Escribe: JAMES LLANOS GÓMEZ*
El arte místico, es la conclusión de la búsqueda del artista en el poderoso mundo de la conciencia, concentrado con su insondable creencia de que existe un mundo superior, divino y celeste, donde habita lo inmaculado y pacífico.
El Arte Religioso, es un capítulo de códigos para la conciencia, donde se piensa y se representa finalmente el inconsciente de sí mismo, en piezas que relatan lo relacional, por medio de diferentes temáticas de la vida, alrededor de Jesús (un Cristo redentor), una historia en plenitud del pensamiento del hombre, bajo su túnica y las campanas en el cenit.
¡La devoción y la vida en el mundo de la fe! El arte en esta temática pinta, limita y dibuja, la deuda del mortal con su vida anímica y liosa, errática que finalmente, prima sobre todas las cosas, pero que, el mismo mundo de la estética hace una extracción cristiana, la calma, la encamina en la búsqueda de la horizontal quietud. Los límites entre la vida y la muerte.
Las piezas de esta exposición construida con patrimonios, colgadas en los muros estratégicos, espacios que reverberan luz para el devoto y personas que aman el mundo del arte de época, muestran la conexión del artista con el gusto del acto de la religiosidad, en este montaje sale a relucir la magia del credo como evidencia en la existencia de Cristo, su marcha, su vicisitud en las diferentes fecundaciones de cristianos; el espectador del mundo contemporáneo, que camina en el filo de la fluidez, rápido y caprichoso.
Las pinturas, esculturas, textos y numismática, como relatos que despierta la imaginación del observador: el color brillante y de gamas armónicas, lenguajes de la proporción aurea o el punto dorado, aquel que pone y coloca cada cosa, cada drapeado, aureola, volúmenes que diseñan las miradas con el brillo de la misericordia, del perdón, de la belleza que consagra el mundo de la libertad.
El cuadro de Gregorio Vásquez, de Arce y Ceballos, lo muestra como un elegido del mundo celestial que entrega cada siglo, lleno de dones y mucho talento, la anatomía de Alonso Loaiza, entre atmósferas y contorsiones, que redimen el dolor y lo metaforizan con un erotismo total, asimismo la fuerza escultórica del gran maestro Rodrigo Arenas Betancourt, sus cristos prometeos de texturas volcánicas, que no rugen sino que grita en su cruz rota y poligonera con su ovalo de sabiduría, un cristo vivo, el hombre libre, destacando la labor y el espíritu, en los tiempos del desgaste del metal, en esta exposición, se vuelve a nacer a partir de la hipótesis del arte bello, buscando la verdad en la conciencia.
Un agradecimiento especial a:
Sandra Iveth Mejía, José Bedoya, German Ossa, Ronald Holguín, Menhelberch Rendón, Eduardo Villegas, al Archivo Municipal de Pereira, al Obispo de la Catedral Nuestra Señora de la Pobreza, al Padre Nelson Giraldo Mejía, y a Juan Jiménez entre otros, que prestaron de su colección privada, estas piezas que hoy tenemos sobre la estela del rojo bermellón, el color de la vida, asociado con la sangre y la eternidad. Vuestro honor de leer lenguajes plásticos que datan desde el siglo XVIII, hasta nuestros días, es una línea delgada de la exquisitez, en el mundo del arte universal.
Comité Curatorial: James Llanos Gómez - Daniel Cadena Arango - Eduardo Villegas
*Pintor, artista plástico y uno de los artistas más relevantes a nivel nacional.
Curador de la Sala "Carlos Drews Castro".
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