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ANDREA GABRIELA NIKODEM

Tita, infancia y algo más


Laura Ana nació el 11 de octubre de 1904 en un conventillo
de San Telmo en la calle Defensa al 700.

Santiago Merelli, un cochero de Mateos (antiguos carruajes fileteados tirados por caballos que en Buenos Aires, brindaban paseos a los turistas por algunos barrios) anotó a la pequeña como su hija, ya que supuestamente la mamá de Laura Ana era menor de edad y no quería o no podía hacerse cargo.


La niña tenía solo siete meses cuando su padre de solo treinta años murió.



Cuando tenía cuatro años de edad apareció en la vida de Laurita su legítima madre: Ana Gianelli, pero la felicidad de la pequeña parecía siempre escapársele de las manos.


Una de sus primeras fotos promocionales

Era muy evidente que esos primeros años, cuando se forman vínculos que continúan a lo largo de la existencia no habían existido entre Laura y su madre y al poco tiempo, llevó la niña a un asilo y la internó porque debía trabajar y no podía cuidarla.


De grande y ya consagrada como actriz y cancionista, Tita recordó que ahí conoció el hambre, el miedo y la vergüenza.


“Tuve una infancia muy breve. La infancia del pobre siempre es más corta que la del rico”, dijo alguna vez…


Años más tarde se cambió el apellido de Merelli a Merello.



Tita surgió como fenómeno del tango y el cine allá por los años 20. Azucena Maizani, Libertad Lamarque, Ada Falcón , Rosita Quiroga y Mercedes Simone fueron las otras grandes del 2×4 y las precursoras que marcarían el camino de todas las tangueras que llegarían años más tarde.


Primeros pasos en su camino al éxito



Fue protagonista de la película "Tango!" (1933) de Luis Moglia Barth (1903 - 1984), el primer film sonoro del cine argentino

Tita inicia su carrera artística en un teatro del puerto llamado “Ba ta clan” como corista. De allí, probablemente, proviene el término "bataclana" para referirse a mujeres que actuaban o trabajaban en cabarets.


Entre su público se encontraban, marineros, inmigrantes, chorros, estafadores, delincuentes y marginales. Eran verdaderos antros y Tita, como todas las mujeres o su gran mayoría, trabajaban en estos "teatros", tan mal vistos socialmente, meramente por necesidad. Había que callar los quejidos del estómago, cuando los crujidos del hambre vociferan en las noches desde dentro del cuerpo y no había lugar para delicadezas a la hora de ganarse "el pan de cada día".

Su persistencia, tenacidad, el carácter que había desarrollado a fuerza de desventuras constantes, casi desde el momento en que pisó este mundo, le enseñaron a no bajar los brazos, al menos, no por mucho tiempo. Es así que logra con muchísimo esfuerzo y tocar de puertas, debutar en el teatro Avenida.



Conoció a Simón Irigoyen, (emparentado de algún modo con el ex presidente argentino Hipólito Yrigoyen) y fue Simón quién le enseñó a leer y escribir.


¡Tita tenía tanto hambre de gloria! Se resistía de tal manera a aferrarse a un hombre para subsistir como era común en aquél entonces y aguantar lo que fuere necesario por la necesidad imperante de techo y comida, que bastó con ponerse un objetivo delante para ir directo hasta conseguirlo.


Fotaza, a la izquierda de
Carlos Gardel (1890 - 1935)

Aprender a leer y escribir hizo que mejorase notablemente sus presentaciones y llegó a ser corista en la revista Nacional, el sueño de muchas aristas en aquél entonces. Allí se la comenzó a conocer con el apodo de la “Vedette rea”.


Su paso por "La Revista Nacional" la catapultó al Maipo que era el pináculo que todas las estrellas debían conquistar para poder considerarse como tales. Ahí es donde canta por vez primera un tango: "Trago Amargo" con música de Rafael Iriarte.


Paradójicamente la letra de Julio Navarrine, habla de una madrecita amorosa, presente que comparte con su hijo un matecito alrededor de un fogón y empatizan con el dolor que aqueja al hijo por un amor ingrato. Una mamá amorosa, una mamá de verdad, lo que jamás tuvo nuestra querida Tita.



Pero, mejor recordemos la letra:


"Arrímese al fogón, viejita, aquí a mi lado

y ensille un cimarrón para que dure largo;

atráquele esa astilla, que el fuego se ha apagado,

revuelva aquellas brasas y cebe bien amargo;

alcance esa guitarra de cuerdas empolvadas,

que tantas veces ella besó su diapasón,

y arránquele esa cinta, donde la desalmada

bordó, con sus engaños, mi gaucho corazón.


