El novedoso mecanismo para la época y su creador
al cual debe su nombre, Joseph Ignace Guillotin (1738 - 1814)
Envía esta noticia: ALEXÁNDER GRANADA RESTREPO, "MATU SALEM"*
Hace 230 años la implacable hoja comenzó a cumplir su cometido en Francia. Surgida como un método nivelador de ejecución para todas las clases sociales, su impulsor vivió atormentado por haber quedado ligado a lo que se convertiría en sinónimo del terror en la Francia revolucionaria.
Nicolás Jacques Pelletier integraba una banda que se dedicaba a asaltar transeúntes y viajeros.
La noche del 14 de octubre de 1791 su víctima fue un hombre que caminaba por la calle Bourbon-Villeneuve, actualmente Rue D’Aboukir, en París.
Los gritos de ocasionales testigos alertaron a la policía que lo detuvieron. No se sabe si la víctima fue asesinada, pero esa misma noche Pelletier fue acusado y en un trámite exprés el juez Jacob Moreau lo condenó a muerte.
En su momento, la guillotina fue considerada la forma más piadosa de acabar con la vida de cualquier prisionero.
La ejecución debía cumplirse el 31 de diciembre de 1791. La guillotina sesgó la vida no solo de delincuentes sino además de políticos.
Se ven a Bonas y Gaubin, dos revolucionarios, con sus manos atadas a la espalda, intercambiando un beso de despedida.
Sus colegas Pommier y Raciule están detrás. El desgraciado Pelletier tendría unos meses de amarga espera: aún la Asamblea Nacional no se había puesto de acuerdo sobre el modo de llevar adelante las ejecuciones. Los macabros espectáculos de quitar la vida a los condenados eran seguidos morbosamente por la población porque además, tenían el aditamento de no ser todos iguales.
El modo dependía del delito cometido. Por ejemplo, Robert François Damiens, un fanático que había intentado asesinar al rey Luis XV con una navaja, fue torturado y descuartizado usando caballos atados a cada una de sus extremidades; a Catherine Desahayes, una bruja y envenenadora fue quemada en la hoguera el 22 de febrero de 1680; a ladrones comunes se los ahorcaba y a los aristócratas se les cortaba la cabeza con un hacha.
Parte por parte, así funcionaba el complejo diseño.
De la pericia del verdugo dependía que el condenado tuviese una muerte rápida, lo que no siempre ocurría.
Hasta que apareció un médico que intentó regularizar la cuestión. José Ignacio Guillotin había nacido el 28 de mayo de 1738 en Saintes, un poblado ubicado en el oeste francés.
Fue alumno en el Colegio de Aquitania en Burdeos, entró en la orden de los jesuitas, que luego abandonaría para estudiar medicina en París.
Al producirse la revolución, era profesor en la Facultad de Medicina. Cuando se convocaron los Estados Generales, fue elegido para integrar la Asamblea Nacional.
Desde su escaño manifestó su horror por los suplicios soportados por los condenados, el uso de la tortura y los privilegios de la aristocracia.
Propuso la decapitación como único método, ya que aseguraba una ejecución rápida. Primó el concepto surgido de la revolución de que cortar una vida no constituía una venganza que se tomaba la sociedad, sino que condenaba de acuerdo a la ley.
Primero el rey de Francia Luis XVI y más tarde su esposa, la austríaca, María Antonieta, representados en fieles siluetas de cera, fueron las víctimas más célebres a las que siguieron un sin fin de nobles, monárquicos, además de algunos de los más importantes referentes de la Revolución Francesa.
Asimismo, primó el concepto de que los delitos del mismo género debían ser castigados con el mismo género de pena, sean cuales fueran la condición o profesión del acusado.
José Ignacio Guillotin era un prestigioso médico, que además de preocuparse en la forma de ejecutar a los condenados, fue un impulsor de la vacuna contra la viruela.
En el código aprobado por el cuerpo deliberativo, votó la pena capital por decapitación, y quedaba prohibido ejercer cualquier tipo de tortura. Restaba resolver cómo separar la cabeza del cuerpo.
Guillotin solo se refirió, genéricamente, a un mecanismo con una hoja pesada y afilada, que se usaba en algunos países europeos desde el siglo XVI. Los que se opusieron a su idea trataron de ridiculizarlo, llamando “guillotina” a ese instrumento que aún no había sido creado.
En marzo de 1792, mientras Pelletier contaba los días que le quedaban de vida, la Asamblea encargó al médico cirujano Antoine Louis, la elaboración de un aparato adecuado. Louis era secretario perpetuo de la Academia de Cirugía, profesor y un médico de mucho prestigio. Trabajó sobre un modelo de hoja oblicuo para que el corte fuera contundente, rápido y preciso.
