriosos

Con la llave que me presta el sol



VIEJAS CASAS DE MI PUEBLO

por JHON JAIRO SALINAS
























Hoy, las viejas casas de mi pueblo son suspiros de las ruinas del presente...

Y testigo de besos en amor adolescente.


Un cantor de mi pueblo, con su vieja guitarra; al frente de viejas ruinas en bella tonada: "Gime el viento en los aleros demorónance las tapias, y en sus puertas cabecean, combatidas por el viento".


En ellas las ventanas y puertas se visten de musgo... Poco a poco se desmorona el pasado de lunáticos amores...

Encendidos en aquellos corredores de viejas casas de rutilantes colores...

En balcones de fina madera, en bellos atardeceres observando para siempre la belleza de lindas mujeres.


En grandes solares, en casas viejas, de niños jugábamos a la golosa, en escondite americano sellabamos el primer beso en boca infantil.


En grandes corredores la abuela tegiendo y bordando la lana, en mecedora de fina macana.


El patio de tierra engalanado de bellos jardines, en las mañanas canto lírico de ruiseñores.


Mí pueblo ya no es mi pueblo, sus casas fueron del pasado... Son ahora nostalgia de años dorados,

buscando para siempre amores del pasado.


Hoy, en rústicas casas viejas espiando los recodos del ayer... Al calor de una taza de café en un rinconcito humeamos amores del ayer.



POEMA ENTRE NACIONES

(EL VALOR DE LA AMISTAD)

por ADELINA DEL CARMEN DÍAZ ROMAN y GERARDO MARÍA GIRALDO PÉREZ




 












I  Gerardo


La amistad es un valor

que  permitió esta unión.

Desde su propia nación

a dos poetas juntar;

y entre los dos respetar

esta bella relación. 


II Adelina


Valoro su amistad, paisa

desde mi patria  argentina.

Una estrella me ilumina

para ensayar estos versos;

será, si no me disperso

una sextilla genuina. 


III Gerardo


Expandir nuestras culturas

entre países hermanos

y poder darnos la mano.

La amistad brinda confianza

para tener una alianza

como pueblo  americano. 


IV  Adelina


Es propio de estas culturas

rendir culto a la amistad.

Hay orgullo, hay lealtad

¡Sangre latinoamericana!

A las naciones hermana

tanta solidaridad. 


V Gerardo


Y para abonar la paz,

ella ofrece bailar  tango

le respondo con fandango.

Tierna, bella afinidad

que inició esta amistad

Una franca simpatía

que gestó la poesía

sin diferencia ni rango. 


VI  Adelina


Bailando tango o fandango

está en paz el alma mía.

Si está en buena compañía.

y la amistad es sincera,

darle un abrazo quisiera

y ofrecerle mi poesía. 


VII  Gerardo


Enviamos mensajes sanos

que nos invitan a cambiar

nuestras formas de pensar

Impulsando a las naciones

a generar emociones

que a todos haga cantar. 


VIII  Adelina


La amistad es un mensaje.

El valor lo lleva impreso

Tiene ternura de un beso

sentimiento compartido;

es paz que en mi pecho anido

y ante mi amigo lo expreso. 


IX  Gerardo


Muy bien elegido el tema

que nos habla de unidad,

de afecto y de humildad.

Por aquí no hay perdedores,

todos somos ganadores

¡Es el premio la amistad! 


X  Adelina


Siempre serán escuchados

quienes busquen la unidad.

Usted dijo la verdad

ni vencedores, ni vencidos.

Todos somos bienvenidos

¡Y que viva la amistad!



CAMINO CON LA LLUVIA

por NUBIA CASTILLO, "MADAME GALERAS"*

















Me gusta ver cuando llueve

las gotas coronando

el brebaje de la tierra.

Me gusta escuchar el llanto

de las nubes en blanca marcha.

Me gusta que me acaricie

el suave latir de la brisa.

Me gusta el velado color del medio día,

tejiendo vacíos con hilos de nostalgia,

beber melancólicos recuerdos

quedados de la bruma en la noche.

¡Cómo me gusta la lluvia

para poder olvidar!

Me gusta frecuentar al frio

al relámpago, al trueno, al rayo

toda la descarga de su hechizo.

