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Origen de los pensamientos


Escribe: HÉCTOR CARLOS REIS*


Imaginemos que el centaurino hubiese llegado a nuestro planeta hace unos cuatro millones quinientos mil años. Se hubiese encontrado con un ancestro del hombre cuyos restos fósiles se encontraron hace pocos meses: el australopithecus ramidus; éste a su vez sería antecesor del australopithecus afarensis, la famosa "Lucy", de tres millones y medio de años de antigüedad. Los restos fósiles de "Lucy" son, quizá, los más completos hallados hasta el momento (se conservan un 40 % de los huesos formados de más de cien fragmentos). Estos dos australopithecus (ramidus y afarensis) son los restos más antiguos, en línea directa con nosotros, encontrados y guardados en la urna del planeta Tierra.


Sin embargo el australopithecus ramidus acaba de ser reclasificado como ardipithecus ramidus y eliminado de la rama evolutiva de los australopithecus; esto sucede porque la ciencia se autocorrige: cuando se comprueba un error se rectifica. He aquí la característica quizá más trascendente y la explicación del éxito de las ciencias. La humildad en contraposición con la soberbia de los dogmas. La demostración por encima de la aseveración. Un reexamen del ramidus indicó que probablemente fue cuadrúpedo y no bípedo como los australopithecus; cabe señalar que los huesos estaban muy destrozados y su estudio fue muy difícil.


En reemplazo se descubrieron cuatro huesos de pie en Sudáfrica dando la necesaria prueba fósil de cómo se trasladaban los australopithecus ya que los cuatro huesos marcan el empeine y el comienzo del dedo gordo de un australopithecus que habría deambulado hace tres millones quinientos mil años. Fue nombrado como "Pie pequeño" y reveló que el talón daba muestras de haber soportado peso y el arco del pie (elástico) estaba indudablemente adaptado para caminar sobre dos de las extremidades como hacemos los seres humanos. El dedo gordo mostraba un amplio grado de distancia en relación con los otros, era muy flexible y se presume capaz de empuñar objetos y trepar. La forma de la articulación indica que el dedo gordo podía rotar hacia adentro como el de la mano: un rasgo simiesco muy útil para trepar a los árboles.


Vale decir que era bípedo pero al mismo tiempo podía trepar. Un dato que demuestra el quehacer de la ciencia: éstos huesos habían sido descubiertos en el año 1980 pero su importancia recién se pudo determinar ahora, tratándose de los primeros huesos interconectados de un mismo pie y de un solo individuo. Además sería el tipo de pie que formó las pisadas halladas en Laetoli (Tanzania) de tres millones setecientos mil años de antigüedad cubiertas de ceniza volcánica endurecida, halladas en 1977 y dejadas por dos o tres individuos que caminaban erguidos; ésta fue la primera prueba indiscutible del carácter bípedo de los australopithecus. Estas especies de transición fueron cuadrúpedos en los árboles y bípedos en tierra, simultáneamente. Los bípedos perfectos recién aparecieron con el "homo erectus" hace alrededor de un millón quinientos mil años.


Y el más reciente descubrimiento: el "australopithecus anamensis"; en el lago Turkana (Kenya) huesos de veintiún especímenes con rasgos antiguos y modernos a la vez. Si bien sus dientes caninos son como los del chimpancé y tiene el paladar chato en lugar de abovedado, sus huesos tibiales poseen el típico filo delantero de los humanos; este filo es un indicio seguro de bipedismo, es decir postura erguida, sirve para cargar todo el peso del cuerpo no sobre cuatro patas sino sobre dos piernas. Los "anamensis" andaban de pie, erguidos como nosotros, por eso son homínidos, es decir pertenecen a nuestra misma familia taxonómica. Su antigüedad se remonta a unos cuatro millones cien mil años; más joven que el ramidus pero sin duda un homínido.


