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Arcón Cultural

Conociendo a Mario Breuer


Tengo el agrado de presentar al ingeniero de grabación Mario Breuer el mismo fue el ingeniero de grabación del disco de Estado Mayor Conjunto, banda hardcore de los años 90. Con una amplia trayectoria como ingeniero de grabación de muchísimos artistas famosos; ¿qué más hablar con alguien como él?


Su nombre es marca registrada detrás de miles de discos desde los años ochenta hasta la actualidad. Charló sobre su método, su relación con los artistas y la música; y cómo ve el rock en la actualidad.


La enorme obra de tantas décadas de rock son todo un orgullo en Argentina. Rápidamente brotan canciones y discos de nombres y bandas que ya son parte de la cultura popular no solo en nuestro país sino también en toda Latinoamérica y los países hispanos.

No hace falta más que repasar discos geniales de Charly García, Luis Alberto Spinetta, Fito Páez, Patricio Rey y sus Redonditos de Ricota, Sumo, La Renga, Andrés Calamaro, Soda Stereo, Gustavo Cerati, Los Fabulosos Cadillacs o León Gieco y muchísimos otros nombres de una lista casi interminable. Pero lo que es menos conocido es que detrás de muchos de esos discos estuvo uno de los ingenieros que definió el sonido del rock desde los años ochenta y que, a su modo, lo sigue haciendo en la actualidad: Mario Breuer.


Breuer es ingeniero y productor discográfico con una experiencia casi inalcanzable no solo dentro del rock, el ámbito donde se hizo más conocido y es toda una marca registrada, sino en otros géneros como el folclore, la música brasilera y hasta el cuarteto.


Reúne créditos en más de 2.500 producciones y desde los años ochenta se convirtió en una de las principales avenidas del sonido del rock nacional como ingeniero en los Estudios Panda; muy ligado a Charly García, pero también con una labor destacada en discos de Spinetta, Fito Páez, Andrés Calamaro y Los Redondos.

Radicado en las sierras cordobesas desde hace unos años, en la tranquila localidad de Agua de Oro, con 65 años sigue vigente en su trabajo (ahora con mucho de modalidad a distancia) y dejando su "huella sonora", como él lo llama, en los discos de muchísimos otros artistas y grupos más nuevos que lo convocan. Breuer subraya que tiene un sistema de grabación que no negocia: grabar con todos los músicos juntos en el estudio y al mismo tiempo, en lugar de cada instrumento por separado.

En 2017 publicó su libro "Rec&Roll. Una vida grabando en el rock nacional", en donde cuenta sobre las historias detrás de muchos discos emblemáticos. En una entrevista con El Periódico, se explayó acerca de su método para grabar, su relación con los artistas y la música; y qué cosas considera fundamentales a la hora de encarar un nuevo proyecto.

Usted como ingeniero cumple un rol técnico, pero al mismo tiempo está grabando arte. Algo que pasará a ser parte de la realidad de miles de personas una vez que sale a la calle y hasta de canciones que le cambian la vida a muchas otras. ¿Piensa en todo eso cuando está grabando?

Sí, es fundamental. No te voy a decir que es lo primero que pienso, pero hay ciertos conceptos que aplico de manera global en mi trabajo y otros que aplico de manera particular para cada artista, cada disco o cada canción en particular. Si estoy trabajando con un grupo y se decide hacer un disco más crudo o todo lo contrario; después cada tema tendrá su tratamiento. Pero tengo algunas leyes básicas: soy un productor e ingeniero al que si viene una banda y le dice que quiere grabar un disco todos los instrumentos por separado, y después editarlo y dejarlo todo perfectamente sincronizado, yo no hago eso. Para mí es condición sine qua non que el grupo toque de una sola vez. Hace poco grabé con un grupo folclórico santiagueño muy importante que se llama El vislumbre del Esteco. Grabamos un disco de 15 temas, una cifra rara hoy, y casi toda la música la grabamos el primer día, en el segundo las voces y algún que otro overdub de percusión y teclados. En dos días grabamos el disco.



¿Por qué elige grabar así?

Por muchísimas razones, pero una de las principales es por esto que dijiste antes: tratar de emocionar a la gente, de generar un cambio. Es una convicción mía de que a la gente le entra mejor la música y se va a emocionar más. Cuando la música es muy buena y está muy bien interpretada, no importa si grabaron todos juntos o uno por vez. Pero también emociona cuando se emocionó el artista o la banda y sale una toma buena. No se siente acá (se señala el oído), sino acá (muestra como si tuviera piel de gallina). Eso es lo que pretendo transmitir con mi método de grabar “all together, right now”.