¡Que desgarren presentimientos!

Al llanto, que entre en carrera

por mi garganta,

porque le urge a mi alma

sosegar la sed.

A la luz del amanecer

que riegue aquí sus aromas

que envuelvan en su espesa capa

la nostalgia de mis días.


*Es docente desde siempre. Estudio Licenciatura en Filosofía y Letras y Maestría en Literatura en la Universidad de Nariño. Ha sido asesora de investigación en el Colegio Filipense y en la Universidad Mariana. Su producción es sobre todo en poesía y ensayo, fundadora y coordinadora de la revista literaria y filosófica “LA MAGA” del Colegio Filipense. Ha participado en varios recitales poéticos. Participó con la ponencia “La Literatura Infantil” en la Feria Internacional del Libro de Bogotá. Autora de varios poemarios (inéditos).




Cuentos y ensayos





MIBONACHI DE LA PEDANTERÍA

por CARLOS ALBERTO VILLEGAS URIBE


-Alpher: Macron lo necesita, Macron lo necesita, Macron lo necesita.


El grito de Deyanira reverberó en Idartes buscando al Director. Iba cargado con emociones opuestas: gran alegría y enorme preocupación. Los hermosos ojos negros de la secretaria también lo buscaron. No hubo en el edificio ningún movimiento que lo revelara. La lucha interna la impulsó a llamar a José Mario. José Mario Gómez Jaramillo, así le gustaba que lo llamaran.


-José Mario Gómez Jaramillo: ¿puede ayudarme a buscar al Director?

-Já, ¿buscar un hombre en una ciudad de nueve millones? Eso es semejante a buscar una aguja en un pajar. ¿No sería mucho más fácil echarle una llamada al celular?

-No me crea tarada, ya lo hice, registra: sin señal.

– ¿Qué, José Mario Gómez Jaramillo se le quemó pólvora? ¿O ya no es el paisa verraco, echao palante?


A Deyanira le molestaba esa pedantería que la ponía al límite.


-Definitivamente usted sólo es tilín, tilín, y nada de paletas. Escúcheme bien, esto es una orden, cúmplala, busque al Director. Cuéntele: “llamó Emanuelle Macron y llamará en una hora nuevamente”. El joven adquirió una actitud propositiva ante la enérgica demanda.

-Claro que sí Deyi, lo buscaré en sus lugares predilectos.

-Deyanira Bueno Torres para usted, para que seamos bien equitativos.*


*Mibonachi: una técnica lúdica de escritura creactiva creada por Mí (pero no te lo creas todo, nada nuevo hay bajo la luz del sol) a partir de la apropiación y reelaboración del concepto del matemático italiano Fibonacci. El presente ejemplo está construido en clave de 10 palabras por oración y un total de 210 palabras.



AQUELLA PRIMAVERA MEDIEVAL

por CARLOS ALBERTO RICCHETTI


Durante aquellos tiempos inolvidables, los hombres vivíamos en una sociedad perfecta, fríamente apartada de las actuales contradicciones. Bajo la sagrada égida de Dios como amo de todo lo Creado, existía un compromiso mutuo entre señores y siervos; a su vez, de éstos con el soberano, para alcanzar la unidad o arriesgar la vida en feroces batallas.


El rey, de quien era hijo y heredero a la corona, constituía la encarnación del poder temporal dentro de los límites del pequeño reino de Arlengrüber. El Papa había firmado la bula para que al momento de asumir el trono, la Santa Madre Iglesia también lo nombrara su defensor, primer amigo y consejero espiritual.


Llegué al mundo dos años después, en novecientos cincuenta y cuatro. A pesar de la temprana muerte de mi madre, tenía numerosas razones para ser dichoso. Educarme en el arte de la caballería fue arduo y sentía el tardío galardón de la providencia. Llevaba grabado a fuego el deber de proteger a las mujeres, los niños e impartir justicia, como la norma a seguir en los días venideros hasta la muerte.