El centaurino al tomar contacto con ellos hubo de observar que marchaban erguidos y manejaban sus manos libremente. Arrojaban alguna que otra piedra y ramas de árboles a los animales que intentaban atacarlos. Quizá mascullaban alguna que otra palabra, más bien sonidos cortos y serían los nombres que les daban a los atacantes o prevenciones de defensa. Su pequeño cerebro de apenas 500 centímetros cúbicos, es decir unos cien centímetros cúbicos más que el cerebro de un chimpancé actual, es probable que tuviese gran actividad al caminar erguido y con las manos libres.


El tomar piedras y arrojarlas; luego el chocar unas con otras aprendiendo a pulirlas y finalmente el usarlas como herramientas fue determinando el comienzo de una primitiva tecnología. El solo hecho de usar algo como vehículo para obtener alguna cosa (tal es el concepto de herramienta) permitió a nuestro lejano ancestro iniciar un proceso gradual de evolución y de competencia activa con los otros animales hasta superarlos.


El hecho de experimentar con las manos y con utensilios aunque fuese nada más que como armas fue un punto de inflexión decisivo en la conquista de un espacio dentro del concierto de las especies. Pero también significó un comienzo del acto más importante: pensar.

La facultad de poder relacionar hechos y cosas para un fin preciso y determinado es de tal trascendencia que podemos otorgarle el carácter de máximo distintivo de nuestra especie. Si bien es cierto que otros animales, con su conducta lo están probando, también participan de esta característica, como por ejemplo los chimpancés, lo real es que sólo el hombre ha logrado desarrollar esta actividad a un grado notable.


En gran medida se debe al uso y habilidad con las manos, liberadas por caminar erguidos, y al desarrollo de un lenguaje que le permite una mejor comunicación con sus semejantes y planificar el ámbito social. El resto de los animales con cierto grado de inteligencia: las ballenas, los delfines, los grandes primates antropoides, como gorilas, orangutanes y principalmente chimpancés carecen de nuestra habilidad con las manos; de hecho ballenas y delfines no las tienen y por más que demuestren destreza y cierto nivel de sociabilidad no pueden desarrollar ninguna tecnología.

Si admitimos la enorme importancia que tienen nuestras manos en el proceso de cerebración y dominio de una facultad como el pensar, veremos facilitada la comprensión del fenómeno del pensamiento que es su producto.


Al pensar producimos el pensamiento; parece una paradoja pero son dos hechos diferentes. Los pensamientos son la actividad natural del cerebro pero requieren la facultad previa: el pensar. Pienso luego produzco pensamientos; tal sería, remedando a Descartes (y corrigiéndolo), el itinerario preciso. Pensar es relacionar. Los pensamientos son la graficación de ése proceso, son la representación de la actividad de pensar. De allí que a través de palabras o dibujos podamos expresar hacia afuera esos pensamientos; le damos forma; los hacemos viables; los podemos trasmitir; se trasforman en información; en suma son la base de la cultura y de la organización social. Con los pensamientos hacemos, construimos, elaboramos todo el andamiaje cultural; son el sostén, la columna vertebral de nuestra estructura humana propiamente dicha.


Quisiera desarrollar un poco el porqué de la corrección de la frase de Descartes: "pienso, luego existo". El filósofo francés Descartes parte de la duda que considera como la acción de un yo y cree haber descubierto un hecho del que no puede dudarse. Nosotros en realidad no vemos nuestros propios yos en la forma en que vemos los edificios, un paisaje y las personas que nos rodean. Podemos, quizá hablar de una observación de nuestros actos de pensamiento o de duda. Al hacerlo los percibimos no como productos de un yo, sino como objetos separados, como imágenes acompañadas de sentimientos. Expresar "yo pienso" representa no un dato derivado de la observación, sino que es la culminación de un dilatado proceso de pensamientos que evidencian la existencia de un yo diferente del yo de otras personas. En rigor se debería decir: "el pensamiento existe" señalando así el surgimiento separado de los contenidos del pensamiento, su aparición independiente de los actos volitivos u otras actitudes en las que participa el yo. Pero si esto hubiese pasado, la inferencia de Descartes no habría podido hacerse.


