top of page

Otra aplicación: los delitos y la impunidad


Escribe: HÉCTOR CARLOS REIS*


Estamos atravesando una época de extrema dificultad en cuanto a la vida misma de las personas. Por motivos fútiles muchas veces se mata y generalmente los instrumentos son personajes muy especiales adiestrados exclusivamente para aniquilar al semejante. En la jerga lo denominan ajuste de cuentas pero es lisa y llanamente un homicidio premeditado por los "cerebros" y ejecutado por los "profesionales". Es decir que el delito tiene dos facetas: el análisis minucioso de cómo llevarlo a cabo y la ulterior ejecución. Los organismos de seguridad de los diversos Estados generalmente toman en cuenta prioritariamente el aspecto más notorio: la ejecución y descuidan casi todas las facetas preventivas.


En realidad tienen razón: no hay delito mientras éste no se consume; pero existe la figura denominada tentativa en casi todos los códigos penales y ella generalmente tiene una pena, menor pero pena al fin. Sin embargo para que exista tentativa debe haber un comienzo de ejecución del delito pero éste no llega a consumarse por circunstancias ajenas a la voluntad del autor de la tentativa. Generalmente se agrega que si éste desistiere voluntariamente del delito no estará sujeto a pena.


Algunas modernas leyes penales tipifican la figura del arrepentido (su aplicación genera contradicciones pues con ella se beneficia a delincuentes convertidos (!) en delatores pudiendo generar esto mayor corrupción; en la práctica es usada por las policías de los Estados aunque no tenga sanción legal) y del agente encubierto. Ahora bien, el "cerebro", es decir aquel que planea todos los detalles de un futuro delito y deja la ejecución del mismo al "profesional", generalmente cae dentro de la figura de la instigación con la misma pena del ejecutor. Un tercer personaje aparece en la escena delictiva moderna y antigua: el intermediario. El "cerebro" contrata al "profesional" a través del intermediario; si existiera una cadena de intermediarios el panorama se complica para llegar al "cerebro". Precisamente esta cadena de intermediación es la usual en casi toda organización y no sólo en las delictivas. Las intermediaciones son el meollo de todo acontecimiento.

La gran mayoría de la gente tiene un alto grado de neurosis que se prueba cuando estallan psicosis colectivas, por ejemplo escaladas bélicas, en donde la mayoría de las personas desean e incitan a la guerra sin medir las consecuencias de destrucción. En estos casos el soldado propio que mata es un héroe y el soldado enemigo que muere es una baja; un aviador es condecorado porque abatió diez aviones del bando contrario, con diez, al menos, bajas enemigas. La paradoja está en que la nación contraria hace lo mismo y sus aviadores abatidos son héroes muertos en combate idéntico a sus aviadores que abaten a los del enemigo. En este macabro juego tenemos como héroes a los muertos propios y a los que matan, enemigos; como cada nación repite el comportamiento...¡son todos héroes para una óptica imparcial!


Si en una psicosis bélica se producen semejantes paradojas eso probaría el grado de locura encubierto en la población que se exteriorizó con un detonante adecuado. No se opusieron a la guerra pues ese acto violento lo consideraron "necesario" por un motivo cualquiera que sirvió de excusa para la eclosión. La neurosis está latente y se manifiesta con el hecho violento "imprescindible".


El centaurino (ya más calmado) me interrumpe preguntando: ¿qué sucede cuando un pueblo está más "loco" que otro e inicia las hostilidades? ¿Acaso el atacado, al defenderse, está también neurótico? Yo le respondo: un pueblo más sano no se "defiende" con las armas. Se deja invadir y pacta, sin ninguna violencia, las mejores condiciones de vida bajo esta ocupación y luego trata culturalmente de demostrar al ocupante que está en un error. La historia de la humanidad nos dice que esta actitud casi nunca se llevó a cabo, generalmente se resiste con las armas. Japón, en la segunda guerra mundial, luego de las explosiones atómicas se rindió y fue ocupado por los norteamericanos. Recién aquí aplicó mi criterio de "trasvasamiento cultural"; en la actualidad Japón es una potencia mundial en lo económico y en lo tecnológico. El caso de Alemania es más complejo; la histeria bélica de su pueblo comenzó arrasando Europa. En los días de euforia belicista los alemanes todos ellos (no fueron sólo los nazis) jugaban, como describí antes, a los héroes. Decir que un pueblo es engañado por sus autoridades (aunque ellas sean una dictadura) no es válido. La gente si no ve la realidad es porque está neurótica y la falta de libertad en la información es una excusa. En todos los países y en todas las épocas en que se han cometido vejaciones la responsabilidad de las mismas es de todos, no solamente del pequeño grupo encaramado en el poder. Entender esto es muy difícil pues siempre está el pretexto: "¿y yo solo qué puedo hacer?"

El centaurino se dispuso a intervenir activamente en el diálogo.

-Parece que tú tienes una tesis de "neurosis generalizada" en las poblaciones de todos los países y en todas las épocas. Esta situación haría que todos potencialmente fuéramos probables delincuentes. Solo faltaría el detonante adecuado. ¿No es así?- Espetó sutilmente.

-Exagerando el concepto, sí; pero en un sentido más realista, yo diría que la mayoría de las personas estarían en ese supuesto. Es probable que una minoría escape y sea realmente más sana e incorruptible. Esa pequeña porción de gente no gravita en las decisiones universales dentro de la actual cultura; en esto sí podemos estar completamente seguros-. Afirmé mirándolo con persuasión que no admite réplica.