Y de toda esa emoción en el estudio tiene que encargarse de transmitirla a la grabación. No es solo cuestión de saber dónde ubicar los micrófonos o mover perillas.

Me es más importante lograr ese sonido que generan todos los músicos juntos que tratar de ser pulcro o estrictamente técnico en la pureza del sonido de cada instrumento. Es más importante la tocada, ese sonido mágico de un grupo cuando tocan todos juntos.

Con Patricio Rey y sus Redonditos de Ricota.


Recién dijo que grabar 15 temas es una cifra rara hoy. ¿Lo dice porque hay músicos que parecen conformes con discos más cortos o lanzar uno o dos temas cada tanto?

Hoy hay una costumbre de muchos artistas de grabar un tema o dos, colgarlos, pasan unos meses y hacen otro tema. Después pasan seis meses y hacen un tema o dos más, pero ya en otro año. Los temas empiezan a despegarse de los anteriores, y cuando tienen unos 10 temas ya tienen poco que ver unos con otros. Yo entiendo el hecho artístico o la obra de un solista o una banda lo que antes se llamaba el LP, un conjunto de temas que representen un periodo de componer, armar, producir y darle forma a un disco que va a tener una columna vertebral, cosas en común, una estética o una temática que tenga alguna inspiración. Algo que haga que el disco tenga una unidad. Eso hoy parece un gran éxito porque no se está logrando. Cuando alguien me manda material para escuchar, empiezo a investigar al artista y si veo que sacó un tema en enero de 2021 y el otro en marzo de 2022, no me dice nada. No me gusta grabar simplemente por sacar un buen sonido. Yo quiero generar un cambio en el artista con el que estoy trabajando. Siempre lo hice así, en algunas oportunidades lo logré y en otras no. Que ese disco que estoy haciendo le sume a la carrera del artista, me importa eso. No solo prestar un servicio.


"Hoy hay una costumbre de muchos artistas de grabar un tema o dos, colgarlos, pasan unos meses y hacen otro tema. Después pasan seis meses y hacen un tema o dos más, pero ya en otro año. Los temas empiezan a despegarse de los anteriores"

En su libro Rec&Roll habla de un compromiso y una actitud de los artistas en los años ochenta a la hora de grabar un disco. Hoy grabar pareciera que se volvió algo más cotidiano y simple, o incluso se puede sacar un tema y al año otro.

En la década del 80 se grababa sin red. Mis primeras grabaciones eran en un grabador de ocho canales, después pasé a un estudio con un grabador de 16 canales, que luego compró uno de 24 canales. Solo para que te des una idea, el Pro Tools que uso ahora tiene más de 700 canales. En algún momento un artista me mandó una grabación de un tema que tenía 140 canales. Antes yo tenía 24 pistas, de las cuales a veces la 1 y la 24 estaban dedicadas a sincronismo y automatización, con lo cual quedaban 22. No teníamos posibilidad de grabar las tomas, como se hace hoy. Por ejemplo, la voz iba en el canal 22, entonces si había que repetir la toma, yo tenía que borrar la anterior. Hasta que en un momento yo decía esta toma estuvo buena, guardémosla, y si el artista estaba un poco cabezón, como podía pasar, decía que grabemos otra de nuevo. Y a veces pasábamos a otra etapa peor y se perdía el otro momento que estaba bien. Entonces había que hacer las cosas con mucha seguridad. He visto millones de veces borrar temas enteros porque el artista pensaba que lo podía hacer mejor y no se podía guardar como ahora.


Andrés Calamaro fue otro de los que lo prefirió detrás de la consola de sonido.


Entiendo que tampoco había tantos estudios caseros con tan buen equipamiento tecnológico como ahora.

Había un tiempo limitado y hoy la mayoría de los artistas hace parte de la grabación en un estudio profesional y el resto lo hace en casa, las voces o los overdubs en el estudio personal. Hay tiempo, nadie me presiona, me tomo el tiempo que quiero porque el estudio es mío. Y en esa época no era así, la compañía discográfica decía tenés tanta cantidad de horas para grabar el disco y se acabó. En la década de los 80 en el rock además nos estábamos jugando una ficha importante, porque hubo una guerra y se estableció que los medios públicos no podían emitir música anglo, todo tenía que ser en español. Empezaron a pasar rock, a Baglietto, a Charly, a los Abuelos, Virus o Soda. Había que cimentar mucho porque había pasado de ser un movimiento under a uno profesional. Como decía Charly: “Ey man, Aprovechemos este momento porque no va a durar mucho, pero mientras dure disfrutémoslo”. Finalmente terminó durando décadas la hegemonía del rock. El rock sigue vivo y latiendo, muchas de las músicas de las músicas que suenan tienen su sello.