Charles - Henri Sanson (1739 - 1806), el primer verdugo en utilizar la guillotina y cuarta generación de una familia practicante del oficio.
Cuando tuvieron el modelo ideado, rechazaron el presupuesto del carpintero Guidon quien, si bien garantizaba la construcción de una máquina perfecta que duraría, por lo menos, 50 años, pidió un dineral, 5660 libras. Louis convocó al alemán Tobías Schmidt, un fabricante de clavicordios radicado en la capital, quien pasó un presupuesto de 824 libras y prometió terminar el aparato en una semana.
Charles Henri Sanson era la cuarta generación de verdugos. El oficio lo había iniciado su bisabuelo. Se probó en el patio de Bicêtre, un establecimiento que además de prisión, era hospital y manicomio. Con la presencia de Antoine Louis, Guillotin y diversos funcionarios, primero se guillotinaron ovejas y luego tres cadáveres.
La operó el experimentado verdugo Charles Henri Sanson. De 53 años, era la cuarta generación en la familia de este oficio, que había comenzado su bisabuelo. Sanson le cortaría la cabeza al rey Luis XVI. Era un cadalso cuadrado, de unos tres metros de altura. En sus laterales, se elevaban dos guías por donde corría una cuchilla triangular de acero, unida a un peso de plomo de sesenta kilos, ideada para impactar a la altura de la cuarta vértebra cervical.
El condenado se lo acostaba en un plano inclinado hacia adelante, y se le sujetaba la cabeza en un semicírculo llamado “lunette”. Una cesta recibía la cabeza, mientras que en otra era arrojado el cuerpo. Los testigos aseguraron que la cuchilla realizó su cometido en forma eficiente.
Los presos, mirando tras las rejas, gritaban socarronamente “¡Esto es igualdad!”. Víctima de la guillotina fue el rey Luis XVI, en la plaza de la Revolución, actualmente De la Concordia el 21 de enero de 1793. Muchos quisieron ponerle un nombre, como “Mirabette”, “Louision” y “Lonisette”.
Pero le quedaría el de guillotina. Finalmente, el juez determinó que la ejecución de Pelletier se realizase el 25 de abril de 1792. Cerca de las 15:30 el condenado, que vestía una camisa roja, subió al cadalso, también pintado de rojo. El macabro espectáculo se había montado en la Plaza de Grève, a orillas del Sena.
El lugar era entonces una playa de arena y grava, usada por barcos para descargar mercaderías. Esta plaza se había popularizado como el sitio de ejecuciones públicas durante el reinado de Luis XV.
Plaza de la Revolución, hoy de la Concordia en la ciudad de Paris, donde eran ejecutado los nobles o aristócratas.
Se había congregado una multitud, afecta a las ejecuciones y curiosa por el aparato que verían funcionar por primera vez. Por precaución, se había convocado a efectivos de la Guardia Nacional para evitar posibles excesos.
Para las autoridades fue una ejecución limpia, pero para la muchedumbre, fue un total fiasco. No se habían terminado de acomodar cuando en centésimas de segundos, Sanson accionó el mecanismo, la cuchilla se precipitó sobre el cuello del condenado y todo había concluido.
La gente, indignada por el breve espectáculo, reclamó a viva voz “traigan nuestra horca de madera”.
El condenado era acostado en un plano inclinado. Nótese al costado una canasta, donde se depositará su cuerpo. Schmidt, que ganaría buen dinero fabricando guillotinas para repartirlas en toda Francia, dilapidaría su fortuna, embelesado con la joven bailarina Chameroi, que junto a su amante se dedicó a quitarle todo su dinero.
La última vez que la guillotina se usó fue el 10 de septiembre de 1977 cuando se ejecutó al tunecino Hamida Djandoubi, quien había asesinado a su ex novia.
Guillotin siguió ejerciendo la medicina en un consultorio que tenía en la esquina de Saint-Honoré y de la Sourdière. Durante el Terror estuvo encarcelado un tiempo y murió de ántrax en París el 26 de marzo de 1814. Y aunque sabía que no había inventado el aparato, y que solo deseaba ahorrar sufrimientos innecesarios al condenado a muerte, hasta su último suspiro, la famosa guillotina sería una “mancha involuntaria de su vida”.
Inicio y uso posterior
Un tunecino, Hamida Djandoubi, fue el
último concurrente a la alguna vez llamada "cuchilla nacional".
La madrugada del 10 de septiembre de 1977 en Marsella, Francia, un joven tunecino discapacitado fue decapitado en el patio de la prisión de Baumettes.
La guillotina suele asociarse con el inicio de la Revolución Francesa, en 1789, y los años subsiguientes. Pero la máquina se siguió utilizando en Francia durante 200 años más para cumplir sentencias de penas de muerte.
