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Un depredador sexual en el Imperio Otomano


En el apogeo del poder del Imperio otomano, ascendió al poder
un sultán que nunca será olvidado.

Era conocido como Ibrahim el Loco debido a su cuestionable salud mental, aunque muchos dicen que ese fue el nombre que le pusieron sus enemigos. Llegó al poder en 1640 y, durante un breve gobierno de 8 años, cambió el Imperio otomano y la forma en que el mundo lo veía. Su historia está llena de misterios exóticos, traiciones, triunfos y tragedias.


Aunque vivió hace muchos siglos, su leyenda no ha hecho más que crecer con el paso de los años, y su fama perdura hasta nuestros días. Incluso han habido películas y programas de televisión basados en él.


Si bien es cierto que nadie esperaba que ascendiera y se convirtiera en sultán, cuando lo hizo, aprovechó su estatus para satisfacer todos sus deseos y caprichos.

El hijo del sultán



Portarretrato de Kösem Sultan,
madre de Ibrahim.

En el apogeo del poder del Imperio otomano, ascendió al poder un sultán que nunca será olvidado. Era conocido como Ibrahim el Loco debido a su cuestionable salud mental, aunque muchos dicen que ese fue el nombre que le pusieron sus enemigos.


Llegó al poder en 1640 y, durante un breve gobierno de 8 años, cambió el Imperio otomano y la forma en que el mundo lo veía. Su historia está llena de misterios exóticos, traiciones, triunfos y tragedias.


Aunque vivió hace muchos siglos, su leyenda no ha hecho más que crecer con el paso de los años, y su fama perdura hasta nuestros días. Incluso han habido películas y programas de televisión basados en él.


Si bien es cierto que nadie esperaba que ascendiera y se convirtiera en sultán, cuando lo hizo, aprovechó su estatus para satisfacer todos sus deseos y caprichos.



El hijo del sultán

Exterior del Palacio de Topkapi

Ibrahim nació el 5 de noviembre de 1615 en el Palacio de Topkapi, en Constantinopla, el palacio desde el cual todos los sultanes gobernaban el Imperio otomano. Su padre fue el sultán Ahmed I, quien construyó la famosa Mezquita Azul en la misma ciudad, la cual hoy se llama Estambul. Ahmed I gobernó el Imperio otomano de 1603 a 1617 y tuvo nueve hijos y seis hijas con dos esposas diferentes.


El abuelo de Ibrahim, el sultán Mehmed III, gobernó después de la muerte de su propio padre. El gran Murad III falleció en 1595. Ser sultán definitivamente era el negocio familiar, pero no se esperaba que Ibrahim lo fuera, ya que era el octavo hijo; sin embargo, tenía algo a su favor que lo hacía especial entre todos sus hermanos. Por parte de su padre, había sultanes que se remontaban a varias generaciones, pero su verdadero secreto era su madre.


El mejor amigo de un niño es su madre


Sultán Ahmed I, padre de Ibrahim

La madre de Ibrahim era Kösem Sultan, también conocida por el título completo de Nāʾib-i Salṭanat Umm al-Muʾminīn Ṣāḥibet al-Maḳām. Nació en la isla griega de Tinos de un sacerdote de la Iglesia Ortodoxa Oriental, que permitía a sus sacerdotes casarse y tener hijos. Cuando era apenas una adolescente, fue secuestrada y vendida como esclava. En poco tiempo, fue enviada al harén imperial que estaba ubicado en Constantinopla, la capital del Imperio otomano.


Se hizo notar de inmediato debido a su belleza, su ingenio y sus fuertes habilidades de liderazgo. Pronto se convirtió en la consorte favorita de Ahmed, el padre de Ibrahim, quien decidió hacerla oficialmente su esposa. A partir de ese momento, ella comenzó a ejercer una gran cantidad de poder. Incluso llegó a convertirse en la figura central de la era conocida como el Sultanato de las Mujeres, un período importante que cambió el curso de la historia otomana.



