El duendecillo que me extravió las gafas hace unas semanas, hoy me las regresó. En verdad fue esa parte de mí, que tiene miedo de escribir y prefiere pasearse por el jardín. Suena muy aristocrático decirlo así. Llegué a una finca deshabitada, después de seis meses, el jardín empezó a restaurar el alma de la casa y también mi propia existencia. Pero eso ha implicado esfuerzo, una necesidad de adentramiento en las entrañas de la tierra, del amor a las cosas simples, a las soluciones lentas y secretas.
La sentencia de Roland Barthes “la lengua no es de derecha, ni de izquierda: la lengua es simplemente fascista”, resuena en mí, como en su momento lo hizo con el discípulo de Gilles Deleuze, Edgar Garavito, quien plantea cómo la vida, debe entrar en el lenguaje, pero entrar no como una víctima, sino como un tercero excluido triunfal en relación con los poderes tradicionales del lenguaje. Entonces es inevitable pensar en disponer de nuestras reservas creativas para nombrar el mundo, desde unas aberturas de la realidad, regidas por leyes distintas a aquellas que quieren perpetuar las lógicas mayoritarias.
Hace unos días me visitó la hija de una amiga, quien vive en Berlín hace más de 25 años, todavía estoy desentrañando, el impacto emocional y espiritual, que tuvo ese encuentro, ese advenimiento. Un nuevo telón conceptual, perceptual, afectivo y sensitivo se desprendió con la presencia de aquella joven, sobre la Androginia, pese a haberla abordado en algunas de mis dramaturgias. “La diferencia entre los sexos es más profunda, los trajes siguen siendo varones y mujeres, mientras que el sexo oculto es lo contrario de lo que está a la vista, de las complicaciones y confusiones, todos tenemos experiencia.” Propone Virginia Woolf, en su obra Orlando, sin duda, un referente en este asunto trascendental.
Al ver a esta singular mujer, migrante en Alemania, hoy a sus treinta años, responder con la reverberación de su cuerpo, para desobedecer a esas lógicas totalitarias, homofóbicos, racistas, sexistas, con su decidida oscilación entre lo masculino y femenino; me pareció sorprendente su encumbrada rebeldía, precisamente como una respuesta a esa cultura euro centrista.
Antes de su llegada, disertaba sobre el oficio de escribir, sin ese perturbador tono del lenguaje hegemónico, sobre todo después del acercamiento a la obra de Mario Mendoza: leer es resistir,obra que destila una pasión avasallante del autor por sus lecturas. Todas las columnas de la biblioteca de Alejandría, las sagas de terror, los mundos paralelos y bajos mundos en su cabeza ¡Admirable!. No hay duda.
En el entretanto, la grata visitante, me obsequió el libro de Gloria Anzaldúa, Bordelans/, la frontera: “Tendré mi propia voz. India, española, blanca. Tendré mi lengua de serpiente, mi voz de mujer, mi voz sexual, mi voz de poeta. Venceré la tradición del silencio”. Si. Mi propia voz. Sin prisa. Mi voz sincopada, libertaria, lunaria, luminosa, sombreada, vacilante. Mi voz negra, mestiza, entrecortada, tartamuda, cuarteada, herida, fruncida, como las flores de un jardín abandonado y su extraordinaria capacidad de restaurarse para preservar la fuerza del mundo. Quiero como dice Hypatia de Alejandría: “conservar el derecho a reflexionar porque incluso, el hecho de pensar erróneamente es mejor que no pensar en absoluto”.
Entendí, entonces, porque al leer el libro de Mendoza, necesité una grieta para desarticular esa sensación de saturación, de asfixia inexplicable que me había dejado. Se trataba de su tono: compulsivo, desesperado y obsesivamente masculino.
Vuelvo al jardín, lugar donde por las resquebrajaduras de mis manos, a través del contacto con los sustratos puedo franquear zonas invisibles de mis pensamientos. La joven partió, con su desparpajo viril, su ternura, su belleza, la fuerza de su danza, Ballroom/oldway, sus búsquedas artísticas, su exquisita, saludable y erguida insubordinación a esas leyes visibles y furiosas, que levantan muros y tenazas, dejando en mí una suerte de talismán para resistir.
(Publicado originalmente en el portal EL OPINADERO
y transcripto por expresa voluntad del autor)
Escribe: ALEIDA TABARES MONTES*
*Escritora, poeta y destacada actriz teatral
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