La decapitación del tunecino Hamida Djandoubi fue, sin embargo, la última que se realizó en el país.
"La noche en la que estaba previsto que se efectuara la sentencia, yo no pude dormir… sólo pensaba en que se iba a asesinar a una persona", recuerda Nicole Pollak, la hija del abogado que estuvo a cargo de la defensa de Djandoubi.
Francois Miterrand (1996 - 1996), el presidente socialista francés que ordenó su definitiva abolición.
"Todavía recuerdo el momento en el que le informaron a mi padre, Emile, que la ejecución se llevaría a cabo", indica Pollak.
El uso de la guillotina fue introducido por el cirujano francés Joseph Ignace Guillotin, quien también era diputado de la Asamblea Nacional.
Fuente de la imagen, Getty Images Pie de foto, Las decapitaciones solían ser un show.
Recomendó su utilización por considerarlo un método más humano para ejecutar a un prisionero condenado a la pena de muerte debido a que la persona moría sin agonía. Hasta ese momento se utilizaba el ahorcamiento o la estrangulación.
"En un parpadeo, se decapita a la persona, que no siente más que frescura". Fue lo que dijo, de acuerdo a los relatos de la época.
Y de allí, salió su nombre.
Guillotin, sin embargo, no fue su inventor. Máquinas similares se utilizaron durante el siglo XIII en Alemania, Escocia, Inglaterra e Italia.
Con el transcurso de los años, se dejó de utilizar en Europa. Francia fue el último país europeo en seguir el ejemplo de sus vecinos.
Movimiento en contra
Evolución del instrumento
a través de los años.
En la década de los 70, la moralidad del uso de la guillotina para ejecutar una sentencia de pena de muerte se empezó a cuestionar.
Sin embargo, la mayoría de los franceses estaba a favor de su utilización.
"Yo era parte de un grupo que hacía campaña a favor de su abolición, pero íbamos en contra de la mayoría. Si se hubiese realizado un referendo en torno al tema, el uso de la guillotina habría ganado", recuerda Henry LeClear, un abogado que también representaba a los detenidos en casos en los que se solicitaba la pena de muerte.
Nicole Pollak refiere que los juristas que expresaban públicamente su rechazo al uso de la guillotina fueron amenazados en varias oportunidades.
"Incluso a mí se me asignó una escolta policial", cuenta Pollak.
En secreto y a escondidas
Después de la ejecución del monarca,
el aparato tuvo una vigencia ininterrumpida de doscientos años.
Hasta 1939 todas las ejecuciones eran públicas, cualquiera podía asistir. Pero a partir de esa fecha, empezaron a realizarse en secreto y dentro de las prisiones. Después de que ocurría, se informaba al respecto.
"Ese año se produjo una gran controversia. Muchísima gente asistió a la decapitación de un reo y el evento se convirtió en un show, hubo quienes incluso alquilaron apartamentos para ver mejor", explica LeClear.
El caso de Djandoubi generó mucha atención. Fue sentenciado porque torturó y asesinó a quien fuera su novia.
"Lo que hizo fue una atrocidad y, para muchos, eso justificaba la ejecución", dice Pollak.
Y continúa: "Pero la discapacidad de Djandoubi hizo que todo fuera peor. Tenía una prótesis en la pierna como consecuencia de un accidente laboral. Pero para la decapitación se la quitaron, así que tuvo que ir de rodillas a la guillotina".
Fin
Aunque la imagen corresponde a la ejecución de revolucionario, Maximilien Robespierre (1758 - 1794), el primer ejecutado oficial había sido Nicolas Pelletier, acusado de asalto a mano armada, quien murió el 25 de abril de 1792 en la Place de Grève (ahora lugar de l’Hotel de Ville en París).
Monique Mabelly, una juez que estuvo presente cuando el preso murió, escribió acerca de lo que pasó ese día antes de morir.
"Cuando los guardias abrieron la puerta, se vio la guillotina. Y al lado, una cesta. Por modestia, me volteé en el momento en el que la cuchilla iba a caer. Cuando volví a ver, todo estaba lleno de sangre".
La pena de muerte se abolió en Francia el 9 de octubre de 1981. Fue un punto esencial en la campaña presidencial de François Mitterrand, quien gobernó al país desde 1981 a 1995.
"A mi padre se le conocía como el genio de las palabras, pero ese día, no tenía ninguna. Hubo un silencio sepulcral cuando regresó a la casa. Me entristece saber que murió pocos meses antes de que la pena de muerte se aboliera", concluye Pollak.
Fuente: INFOBAE / BBC (GRAN BRETAÑA)
*Escritor, poeta teórico y filósofo, autor del libro "Las caravanas de Matusalém"
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