Ella puso fin a la violencia entre hermanos


Interior del Palacio de Dolmabahçe

Uno de los logros más importantes de Kösem Sultan fue poner fin a la tradición otomana del fratricidio. Antes de que ella apareciera, en casi todas las familias del sultán, los hermanos competían por el poder. A medida que el sultán envejecía, o cuando moría, cada hermano intentaba matar a los demás para ser el único que quedara y acabar así en el trono. En las familias donde los sultanes tenían muchos hijos con muchas consortes, podía haber hasta una docena de hermanos para matar, o incluso más. En el caso de Ibrahim, fue el octavo hijo del sultán, pero uno de los pocos que tenía por madre a Kösem. Ella amaba mucho a sus hijos y quería protegerlos a toda costa. Entonces, cuando el hermano mayor de Ibrahim, Murad, comenzó a matar a todos sus hermanos, ella supo que tenía que hacer algo.


Ibrahim fue arrojado a una calabozo

Uno de los grifos del
Palacio de Topkapı

No mucho después del nacimiento de Ibrahim, su padre, el sultán Ahmed I, encontró la muerte. Lo que siguió fue una sanguinaria lucha por el poder, con los hermanos de Ibrahim tratando de superarse entre sí para poder ser el nuevo sultán. En poco tiempo, el hermano de Ibrahim, Murad, comenzó a matar a sus hermanos mayores para apoderarse del trono. Cuando logró ascender al poder, envió a sus hermanos menores, incluido Ibrahim, a los kafes.

Los kafes, palabra que literalmente significa “jaula”, eran una sección del palacio otomano, cerca del harén imperial, y se asemejaban al concepto del arresto domiciliario. Ibrahim básicamente creció en los kafes, donde siempre estaba siendo observado y nunca se le permitía salir a la calle. Debido a que fue encarcelado tan joven, no se desarrolló normalmente y comenzó a mostrar signos de inestabilidad mental. En cierto modo, sin embargo, su locura lo salvó, porque su hermano ya no lo veía como una amenaza.



Uno por uno, sus hermanos desaparecieron


Kösem Sultan convenció a Murad de que no matara a más miembros de su familia. Él ya se había deshecho de todos sus hermanos mayores, logrando así convertirse en el próximo sultán, pero aún desconfiaba de sus hermanos menores, quienes podrían matarlo a él en un intento de golpe. Sin embargo, en lugar de matarlos, los arrojó a todos en los kafes, a modo de encarcelamiento dentro del palacio imperial. Estar encerrado tanto tiempo logró volver loco a Ibrahim, pero sus otros hermanos simplemente esperaban en los kafes el momento de su muerte.


Como Murad todavía los consideraba una amenaza, decidió ignorar a Kösem Sultan y matarlos de todos modos. Uno a la vez, Ibrahim vio cómo sacaban a sus hermanos de la celda para no volver jamás. Todos los días temía que fuera su turno. Eso es suficiente para volver loco a cualquiera, y ciertamente tuvo ese efecto en el pobre Ibrahim. En poco tiempo, él era el único hermano que quedaba con vida.



Murad muere, pero no sin antes dar una última orden


Cuando tenía solo 27 años, Murad desarrolló cirrosis hepática y
murió en Constantinopla.

Su estilo de vida finalmente le pasó factura y tal vez el peso de la culpa por todos esos asesinatos caprichosos también lo afectó en algún nivel.


Sin embargo, antes de dejar este mundo, tomó una decisión importante. Murad había tenido a su hermano Ibrahim encarcelado en los kafes durante todo el tiempo en que fue sultán. Murad había pensado en matar a Ibrahim para sentirse más seguro, pero se contuvo a pedido personal de Kösem Sultan, su madrastra y madre de Ibrahim. En su lecho de muerte, decidió romper la promesa que le había hecho y ordenó matar a su hermano. Eso habría significado el fin de la línea otomana y habría provocado caos en el reino, pero de esa manera Murad sería recordado como el último sultán. Por eso, dio la orden de matar a Ibrahim y falleció en silencio.