-¿No estarás insinuando que los delitos tienen, al menos los "cerebros", su base en los sectores de decisión?- Preguntó el centaurino.


-Estamos hablando de los grandes delitos, por ejemplo en los atentados, no de los pequeños rateros que hurtan o roban por problemas de necesidad extrema-. Deslindé rápidamente.


-Sugieres entonces que un atentado, siguiendo tu ejemplo, tiene su "cerebro" en los lugares decisorios y más concretamente en los grupos de poder ya sean o económicos o políticos o religiosos. ¿Nunca en una actitud individual?- Siguió el centaurino con su sutileza.


-Yo considero que las actitudes individuales son para los delitos donde el fin es sólo satisfacer la codicia de bienes o para saciar apetitos personales como en el caso de los delitos sexuales o las venganzas. Veamos, un atentado ¿para qué se hace?- Pregunté analizando.


-Para llamar la atención sobre algo o alguien en singular o plural-. Respondió el centaurino.

-Muy bien. Se busca llamar la atención; para ello no se tienen en consideración los daños que se pueden ocasionar ya sea en vidas o en bienes. El fin es llamar la atención o también demostrar algo: por ejemplo, el poder que se tiene y que se goza de impunidad. Pero la idea general básica es el llamado de atención, yo diría como un niño cuando hace una travesura, lo terrible es que no son niños y el daño producido puede ser abismal-. Expresé pensando en los grandes atentados que hubo en la historia de la humanidad.

-Quien llama la atención recurriendo al deterioro de vidas o cosas es un enfermo-. Manifestó el centaurino pensativo.

-Precisamente antes habíamos dicho que existía una neurosis latente en las sociedades y que espera un detonante para exteriorizarse. La justificación para un atentado suele ser o política o religiosa o económica. Las personas más susceptibles a los detonantes son aquellas que están fuertemente imbuidas de una idea y que transforman esa idea en algo propio y esencial-. Dije mirando al centaurino que se movió inquieto en su silla pues deseaba hablar.

-Tengo una duda. Hubo atentados en el pasado planeados y ejecutados por una sola persona; en algunos casos se trataba como tú dices de gente enferma pero en otros no y era una sola persona. ¿Cómo lo explicas?- Demandó el centaurino.

-Considero que todo delincuente es un enfermo. Calcula que si la mayoría de la sociedad lo está, en mayor medida los que delinquen. En la historia han existido muchos casos donde la Justicia estableció que el atentado fue perpetrado por una sola persona y en algunos ésa persona no tenía síntomas agudos de enfermedad; esa fue la declaración de allí a la realidad hay largo trecho. Recuerda que existe el Dios Dinero; la codicia gobierna a los seres humanos y por ende se puede conseguir casi cualquier cosa a través del interés económico. Esto fue siempre así en todas las épocas históricas e incluso en la prehistoria y casi con seguridad nuestros ancestros homínidos ya tenían la predisposición de acumular cosas, como lo prueban los restos de armas y de otros objetos junto con los fósiles-. Recalqué muy serio pues me sorprendió la inocencia del centaurino.

-Significa eso que los jueces que en todo el mundo han declarado un solo culpable por algún atentado ¿han sido comprados?- Insistió el centaurino.

-Hay varias posibilidades: que el juez haya declarado culpable al ejecutor sólo porque no pudo hallar al "cerebro" instigador; que algún fuerte interés o político o económico o religioso presione al juez de manera intolerable y éste prefiera acceder por considerarlo un mal menor comparado con la total impunidad; que el propio juez sea venal por simple codicia como tú planteas o simplemente que se condene a alguien para expiar culpas, el llamado "chivo expiatorio", y así justificar la investigación-. Contesté pacientemente.

-Sin embargo hubo atentados hechos por un psicótico de manera individual y están en la crónica policial-. Seguía el centaurino con su planteo.

-Sí, pero son delitos contra las personas o contra la propiedad pública o privada en sus diversos matices no atentados propiamente dichos. A ver ¿a qué llamamos atentado? Ya estuvimos de acuerdo antes en que se busca primordialmente llamar la atención, generalmente recae sobre alguna ideología, y esto es cosa de varias personas y no de una sola. Yo extiendo más el concepto y digo que sólo el delito por codicia o por emoción puede ser individual; el resto, incluido los atentados, es colectivo-. Intenté concluir el ameno debate pero el centaurino quiso agregar su opinión de los atentados hechos por suicidas, a su estilo y entre corchetes:

[El atentado suicida es la aberración que los sectores más enfermos pero de cualquier variante ideológica están llevando a cabo y es prácticamente imposible de repeler. Sus consecuencias son tremendas en pérdidas de vidas y de bienes; a los ejecutores les importa más llamar la atención que este sacrificio de ellos y de las víctimas. Este solo hecho los delata ya como enfermos pero en algunos sectores sociales se los considera héroes de su causa lo cual revelaría que la tesis de enfermedad social tiene asidero. Como dato marginal pero ilustrativo al respecto, conviene destacar que también muchísimas personas consideran un héroe al defraudador, por ejemplo, de una institución bancaria que luego de muchos años de ejemplar conducta como tesorero o encargado de los fondos decide cometer un delito y desaparecer con enormes sumas de dinero. Este delincuente es admirado por personas "normales" que, alentando su impunidad, deploran cuando es detenido.


