top of page

Posibles respuestas a la «crisis» literaria

ree

«Nuestros libros hasta exigen un esfuerzo intelectual y cierta cultura como condición previa, la colaboración de los sentimientos y cierta predisposición del alma.» Stefan Zweig


Toda crisis lleva en su seno una señal admonitoria: o se revisan los fundamentos y se da un giro, o se acepta el destino y con él, el fin de un ciclo. Una verdad que puede ser aplicada a una civilización, un proyecto personal, o a lo que menciona Alexander Velázquez, a la Literatura. Por eso es que su título en El Espectador, casi que redactado en el tono de El Grito de Edvard Munch, «La literatura colombiana está en crisis» (ver), pone la cuota para dialogar acerca de ciertos elementos culturales amenazados, sobre los cuales él apunta como un francotirador, y acierta.


     Así que, calibrando las ideas, hay tres elementos a observar según la nota periodística mencionada, y junto con ellos, una propuesta para cada una, a saber: que hay un nuevo sujeto lector; «posiblemente» el crítico haya muerto; y la industria del libro ha sufrido una mutación irreversible.


Público Lector

     

Sobre lo primero, el público lector, antes un cuerpo sensible con gustos estéticos formados y ávido por la lectura, ahora se ha vuelto un grupo ( o fan-ships) que compra libros por sugestión editorial, lee por inercia (o fuerza de aglutinamiento), y se casa con un escritor posicionado por el marketing. ¿Ven el giro? Y esto aplica para obras como «Vírgenes y Toxicómanos» de Mario Mendoza, «Los nombres de Feliza» de Juan Gabriel Vásquez, o «El olvido que seremos» de Héctor Abad Faciolince (este último que se convirtió ya en un «Long-seller»); y no aplica, por ejemplo, para «La Vorágine» de José Eustasio Rivera, «El día del odio» de José Osorio Lizarazo, o «Estaba la pájara pinta sentada en el verde limón» de Albalucía Ángel.


Propuesta: Necesitamos comprender qué es, y qué no es literatura hoy.


Crítica Literaria

     

Sobre lo segundo, no es que el crítico literario haya muerto, es que ahora las conversaciones librescas son más soterradas y no hay suficientes medios para demostrar los aciertos o desaciertos de las obras literarias. Es verdad que se comenta en voz baja que se editó mucho «En agosto nos vemos», que «Los abismos» tiene escenas muy flojas y diálogos muy destemplados, o que «Satanás» es un remedo, si acaso no un pastiche, pero de ahí, a publicar esto con fundamento y visibilidad, hay un largo trecho.


    Y así es que las editoriales y los medios periodísticos han dejado de contratar a estas «figuras incómodas» llamadas «Críticos Literarios» que, a decir de Alexander Velásquez, con su ejercicio apuntan a la vanidad del escritor, y como respuesta obtienen una injuria del mismo autor, impidiendo que sean los mismos lectores quienes defiendan la obra. ¿No sucedió así con la crítica de «El año del sol negro» que hizo Felipe Cáceres Cerón a Daniel Ferreira, o las balas satíricas de Elsy Rosas Crespo contra el establecimiento literario del país, o la pelea entre Fernando Vallejo y Héctor Abad Faciolince?


Propuesta: Necesitamos un Clemente Manuel Zabala, una Michiko Kakutani, o un Marcel Reich-Ranicki para estos tiempos.


ree

Las Editoriales

     

Finalmente, las editoriales se han convertido en meras máquinas de impresión. Desde que estas descubrieron que los libros son un negocio, la literatura dejó de ser importante. Punto. Así que, para ser honrado con la verdad, es justo decir que las grandes marcas editoriales (ahora trust) publican basura, pero la venden como productos transgresores y vanguardistas. ¿Cómo logran esto? Sencillo, recurren a reseñas famélicas de una línea donde un autor, editor, o influencer alaba la publicación y la recomienda. Y esta es la tragedia moderna de los libros, pues ante la pregunta de Alexander Velásquez, de si «¿Hay más escritores que literatura?», la respuesta es obvia. Sí. Y más que escritores, hoy vemos artistas de la palabra descartables que no los guillotinan (como sí hacen con los textos), porque pueden necesitarlos más adelante, o reformarlos para que causen escándalos mediáticos y así puedan vender más libros.


Propuesta: Es necesario crear comunidades lectoras enfocadas, y no quemar los buenos escritores demandando de ellos un libro por año (o dos), cosa que las editoriales explotarían perfectamente.


Escribe: DIEGO FIRMIANO*


ree











*Escritor. Ensayista. Coleccionista de libros. Lector.

Comentarios


bottom of page