Por iniciativa del Real Consejo de Nobles, una vez ordenado, partí hacía la búsqueda de hazañas y enormes monstruos para obtener prestigio, fortalecer el carácter en las noches solitarias lejos del hogar, de la calidez de los amigos. Mientras iba alejándome, evocaba las palabras de despedida del rey, flirteando la temprana opacidad de las antorchas del castillo:


“…No olvidéis que los preceptos cristianos, además del testimonio vivo del Altísimo, son el eje del control sobre los súbditos, a cuya cabeza se sitúa la gente de bien. Es decir, tu padre, el monarca, los nobles, altos obispos y demás insignes potentados que contribuyen a la prosperidad del reino. La nobleza es una condición heredada de lo divino, más allá de la redención a la cual aspira el resto de los mortales...”.

“…Vuestros actos estarán justificados plenamente por los fines que persigáis, entre ellos, la preservación de la ley y el orden vigente, el fortalecimiento de la comarca, su defensa y cualquier guerra de conquista que emprendáis. Los pobres, los vasallos, la suma de todos los libres, sólo sirven a dicha causa, por cuanto deben responderos de forma incondicional...”.

“…Si encontráis bárbaros que viven ajenos a creencias y costumbres buenas, no guardéis compasión alguna ni principio. Haced de cuenta, amado hijo mío, que pacen semejantes a las bestias del campo y no reparéis en ellos. A los hombres, matadlos sin remordimiento por la espada; de ser mujeres, tomadlas sin benevolencia aun cuando fuesen devotas cristianas, ya que desde su nacimiento blanden una naturaleza perversa a los ojos del Señor...”

“…Jamás confiéis en los amigos y tomad siempre las amistades o los pactos según la circunstancia. Mantenedlos mientras satisfagan el apetito del propósito que persigáis y respondan a los acontecimientos presentes. Pensad que Dios está contigo en esta empresa. Él os avala y hace digno. Contáis con su absoluta bendición para tomar las decisiones que consideréis prudentes. Vuestra será mi heredad y habréis de ser merecedor de ella cuando me llegue la hora…”

“… Ahora alejaos pronto y recordad cuanto os enseñé”.




Las hazañas al servicio de algunos príncipes me hicieron famoso. Había formado un ejército de mercenarios con los cuales emprendí diversas conquistas. Veníamos de arrasar Lesavie. Tras pasar por las armas a sus aguerridos defensores, emprendimos el brutal saqueo. Al arribar a Arlengrüber, traíamos el portentoso tesoro de la ciudad. Mi padre salió a nuestro encuentro con sus tropas, sellando el retorno triunfal a través de un largo abrazo.


El día anterior el rey había cumplido años. Festejamos en el castillo. Teníamos deseos de reír a carcajadas, para lo cual desencubamos a tres aspirantes a bufones. Debían de tener trece o catorce años de edad cada uno, diez de ellos creciendo dentro de los barriles. Llorábamos de la risa cuando el más deforme se presentó ante nosotros, casi rodando. Nunca supimos como la madre del chiquillo accedió a la celebración. Lo cierto fue que al aparecer frente a nosotros, comenzó a arengar por la suerte del maltrecho. Percibimos el odio y la soberbia de la mirada incandescente. Nadie pareció darle demasiada importancia al asunto, aunque el rey ordenó a la guardia despedirla a golpes.


Concluida la opípara cena, estábamos todos ebrios. La velada se habría estropeado a causa de la incidencia, si a alguien no se le hubiera ocurrido la fascinante idea de poder gozar de las mujeres sobrevivientes a la matanza.


En la mañana, mi padre despertó sobresaltado tras soñar a la mujer. Por temor a cualquier influjo de naturaleza diabólica, me ordenó encabezar una partida de veinticinco mercenarios hasta la colina donde vivía. Cuando entramos a su cabaña, sentí la desagradable impresión causada por las desvencijadas pieles de oveja sobre las paredes. La extraña cornamenta de ciervo que colgaba del techo roto, junto a la chimenea, le otorgaba a la atmósfera la malignidad necesaria para que decida incendiar el lugar. La mujer volvía del bosque. El fuego atrajo su atención. Arrojó la cesta de mimbre, colmada de frutas y corrió presurosa hacia nosotros. Al aproximarse, lanzando maldiciones, fue silenciada sin la menor consideración. Cuando emprendíamos el regreso, me separé del grupo a mitad de camino, para hacer una ligera vista de mis campos de Oustlag.