¿Usted lo recuerda, madrecita santa,

cómo la quería, cómo yo la amé?

¡Que he dado mi vida, mi daga y mi manta!...

Y, sin embargo, madre, la ingrata se fue...

Apague esa leña, que mi vista daña...

Los ojos me lloran... Yo no sé por qué...

Pues quiero olvidarla, ahogándome en caña,

y quiero estar cerca, cerquita de usted...


No llore, madrecita, no aumente más mi pena

y séquese esas lágrimas que me hacen tanto mal…

Y cébeme otro amargo... Y ponga yerba buena

que, mientras, yo a la caña le pongo otro bozal...

Después, cuando la noche envuelva los bañados

y se oiga, allá, a lo lejos, el toque de oración,

inclínese a la Virgen de los Desamparados

y a mi pobre guitarra colóquele un crespón"…



La Actriz…


Estatua suya en el
Pasaje Carlos Gardel
del barrio Abasto de Buenos Aires

Tita fue la actriz de la primer película sonora del cine argentino: ¡Tango! Se estrenó el 27 de abril de 1933 y se grabó con sistema óptico: el sonido se imprimía en la misma película fotográfica donde se registraban las imágenes.


A partir de entonces interpreta diversos papeles mayormente como comediante, aunque en la película "La fuga" de 1937 realiza una gran actuación dramática.


La llegada del éxito


Atrás habían quedado la miseria, el hambre, el anonimato, era una mujer exitosa que había logrado todo a fuerza de pulmón. Pudo haber sido analfabeta por el resto de su existencia, pero aprendió a leer y escribir a una edad que cualquiera hubiera desistido.


Pudo ser una mendiga más en las calles, una prostituta, ladrona, timadora, todo lo que en la extrema pobreza se aprende rápidamente. Sin embargo salió del fango, se enjugó las lágrimas, superó el resentimiento del abandono, se decidió a triunfar y ¡vaya si lo logró! Por eso es un caso digno de ser recordado. Tita Merello es el paradigma de la superación y la resiliencia, con el mundo en contra pero con firme determinación. La manifestación de los sueños que esperan la llegada de una persona templada para hallar su concreción y la realización tangible del ya trillado cliyé "sí, se puede" .



Palabras sobre su propia fortaleza


Acompañada del actor,
Luis Sandrini (1905 - 1980), el amor
de su vida que no pudo ser

“Yo me revestí. Me hice un vestido para pelearla a la vida de prepotente. Pero te darás cuenta que soy un perrito. Yo debo haber sido en otra generación un perro porque me dan ternura y muevo la cola. He vivido toda la vida añorando ternura que es el mejor de los sentimientos porque comprende amor y pasión. A mí me tratan bien y consiguen de mi cualquier cosa. La vanidad, la estupidez, la prepotencia, no sirven para nada”. (Tita Merello)


Cancionista, actriz, escritora, perseguida política y humilde de corazón.


Participó en teatro, televisión y en radio: triunfó, triunfó y triunfó.


En el año 1972 publicó el libro "La calle y yo" con relatos y cuentos que realmente son retazos autobiográficos.


Participó en el elenco del teatro Astros en el año 1976.


Sufrió la censura en los años siguientes por su simpatía con el gobierno peronista y lógicamente nos privaron de su talento por un buen período.


Tita Merello en 1938

Retornó al cine en 1980 en el film “Los Miedos”.


Tita encarnó como nadie a la típica morocha argentina, una arrabalera temperamental y provocadora.


Realizó interpretaciones superlativas de Pipistrela, Arrabalera, Se dice de mi y tantos otros, y ocurre que en realidad, muchos tangos reflejaban una parte de su propia vida.


Su humildad quedó plasmada cuando al cumplir 95 años dijo:


“A todos, gracias por creer que yo fui algo más de lo que soy”.


El amor


Merello (centro) con su medio hermano Pascual Anselmi (izquierda) y su madre Ana.

Tuvo un único amor, fue Luis Sandrini a quien conoció en el film ¡Tango! (ya mencionado en esta semblanza) años más tarde tuvieron un romance del que todos sabían pero hacían "la vista gorda".


No existía la plaga del periodismo chatarra tan normalizado en la actualidad que se dedica a entrometerse en la vida privada de los famosos como si algo positivo nos dejara.

Se escribían cartas, se enviaban flores, era un noviazgo normal entre dos personas corrientes con un trabajo diferente.