Estos son casos concretos que revelan la enfermedad social; en rigor la mayoría aprueba a los delincuentes que llaman la atención con grandes hechos que satisfacen su codicia, quisieran estar en su lugar pero canalizan su envidia a través de la admiración: "¡ellos pudieron darse el gusto!" y los adeptos a religiones o políticas admiran a quien perpetra una acción (aun cuando haya gran cantidad de víctimas y muriendo o no él en la acción) hasta denominarlo héroe].


Parece que el centaurino coincide con mi tesis de enfermedad social...


Pero esto hizo reanudar el debate pues recordé que también hubo ejecutores suicidas en la segunda guerra mundial a través de los pilotos "kamikaze" los suicidas japoneses si bien en este caso fueron acciones bélicas.


-También mataron gente y fueron héroes para su país-. Señaló el centaurino.

-Lo que sucede es que en la guerra hay permiso para matar-. Acoté con ironía.

-Cuando las naciones se disponen a matar comienzan a llamarse patrias y sus homicidas son héroes, en cambio los otros son enemigos a los cuales es lícito asesinar; a su vez la otra nación hace exactamente lo mismo. Ambos contendientes tienen el beneplácito de los dioses respectivos que bendicen sus respectivas armas, partiendo todos hacia la muerte que es el punto de encuentro. Pero cuando la guerra termina el permiso para matar finaliza y operan las leyes de paz...- [Interrumpió el centaurino brevemente su alocución al advertir mis movimientos impacientes pues deseaba intercalar una acotación pero antes de que yo pudiese intervenir él completó] ...-sí, durante la lucha también regían leyes pero de guerra y que no se cumplían..... ¡bien la gente está loca! Tú tienes razón-. Señaló el centaurino levantando sus brazos en gesto de impotencia y agregó: -La guerra es la guerra y la paz...- no pudo terminar su inteligente deducción pues lo interrumpí.

-Sí y la paz es guerra también-.

En casi todos los países del planeta existen mafias que intentan controlar los negocios fructíferos, es decir ambas drogas (la psíquica y la química) y las armas; los adictos consumidores se están matando con las dos drogas (en realidad con la droga psíquica mueren simbólicamente, sólo están adormecidos y anulados) y los adictos consumidores de armas se matan entre sí. Es necesario incrementar el consumo con nuevos adherentes para ir reemplazando a los caídos. Las grandes campañas en "contra" consiguen con su publicidad crear una aureola de "lo prohibido" que hace apetecible el consumo pero es imprescindible originar antes el aburrimiento sobre todo en la gente joven.


El aburrimiento se consigue muy fácilmente en las sociedades contemporáneas y es la principal causa de que los adolescentes prueben alguna droga; si hay predisposición adictiva continuarán haciéndolo, en caso contrario quizá dejen de consumir pero como el hastío continúa son la "carne de cañón" adecuada para generarles una psicosis bélica mediante alguna idea fuerza, generalmente o patriótica o política o religiosa y muchas veces mezcla de todas ellas. En las situaciones bélicas mueren en los combates los jóvenes no los adultos o los maduros. Los jóvenes rápidamente pueden exteriorizar esa psicosis latente; basta con escuchar sus cánticos guerreros cuando se preparan a morir por la patria o por ideas de cualquier tipo; son los héroes... Esto explica como lentamente las mafias de las drogas (de ambas) y las mafias de las armas se están intercomunicando y apoyándose mutuamente. Los grupos armados, por ahora los irregulares, se financian ya con el producto de la venta de drogas químicas (comprobado) y psíquicas (sospechado o intuido).


Pero hay más aún, muchas empresas de todo tipo, tanto comerciales como industriales, fueron promovidas con capital derivado del tráfico tanto de armas como de ambas drogas. Entidades bancarias y de seguros son propiedades de estas organizaciones que adquieren carácter legal amparadas por una impunidad manifiesta. Muchos respetable personajes mundiales admiten que sus fundaciones o sociedades fueron creadas con dinero proveniente del narcotráfico pero justifican sus actos diciendo que por lo menos ahora el dinero se emplea para un fin bueno. La idea es que no importa la procedencia del capital sólo se contempla la finalidad: si ésta es buena, todo vale. Obviamente que esas fundaciones ahora trabajan para hacer cosas buenas, es cierto, pero se construyeron con los cadáveres de los adictos (tanto a las drogas como a las armas).


Esos adictos eran enfermos. La selección natural los defenestró: no eran aptos para la supervivencia; sólo que en este caso la selección natural fue ayudada por las mafias traficantes y sus cómplices. Surge un nuevo problema: la descendencia de esos adictos tiene una tara genética que lentamente va a ir degradando la especie. En el siglo veintiuno ser joven va a ser un escollo difícil de sobrellevar salvo que se logre eliminar el tedio nudo gordiano de toda la cuestión.

-Todas las naciones del planeta mantienen grupos paraestatales que realizan actos no legales; algunos lo llaman "inteligencia", estos grupos son los responsables de muchos actos que permanecen impunes ya que la ley no se aplica a ellos-. Comenté.

-Están fuera de la ley-. Completó con ironía el centaurino.

-Suele haber "peces gordos" en esos grupos-. Puntualicé.

