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Sobre "Cuento contigo", de Carlos Villegas


Escribe: ANDRÉS MAURICIO MUÑOZ


Tal vez una de las premisas en las que poco se repara tiene que ver con el hecho de que la literatura es un artificio. El escritor es un arquitecto que construye a partir de la imaginación, modulando su obra tomando como herramienta de trabajo el lenguaje. O también un mago, que dispone con devoción genuina ciertos elementos sobre su mesa de trucos, algunos ocultos y otros a la vista del espectador, ansiando producir un efecto después de hacer visible lo que debe serlo y escondiendo lo que debe ir al bolsillo sin que nadie lo perciba.

Me parece importante hacer esta claridad porque quienes se acerquen a Cuento contigo, de Carlos Alberto Villegas Uribe, no encontrarán un libro de cuentos; por lo menos no una compilación de relatos sueltos, aunque tampoco una que reúna cuentos atados entre sí por un hilo conductor temático o estilístico, una misma mirada o una preocupación que lata bajo las costuras.


Sí encontrará, en cambio, cómo el autor pone de manifiesto un proceso de construcción de una obra, una experimentación a la que se entrega con rigor, como quien pule una piedra con vehemencia a la espera de advertir una textura diferente, una nueva anatomía, una posibilidad estética cansada de ser tan solo una insinuación.


Sabemos que hay escritores que se entregan al género desde lo convencional, con apego a lo clásico, dejando que sus pasos recorran caminos harto transitados, asistidos tal vez por la certeza de que en algunos senderos vale la pena husmear un poco más. Otros autores, sin embargo, se aventuran con arrojo a la experimentación, escudriñando voces, estilos y estructuras, con la secreta esperanza de hallar por fin una identidad desde donde proyectarse hacia el olimpo de las letras.


En Cuento contigo, sin embargo, encontramos un poco de las dos alternativas. El autor parte desde la forma tradicional de contar, dibujando atmósferas, insinuando personajes e hilvanando historias que sean en sí mismas los cimientos para posibilitar otros ámbitos inexplorados de lo real, mitológico, erótico o fantástico. Así las cosas, cada uno de los cuentos tiene una justificación dentro del armazón que sostiene un proceso de construcción; una suerte de metaliteratura en la que se nos hace partícipes de esa exploración de las formas, los relieves y la arquitectura.


Este proceso alcanza su clímax hacia el final del libro, donde se nos revelan las entrañas de una técnica, apelando a los cuentos Mibonachis que alguien podría juzgar de lúcidos, pero también de alucinantes o simplemene desquiciados. Y todos tendrían la razón.

Estos relatos nos muestran los entresijos de una técnica lúdica de escritura creativa que se basa en la progresión matemática de Fibonacci.


Carlos Alberto Villegas es un escritor devoto pero también un académico que ha hecho estudios de maestría y doctorado en torno a la escritura.


Tal vez eso explica este ejercicio. Es posible que la verdadera literatura anide ahí, en esos devaneos que él hace con el género; pero de pronto no, nunca se sabe. En esto nunca se sabe.


(El presente artículo fue escrito originalmente en "La Crónica del Quindío" y publicado con el consentimiento de la persona a la cual se le dedicó)

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