Si la existencia del yo no está apoyada por la observación inmediata, no puede asegurarse su existencia con una certeza mayor que la existencia de otros objetos derivada por adiciones a datos obtenidos por la observación. Como a Descartes le preocupaba la inseguridad de todo conocimiento y deseaba hallar la "certeza absoluta" imaginó su frase ("pienso, luego existo") razonando así: puedo dudar de todo, excepto de una cosa, del hecho mismo de que dudo; pero cuando dudo, pienso y si pienso es que existo. Pero el filósofo prosiguió imaginando: deduce que por el hecho de que el yo existe, Dios debe existir, pues de otra manera el yo no podría tener la idea de un ser infinito. Continúa afirmando que las cosas que nos rodean deben existir también ya que si no fuera así Dios sería un impostor.


Argumento imaginario y teológico sospechosamente defendido por un eminente matemático como fue Descartes. La psicología de los filósofos es un gran problema que pasa desapercibido al pretender colocar a la filosofía como la cumbre del conocimiento. Su indagación (la psicología de los filósofos) ayudaría muchísimo sobre el significado de tantos sistemas filosóficos que precisamente impidieron acceder al conocimiento. En la inferencia de Descartes hay muy poca lógica pero una gran cantidad de información psicológica ya que fue la búsqueda de la certeza lo que hizo caer a un matemático en una lógica tan confusa. Basar el conocimiento sólo en la razón es el grave error de los filósofos y en el capítulo 6 desarrollaré aún más el pensar imaginativo filosófico.


El hecho de producir pensamientos y de utilizar las manos nos identifica como humanos; nos hace distinguir de otras especies. Por ello analizar los pensamientos asociados con la actividad manual es tarea primordial para entender nuestras conductas pasadas y prever nuestro comportamiento futuro*.


Título original: "Los pensamientos"


*Tomado del libro "Estertores de una cultura" de H. C. Reis


**Realizó los estudios secundarios en el Colegio Nacional de Buenos Aires, Argentina, donde obtuvo el título de Bachiller Nacional.

Más adelante en la Universidad Nacional de Buenos Aires, Facultad de Derecho y Ciencias Sociales se gradúa como Procurador y Abogado.

Publicó colaboraciones en la Revista "Todo es Historia" que dirigía el Dr. Félix Luna (1925 - 2009) en los Nos. de diciembre de 1986, en enero, febrero, abril de 1987.

Es autor de novelas, de ensayos, de libros cinematográficos y de relatos cortos, de enorme sensibilidad.

Como mejor síntesis, el doctor Félix Luna en su revista "Todo es Historia" Nº 235 de diciembre de 1986 al presentarme utilizó las siguientes palabras para definir su método:

"El doctor Héctor Carlos Reis es abogado, pero sus inquietudes exceden en mucho el marco de su profesión. Ha incursionado en diversos campos de la ciencia y demuestra una notable capacidad para relacionar circunstancias que, siendo aparentemente inconexas, definen procesos de una neta significación. TODO ES HISTORIA ha encargado al doctor Reis la sección que se inicia en esta edición".

Además de estudiar dibujo y pintura, sus intereses apuntan al arte, la pintura, la literatura, las ciencias, la filosofía y desde luego, el comportamiento humano, una de sus grandes pasiones. Entre las películas que más le agradan, se encuentran las del geéro de suspenso, con la infaltable investigación detectivesca.

De allí la preferencia por personajes de ficción como Sherlock Holmes, el detective británico creado por Sir Arthur Conan Doayle; Hércules Poirot, Miss Marple o Arsenio Lupin, sólo por citar algunos.

Otra de sus preferencias a pesar de ser reacio al cine de terror, son las obras basadas en historias del poeta y escritor norteamericano, Edgar Allan Poe, las relacionadas con la investigación, la historia y los personajes históricos

La música tampoco le es indiferente, siendo un amante del género clásico: Mozart, Beethoven, Wagner, Verdi, Rossini, Donizetti, Bellini, Richard Strauss en particular, son sus autores predilectos. También es adepto a las composiciones sinfónicas, la ópera y como no podía ser de otro modo, del tango.

En cuanto a las lecturas, se siente atraido por todo lo referente al arte: Pintura, filosofía, política, literatura, historia, psicología y la nutrición.

En la actualidad, es asiduo colaborador del suplemento ARCÓN CULTURAL.

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