Llegué al castillo recién entrada la noche, enterándome de la inexplicable suerte de los jinetes, colgados a la vera de la Arboleda Güntermain. Temeroso, tardé unos días en volver a salir.


Rumbo a Uendlenmüster, la vi junto a la cascada. Aquella primavera medieval fluía desde la muchacha de cabellos largos de sol sobre la delicada hierba. Cantaba tocando el laúd, en compañía de su dama de honor. Los pájaros hacían parábolas sin emitir canto alguno, como llamados a deleitarse. Aparqué el corcel a unos arbustos para contemplar mejor el hallazgo.


-No es mi intención molestaros, señoras. Ha sido la encantadora melodía quien me apartó de la senda…

-El mérito es de la doncella –afirmó la dama de honor.

-Y la suerte vuestra por hacerle compañía.

-Dichosos vosotros, los caballeros andantes –suspiró la muchacha con aire de desazón, que pueden ir veloces como el viento y libres cuales sombras. En cambio, nosotras debemos guardar obediencia, ver pasar la vida y el tiempo desde el uso o las ventanas, donde la mayor aspiración es aguardar la llegada de un noble hidalgo, a recoger la promesa de amor grabada sobre pañuelos tejidos entre océanos de pena…Dichosos vosotros, valientes caballeros que sabéis impartir justicia…

-Bienaventuradas vosotras –respondí intercambiando elogios, doncellas de ensueño a la espera del joven prometido que pronto arrimará a buscaros… Vosotras, bellezas de peregrinar sutil y perfumado, motivando epopeyas a cambio de una flor.


La doncella sonrió. Al contemplar ruborizada el césped, su cabello insinuó aún más la promesa de lujuria debajo del amplio escote del vestido rosado. Me dirigí a la dama de honor.


-Señora… ¿Acaso soy digno de preguntar el nombre de la encantadora luz que os ilumina?

-Su nombre es Souvenir. Es la tercera hija alsaciana del príncipe de Walpurgen, huésped del conde de Dalendorf. Desde que nació, estoy a cargo de protegerla.

-Hacéis bien en no dejarla sola, teniendo en cuenta la ignominia de algunos pillos y barbajanes…

Sin encontrar motivos para continuar, la dama de honor decidió darle punto final a la conversación.


-Disculpad, señor, pero debemos marcharnos. Pronto va a oscurecer.


El blanco carruaje arribó inoportunamente. Era la primera vez que estaba enamorado. Souvenir caló mi indomable corazón salvaje y por nada del mundo deseaba renunciar a aquel ensueño impensado.


-Sois vosotras quienes habéis debido soportar mi impertinencia. Si lo deseáis, podría compensaros escoltándolas hasta el castillo del duque. Soy tan temido como respetado en toda la comarca y estaríais bien protegidas.

-Sois bondadoso, caballero. Pero al duque le complacería vernos llegar solas.

-Entonces me despido y quiera Dios pueda aspirar a vuestra compañía muy pronto.

-Espero que así sea, señor.


Presto a montar, observé alejarse al carruaje hasta que desapareció en la primera curva del camino.


Al regresar, me invadían múltiples pensamientos.


-¡Oh, amada Souvenir, cuanto necesito volver a veros! ¡Mis manos apenas han sabido matar, vejar, pero nunca colmar un corazón! ¡Os poseeré, así sea por la fuerza!…Porque después de todo; ¿qué otro destino puede depararse a semejante beldad, descendida del cielo para tomarla infinidad de veces y hacerla mía?...


El trote de los cascos mecía mis terribles intenciones como la madre negada desde la infancia.


-Souvenir…Vuestros dorados rizos se abren cual émulos de céfiro, para enmarcar, distante y etérea, la singular lindeza que irradiáis desde la más dulce contemplación, haciendo tiritar a los mismísimos astros desnudos con el fulgor de tus rojos labios de tibio manantial, de vivaz atardecer…


Un viento apacible silbaba a través de las hojas. Al llegar la noche, el otoño envejecido se resignaba a morir.