-Puede que allí haya "peces gordos" pero seguro que el "cerebro" se encuentra en otro lado. La impunidad para las arañas, el castigo para los ejecutores y los intermediarios, aunque a estos en menor escala-. Notificó el centaurino.

-¿Qué arañas?- Interrogué asombrado.

-Las que tejen la tela del poder-. Contestó el centaurino con picardía.

Las personas que integran (en casi todos los países es igual) estos grupos de acción (¡bueno de "inteligencia"!) son de extrema derecha o similares. En general se reclutan hombres, a veces mujeres, de probada acción y ejecutividad; su nivel agresivo es notorio y suelen salirse "de sus casillas" (¡sí, como los canes!). Si bien mantienen la jerarquía, obedecen al superior, en oportunidades actúan por su cuenta ocasionando un claro perjuicio a los intereses del Estado respectivo. El deslinde entre el accionar por su cuenta y el acatamiento de órdenes puede ser muy sutil y no detectable con precisión.


Generalmente allí, en la duda de sí hubieron o no órdenes, se prefiere usar el mecanismo, tan desarrollado, de la impunidad. Estos señores pululan en todos los países, sin excepción. En una oportunidad un amigo me comentó que quizá se salve de operar así algún país centroeuropeo por su control financiero a través de la exquisita telaraña de su neutralidad pero yo no lo considero seguro este aserto. Lo concreto es que muchas veces los ciudadanos están a merced de la acción desatada por el arbitrio de algunos; los mecanismos de defensa operan con extremada lentitud y suelen llegar demasiado tarde: las pruebas quedan diluidas. Sin prueba no hay pena para el presunto delincuente; las leyes prefieren a un delincuente en libertad que a un inocente en la cárcel por ello es tan importante la cuestión de la prueba.


La tarea de muchos es eliminar las pruebas o, a veces, fabricarlas para incriminar a un inocente; éste es el meollo del asunto. Si este sistema de eliminar las pruebas no da resultado opera entonces en última instancia el recurso de la impunidad. Pero la impunidad sólo puede llevarse a cabo cuando hay poder. En algunas partes no basta con el poder económico, éste debe coexistir con el poder político o religioso. Suele también usarse el método de penas bajas en función del delito cometido; en este sentido nos sorprende la publicación de sentencias de pocos años por homicidios con agravantes que hubiesen requerido una pena ostensiblemente mayor; esto comprobaría una forma amenguada de impunidad bastante extendida. Pensar que un solo país tiene todos estos mecanismos es ingenuo; el comportamiento del ser humano es universal aún cuando tuviere matices.

En algunos países los jueces honestos habían desbaratado telarañas muy extendidas en el poder, inclusive lograron con sus investigaciones de "manos limpias" cambios de la estructura política y en los propios partidos políticos. Una Justicia independiente y honrada puede lograr mucho más que el poder administrador o que el poder legislativo. Los jueces tienen en sus manos un poder inmenso y directo que sanea el cuerpo enfermo de una sociedad; si a ellos se les agregan los científicos serios (no los que practican pseudociencias por móviles comerciales) y los investigadores y pensadores sutiles más los artistas genuinos quizá queden esperanzas de lograr una sociedad mejor: con más libertad (la real no la ficticia), más justicia (la real no la que discrimina aceptando la impunidad), más conocimiento (el real no el pseudocientífico).

La modalidad del ejecutor suicida es el detalle más trascendente en el caso de los atentados. Es prácticamente imposible contrarrestarlo; la prevención es lo único que se puede hacer pero para ser efectiva debe haber una intercomunicación entre los Estados y que sea fluida no interferida por la cadena de impunidad. Los influyentes mafiosos de las armas y de las drogas (tanto químicas como psíquicas) están relacionados con los fundamentalistas de todas las ideologías religiosas o políticas y por precio o por coincidencias ideológicas o estratégicas colaboran en la ejecución de los atentados. A veces se esclarecen pero nunca se lleva al banquillo de los acusados a los "cerebros" sólo algunos ejecutores y en el mejor de los casos un intermediario son juzgados pero a la cárcel llegan muy pocos, generalmente son sobreseídos por falta de pruebas y esto se repite en todos los Estados. De allí el escaso interés en prevenir. Total ¿para qué? Las mafias están organizadas como un supraestado con filiales en los países y competencia por los mercados.

Los Estados están recurriendo a las mafias para solventar sus cada vez mayores gastos y su ineficiencia. El recurso de traspasar a la empresa privada (en su mayoría de capitales provenientes de la acción mafiosa con drogas, químicas y psíquicas, y de la venta de armas para los tontos beligerantes que ávidos las consumen) debería haber generado grandes superávits en los presupuestos de los Estados pues estos aducían, antes de privatizar, que las empresas del Estado daban cuantiosas pérdidas. Este canto de sirenas es falso (las sirenas no existen en la realidad, sólo en la fantasía de los creyentes en ellas) pues ahora, sin las empresas, las cuentas siguen siendo deficitarias en casi todos los Estados.


Algunos grandes Estados tratan de paliar sus problemas trasladando a otros (más débiles o con más delito en sus dependencias oficiales) sus cuentas deficientes. El enorme enriquecimiento de muchos funcionarios es investigado en algunos países pero en la mayoría de las naciones no; o por falta de pruebas o por la presión política sobre la Justicia o simplemente por el gravísimo problema de la impunidad. Desde que el ser humano comenzó a organizarse como sociedad más compleja que un pequeño clan, el delito grave y la impunidad existieron. La complicidad y el silencio también. La Justicia todavía sigue siendo una quimera y una utopía por la simple circunstancia de que es un producto humano y está sujeta a todo lo atinente a éste. Mientras los "homo sapiens" no seamos en la realidad sapiens nada cambiará.