En su libro también cuenta experiencias junto a músicos muy reconocidos. ¿Tuvo que aprender a entenderse con ellos más allá de lo que pasaba en el estudio? ¿puede un buen técnico grabar un buen disco si no se entiende con el artista?

No, de ninguna manera, no se puede. En algún momento pasó esto, cuando cada compañía discográfica tenía su propio estudio y el artista sí o sí tenía que grabar en ese estudio y le tocaba un técnico de grabación. Ya cuando el artista tenía una cierta fama y capacidad de negociación podía pedir trabajar con un ingeniero o productor. A mí me parece fundamental no solo congeniar, sino estar de acuerdo en la música y formar equipo. Soy un agradecido porque muchos de los artistas de los que trabajé me invitaron a ser parte del proyecto no solo apretando el botón de grabar y moviendo perillas, sino con la música. Me preguntaban: ¿todo bien o vamos de vuelta? De golpe yo me encontré trabajando con artistas que habían sido ídolos míos durante toda mi adolescencia. ¿Cómo hacés para decirle que esa toma no estuvo buena? Es difícil, tenés que estar involucrado con el proyecto. En un punto, tiene que dejar de ser tu ídolo. Algunos lo pedían y otros no tanto, algunos se la bancaban y otros no tanto. He tenido facilidad de conectar con muchos músicos, pero con algún proyecto no había conexión y les proponía otro ingeniero.


Su libro, Esa cercanía también le dio la oportunidad de conocer en la intimidad a muchos artistas muy reconocidos. Hay situaciones que son parte del anecdotario del rock que a usted no se las contó nadie porque estuvo ahí.

Me toca conectarme con los músicos en un momento de enorme intimidad para ellos. Cuando van a grabar su disco o cuando suben al escenario, el artista de alguna manera se tiene que desnudar y confiar en su propia esencia, en lo que hay dentro de él. Y el momento de la grabación de un disco es de mucha intimidad, como que quedan desnudos de alma para poder lograr la mejor performance. Me tocó estar en momentos íntimos y sensibles de mucha de esa gente. Hay que tener permeabilidad para entrar en confianza. Es fundamental poder hablar con el artista, decirles las cosas de la manera que sea necesaria y saber que nada va a ser malinterpretado, porque en la intimidad ya sabemos quién es quién en esa relación. De ahí que mantengo una relación de profunda amistad con muchísimos artistas, algunos muy famosos y otros no tanto.



¿Qué cree que está pasando con el rock hoy? ¿cómo ve el movimiento?

Me parece que el rock se mantiene como una sana costumbre. Ha cambiado mucho el paradigma del negocio y el consumo de la música, se ha sectorizado. En el medio se los llama nichos: el hardcore, el grindcore, el rock urbano, el rock inglés, el de Chicago, el australiano, etc. Son todos como nichos, y lo mismo pasa con el pop. Los estilos no son tan masivos. En general diría que los artistas emergentes de los últimos 10 años que hoy son masivos no van a serlo por mucho tiempo, en algún momento se van a achicar y ocupar un nicho que le pertenece. Me parece que ya no existen más estos artistas de proyección como pueden ser Los Fabulosos Cadillacs o mi amigo Andrés Calamaro que está por hacer una gira por España. Van quedando pocos de esos artistas que tienen carreras de décadas, que vienen del siglo pasado y que todavía están.


¿El rock sería entonces uno de esos lugares?

El rock es uno de los nichos fuertes, que no tiene la popularidad que tenía antes. Posiblemente dentro de dos años haya cambiado totalmente el estilo de un artista que hace que tenga miles de millones de vistas. Pero creo que el rock sigue vivo y siguen existiendo bandas. En Estados Unidos, Inglaterra, Australia y Argentina vamos a seguir consumiendo rock. La Renga está haciendo una gira con un show impecable y un sonido tremendo. Metieron 100 mil personas en Córdoba en el término de 10 días. El rock sigue teniendo mucho empuje, no sé si volverá a llenar estadios, pero sigue vivo, de pie y corriendo.

Con las nuevas tecnologías y modos de vida, escuchar discos de punta a punta y con atención parece algo del pasado. ¿Cambió su forma de escuchar música o sigue escuchando como antes?

