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Arcón Cultural

Roberto Arlt, vivir y morir en la urbe

Actualizado: 10 jun 2023


La imagen de escritor y la biografía de Roberto Arlt tienen aristas cambiantes y a veces contradictorias en cuanto a ciertos datos de su nacimiento y sus nombres.

El mismo Arlt modificó el día de su nacimiento en algunas de sus autobiografías, incluso en las que tienen una intención humorística.


También hay nombres diferentes en su partida de nacimiento y en el acta de su bautismo. Sylvia Saítta en su libro sobre Arlt, El escritor en un bosque de ladrillos. Una biografía de Roberto Arlt (2000)1, se ha encargado de especificar estas variantes de su identidad.


Sin embargo, Saítta aclara que Roberto Arlt nació el 26 de abril de 1900, según se especifica en su partida de nacimiento con el nombre de Roberto Arlt y no como otros biógrafos que han señalado que se le anotó con el nombre de Roberto Godofredo Christophers Arlt. Su padre, llamado Carlos Arlt, era de origen prusiano y hablaba alemán; su madre, Ekatherine Iobstraibitzer, había nacido en Trieste, y su lengua original era el italiano.

De todos modos, Arlt firma sus primeros textos autobiográficos como Roberto Godofredo Christophersen Arlt, esta modificación de su nombre, propiciada por el propio escritor, que no coincide con el certificado en el Registro Civil, es probable que haya contribuido a la confusión. Además en esta línea de malentendidos sobre sus nombres, se suma la constancia escrita de su bautismo, que reproducimos en el apartado Imágenes de este Portal, donde el futuro narrador aparece con el nombre de «Roberto Emilio Gofredo Arlt». Lo de «Gofredo» tal vez sea una errata del escribiente parroquial del certificado al intentar poner «Godofredo».



Por otra parte, es sabido que el mismo escritor con algunas de las referencias a su vida logra construir una imagen de niño terrible y rebelde en el período de su infancia y durante su etapa de escolarización, en las escuelas del barrio de

Flores donde vive con sus padres. Esas afirmaciones lo muestran como revoltoso y mal alumno frente a sus maestros. Saítta, señala que aunque ciertamente repite tercer grado no es expulsado de la escuela como Arlt llega a decir, sino que lo aprueba en una nueva cursada. Asimismo, se conoce que el futuro escritor concluye satisfactoriamente el quinto grado, que al parecer era en muchas escuelas de esa época el último año de la primaria. Termina esos estudios cuando ya es un adolescente, a la edad de 14 años.


Los siete locos (1973), dirigida por Leopoldo Torre Nilson



La familia de Arlt vive en condiciones económicas difíciles, su padre cambia de trabajos frecuentemente, aunque tuvo momentos estables cuando se desempeñó como tenedor de libros en algunas casas comerciales alemanas. Ekatherine Iobstraibitzer y Lila Arlt, madre y hermana de Roberto Arlt.


No obstante, en varias circunstancias abandona a su familia para instalarse en Corrientes y Misiones, en donde se emplea en empresas dedicadas a la explotación de la yerba mate. A su vez, fracasa en sus intentos de realizar algunos emprendimientos comerciales propios.



En medio de estas preocupantes circunstancias familiares y económicas, Arlt es estimulado por su madre en sus estudios pero al mismo tiempo ella lo impulsa a trabajar desde muy chico para ayudar a sustentar los gastos básicos de su casa familiar. Lo hace durante períodos cortos, en una bicicletería de su barrio, Flores; luego cuando su padre se ausenta de su casa, se emplea como vendedor de papel de envolver y debe atender a sus clientes en diversos comercios de la zona.

Arlt en su adolescencia se lleva mal con su padre, que es muy violento y lo somete a severos castigos corporales. En un momento la situación llega a ser demasiado tensa y el padre lo echa de su casa. Es por eso que durante esos años Arlt efectúa diversos trabajos para poder subsistir, realiza aprendizajes como dependiente en una librería, en un taller mecánico, en el puerto, en una fábrica de ladrillos y a veces realiza tareas de pintor, como él mismo lo cuenta en una de sus aguafuertes en el diario El Mundo (Saítta, 2000: 20).