No somos mejores que los verdugos de la Edad Media que asesinaban a la gente en la hoguera simplemente por sus ideas. Ahora se sigue matando a las personas con las armas, en guerras, y con las drogas químicas, antes de ser adultos, y con las drogas psíquicas siempre. El objetivo es satisfacer la codicia de los mafiosos. Pero ahora peligra todo el sistema financiero internacional en corto lapso.


El "homo sapiens" organizado sobre la base de la codicia está llegando a su fin y precisamente por su propia codicia. Matar gente, o con las dos drogas o con las armas, es y fue siempre el negocio de los "cerebros", de los intermediarios (en sus diversas escalas) y de los ejecutores. La modalidad del ejecutor suicida hace que éste se elimine solo. Siempre hay tontos que reemplazan a los muertos.


La competencia entre las mafias por el mercado hace tambalear el sistema financiero mundial. El colapso está cerca. ¿Por qué? Simplemente porque las ciencias y su aplicación, la tecnología, harán caer todo el sistema financiero y económico en menos tiempo del imaginado.


Los gobiernos y las mafias, las mafias y los gobiernos... Un enorme colapso financiero se avecina y sus efectos se harán sentir en todo el planeta. La economía real es una cosa y la economía financiera es otra muy diferente. Con las modernas tecnologías aplicables a la informática de los mercados se logran efectuar negociaciones a futuro de billones y billones de dólares lo que permite, mediante las informaciones reservadas, hacer quebrar bancos (hace poco a la poderosa banca Lloyds un "yupi", ejecutivos que manejan información reservada con las computadoras, le "evaporó" más de mil millones de libras esterlinas), vaciar empresas, etc..


La corrupción delictiva está enquistada en todos los gobiernos del planeta asociada a las mafias de drogas y de armas. Es una enorme telaraña que se extiende por todos los estados. Algunos países reaccionan y tratan, a través de jueces incorruptibles no de funcionarios de los otros poderes, de poner coto a esto antes de su estallido. Pero la enfermedad es muy grave y los pobres jueces de "manos limpias" muchas veces mueren en atentados. Los delitos que se cometen son variados en su forma pero el fondo es el mismo; la codicia humana poniendo marco a este cuadro de corrupción. Las pruebas desaparecen y la impunidad gobierna.


Burócratas enquistados en el poder, y cómplices de los mafiosos, son los que llevan a cabo la destrucción de pruebas y garantizan la impunidad.

El cohecho (el funcionario público que por sí o por persona interpuesta, recibe dinero o cualquier otra dádiva o acepta una promesa directa o indirecta, para hacer o dejar de hacer algo relativo a sus funciones) es un delito que figura en todos los códigos penales del planeta pero que nunca se aplica por "falta de pruebas".


La malversación de caudales públicos (el funcionario público que da a los caudales o efectos que administra una aplicación diferente de aquella a que están destinados) también es un delito pero que no se aplica por "carencia" de pruebas.


El peculado (el funcionario público que sustrae caudales o efectos cuya administración, percepción o custodia le haya sido confiada por razón de su cargo; el cómplice que da ocasión a que se efectúe por otra persona la substracción de caudales o efectos; en ambos casos son delitos con los mismos resultados en la práctica.


Las exacciones ilegales (el funcionario público que, abusando de su cargo, exigiere o hiciere pagar o entregar indebidamente, por sí o por interpuesta persona, una contribución, un derecho o una dádiva o cobrase mayores derechos que los que corresponden); pero caemos siempre en lo mismo son tipificaciones legales, están en la letra de los códigos penales, pero rara vez se aplican, no obstante la enorme cantidad de comisiones de estos delitos en todos los países.


La falta de pruebas o la impunidad impide hacer justicia. De allí que es tan importante la prevención. Estos "pequeños delitos" van generando el clima de corrupción generalizada para abrir las puertas a los "grandes delitos" que provienen de las mafias de las drogas (químicas y psíquicas) y de las mafias de las armas. La gigantesca telaraña se complementa con las grandes estafas financieras que comenté antes y los homicidios individuales o múltiples, como los atentados masivos y los genocidios. Ningún país se salva de esto. Hasta los Estados Unidos de América tuvieron grandes atentados como el de Oklahoma. La explicación es muy simple: todos las naciones están habitadas por seres humanos y nosotros, los homo sapiens, somos codiciosos, hipócritas y estúpidos además de agresivos, ritualistas, territoriales y jerárquicos. Así de fácil...


La sociedad esclava de las drogas y de las armas puede liberarse; al menos parte de ella: los no creyentes de ambos males. Los creyentes seguirán sujetos, como meros espectadores y consumidores, a la gigantesca lucha de los cárteles y de los carteles que finalizará en el mencionado colapso. La supervivencia del más apto comenzará a operar. La desocupación de los refractarios a la tecnología hará extinguir la especie de los "homo sapiens" para generar la nueva especie de los "homo sapiens sapiens".


Para originar la nueva especie la herramienta es el conocimiento que suplante a la herramienta anterior ya obsoleta que fue la creencia y que produjo los engendros que la humanidad soportó (con el consenso cómplice de muchos) hasta el presente.