La madre de Ibrahim interviene una vez más

Representación de un antiguo harén turco

Murad murió en 1640 creyendo que se cumplirían sus órdenes de matar a su hermano Ibrahim en su celda en los kafes. Pero Kösem Sultan, la madre de Ibrahim, no iba a permitir que eso sucediera mientras ella todavía ejerciera algún poder. Y con el Sultán muerto, mientras el Imperio decidía qué hacer a continuación, ella tenía incluso más poder que antes. Así fue que logró impedir que los asesinos entraran en los kafes, salvándole la vida a Ibrahim. Kösem sabía que Ibrahim era el siguiente en la línea de sultanato y siempre creyó que su hijo gobernaría el Imperio. Después de años de espera, finalmente se presentó la oportunidad y no la iba a dejar pasar. Entró con orgullo en los kafes, se paró frente a la celda de la prisión de Ibrahim y le dijo a su hijo que Murad había muerto y que él, Ibrahim, iba a ser puesto en libertad y se convertiría en el sultán.

Lo tuvo que convencer Ibrahim siempre había soñado con escapar de su encarcelamiento en los kafes, pero cuando llegó el momento, tuvo miedo. Ya sea por su locura, o por la costumbre de estar en peligro durante toda su vida, se negó a dejar los kafes. Incluso puso barricadas en la puerta de la celda para que nadie pudiera entrar y sacarlo. Estaba convencido de que Murad todavía estaba vivo y que esto era solo un truco para ser llevado a algún lugar donde él pudiera finalmente matarlo.


Después de todo, había visto como sus hermanos eran sacados de sus celdas uno por uno y nunca más volvió a ver a ninguno de ellos con vida. Así que era natural que estuviera un poco paranoico con todo el asunto. Cuando su madre descubrió que Ibrahim se negaba a dejar los kafes y asumir el control del sultanato, supo que tenía que hacer algo drástico.

La madre de Ibrahim, Kösem, sabía que él nunca creería nada de lo que alguien le dijera, así que decidió mostrarle pruebas. La única forma de demostrarle a Ibrahim que Murad estaba muerto era que lo viera por sí mismo. Así que ordenó a sus hombres que llevaran el cuerpo del sultán muerto a los kafes y lo exhibieran frente a su hijo. Aunque quizás fue un poco excesivo, funcionó.

Ibrahim caminó por las puertas abiertas de su celda por primera vez en 16 años. Se dice que estaba tan feliz de ser finalmente libre que bailó a través del harén al salir, cantando en voz alta: “¡El carnicero del Imperio ha muerto!”

Aprendió a delegar


Kara Mustafa Pasha

Ibrahim finalmente era el sultán, pero no tenía idea de cómo hacer el trabajo. Había estado encerrado en una celda la mayor parte de su vida y no había estado presente para ver cómo se maneja un Imperio. Pero sabía que había gente con la que podía contar. En primer lugar, estaba su madre, quien para entonces era en realidad la líder secreta del Imperio y había planeado todos los eventos recientes. También le pidió a un asesor de confianza llamado Kemankeş Kara Mustafa Pasha que siguiera haciendo su trabajo como gran visir, como lo había hecho cuando Murad era sultán. Kara Mustafa Pasha era un administrador eficiente y se ocupaba del funcionamiento diario del Imperio. Se podría decir que Kösem Sultan era la directora ejecutiva y el gran visir era el director de operaciones. Bajo su liderazgo, el imperio funcionó sin problemas, al menos durante un tiempo. Mientras tanto, Ibrahim estaba fuera de control.



El sultán comienza a perder la cabeza


Observación mediante tomografía computada de la enfermedad de la Encefalomielitis Miálgica

Al principio, Ibrahim era un sultán competente y afectuoso; permitió que el gran visir y su madre dirigieran el imperio, y parecía preocuparse genuinamente por la gente. Incluso comenzó a caminar por las calles de la capital disfrazado para ver por sí mismo las condiciones de vida en su Imperio, e intentaba buscar soluciones a todos los problemas que encontraba. Pero en poco tiempo, las cosas comenzaron a cambiar. A Ibrahim no le interesaba la política, pero empezó a interesarse por algunas de las ventajas que podía ofrecerle ser sultán. En particular, desarrolló una pasión por las pieles y por las mujeres. Su madre fue quien lo introdujo en esos placeres, pero no había forma de que ella supiera hasta dónde los llevaría. Una vez que el joven sultán descubrió sus gustos, los llevaría al extremo.