Con los años se deterioró la relación y afloró el carácter áspero de Tita forjado en las calles. También renacieron sus inseguridades: la necesidad de amor, ternura y contención, de quien no tuvo eso ni siquiera de la madre, hicieron aparecer sus celos, Sandrini no era dueño de tener ni una amistad con cualquier otra mujer, que era suficiente para que se desatara un infierno.


Tita Merello escogiendo su vestuario (1930)

Cuentan que fue la actriz Malvina Pastorino quién lo enamoró y alejó definitivamente de Merello y aunque solo fue un rumor de pasillos, lo cierto es que Luis y Malvina, se casaron en Uruguay en mayo de 1952.


Aunque siempre rehuyó a hablar sobre el tema escribió un tango que es el grito desgarrador del sufrimiento que le provocó la ruptura con Luis: "Llamarada pasional" con música de Héctor Stamponi que estrenó en 1960.



Tita era cancionista, no letrista como algunas de sus pares, pero en la pluma y el papel pudo derramar todo su sentir, las lágrimas que la hubieran atormentado el resto de sus días de no haber librado el menoscabo de su alma en este hermoso tango canción:


"La voz de un hombre me persigue en el recuerdo...

En el recuerdo tormentoso del ayer,

Era una voz que suplicaba a mi conciencia:

¡Que fuera buena!... ¡Que lo quisiera bien!...

Son mis sentidos que te gritan que regreses

Es mi tormenta la que aflora con tu voz,

Es llamarada el quererte y no tenerte

Saber que late, para ti, mi corazón.

¡Llamarada!...

Es oír desde las sombras

Esa voz que a mí me nombra,

Que la busco y que no está.

¡Llamarada!...

Es sentir sobre mi boca

Todo el fuego de tu boca,

Que me quema y que se va...

¡Llamarada!...

Es oírlo que me nombra...

Y es correr tras una sombra,

¡Imposible de alcanzar!...

Estoy pagada con castigo al recordarte...

Mi sangre grita que me quieras otra vez,

Temor de vida que se escapa con el tiempo

Y no tenerte de nuevo como ayer...

Es llamarada recordarte con la sangre

Saber que nunca, nunca más ya te veré,

Mirar mis sienes que blanquean y detienen

Con mil recuerdos esta angustia de querer.

¡Llamarada!...

Es oír desde las sombras

Esa voz que a mí me nombra,

Que la busco y que no está.

¡Llamarada!...

Es sentir sobre mi boca

Todo el fuego de tu boca,

Que me quema y que se va...

¡Llamarada!...

Es oírlo que me nombra...

Y es correr tras una sombra,

¡Imposible de alcanzar!..."


Bellísimo ¿Verdad?...


Tita Merello retratada con su perro Corbata hacia fines de los años 1970

Sabia, consejera, decidida, luchadora, a nuestra querida inigualable ”Tita de Buenos Aires” los afectos cercanos, los que realmente hacen falta cuando la noche aprieta, esos que son nuestro último pensamiento antes de ir a dormir por las noches y los primeros que llegan con la luz de un nuevo día, esos le faltaron. El amor de un padre, una madre, un esposo, un hijo…


Solo el amor del público, del pueblo… ¡Como si la naturaleza se esforzara en compensar tanta carencia económica y afectiva!



Tita Merello murió a los 98 años un 24 de diciembre de 2002.


Durante sus últimos años

Internada desde hacía muchos años en la Fundación Favaloro, donde debido a su delicado estado de salud y avanzada edad, estaba alejada de los escenarios, de su público, murió sin el amor de los vínculos cercanos, pero vivirá eternamente y cada vez que se suene un tango volverá viva para siempre en la memoria de los pocos que seguimos amando la música popular del Río de La Plata.


Me gusta pensar que hoy está en un mundo mejor. Que hace todo lo que le quedó pendiente y que está unida para siempre, llena del amor de su mamá, como la letra del primer tango que interpretó y junto al padre que la vida le arrebató tempranamente. Con ellos, su carencia más evidente. Carencia que selló su destino y que paradójicamente, hizo que Laura Ana Merelli, en defensa propia, pariera a la inigualable Tita de Buenos Aires, la que recordaremos siempre como un emblema inmortal de la canción de Buenos Aires.



Escribe: ANDREA GABRIELA NIKODEM*












*Poeta y escritora, oriunda de Gualeguaychú (Entre Ríos), Argentina. Creadora del programa radial "Entre vos y yo", el cual modera en FM Spacio 104.7 de su ciudad natal.

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