La apariencia no es la realidad. La fuerza física no es toda la fuerza ni siquiera es parte trascendente, sólo sirve para incrementar la irracionalidad. Las armas y los músculos son las fuerzas del pasado, el equivalente de los colmillos y los cuerpos de los gigantes dinosaurios. Con buena salud y con inteligencia se logra la verdadera fuerza: ser mejor persona (y un rasgo característico es la tolerancia) sin dañar a nadie. Para llegar a comprender esto se requiere un largo camino previo. Por ahora estamos en el reinado de la violencia. Pero la era científica y tecnológica ha llegado; el cerebro priva sobre la fuerza; los que no se adapten a las nuevas condiciones se extinguirán, como los dinosaurios. A lo sumo las peleas serán entre robots, los humanos sobrevivientes dirigirán, si están capacitados, a las máquinas que lo harán casi todo. El tiempo libre, el ocio, si se carece de imaginación creadora, hará sucumbir a los humanos en el aburrimiento y en las drogas químicas ya que las psíquicas habrán desaparecido por efectos de la tecnología. Los nuevos dioses serán las ciencias y los nuevos sumos sacerdotes serán los científicos...

Otro grave problema: la complicidad. Ésta puede ser por acción o por omisión; la mayoría se deja llevar conscientemente; es falso que no se sabe; se sabe pero se reprime, se oculta, se esconde, en suma se es hipócrita y se forja la ilusión de que no se sabe; "olvidar" es una forma de esta hipocresía y de allí a la omisión hay un paso muy pequeño. El homo sapiens omite y deja hacer a los "cerebros", a los intermediarios (altos, medios y bajos) y a los ejecutores. Es verdad, a los ejecutores suicidas es casi imposible frenarlos pero ¿a los restantes? Todos somos en mayor o menor medida culpables y responsables del quehacer humano, de la cultura que incluye los delitos y también la impunidad. ¿Uno solo qué puede hacer? Con el pretexto de la impotencia nada se hace... Connivencia, silencios cómplices, ésta es la fuerza de la impunidad.


El centaurino quiere intervenir para contar una pequeña anécdota. Luego de escucharlo interpreté su sutil ironía alegórica...


"Me senté en un sillón y entrecerrando los ojos comencé a observar a través de la ventana. Desde esa posición sólo se veía la copa de los árboles. En una rama casi horizontal pendía un pequeño nido. Me levanté y abrí la ventana para respirar aire más puro y para contemplar mejor el suave aleteo de un colibrí. Pendido y a veces girando el ave buscaba algo. ¿Quizás una flor? Seguí su evolución al volar de repente hacia otra rama pendular; ¿qué había encontrado la avecilla? ¿Una flor acaso?


No, un pequeño insecto había llamado su atención; éste resbaló en su huída y cayó dentro de una hoja doblada que ante la nueva carga se desprendió y aterrizó en el centro de una hoja enorme que también pendía pero más sólidamente aferrada a la rama. El colibrí seguía todas las peripecias con su vuelo extraño, suspendido en el aire y con arrebatos; la pista del insecto había desaparecido en medio de hojas de tamaño creciente; la más grande protegía a la más pequeña y este esquema se repetía en otros árboles.


Sí, roté mis ojos y vi en derredor, algo similar y más allá lo mismo y acullá idéntico. Todo el jardín reflejaba una equivalente realidad: algo o alguien protegía a algo o a alguien. La cadena de amparos era interminable. El apoyo hacía de defensa, de refugio, de asilo, de abrigo... El colibrí cansado de ambular entre hojas grandes y pequeñas optó por regresar a su nido. La madeja de ramas y hojas osciló brevemente por la brisa refrescante. Yo seguí atento, con la vista fija en el matorral desinteresándome del colibrí.


Las hojas se movieron imperceptiblemente primero y luego con más fuerza que la brisa tenue; sí, algo más enérgico que el aire en ese instante logró hacer caer (fuerza es reconocer que estaba en equilibrio) la hoja pequeña hacia el suelo pero antes emergió, quedando sujeto a la hoja más grande, el insecto. Yo pensé ¿sería el mismo que había llamado la atención del colibrí? Miré a la avecilla, ésta ya estaba atenta a otros menesteres; había perdido interés en su primitiva misión; no ameritaba por su persistencia. ¿Había operado el olvido? Retorné mi vista al insecto que ya casi desaparecía indemne, defendido por su cadena de protección, en su caso accidental, debajo de un montículo de tierra húmeda. El colibrí revoloteaba, luciendo vistoso sus bellos colores y pendiendo, como siempre, en el mismo lugar... ¡Vanidad de vanidades!"


-¡Ay centaurino qué perspicaz eres! ¿Además artista poeta? ¿No serás tú la síntesis científico-artista que propongo?-

Un delito muy difundido en los últimos tiempos es el atentado con un ejecutor suicida; ¿cómo son éstos ejecutores? Son fatalistas; creen que el destino de las personas ya está trazado y por ende nada se puede hacer para cambiarlo. Aceptan la religión como la base primordial de sus actos y por ende acatan las órdenes superiores rigurosamente. Son básicamente intolerantes y autoritarios; siguen a sus jefes ciegamente y los "enemigos" son los que esos jerarcas fijan.