Al comienzo de su tiempo como sultán, parecía que Ibrahim iba a hacer un buen trabajo. Había delegado la tarea de llevar las cosas del día a día al gran visir, y su madre tomaba las decisiones estratégicas a largo plazo. Ibrahim se preocupaba por la gente común y era conocido por caminar por las calles de Estambul en busca de pequeños problemas que pudiera solucionar, y luego llamaba al gran visir y le decía que se hiciera cargo de la situación. Sin embargo, gradualmente, su comportamiento comenzó a volverse más y más errático, y comenzó a desarrollar varios problemas médicos. Tenía dolores de cabeza y migrañas recurrentes que le impedían funcionar normalmente y experimentaba episodios de debilidad física extrema. Hoy, podría haber sido diagnosticado con el Síndrome de Fatiga Crónica, también conocido como Encefalomielitis Miálgica. Entonces, comenzó a arremeter contra quienes lo rodeaban. Su madre estaba preocupada y decidió encontrarle una distracción.


Ella lo animó a divertirse más


Los harenes ofrecían diversión constante y de todo tipo a disposición del sultán, con la participación estelar de las bellezas de la época.

Kösem Sultan era una mujer muy hábil. Ella había maniobrado la situación para que su hijo, Ibrahim, fuera sultán del Imperio otomano, y todo lo que quería, lo conseguía. Pero su comportamiento comenzó a causarle dificultades al Imperio, y entonces se vio obligada a actuar. Se le ocurrió un plan que no solo distraería al sultán Ibrahim, sino que también le daría aún más poder dentro del Imperio.

El harén siempre fue una parte importante del sultanato, y su madre animó a Ibrahim a pasar tiempo con las chicas que allí habitaban. Le aseguró a Ibrahim que ella y el gran visir podían dirigir el Imperio y que él debería pasar tanto tiempo en compañía de su harén como fuera posible. Esto no solo mantendría ocupado a Ibrahim, sino que también le daría a Kösem Sultan aún más poder y ayudaría a generar nuevos herederos para la dinastía otomana.

Una vez que se le dio permiso para abandonar sus deberes diarios como sultán y su madre lo animó a aprovechar al máximo su harén, Ibrahim comenzó a pasar la mayor parte de su tiempo, y gastar mucho del dinero del Imperio, en las mujeres que vivían allí. Su madre comenzó a hacer viajes al mercado de esclavos para buscarle mujeres, y pronto desarrolló gustos muy específicos. En primer lugar, prefería a las vírgenes, que no eran difíciles de encontrar, ya que muchas mujeres jóvenes eran secuestradas en todo el Imperio y llevadas a la capital para ser vendidas como esclavas. La propia Kösem Sultana había sido víctima de eso, por lo que no le agradaban las mujeres jóvenes en los mercados de esclavos. Ella elegía a las candidatas y las traía a casa para que su hijo las agregue a su harén; el cual pronto se llenó con cientos de concubinas. Sin embargo, Ibrahim todavía no estaba satisfecho.



Él sabía lo que quería


Fotografía del antiguo hipódromo de la ciudad de Constantinopla

Ibrahim pronto comenzó a desear tipos muy específicos de mujeres para que sean nuevas concubinas en el harén real. Él era el sultán, por lo que todos siempre fueron muy complacientes para con él y obedecían todos sus caprichos. Pero pronto empezó a encontrar a esas mujeres aburridas y a preferir a las que mostraban resistencia. Quería a las que no podía tener, ya fueran esposas de altos funcionarios o mujeres en los mercados de esclavos que no querían convertirse en sus concubinas. Y debido a su inusual educación, no estaba acostumbrado a tratar con personas. Ahora que era sultán y podía tenerlo todo, no le gustaba escuchar la palabra “no”. Era muy brutal con sus concubinas y siempre se salía con la suya, quisieran o no; también era muy rápido para matarlas cuando perdía el interés. Se estaba convirtiendo en un monstruo, pero nadie podía hacer nada para detenerlo.