-Alguna vez, las criadas me aseguraron su temprano cariño. ¿Si estuvierais conmigo, madre, cuáles serían tus denodados consejos? Los hombres nada saben del amor…


Llevaba la garganta reseca de tragar saliva. Las insignificantes gotas del sereno cobijado sobre las ramas de los árboles, me enjugaron el rostro. El silencio sólo dejaba entrever el leve quejido de las ramas al pasar y el tosco bagaje de ideas desordenadas, en torno a la persistente obsesión.


-De cierto, las mujeres están a nuestra merced…Ellas nos preñaron de vida…También de engaño, culpa… ¡Por eso deben pagar! Pero no… ¿Cómo puedo hablar así? ¿Puede semejante criatura angelical albergar las culpas del averno? Aunque Souvenir haya calado en mis entrañas y allí pueda advertirse la obra del mal, debo poseerla de inmediato… ¡Sí!…Fundir los olores; la sangre brotando en un torrente sublime de amor infinito… ¡El pequeño corte de una daga sobre las muñecas, bastará para sellar el pacto eterno! ¡Al fin seré santificado!... ¡Y vos quedaréis purificada del tormento inicuo que supiste despertar!…. ¡Y llegaran los hijos de blanca espuma, de cabellos dorados, perfectos como ángeles jugando en cuclillas!…


Hacía frío. Metros más adelante, asomaba un desvencijado establo de madera. Apenas posé la mano en el cerrojo, cuando la puerta se desarmó atestada de termitas. El oscuro interior era cálido, algo húmedo. Me despojé de la armadura y decidí descansar sobre el montón de heno junto a los corrales. Comenzó a llover torrencialmente.


Estaba a punto de dormirme, cuando percibí los pasos de alguien rondando las afueras. Tomé el mandoble y al salir presuroso, la sombra difusa suplicó antes de derrumbarse exhausta.


-Auxiliadme, señor…Os ruego...


Evité que caiga de bruces a la depresión de lodo bajo la entrada, alzándola en brazos. La recosté sobre el improvisado lecho. Prendí unas velas, halladas de memoria a mitad de la oscuridad. La doncella yacía desnuda, cubierta con una gruesa manta de lana negra empapada.


-¡Mi señora Souvenir!… ¡Contestad que ha ocurrido!


La respuesta encerró un dificultoso suspiro.

-Hemos sido…Asaltados. Íbamos de regreso, luego de dejaros…Cuando un grupo… De bandidos… Nos sorprendió… Madeleine….Mi nodriza… La vi morir… También…. Al príncipe, que salió a nuestro encuentro… Junto a cinco caballeros...Todos están…


Le di de beber del morral de cuero que traía.


-Ahora descansad. Yo velaré vuestro sueño…


Cambié su frisa por la seca que me servía de abrigo. Souvenir temblaba, aunque alcanzó a protegerse de mis disimulados ojos curiosos. Pero la ansiedad fue demasiado fuerte, incontenible. Había llegado por obra del destino, como si se tratara de una señal del cielo. Sin lugar a dudas, Dios la enviaba para que la tome y sea mía por toda la eternidad.

-¡La poseeré! -pensé sin dejar de verla ni un instante. ¡Luego pediré su mano a quien corresponda! ¿Alguien lo hará, sino, con una niña desflorada antes del matrimonio? ¡Tengo amigos en la corte de Walpurgen y el favor no me será rehusado! ¡Souvenir también se enamoró a primera vista!... ¡Lo juro! Y de todas formas; ¿podrían creer el delirante alegato, desaparecidas las pruebas del artero robo?... ¡Está escrito que debo limpiaros de pecado y redimir mis impurezas a través de vuestro cuerpo bendito!... ¡Os tomaré, para convertirme en el ser más dichoso de los mundos conocidos! ¡Seré la envidia de los reyes cristianos y moros! ¡Esta dicho y así lo haré!


Rápidamente quedé liviano de ropas. Al no poder resistir más tanto ardor, la despojé con violencia de la manta. La doncella reaccionó sorprendida frente a la actitud del otrora galante caballero.


-¿Qué hacéis?

-Tomar cuanto siempre fue mío…


Me abalancé. Souvenir perdió la virtud en desgarradores gritos de dolor. Corcoveando como un semental, la atravesé furiosa y placenteramente hasta llegar al clímax. Un terrible bramido, similar al de los dragones de las historias paternas, me heló la sangre.