Casi todos los seres humanos tienen esta conducta pero en ellos está más acentuada. Matar a alguien desconocido e indefenso sólo por orden superior es muy perverso. Quienes lo hacen están en un grado muy avanzado de psicosis aunque mucha gente no lo advierta. Los atentados masivos hechos por ejecutores suicidas son el equivalente de los crímenes efectuados en muchos países por genocidas de su propia gente por motivos políticos o religiosos avalados por el cinismo y la hipocresía de las cómplices jerarquías respectivas. No hay motivo valedero para matar a otro ser humano. Los que lo hacen son enfermos.


Hipócrita significa actor y los cómplices representan el papel de las jerarquías al hacer la voluntad de ellas; no viven su propia vida, su rol es imitar, callar, obedecer, engañar para servir interpretando mejor.


En ellos las ideas se apoderan de la mente de forma tal que sólo responden a los estímulos concordantes de sus jefes que implantaron los dogmas en la niñez; por eso no tienen conflictos morales. Por supuesto que ellos no responden al principio de encumbrar la duda, la pregunta, la experimentación, la comprobación, la autocorrección, en suma la metodología científica; sólo el dogma y actúan en función de él, de allí que su conducta sea tan enferma. Una consecuencia más grave aún es la imposición de lo suyo al resto de la población la resistencia de ésta crea la represalia.


Este mecanismo de la represalia es primordial pues genera la cadena de violencias. Es horrendo el "ojo por ojo, diente por diente" base en occidente del concepto represivo (en lugar de preventivo) del derecho penal, pero peor es maximizar esto con la represalia que siempre equivale a "por uno de los nuestros, diez de los de ellos". Siempre en la represalia el daño inferido al otro es mucho mayor que el recibido. El fanatismo engendra el encumbramiento de la represalia y esta idea está enraizada en los países no sólo en los musulmanes. Un daño mayor aún es la cadena de represalias que, uniendo eslabón por eslabón, se forma y golpea con brutalidad.


El sentimiento de venganza genera la primera represalia que para ser compensada origina la segunda y ésta la tercera, formando la cadena mencionada. Sin embargo este mecanismo es mucho más antiguo y ya nuestros ancestros prehomínidos lo practicaban. Las mafias existieron siempre, quizá en Sicilia (Italia) se terminaron de estructurar grupos mafiosos organizados para delinquir con reglas internas donde la venganza y la represalia juegan un rol fundamental para mantener la cohesión del conjunto; se desarrollaron modernamente en el país de los jueces de manos limpias. Esta forma de organización delictiva demostró ser sumamente efectiva pues ha sido adoptada en casi todas las demás naciones.

La agresividad es una característica básica en el ser humano y la hace efectiva constantemente; la mayoría de las veces es psíquica y a la persona le pasa inadvertida la agresión que realiza a otros, generalmente con palabras, gestos o actitudes, pero en ocasiones se torna violenta produciendo lesiones o muertes. Hay situaciones propicias para las agresiones de hecho, como por ejemplo un clima de impunidad; cuando ella está muy desarrollada las violencias se desatan por motivos fútiles y luego brotan las represalias que, haciendo cadena, terminan en salvajes guerras.

El centaurino quiere intervenir activamente pero barrunto que será implacable. La mafia de las drogas psíquicas es todavía más sutil pues se manifiesta abiertamente, no tiene necesidad de usar la clandestinidad, y con ropajes éticos logra actuar en el escenario de la vida con total impunidad. En rigor son los reyes de la impunidad pues poseen el consentimiento del noventa y cinco por ciento de la población del planeta Tierra. Este dato no es captado y sin embargo condiciona al resto del comportamiento humano.


Las grandes atrocidades cometidas con el mecanismo de las represalias han sido o promovidas y avaladas, el caso de los fundamentalistas musulmanes en nuestra época y el caso de la Inquisición Católica (Tribunal del Santo Oficio) durante cientos de años en el pasado, o permitidas, autorizadas, consentidas, aceptadas, admitidas o cuando menos toleradas en la actualidad por las organizaciones religiosas de todo tipo. A veces se alza un tibio discurso condenatorio de dichas atrocidades pero no se ejerce el enorme poder que tienen para disuadir y evitar esos atentados contra el ser humano. ¿Por qué no ejercitan ése poder de manera real que permita disuadir a los verdugos? Habría dos razones. Una, o que no desean enemistarse con los otros poderes y en éste supuesto actúan (actor significa hipócrita y viceversa) para no perder lo conquistado en milenios y dos, o que en realidad están de acuerdo tácitamente con los procedimientos crueles contra el homo sapiens.


-¿Y tú cuál de las dos razones consideras la correcta?- Pregunté al centaurino muy atribulado.

-Las dos-. Respondió rápidamente. Y agregó: -la crueldad y el máximo sadismo que pueda imaginarse está implícito en la idea del infierno, lugar de sufrimiento eterno donde el fuego (las quemaduras son quizás el mayor dolor posible) quema a los condenados sin consumirlos y perpetuamente. Esta idea es la mayor aberración y aterrorizó a las personas durante milenios para que fuesen obedientes y acataran las reglas de las jerarquías. La legislación penal admite la cadena (sic) perpetua y en algunos países la pena de muerte; estos condenados irían directo al infierno. El reinado de la crueldad está en la mente del hombre y yo pregunto ¿quiénes realizaron los mayores atentados?- Demandó el centaurino con ímpetu desconocido en él.