No, de ninguna manera como antes. Yo antes escuchaba en un día tres o cuatro discos enteros, sentado. O ponía el disco y tocaba arriba. Hace 45 años que más de cinco días por semana estoy todo el día escuchando música y en algún momento aflojo. Escucho cuando arranco el día, de acuerdo a qué tengo que hacer. Si por ahí tengo que mezclar algo de folclore, pongo algún artista de folclore. Me siento y escucho con atención. Otras veces escucho cuando salgo a caminar y me pongo los auriculares. A veces sí puedo hacerlo, pero ya no tengo el tiempo de hacerlo como antes.


En su libro menciona que es optimista en cuanto a la calidad del sonido, con los servicios de streaming, con un sonido muy superior al del CD. ¿Pero qué pasa con la calidad de los equipos en los que recibimos la música?

Es difícil de decirlo. Desde que terminé el libro la mejora que hubo fue Tidal y hay algunos sitios más privados y particulares en donde podés escuchar música en 24 bits. Por supuesto, tenés que tener una buena conexión de internet. En las sierras, no me llega. Pero una cosa es la capacidad de audio que se entrega y otra la decisión del consumidor de dónde y cómo lo escucha. El que lo escucha con el teléfono o el parlante de la computadora, se está perdiendo un montón de música. Mucha gente no tiene una gran exigencia de cómo escuchar la música. Spotify es una plataforma de streaming que genera ciertas compresiones. ¿Lo hace pelota? Ni tanto. Pero en general, yo y mis colegas siempre trabajamos para aquellos que tienen un sistema de sonido un poco mejor. Tomamos en cuenta cómo va a sonar una mezcla en un parlantito bluetooth, pero más en sistemas de audio.


Luego de grabar con Nito Mestre.


A pesar de grabar discos con muchísimos artistas, usted siempre estuvo muy vinculado con Charly García, por el rol que ha tenido en la grabación de sus discos. ¿Cómo era trabajar con Charly en los 80 y los cambios que vinieron en los 90?

Me parece que es algo de todos los artistas, van teniendo su época y responden a lo que les pasa por dentro. Más que la música, Charly fue cambiando su vida entera. Él hizo de cada etapa una forma de vida. No sé si será así, pero me imagino que Jorge Drexler es un músico que come muy sano, que debe hacer gimnasia y una vida sana. Sus discos van cambiando, pero a él se lo ve siempre formal. Charly acompañaba con todo si iba a hacer un disco bestial, con lo que sea, con lo que tenga. Cuando hicimos La hija de la lágrima, todo se relacionaba con la lágrima de mercurio, con esa historia. En Charly es fácil reconocer qué pasaba con él si uno escucha sus discos. Por ejemplo, sus primeros dos discos solistas se ve un Charly más ingeniero, más despierto, pulcro y casi formal, un investigador. Sus primeros discos fueron muy premeditados, llegaba al estudio con todo muy sabido. A medida que fue pasando el tiempo, ese orden y sus costumbres se fueron desdibujando. Durante muchos años dormía todas las noches, pero hubo temporadas en que eran muy pocas las noches que dormía. Y eso tiene que ver con discos como Say no more, Cassandra Lange o La hija de la lágrima. En Parte de la religión, Charly estaba impecable, lo grabamos en 10 días en Buenos Aires. Y otros discos tienen sus delirios y caos.



¿Cuándo fue la última vez que pudo charlar con él?

Fue hace tiempo en casa, que vino a grabar una cosa para Nei Van Soria, un artista brasilero que es muy amigo suyo y de Samalea. Nei quería que venga Charly a grabar, lo hicimos en casa, tranquilos, sin que nadie se entere. Después me lo crucé en un escenario y estuvimos un rato juntos. Yo lo iba a visitar después de su internación a lo de Palito. Después su compañera le ha puesto un círculo cerrado a un montón de gente que ha compartido su vida. Creo que cinco o seis amigos lo pueden ver, que son León, Nito, Pedro y no sé quién más porque no puede entrar nadie. Me da mucha pena porque son treinta y pico de años de trabajar con él, ni sé en cuántos discos de él. Se me rompe el corazón no poder ir y tener una charla con él, verlo o abrazarlo. Lo tienen medio encarcelado.

Si pudiera volver a grabar un disco y volver a vivir lo que pasó en esos momentos. ¿Cuál elegiría?