-¿Por qué, Gustav de Evans?

-¿Cómo sabéis mi nombre? –la interrogué lleno de pánico.

-Estaba comenzando a amaros… ¿Por qué?...

-¿Pero quién sois?...

El rostro de Souvenir estaba desencajado de ira.

-¡Os conozco a vos, a vuestro padre y al padre de vuestro padre!…

-¿Qué ocurre?... ¿Qué le habéis hecho?.... ¡Responded!...

-De seguro que Madeleine debe haberse encargado de él…Esta misma noche…

-¡Quien sois! –grité mientras sus brazos impedían los sucesivos intentos de librarme.

-Mi amor iba a perdonaros la vida…La misma que malgastasteis entre burlas, mujeres vulgares y noches de embriaguez. El amor os santificaba, pero la pérfida naturaleza que lleváis en el corazón lo ha maniatado, como en nombre de mi madre asesinada y de mi hermano, cautivo para vuestra gracia durante años en un tosco barril, yo os estrangularé hasta que no quede en vuestro cuerpo el más mínimo rastro de pestilente vida…

-Quiere decir que tú eres…

-¡Yo os amaba, Gustav!… ¡Nunca volveré a enamorarme de otro hombre, porque a veces el destino suele ser tan cruel, que tienta a adorar a quienes no nos merecen!…

-¡Pero yo os amo! ¡No podéis matarme! –interrumpí, presa de cobarde locura. ¡Seamos felices!... ¡No neguemos semejante dicha!..¡Si deseáis venganza, yo mismo mataré a mi padre, a cada uno de quienes osaron burlarse de vuestro hermano! ¡Haré cuanto digáis, pero soltadme!...

-En verdad, admiro vuestro aire de gallardo caballero, la gentileza malintencionada que utilizáis para robar, matar y saciar apetitos carnales. Te amo, Gustav de Evans, pero descubro que sois peor carnicero que vuestro padre…


Souvenir se contrajo entre pavesas de saliva y el calor de su aliento.


-¡Perdonadme, por amor de Dios!... ¡Perdonadme y os compensaré!

-Al escuchar los caballos, me apresuré a esconderme dentro de la chimenea… ¡Pude oír los quejidos de mi madre, la hechicera Mardgrev, mientras la desollaban!.... ¡Debí quitar su cabeza de una pica para quemarle el cuerpo y ver sus cenizas cubrir la sangre aún fresca alrededor! Tuve miedo de morir sola, padeciendo las torturas infligidas a mi hermano, que capturasteis cuando pequeño vos mismo, junto al marjal. Él pobre quería recoger moras para ofrendarnos un tierno presente…


Supliqué llorando.


-¡Juro que os amaré con todas mis fuerzas si tenéis piedad de mi alma!... ¡Por favor!...

-Jamás perdonaríais la afrenta dispensada, ni tendría posibilidades de sobrevivir el orgullo del cual tanto os ufanáis, debiéndole el pellejo a una mujer…Yo te amo…Tal vez debería decir que os amaba, Gustav de Evans…


Luego del maravilloso beso de despedida, se transformó en una feroz pitón que comenzó a presionarme las vértebras hasta romperlas. Al despuntar los primeros haces de sol, había concluido el trabajo. Desde el techo, mi pobre alma flotando contempló la nueva metamorfosis de Souvenir en mariposa, que salió por uno de los huecos de la maltrecha pared. Debajo quedó el cuerpo roto del miserable, desprovisto y lleno de vergüenza.


Durante las madrugadas, miraba desvelado el ciclo de películas “Trasnoche Aurora Grundig” que emitía el viejo Canal 2 de la ciudad de La Plata.


Hacia mediados de abril de mil novecientos ochenta y cinco, proyectaron el clásico francés de la década del sesenta, “Lancelot du Lac”,basada en una versión de la leyenda de Arturo. Al transcurrir las escenas, fui atando cabos sueltos. Descubrí que soy culpable de infinidad de pecados sin perdón alguno, aunque tras permanecer mi alma dentro de los límites de aquel mugroso establo durante siglos, haya vuelto a encarnar el cuerpo blando y obeso de un adolescente desde hace apenas quince primaveras.

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