El genial escritor, rodeado de sus seres queridos.


Pese a esas ocupaciones laborares, el adolescente Arlt conoce las librerías de su barrio. Frecuenta las de los hermanos Juan Antonio y Carlos Pellerano, la llamada «La Linterna» de Ángel Luppo y la de Ángel José Pariente, situadas todas en la calle Rivadavia.


Compra, vende y alquila en esas librerías los libros que elige leer, le apasionan los folletines, pero también los manuales técnicos, de divulgación científica y los libros de ciencias ocultas. Es un asiduo concurrente a una Biblioteca Anarquista, al Centro Cultural Florencio Sánchez y asiste a una tertulia literaria barrial que se realiza en la librería de Pariente. En otra tertulia, que publica La Idea, le presentan hacia 1916 a Conrado Nalé Roxlo, quien será su amigo intelectual durante muchos años. Con él compartirá lecturas y cierta pasión por Baudelaire en esa época.

Por estos años de adolescencia, sus lecturas iniciales son los diversos tomos del folletín de Pierre-Alexis Ponson du Terrail, Las hazañas de Rocambole. También Arlt ha señalado además de su fervor por Baudelaire, el de otros autores como Verlaine, Carrere y Murger2. La influencia de esos autores y, especialmente, el de Las hazañas de Rocambole es reconocible entre los entusiasmos literarios del personaje Silvio Astier en su primera novela El juguete rabioso (1926).



Arlt es quizás uno de los pocos escritores destacados en los comienzos del siglo XX que proviene de la clase media de escasos recursos económicos, hijo de inmigrantes pobres, educado en la escuela pública y de formación prácticamente autodidacta en la ciudad de Buenos Aires. Su territorio es el del barrio de Flores, las tertulias, las bibliotecas públicas, socialistas, anarquistas, los centros de cultura barrial, el periodismo y las publicaciones populares.

En esa etapa de iniciación en la escritura, sus lecturas son muy diferentes a las de otros narradores argentinos de su generación. No tiene la formación europea de Borges ni menos

aún la de escritores de clase alta como Adolfo Bioy Casares o la más ilustrada de algunos de los intelectuales que pertenecerán al círculo de colaboradores de la revista Martín Fierro o Sur. Su cultura es una cultura de «mezcla», el lenguaje de sus relatos es una empresa apasionada por hacer confluir la influencia del italo-alemán familiar con la sintaxis y el tono del habla hispana rioplatense. Aunque parezca un lugar común, es necesario decir que Arlt vivió para escribir y escribió para vivir. Por eso afirmaba que cuando se tiene algo que decir, se escribe en cualquier parte. Sobre una bovina de papel o en un cuarto infernal y a la vez, expresaba que ganarse la vida escribiendo es penoso y rudo.



Beatriz Sarlo ha precisado que en la narrativa de Horacio Quiroga y de Roberto Arlt, pese a las diferencias de poéticas y edades, la fascinación por la invención técnica que expresa en sus ficciones participan de una trama de relaciones entre sectores medios y populares, público de los grandes diarios, intelectuales de la élite periodística, repetidores sociales y organizaciones barriales en el marco de cambios urbanos.


Sus obras de algún modo-presentan los indicios de la etapa de modernización de la cultura y el imaginario social en el Buenos Aires de los años 1920 y 1930. En esta dimensión de la cultura barrial, Arlt publica su primer cuento, titulado «Jehová» en la Revista Popular, en el n.º 26, del 24 de junio de 1918, una revista que existe desde el año anterior y que dirige el periodista y escritor Soiza Reilly en ese momento. Estimulado por esa primera aparición de un relato suyo, Arlt comienza escribir hacia 1919 su primera novela, El juguete rabioso, que por ese entonces se llamaba La vida puerca.