Ibrahim y la hija del Gran Mufti


Pintura al óleo del siglo XVII que representa a Murad IV en su juventud


Cuando Ibrahim conoció a la hija del Gran Mufti local, supo que tenía que ser suya. El Gran Mufti es la figura de un líder islámico local y un juez regional.


El sultán solía ser muy respetuoso con el Mufti, pero Ibrahim le faltaba el respeto constantemente. Le dijo al Mufti que quería que su hija se uniera a su harén, pero él deseaba que tuviera un matrimonio más tradicional.


Conocía el tipo de libertinaje que se llevaba a cabo en el harén y quería desesperadamente proteger a su hija de ese lugar.


El Mufti se negó e Ibrahim se enfureció. Ordenó a sus hombres que secuestraran a la hija del Mufti y pasó varios días haciéndole lo que él quisiera. Ella lloró y gritó, pero él no tuvo piedad. Después de que se cansó de ella, la envió de regreso con su padre sin demora. Esta era su manera horrible de tratar a las persona.



Cuanto más grande mejor


Dos odaliscas (1928), por

Henry Mattisse (1869 - 1954)


Ibrahim el Loco, sultán del Imperio otomano, continuó explorando sus impulsos carnales desmedidos. Sus inclinaciones sexuales se estaban volviendo cada vez más extremas y pasaron de simples fetiches a extraños comportamientos escandalosos y sádicos. Comenzó teniendo una preferencia por el físico de las mujeres; le gustaban las mujeres grandes, y cuanto más grandes fueran, mejor.


Su madre iría al mercado de esclavos y buscaría específicamente a las jóvenes más gordas que pudiera encontrar. Una vez, encontró a la mujer más grande que jamás había visto, una campesina que creció trabajando en una granja en Croacia. Era mucho más alta que la mayoría de las mujeres en ese momento y más fuerte que muchos de los hombres. Cuando la madre de Ibrahim, Kösem, la llevó ante el sultán, quedó atónito. Se dice que Ibrahim la llevó inmediatamente a su habitación y no salió durante cinco días.



A veces necesitaba un poco de ayuda Ibrahim estaba explorando su lado sexual y encontrando allí mucha oscuridad. Tal vez solo estaba buscando en el fondo a alguien que realmente lo amara; tal vez solo estaba recuperando el tiempo perdido. Después de todo, había estado encerrado la mayor parte de su vida y nunca recibió mucho amor de su familia. No sería sorprendente que eso lo volviera muy neurótico y le causara muchos problemas psicológicos y fisiológicos.

Un gran problema que tenía, especialmente considerando sus inclinaciones, era que a pesar de su enorme interés en el sexo, a veces sufría de impotencia. Entonces, además de conseguirle vírgenes y mujeres obesas, su madre también le proveía afrodisíacos a base de hierbas. Recolectaba varias hierbas y medicinas de los farmacéuticos en los mercados públicos y se las daba a su hijo. Cualquier cosa para mantenerlo alejado de dirigir el Imperio.

Le gustaba montar a caballo


Ibrahim I de Arolsen Klebeband


Había un juego sexual que disfrutaba especialmente donde reuniría a todas las vírgenes que su madre le había conseguido recientemente y las llevaría a los jardines del palacio. Allí, haría que todos se desnudaran y se pusieran de pie en fila. Luego fingía ser un caballo corriendo entre ellas.

Relinchaba todo el tiempo, como un caballo, y quería que las mujeres fingieran que también eran caballos. Les pedía que lo patearan salvajemente y trataran de tirarlo cada vez que se montaba en una de ellas. Era un juego salvaje y animal, y ciertamente no era tan divertido para las mujeres como lo era para él. Pero él era el sultán y los límites de su depravación eran sólo los de su imaginación.

Por supuesto, el sultán era el hombre más famoso del reino, y pronto comenzaron a correr rumores sobre sus acciones. Todos querían saber si el Imperio estaba en peligro y si las áreas que él controlaba estaban bien protegidas; sus enemigos por su parte querían saber si existía una buena oportunidad para atacar. La noticia de sus payasadas se extendió por todas partes. Un escritor, Dimitri Cantemir de Moldavia, escribió sobre él. “En los jardines del palacio reunía con frecuencia a todas las vírgenes, las hacía desnudar, y relinchando como un semental corría entre ellas, mientras violaba a una u otra, pateando y forcejeando bajo su orden”. También era conocida su preferencia por las mujeres corpulentas. Una mujer llamada Sechir Para que pesaba 150 kg fue encontrada en Armenia, el sultán inmediatamente la llamó para que se uniera a su harén.


