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María Kodama, mano derecha de Borges


Un tiempo ha sido abolido. Ha muerto María Kodama, viuda y albacea de Jorge Luis Borges. Menuda, de piel reseca y aspecto amojamado, Kodama parecía una sombra emancipada del escritor argentino.

No hubo pliegue de su biografía y obra que ella no controlara. Fue su amiga, su secretaria, su mujer y la depositaria de su legado. La dueña de su recuerdo. La administradora y lugarteniente de su leyenda.


Hija de padre japonés casado con una argentina, la escritora y traductora nació en Buenos Aires en una fecha no del todo clara: unos documentos indican que ocurrió en 1937 y su acta de matrimonio con Borges apunta a que fue en 1941. Podía tener 86 … como 82. Ante la inminencia de su muerte a causa de un cáncer, Borges contrajo matrimonio con ella y la nombró heredera universal.



Le llevaba 38 años. Había sido su alumna, secretaria, amanuense, lectora, asistente y acompañante durante años. Fue su principal apoyo tras la muerte de su madre, Leonor Acevedo, y guía en los años de la más feroz ceguera. Firmaron juntos dos libros: 'Breve antología anglosajona' y 'Atlas', un libro de sus viajes.


Egresada en Literatura por la Universidad de Buenos Aires, su estampa parecía la de una ninfa aprisionada en la senectud. Al hablar, imitaba el sentido del humor del autor de 'Ficciones', cuya obra defendía a zarpazos de cualquiera que osara tocarla, algo que experimentó en carne propia Agustín Fernández Mallo, a quien acusó de plagio por su versión de 'El hacedor', hasta el punto de forzar la retirada el libro.


En Posadas (Misiones) Argentina, disertando al conmemorarse
los 120 años del nacimiento
de su esposo y escritor

Borges apareció muy pronto en la vida de María Kodama. Lo escuchó por primera vez a los 12 años, en una conferencia en Buenos Aires. A los 17 ya coincidía y hablaba con él. Lo contó ella misma, en Madrid, cuando presentó el volumen 'La biblioteca de Borges' (Paripé Books). De acuerdo con su versión, se tropezaron en la calle.


Ella dijo conocerlo y admirarlo. Le hizo saber que cursaba el secundario. «¿Y qué quiere estudiar?», le preguntó el escritor. «Literatura», contestó ella. «¿A usted le interesaría aprender inglés antiguo?». «Yo, para hacerme la sabia, le dije que leía a Shakespeare». Borges se refería al anglosajón del siglo IX.



Comenzaron a verse en confiterías de Buenos Aires. Él venía con el diccionario, la gramática y el libro. Debió de comentárselo a su madre, porque un día el escritor le advirtió a Kodama: «Madre me dice que yo no puedo tener a una chica de café en café, que vayamos a casa. Supongo que quería conocer quién era esa chica, que a lo mejor era una loca que andaba de café en café con él». Y así fue. Según sus biógrafos, y de acuerdo a las palabras de Borges, hubo dos mujeres importantes en su vida: su madre y María Kodama.


«Era una mujer inteligentísima y encantadora», comentó en aquella visita a España hace ya cinco años, en verano de 2018. «Conocía y sabía de todo. Aquí estaba el 'living' y acá el comedor –recordó, señalando una escala imaginaria–, y entonces la madre recibía a gente que yo veía en las fotos de los diarios, políticos, y las conversaciones que sostenía eran muy interesantes. Borges comenzó a darse cuenta de que yo estaba prestando más atención no a lo que él estaba diciendo, sino a lo que estaban discutiendo. 'No preste atención a esas cosas, porque son estupideces, pasan. Esto es lo importante, concentrémonos aquí', decía».


Caminando juntos en Ginebra, Suiza

Kodama hablaba de Borges como si de una extensión de sí misma se tratara. Dedicó su vida a difundir y divulgar su obra, a veces hasta un límite exagerado. No se consideraba a sí misma una mujer inflexible sino ética. Por eso nunca transigió con nada ni con nadie.


«No sobreprotejo la obra de Borges, la protejo de personas que quieren distorsionar o invadir la obra de una persona de la que sé lo que para él significaba. Mucha gente no tiene sentido ético, así que consideran rígido a alguien que es ético. Ético no es hacer lo que yo quiero con la obra de una persona, es hacer lo que esa persona quería con su obra. Mi responsabilidad sobre la obra de Borges es ética, no lo que a mí se me antoja», alegó para contestar a aquellos que intentaron negociar con ella derechos y asuntos relativos a la obra de Borges. La desaparición de María Kodama cierra un capítulo de la literatura universal, nadie más que ella conocía, al dedillo y de primera mano, la obra del genio.



Fuente: ABC (ESPAÑA)

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