Sus biógrafos coinciden en que el entusiasmo de Arlt por tal iniciativa lo lleva a andar con su novela en preparación por todos lados y que muchas veces solía acosar a sus amigos en los bares que frecuenta con la lectura de los primeros capítulos. Por otra parte, al poco tiempo publica un ensayo literario titulado Las ciencias ocultas en la ciudad de Buenos Aires, en Tribuna Libre, n.º 63, del 28 de enero de 1920. En el centro de la tapa de este folleto se distingue una foto del mismo Arlt. El ensayo es considerado en la edición como «ensayo ficcional» y lo firma con el nombre de Roberto Godofredo Arlt.


A la izquierda, Roberto Arlt junto a Luis Bernárdez (1900 - 1978) y Roberto Ledesma

Si bien la narrativa de Arlt puede calificarse de expresionista, una de las formas de la vanguardia histórica de los años veinte, como lo señala en un ensayo José Amícola5, se conoce que no participó ni perteneció al grupo de la revista Martín Fierro, la publicación de la vanguardia poética porteña, ni tampoco se vincula durante la década del treinta al grupo de escritores, como Borges y otros, que estuvieron relacionados con la revista Sur, que dirigía Victoria Ocampo.


Tampoco perteneció al grupo de Boedo, el de los escritores realistas de las décadas de los 20 y los 30, cuyos paradigmas rescataban la tradición del realismo decimonónico aggiornado con una intención crítica que se atribuía la posibilidad de transformar la realidad social. De algún modo, Raúl Larra intenta ubicar a Arlt en esta corriente literaria, teniendo en cuenta la mirada crítica de las ficciones de este narrador sobre los comportamientos de la sociedad porteña, en su libro Roberto Arlt, el torturado de 1950.



Durante un tiempo, cierta crítica influida por el ensayo de Larra y por los distintos textos autobiográficos que Arlt escribe configuraron una imagen casi mítica de un escritor solitario, marginal, sin estudios y carente de reconocimiento de sus pares y el público. Sin embargo, poco después, hacia mediados de la década de 1950, otra mirada de la crítica despeja esta visión mistificada del escritor.


Particularmente, las nuevas lecturas que se realizan desde la revista Contorno (David Viñas, Oscar Masotta, Juan José Sebreli), implicarán que se coloque ya sin prejuicios ni forzamientos ideológicos y literarios a la narrativa de Arlt en el centro del sistema literario argentino (Saítta, 2000: 11).


Arlt tenía el don de retratar como pocos, el alma humana de la
ciudad con sus dones, miserias
y tragedias personales

A este reconocimiento por parte de estos críticos, se suman posteriormente los estudios de David Viñas, Adolfo Prieto, Noé Jitrik, Ricardo Piglia, Beatriz Sarlo, Sylvia Saítta y una serie de ensayos y lecturas de otros tantos críticos y académicos que van a dar cuenta de la originalidad y la excepcionalidad de su poética narrativa.

Algunas de esas lecturas realizadas en la década de 1980 ubicaron a Arlt como un escritor fuera de cualquier canon de la tradición narrativa argentina, entre ellos Ricardo Piglia. De todos modos, es posible pensar que el concepto de canon cambia en cada contexto, es una categoría de la interpretación crítica también temporal. Por cierto, tal vez sea mejor ubicar a Arlt como escritor en el espacio del contexto cultural de su época, como lo han hecho desde diversos puntos de vista los principales críticos mencionados sobre su obra y observar sus elecciones estéticas y el modo que con su propia narrativa realiza eso que Jacques Rancière llama la política de la literatura7 y, desde la perspectiva actual de la contemporaneidad del siglo XXI, pensar que Roberto Arlt podría ubicarse en la historia de la literatura argentina en un canon particular; es decir, el de los escritores excéntricos, que en otras palabras no tienen un lugar central en el campo cultural, pero que sí lo podemos situar en esa área excepcional que es estar fuera de lugar.