Uff... Tal vez Spinetta y los Socios del Desierto. Me preguntás hoy y es ese, mañana a lo mejor te digo otra cosa. Fue un disco muy importante. Hay muchos otros que hice con Andrés Calamaro que también son importantes. Pero siempre digo que el más importante es el disco que estoy haciendo en el momento. Para mí son como mis hijitos, todos importantes.



En el estudio con la salsera Celia Cruz y Los Fabulosos Cadillacs


¿Está descubriendo cosas y lo sorprende alguna música nueva?

Hay muchísimos que me vuelan la cabeza. De los nuevos, estuve trabajando con Alejo y Valentina, un dúo de Mendoza. También con Melanie Williams en algunos proyectos, con El Vislumbre del Esteco, entre otros. También estoy con una banda chilena, Alectrofobia y los Burning Caravan de Colombia.



Sigue trabajando, ¿se hace mucho a distancia hoy?

Sí, pero no solo por la pandemia. Me mudé a Córdoba porque ya hacía años que había un enorme porcentaje de mi trabajo que era a distancia, con artistas de otras partes del país y de otros países. Me perdí el trabajo local, pero me apareció un trabajo local en Córdoba. Lo hago a distancia, pero las grabaciones son presenciales, con todos los músicos. Sigo manteniendo ese modus operandi fundamental. Capaz que ya no trabajo 14 o 16 horas por día. Ahora soy muy fan de la mañana, me gusta arrancar temprano y trabajo hasta que me vence el cansancio o el hambre. A la tarde por ahí hago, pero lo más importante lo hago a la mañana.


Da muchas entrevistas, cuenta sus trucos y transmite sus enseñanzas. Parece un apasionado en transmitir todo lo que sabe y no guardarse cosas.

Sí, me encanta. De hecho, cuando me fui a estudiar a Estados Unidos, no me fui solamente para aprender yo solo. Había mucha diferencia con los discos latinoamericanos, entonces mi idea era aprender y también enseñar. De hecho el primer curso que hubo de grabación y sonido en el país lo di yo en lo que se llamaba la escuelita de Lebón, TMA Taller de Música y Arte. Por ahí pasó un montón de gente que aprendió. Hoy lo más importante que tengo para transmitir no es tanto truquitos o dónde poner el micrófono, ni cómo ecualizar, sino más bien criterios, enseñarle a músicos y técnicos a tomar buenas decisiones en base a las experiencias que he tenido.



En su libro habla mucho de la “huella sonora”, como una identidad del artista. ¿Qué tan importante es eso en una época donde todos podrían usar los mismos botones y efectos para grabar una música y ya está el trabajo hecho?


Es importante más que nunca porque en este momento se está cayendo un poco en la mala costumbre de que están todos usando las mismas herramientas de la misma manera, porque hay una avalancha de información de internet y está todo medio homogeneizado. Por eso es importante que cada uno aprenda a tomar su propia decisión y tenga su propio sonido, su huella sonora. En mi página web hay una charla de cómo cada uno puede encontrar su propia huella sonora o al menos consejos para encontrarla. Hay un método, a mí me llevó muchos años encontrar mi huella. Hay muchísimos ingenieros y productores muy buenos, cada uno es elegido por su propia huella y característica. Trato de que cada uno pueda tallar su propio sonido, romper reglas. Hace poco veía Get Back, de Los Beatles, y veía cómo todo el tiempo estaban jugando frente a la composición, cómo grabar y cómo comunicarse entre ellos. Hay técnicos que se ponen demasiado serios y se olvidan de la búsqueda, de lo lúdico, de romper reglas. Nuestro producto es el arte.



Análisis, estudio y crítica musical: BILLY DÍAZ*


* Musico , Autor , Compositor , Productor Musical , Profesor de Musica * Asistente de Produccion: SIKBOY RECORD 1985 a 1990 KAAY PRODUCIONES 1980 a 2020 * Produccion Musical: 1980 a 1991 Teatro Municipal General San Martin * Trabajo Produccion de: DEE DEE RAMONES / PERCUSIONISTA STING PENADAS POR LA LEY / COMANDO SUICIDA / FLEMA / CARLOS VARELA / * ALEJO SOLIS * Jefe de Prensa: S.U.C - Sindicato Unico de Cantantes * Profesor Musica: I.M.S - Integral Music School * Profesor Musica: Escuelas Municipales * Musico: Estado Mayor Conjunto / 500 Budas / Lampara y Los Culotes Arrested / Papa Rock / Fresco en Lata / Poxipop / Flema / Larry Zavala * Conductor Programa Radio: Navegando en el Nautilus por Radio Fenix 104.1

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