-Lo que dices avalaría mi tesis de enfermedad social; en realidad los problemas no son sólo de este siglo XX sino de todas las épocas y los atentados se cometieron siempre. Ahora pareciera mayor la corrupción por la publicidad de los grandes medios de comunicación que llevan las noticias por el planeta en minutos-. Aseveré todavía muy compungido.


-Los delitos no aumentaron, sólo tienen más difusión pues el periodismo los usa como llamada de atención para causar sensacionalismo y promover la venta de sus productos. La proporción en cantidad permanece constante pero hay otras conductas que subyacen, no se ven y que sin embargo deberían constituir delitos graves para la población. La mentira, el engaño y la hipocresía muchas veces ocasionan enormes daños y sin embargo son usadas constantemente por las sociedades.


Precisamente estos elementos llevarán al colapso, en casi todas las naciones, primero financiero luego económico y finalmente social. Sobrevivirán los más aptos, es decir, los que posean conocimiento y puedan utilizarlos en la futura sociedad científica y tecnológica. El pensamiento mágico puede disolverse en el colapso pero dejará secuelas altamente improbables de erradicar. Las ciencias podrían ser las nuevas religiones y los científicos los nuevos sumos sacerdotes que dirigirán la nueva orquesta pero la pregunta es ¿lo harán con menos crueldad?- Preguntó el escéptico centaurino con sarcasmo.

Mientras el centaurino se arrellanaba en un sillón próximo a una ventana deseo concluir yo este capítulo con dos observaciones no tan fuertes como las de mi amigo pero sí reales, por demás evidentes y que me angustian.


En todos los países (con cualquier ideología) se promueve a los candidatos políticos a través de su imagen. Su rostro es exhibido en carteles (los cárteles prefieren el incógnito, ¡quizá los auténticos "cerebros" se ocultan detrás de sus testaferros! ¿Estará allí el "superpolítico"). Los políticos actúan. Usan un tablado, en los mitines están siempre a mayor altura con la excusa de ser vistos por la concurrencia. En realidad estamos en la cultura del espectáculo; los jóvenes se movilizan a través de artistas que escenifican en enormes estadios sus actuaciones y los políticos siguen el mismo derrotero. Artistas auténticos y políticos necesitan del escenario. Las plataformas electorales son plataformas actorales.


Otro dato fundamental. Los servicios secretos y paraestatales existen, no son una fantasía de paranoicos; utilizan métodos ilegales; secuestran y retienen cautivas a las personas en inmuebles que son propiedad del Estado, es decir, un hecho de extrema gravedad pues tiene el aval de toda la sociedad. Todo esto amparado en la impunidad que deviene del poder político, que como tal es consentido tácita (caso de las dictaduras) o expresamente (caso de las democracias electivas) por la población. Los "cerebros" existen; los intermediarios hipócritas que contribuyen con su actuación también y los ejecutores sádicos que torturan son una cruel realidad. [¿No habrá sádicos porque el resto es masoquista?..., complementa el centaurino desde su sillón].


*Nacido en el barrio de Parque Patricios de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires.


Concluida su educación básica, realizó los estudios secundarios en el Colegio Nacional de Buenos Aires, donde obtuvo el título de Bachiller Nacionar.


Más adelante, en la Universidad Nacional de Buenos Aires, Facultad de Derecho y Ciencias Sociales, se recibió tanto de procurador y de Abogado.


No conforme con sus logros académicos, publicó colaboraciones en la Revista "Todo es Historia" que dirigía el Doctor Félix Luna (1925 - 2009), en los números de diciembre de 1986, además de enero, febrero y abril de 1987.


Como mejor síntesis el doctor Félix Luna en su revista "Todo es Historia" Nº 235 de diciembre de 1986 para presentarlo, utilizó las siguientes palabras para definir mi método:


"El doctor Héctor Carlos Reis es abogado, pero sus inquietudes exceden en mucho el marco de su profesión.


Ha incursionado en diversos campos de la ciencia y demuestra una notable capacidad para relacionar circunstancias que, siendo aparentemente inconexas, definen procesos de una neta significación. TODO ES HISTORIA ha encargado al doctor Reis la seccción que se inicia en esta edición."


Es autor de novelas, de ensayos, de libros cinematográficos, de relatos cortos sin contar un esmerado estudio del dibujo o la pintura, a las que hasta la fecha se dedica con enorme intensidad.


No obstante, resulta casi imposible resumir la basta obra de un ser humano enamorado del saber, quizás algo introducido dentro de sí mismo pero de vocación o práctica solidaria, cuyos trabajos de manera increíble permanecen en su inmensa mayoría inéditos.


Seguramente la causa resida en esa vieja obstinación de celebrar el arte en privado, pero sin perder jamás la pasión por el debate, la incorporación permanente del saber ni de inculcar la solidaridad, los valores éticos del bien, a forma de una suerte de "método científico" a la hora de concebir y vivir la vida.


En la actualidad, entre otras tareas, Héctor Carlos Reis brinda colaboraciones en este suplemento.


Nota de editor: El director de Diario EL POLITICÓN DE RISARALDA y del suplemento ARCÓN CULTURAL, Carlos Alberto Ricchetti, quiere agradecer y hacer pública la participación tanto voluntaria como gratuita de tan prestigioso intelectual, celebrando poder contar con su enorme amistad).

5 visualizaciones0 comentarios

Entradas Recientes

Ver todo
bottom of page