Portada de
"El Juguete Rabioso" (1926)

No obstante, la particular excentricidad de Arlt presenta también un costado paradójico. El juguete rabioso, según informa Saítta, recibe una reseña crítica en un segundo número del suplemento cultural del diario Crítica, llamado Crítica Magazine, en la sección «Actualidades del mundo literario», que respondía a editores vinculados a la vanguardia martinfierrista. Un espacio en el que se criticaban a escritores más tradicionales y de una generación anterior a la de Arlt, como Lugones y Gálvez. La reseña crítica elogia la novela de Arlt y establece una mirada crítica sobre los jóvenes escritores del grupo de Boedo, quienes han rechazado la publicación de este libro cuando Arlt lo presentó a los responsables de las ediciones de Babel y Claridad. (Saítta, 2000: 45). Además de esta reseña favorable, El juguete rabioso tiene otros comentarios ponderativos en la revista El Hogar, Mundo Argentino y Nosotros9.En cambio en la revista Claridad, perteneciente a los escritores de Boedo, se menciona a Arlt entre los narradores que el grupo cuestiona y considera adversos a los postulados estéticos de la publicación. Sin embargo, años después la editorial Claridad publicará en 1931 una reedición de esta novela y el crítico Ramón Doll10, poco antes, elogiará a Arlt que ha publicado en Claridad la segunda edición de su novela Los siete locos (1930).


Roberto Arlt solía decir que cualquier sitio es bueno y útil para escribir, desentendiéndose de los pretextos de muchos narradores o poetas

El juguete rabioso se edita en 1926, un año revelador para la literatura argentina, porque se publican varios libros muy significativos, entre ellos Los desterrados de Horacio Quiroga, la novela Don Segundo Sombra de Ricardo Güiraldes.

Roberto Arlt dedica esta primera novela, El juguete rabioso, a Ricardo Güiraldes. Expresa con este gesto un agradecimiento a este escritor mayor que él, que a pesar de su cercanía con los martinfierristas y de editar la revista Proa, que fundó en 1924 con Borges y Brandán Caraffa, ayuda a Arlt en la escritura y publicación de esta novela. Güiraldes goza de cierto prestigio como escritor en ese momento, su condición social es la de un rico estanciero que ha elegido la literatura y publicado varios libros por ese entonces.


No obstante de ser visto por sus colegas escritores como un dandy, que ha vivido en París, es afable y bohemio, por eso goza de cierto respeto y simpatía en la relación con otros escritores. Arlt lo frecuenta y es Güiraldes quien lee los originales del joven narrador y le sugiere algunas correcciones de esa primera novela que escribe. Además es quien le aconseja que cambie el título elegido en un principio por Arlt, La vida puerca, por El juguete rabioso.

Quizás entre las afinidades de esa amistad entre Arlt y Güiraldes, podría pensarse que en el momento que se conocen, más allá de las diferencias estéticas y de clase social, ambos comparten una pasión por la creación literaria, y también casi una coincidencia demasiado «coincidente»: ambos escriben una novela de iniciación, la del reserito huérfano Fabio Cáceres en la novela de Güiraldes, y Arlt la niñez y adolescencia de Silvio Astier, un habitante de la clase media pobre del ámbito urbano de Buenos Aires.


Holograma de la firma de puño y letra

Por otra parte, Güiraldes en Don Segundo Sombra presenta el espacio tradicional de la pampa en la literatura argentina, pero a su vez introduce una filiación de la vanguardia ultraísta en la escritura de su novela. Es una de las novelas que cierra de este modo original el mundo del territorio rural en la narrativa argentina. En tanto Arlt inaugura con su libro una cartografía urbana barrial de la gran ciudad de Buenos Aires, y su escritura, también, es próxima a una forma de la vanguardia histórica, el expresionismo. Y no sólo eso, añade asimismo una exploración estética del grotesco que estará presente con mayor caracterización en sus novelas posteriores y en sus obras teatrales.

 Periodismo y literatura

Portada de «Don Goyo», n.º 56 (1926)En enero de 1926 Roberto Arlt comienza a colaborar de un modo estable en la revista Don Goyo, de la editorial Haynes. El director de la publicación es su amigo Conrado Nalé Roxlo. La revista sigue el modelo de Caras y Caretas. Los textos de Arlt son narraciones breves, escritas en primera persona, con fuerte presencia de elementos autobiográficos y de algún modo vienen a ser algo así como los antecedentes de sus famosas aguafuertes del diario El Mundo.