Teniendo en cuenta que su harén era su lugar favorito, no sorprende que gastara mucho dinero del Imperio en sus concubinas, comprándoles regalos de todo tipo. Una vez, incluso le dio todo el tesoro de Egipto a su concubina favorita. Trajo los mejores textiles de la época a su harén y revistió la pared con seda, lino y oro. Les daba a las mujeres las mejores joyas de todo el Imperio y también muchas pieles.


Realmente amaba las pieles. Forró una habitación con lince y marta cibelina desde el suelo hasta el techo, incluidas todas las paredes, para poder tener sexo cómodo en cualquier posición. También le encantaba usarlas. Sus almohadas estaban rellenas de piel y su fetiche favorito era hacer el amor sobre piel de marta. Incluso inventó algunas posiciones sexuales nuevas que funcionaron bien en una habitación forrada de piel.

Ahogaba a las mujeres en el estrecho del Bósforo


Fotografía nocturna del
Estrecho del Bósforo

Sin embargo, no siempre trataba bien a su harén. Una vez, Sechir Para, su favorita que pesaba 150 kg y en ese entonces también era conocida por el nombre cortesano de Sivekar Sultan, le dijo que una de sus concubinas había sido “tocada por un extraño”. Ella afirmó no saber ningún otro detalle. Esto enfureció a Ibrahim, y tuvo que averiguar quién era la concubina, y especialmente quién era el intruso.

El jefe de los eunucos, que era el tercer hombre más poderoso del Imperio y estaba a cargo de administrar el harén, comenzó a torturar a las mujeres para sacarles información, pero no pudo averiguar nada. Furioso, Ibrahim decidió ahogar a casi 300 de sus concubinas en las aguas del estrecho del Bósforo. Puso a cada una de ellas en un saco de arpillera y las arrojó al agua. Solo Sechir Para y otra de sus concubinas favoritas llamada Turhan Hadice se salvaron. Ibrahim envió inmediatamente a su madre a buscar más.


Su madre resentía a su concubina favorita


Sechir Para, su consorte favorita
y la mujer mas chismosa
del Imperio Otomano

La madre de Ibrahim, Kösem Sultan, estaba feliz de proporcionarle concubinas a su hijo para su harén, siempre que no tuvieran demasiado poder. Pero Sechir Para, siendo su favorita, empezó a tener mucha influencia sobre él. Ella había sido la responsable de los eventos que llevaron al asesinato de la mayor parte de sus otras concubinas y estaba comenzando a aconsejarlo sobre lo que debería hacer en el Imperio. Kösem sintió amenazado su propio poder y entró en acción. La madre de Ibrahim invitó a cenar a Sechir, sabiendo que una mujer de su apetito no podía negarse a cenar en la mesa real. Durante la comida, Kösem hizo matar a Sechir, probablemente por estrangulamiento, o tal vez por envenenamiento. Ella le dijo a su hijo que Sechir había muerto repentinamente de una enfermedad misteriosa y que nadie podía salvarla. Ibrahim estaba abatido, pero no había nada que pudiera hacer; no podía dudar de la palabra de su madre.

Mientras tanto, en las provincias, la corrupción comenzaba a afianzarse y la gente sufría. El sultán contaba con algunos nuevos asesores que no tenían las mejores intenciones en el fondo. Ibrahim estaba tan ocupado con su apetito sexual que sus asesores, incluida su madre, se entregaron a los instintos de la naturaleza humana y no tenían nada que los detuviera. Estaban robando dinero de todos los distritos locales y la gente se empezaba a molestar. Luego, los asesores de Ibrahim lo convencieron de ir a la guerra contra Venecia. El sultán hizo que sus fuerzas invadieran Creta, pero Venecia también era un imperio poderoso, y cuando se defendieron, Ibrahim no supo qué hacer. Venecia bloqueó los Dardanelos con su poderosa marina y se detuvieron los envíos de alimentos al Imperio. Ibrahim luego impuso enormes impuestos nuevos a sus súbditos para pagar la guerra y su harén. La gente estaba cada vez más pobre y hambrienta.