Caricatura de la época

Al parecer una anécdota conocida de su vida, la de que a los ocho años escribió un cuento por encargo, fue muy determinante en su iniciación en la literatura y en su elección literaria. Se conoce que un vecino de su barrio, Joaquín Costa, casi como un desafío burlón, en uno de esos encuentros en las librerías de Flores le dijo, que si le traía un cuento escrito por él se lo compraría si llegaba a gustarle.


Arlt escribió ese primer cuento y se lo llevó a Joaquín Costa, quien satisfecho por el texto le pagó por ese relato cinco pesos. Ricardo Piglia ha señalado que esa relación de la creación literaria con el dinero tan temprana marcó mucho a Arlt en su perfil de escritor, ya que casi toda su obra narrativa y periodística, especialmente la mayoría de sus cuentos y crónicas o aguafuertes, fueron publicadas en diarios y revistas de la época y significaron también un modo de ganarse la vida11.

En las veintidós crónicas y relatos (su laboratorio de narrador, etapa de iniciación como escritor) que publica en el término de un año en Don Goyo, se destaca su habitual ironía y una visión crítica de situaciones de la vida real, donde mezcla personajes imaginarios con personas conocidas.



Es una época de auge del periodismo gráfico. En la revista colaboran escritores como Eduardo Mallea, Alfonsina Storni, Juan José de Soiza Reilly, Leopoldo Marechal, entre otros. Las notas publicadas en Don Goyo se han reunido en El resorte secreto y otras páginas, con prólogo de Guillermo García (Simurg, Buenos Aires, 1996).

Roberto Arlt en la época en la que escribía notas policiales en «Crítica» (1927)Como otros escritores de la época, Roberto Arlt entra en 1927 como cronista de la sección policial en la redacción del diario Crítica. Es conocido que este diario hará de la crónica policial uno de sus aspectos principales para ganar lectores. Roberto Arlt jugará ese rol nuevo de periodista-detective y tendrá una actuación destacada.


Junto a su amigo, el también periodista, escritor y poeta, Conrado Nalé Roxlo, "Chamico" (1898 - 1971)

Sylvia Saítta, cita un testimonio del mismo diario en donde se da cuenta que Arlt logra en una ocasión impedir un suicidio. Hoy, el redactor de nuestro diario Roberto Arlt y el fotógrafo [...], citados por una presuicida, en su departamento de la calle Uruguay, evitaron la muerte de ésta, desarmándola en circunstancias en que pretendía descerrajarse un tiro en la sien (Crítica, 5 de abril de 1928).

En 1928 abandona las crónicas violentas de la sección policial de Crítica y pasa a la redacción del diario El Mundo, que dirige otro escritor, Alberto Gerchunoff. Pero será con el segundo director, Carlos Muzio Sáenz Peña, cuando Arlt comenzará a escribir la sección «Aguafuertes Porteñas» (el 5 de agosto del mismo año). Es uno de los pocos periodistas que firma con su nombre la columna.


La agudeza y la imaginación de sus comentarios cotidianos lo harán en poco tiempo un periodista profesional de bien cotizada fama. Al parecer a Arlt le gustaba ese rol de escritor periodista detective y viajero, ya que años después en una nota introductoria a sus aguafuertes patagónicos se describe a sí mismo como si fuera un aventurero fatal muy cinematográfico o visto en el cine, pues lleva un saco de cuero, botas y una pistola automática. Por cierto, también una cámara Kodak con la que tomará fotos de los lugares que recorrerá en esa aventura viajera.


Mirta Arlt (1923 - 2014), escritora, compiladora y difusora de
la obra de su padre.

Como hemos señalado su aprendizaje de escritor está ligado al periodismo, escribe y cobra regularmente por su trabajo. Es un modo de vida. Arlt se ve a sí mismo como un periodista y como un escritor moderno, una imagen y un rol muy difundido en la contemporaneidad de su época. Cuando comenzó la Segunda Guerra Mundial quiso ser corresponsal de guerra para El Mundo, pero finalmente no lo enviaron.