Su final se acerca


Su hijo y sucesor, Mehmed II

Después de tres años de guerra y corrupción, Ibrahim se había alejado de la mayoría de sus seguidores, incluida su propia madre, quienes creían que estaba destruyendo lentamente el Imperio. En ese momento, había tenido algunos hijos, por lo que ya no era realmente necesario. El Imperio volvería a su tradición de matar al sultán para reemplazarlo con un pariente. El gran visir, anteriormente un gran partidario del sultán, también estaba harto de sus payasadas. Entonces, se unió a Kösem Sultan en un complot para asesinar a Ibrahim. Sin embargo, el sultán se enteró del plan y mandó a matar al visir y expulsó a su madre del edificio del palacio de inmediato. Ibrahim nombró un nuevo gran visir que seguiría las órdenes del sultán al pie de la letra, pero aun así no fue suficiente. Ibrahim tenía muchos enemigos, incluidos algunos de sus soldados a los que no se les había pagado en años.



Sus fuerzas de élite se volvieron contra él

Los jenízaros eran la mejor fuerza de combate del Imperio y eran el ejército personal del sultán, pero no les habían pagado nada en mucho tiempo y se les acabó la paciencia.

Con el ejército en su contra, Ibrahim no tuvo ninguna posibilidad de escapar. Lo primero que hicieron fue enfrentarse al nuevo gran visir. El 8 de agosto de 1648, una turba enfurecida formada por soldados jenízaros le puso las manos encima y lo hizo pedazos.


Luego, hicieron desfilar su cuerpo mutilado por las calles de Estambul. Ibrahim sabía que él era el siguiente. Le pidió ayuda a su madre, pero ya la había perdido; ella ya estaba preparando a su hijo para reemplazarlo. Kösem Sultan le dijo a su hijo Ibrahim que solo tenía dos opciones: abdicar del trono o morir. No queriendo luchar hasta la muerte, accedió a ceder el poder.


Ibrahim se vio obligado a renunciar al sultanato y fue encarcelado. Su hijo de seis años, Mehmed, fue nombrado como el nuevo sultán, y la abuela de Mehmed, Kösem, fue la que realmente estuvo a cargo nuevamente, tal como a ella le gustaba.



Ibrahim había pasado sus primeros años tras las rejas y acabó nuevamente privado de su libertad al final de su vida. Pero ahora que había probado la vida como sultán, teniendo todas las mujeres y pieles que podía imaginar, no podía soportar estar en una celda otra vez.

Lloró y pataleó sin cesar. Finalmente, después de aproximadamente una semana, sus captores no pudieron soportarlo más. Fueron a Kösem y le preguntaron qué debían hacer. Ahora tenía a Mehmed, por lo que ordenó la ejecución de su hijo Ibrahim. Dos verdugos fueron enviados a la celda de Ibrahim para hacer el trabajo; iban finalmente a matarlo.


El final de Ibrahim el Loco


El 18 de agosto de 1648, con el permiso de su madre, los verdugos de Ibrahim entraron en su celda. Irónicamente, uno de ellos era el hombre que Ibrahim había usado para matar personas caprichosamente durante su reinado. Ibrahim agarró un Corán que tenía a mano y exclamó: “¡Mira! ¡El libro de Dios! ¿Con qué mandamiento me mataréis?”, pero ellos no se inmutaron. Se desesperó aún más y comenzó a gritar: “¿No hay nadie entre los que han comido mi pan que se compadecerá de mí y me protegerá? Estos hombres crueles han venido a matarme. ¡Misericordia! ¡Misericordia!”. Pero no había nadie en el imperio que sintiera piedad por el antiguo sultán, había alienado a todos, incluida su propia madre. Los verdugos lo estrangularon con sus propias manos hasta que murió. Así terminó la vida, a la edad de 32 años, de uno de los sultanes más bizarros y crueles de la historia del Imperio otomano.



Fuente: CULTURALESS

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