Algo muy frecuente en la época. Vicente Huidobro llegó a serlo, pues estaba en Europa; Roberto Payró y José de Soiza Reilly durante la primera guerra.

Sus aguafuertes tratan los temas candentes de la situación social y política de la época. Se ocupa de los problemas de la ciudad, del estado de las calles y de las zonas abandonadas por la administración política. En 1936 su columna alcanza gran popularidad cuando denuncia las carencias de los hospitales municipales.



Arlt dialoga con sus lectores, contesta sus cartas y es un interlocutor en sus comentarios de cada día. Se convierte en una especie de fiscal popular; denuncia, investiga y da sus opiniones en los debates de actualidad.


Una serie de sus aguafuertes comenta los sucesos del golpe militar encabezado por el general José Félix Uriburu en 1930. En estos textos, pone al desnudo la corrupción política, el oportunismo y los viejos vicios de la política «criolla».


Primera edición de
"Los Siete Locos" (1930)

En el mismo diario El Mundo, va a escribir sus crónicas de viajes. De sus giras por el norte y el sur del país, por Uruguay, Brasil y luego por España y África quedarán sus impresiones de gran observador.


Las Aguafuertes españolas son uno de los testimonios más logrados de esa actividad de escritor viajero. Axel Gasquet en su libro Oriente al Sur expresa que en las crónicas sobre Marruecos y el territorio africano de Arlt, el escritor demuele los paradigmas literarios románticos y esteticistas de la visión de esa región del mundo, esa visión canónica que se puede observar en la mirada de los textos de escritores como Jorge Max Rohde.


Arlt en cambio realiza un enfoque distinto, admira por un lado esa cultura de la otredad, y por otro, ensaya una reflexión crítica de la vida social en sus crónicas de viaje por esos países coloniales. Destaca cómo sus habitantes son víctimas del sistema colonial capitalista, denuncia la desigualdad social, la condición de pobreza, la explotación laboral y el nivel de infrahumanidad en la que viven la mayoría de sus pobladores.


Hizo el servicio militar en la Fuerza Aérea, fue destinado a Córdoba.
Aquí, en El Palomar, Arlt es el
último de la derecha.

Hacia finales de la década de 1930 escribe también en El Mundo crónicas y comentarios periodísticos. Después de haber publicado sus notas en una sección que llama Tiempos Presentes pasa a expresar su preocupación por el ascenso del nazismo y el comienzo de la Segunda Guerra Mundial; ya que no ha sido enviado como corresponsal al escenario bélico europeo lo hace en una columna que llama irónicamente Al margen del cable.

Si bien Arlt se queja de no tener el tiempo suficiente para escribir sus cuentos y novelas, le debe al periodismo la posibilidad de ser reconocido públicamente como escritor. En las décadas del 20 y el 30, los escritores ocupan un lugar de cierto protagonismo en la sociedad que se expresa en la prensa escrita. En una de sus aguafuertes, Arlt reflexiona sobre las condiciones del buen periodista y afirma que para ser buen periodista es necesario ser buen escritor («Para ser periodista», El Mundo, 31 de diciembre de 1929).


Arlt novelista

Junto a su actividad casi absorbente de su trabajo periodístico, Arlt logra reservarse cierto tiempo para escribir las novelas que alcanzarán a ser consideradas como las más representativas y centrales de su trayectoria literaria. En 1929, sale la primera edición de Los siete locos (Editorial Latina), al año siguiente una segunda edición en Claridad y, en 1931, da a conocer con el título de Los lanzallamas la que es, en realidad, la segunda parte o la continuación de Los siete locos. En el mismo año de 1931 sale la tercera edición de Los siete locos en Claridad.


Noticia del fallecimiento de Arlt, publicada por el Diario "El Mundo", donde laboraba.

En ese breve período logra expresar lo más importante de su producción novelística y, especialmente, con Los siete locos y Los lanzallamas -esta larga novela en dos partes, compleja, desmesurada, hiperbólica- profundiza su visión crítica y escéptica del mundo, desarrolla los temas principales de su literatura, sitúa su acción, como en El juguete rabioso, en el ámbito urbano y suburbano de Buenos Aires, escenario en el que se ubican esos personajes de la clase media pobre de este ámbito, e incorpora de un modo amplio y original su lenguaje coloquial y palabras del lunfardo porteño.


Esos temas principales son, por cierto, la locura, la marginalidad, la humillación, la conspiración política, la traición, la invención técnica, que no sólo pueden encontrarse en sus novelas, sino también en sus cuentos, aguafuertes y piezas teatrales. Es decir, que atraviesan distintivamente toda su obra literaria.


Otros textos de reflexión literaria son también algunas Aguafuertes que Arlt publica en El Mundo dedicadas a reflexionar sobre el estado de la novela, y en las que expone también sus cuestionamientos a la narrativa que adhiere a los postulados estéticos del realismo tradicional. Hacia 1941 varios escritores objetan los presupuestos estéticos de la novela contemporánea. Arlt coincide con ellos y contribuye a este debate publicando algunos artículos en El Mundo.


La novela actual carece de aventuras porque el novelista profesional, aunque parezca una paradoja, carece de profesión16, afirma en uno de ellos. Para el escritor un factor determinante de la decadencia de la novela reside en que los escritores crean personajes muy estáticos y se olvidan que la acción narrativa es fundamental. En este aspecto, Arlt afirma que sin una acción bien definida no podemos determinar la constante psicológica del personaje.


Afiche promocional del film argentino basado en "Los Siete Locos" y "Los Lanzallamas" (1974)

Si bien Arlt se convierte en un novelista exitoso, sobre todo por las reediciones y el reconocimiento de la crítica que recibe por Los siete locos, no le va tan bien con Los lanzallamas. Pese a que la reedita a los pocos meses de su publicación, no tiene una buena recepción crítica. Es probable, como señala Saítta, que de algún modo su prólogo «Palabras del autor», incluido en ese libro, sea la causante de algunas críticas que le responden y cuestionan sus opiniones manifestadas en ese texto. Esto se suscita principalmente en la crítica que firma Lisandro Alonso sobre este libro en la revista Megáfono (n.º 10, junio de 1932).


Partida

Casa donde vivió en el barrio de San José de Flores de Buenos Aires

Ningún ser humano obviamente puede prever la duración de su vida. Un escritor, por supuesto, es partícipe de tal condición. Arlt, lamentablemente, sólo alcanzó a vivir hasta los 42 años.

No obstante, dejó una obra narrativa inmensa, un mundo ficcional inolvidable, una poética literaria que se incrustó como un paradigma renovador en la literatura argentina del siglo XX. Como llegó a especular imaginariamente David Viñas, en el postfacio a la edición de los Cuentos Completos (2002) de Roberto Arlt, el escritor en los años previos a su muerte, en el esplendor de sus reconocimientos críticos y del público, podría haber reunido en otros libros los numerosos cuentos publicados en diarios y revistas y haber armado otros tantos con la inmensa cantidad de sus aguafuertes y los textos que habían aparecido en esos medios gráficos.

Sin embargo, la muerte le llegó sin aviso a la madrugada del domingo 26 de julio de 1942, en la cama con su mujer.


Pasó del sueño, al que tanto le temía, ya que muchas veces no podría dormir sin una luz encendida, al sueño eterno.

Su último día había sido tan rutinario como un día cualquiera. Al atardecer, después de escribir su última aguafuerte, salió del diario El Mundo, asistió a la puesta de una obra en el Teatro del Pueblo, pasó a votar en las elecciones del Círculo de la Prensa, antes de regresar a su casa.


Al día siguiente, ya en el sueño perpetuo, no podría leer su último texto, el que aparecería publicado en el diario que había trabajado tantos años, casi como una ironía con el premonitorio título «El paisaje en las nubes».

Escribe: Carlos Dámaso Martínez*

*Escritor, doctor en Letras y profesor universitario (Crítica de Artes - Universidad Nacional de las Artes, Buenos Aires, Argentina).

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