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Atril literario. Invitado: MAURICIO MARTÍNEZ

Actualizado: 17 nov 2023

POEMA

por ANDRÉS GALEANO







Me gusta mi prima


No hay nada mejor que una prima

Media hermana y medio nada a la vez.

No sé qué pensarán mi tía y su esposo

Cuando se enteren

Y descubran,

El cadáver semidesnudo de mi prima

Dentro de mi armario.

Envuelto en babas y cansado de amar.

Espero se enteren después de Junio

Para que no se me tiren las vacaciones.


POEMA

(Dedicado al poeta Andrés Barbosa Vivas, 1987 - 2010)

por MERCEDES VIVAS BENÍTEZ







Que te llegue este mensaje: Mis palabras, mis letras, no son de hilos dorados, simples adornos, sin embargo tienen la ternura de los elementos, la rebeldía de nuestra raza, la belleza del que ha perdido todo menos la dignidad.


A LA POESIA EN SU DIA

“Jotabé dodecasílabo"

por GERARDO MARÍA PÉREZ GIRALDO


A la poesía le hago mi homenaje

antes que mi vida termine su viaje.


Que mi rima sea clara y encendida

como la luna que siempre está florida,

para que mi amada nunca esté dormida

leyendo poemas que alegran su vida.


Vuelan poemas Jotabé en las mañanas

que cantan alegres todas mis hermanas.


La poesía imprime un aprendizaje,

que para mi vida tiene su medida

como el blanco sol tocando mis ventanas.


UN CUENTO DE VERDAD

por HELENA RESTREPO


El hada madrina me concedió un deseo.

Bailé con un príncipe toda la noche

y el encantamiento duró hasta las 3:30 am.

Corrí hasta el carruaje-taxi

—que estaba por dejarme—

y no se me cayó ningún zapatico de cristal.

(A propósito, mis pies son grandes

y a mi dedo gordo le falta la uña).

A cambio de la zapatilla, le dejé mi libro,

que da cuenta

de todos los zapatos que me he puesto.

Sueño que, ya que mi hada hizo lo suyo,

el libro consiga algún encantamiento.

Lleva pistas de cómo encontrarme.


MEMORIAS

por ALEXÁNDER GRANADA RESTREPO, "MATU SALEM"

En el Libro de las Memorias de los que piensan en el Nombre del señor, se halló este escrito:

No prosperará la lagartija, si las hormigas no pasan por su lado. No prosperarán las moscas, si el mundo deja de querer ser corrompido.

Y más adelante, en el capítulo de los enamorados, en buena grafía, decía:

Gracias a las obedientes moscas, pude conocer lo putrefacto que tenías el corazón.

Entonces, te perdono ¡ arrodíllate ! teme e invoca el Santísimo Nombre del Señor; su presencia bastará para que seamos limpios como perlas, y podamos amarnos y ser uno.


TUS OJOS ME CAUTIVARON

por DAMARIS CASTRO OSPINO

Eres un sueño corto

con un montículo de caricias imaginarias

el foso de la culpa

que me atrae

a tus brazos pecaminosos


Miro desde la ventana los almendros de aquel camino que recorrí

tras tus ojos penetrantes y cautivadores


Tornando mi mundo

en color

Gris

Ceniza

Oscuro

Posteando el grano maduro de mi cultivo


Contemplo los astros buscando cordura

en espera de ese titilante milagro


La escarcha de tu risa

hizo brillar mi rostro

así fue nuestro génesis

una fruta fresca


el agua de la tinaja

un café caliente en la mañana

la temperatura tibia de los dos

se tornó en lluvia

las piedras sollozando

las hojas de los árboles lagrimeando

Y tus recuerdos

fotografías que pena

en el leve sueño de mi cama fría


¡SEÑORES DE LA OTAN NO SEAN NECIOS!

por JHON JAIRO SALINAS

"Bomba atónita, bomba atómica,
tristeza, consolación,
flor purísima de uranio,
desabrochada en el suelo,
del color pálido del helio
y olor de rádium fatal,
lirio mineral carnívoro,
radiosa rosa radical". (Epígrafe. V. M)

Hoy la humanidad no quiere una paz con manchones oscuros de trágica muerte, ni cuerpos calcinados de inocente pueblo...


Hoy los lestrigones de la Otan quieren clavar sus bayonetas contra Rusia, haciendo girar su rostro en guerra nuclear...


¡Señores de la Otan; alquimistas de la guerra! permitan que los extensos campos agirosalados de Ucrania, se transformen en justicia poética, abrazando la paz entre rusos y ucranianos, donde los pétalos amarillos penetren como rayos amables estrangulando para siempre los resquicios la guerra.


¡Dejen que otro verano llegue y no trunquen el verde tallo!... El pueblo, envuelto en única bandera, ¡la paz!

Que las estepas siberianas no se descongelen con las bombas ultrasónicas...


Tolstoy, hoy más que nunca nos exige grandeza, sencillez, bondad y verdad.


Hay un grito trepidante de clamor por la paz mundial. Como misil certero lanzo este verso de Yevgueni Yevtushenko:

"Quise con mi sangre a Rusia

como el tuétano de mis huesos,

quise sus ríos creciendo

y debajo de los hielos".


Dejen que caiga la nieve pura...

No hagan trizas el hielo.

Que en Ucrania, no se calcine el girasol.

Dejen ver el sol...

Que las infames bombas nucleares se queden escondidas para siempre...

Ni un ser vivo calcinado...


Señores sátrapas de la guerra, dejen que el árbol se desnude solo, que los niños pisen el rectángulo de la plaza... que apuesten una carrera...


La humanidad no quiere ver epilépticos esqueletos, ni casas ardiendo, con el combustible sanguinolento

de niños, mujeres y ancianos. Tampoco focos luminosos en la frontera de la muerte.


Que la paz mundial se abra en el campo de los olivos en abanico de vida. Hoy existe un cielo escondido en una ráfaga de necios misiles. Y una lluvia de estrellas tristes, bajo el manto de luceros fríos.


No permitamos que una bandada de pájaros metálicos descarguen sus bombas asesinas.


Templemos la paz a la orilla del río Volga, sintiendo solo el ruido de lanchas en entrepidos barqueros...


¿Quién se apunta para la trinchera de la paz?

¿Tú, gendarme del mal?

¿Quién se apunta para disparar el fusil?

¿Tú, hijo señor gobernante?

¿Quién lanza la paloma?

¿Quién...?

¿Quién quiere besar la barbarie?

¿Quién...?

¿Quién se propone para sellar la paz?

"Y, ¿quién más bien preferiría esperar un poco?"


"¿Quién se ganará el agradecimiento del Imperio?"


Dejen que el verano, el invierno, el otoño y la primavera vengan cogidas de la mano. Que venga una era de paz, amor y felicidad... ¡No sean necios carajo...!, ¡Dejen de joder!


Hoy, la humanidad no quiere arder más en las cenizas de la guerra... No queremos desiertos sin orillas...

"bajo la ciega luz que se desploma

en estériles guerras"...


¡Ojalá la humanidad no tenga que ver la aurora asomada en pálido helio,

estampada en un lienzo pintarrajeado con lunas grotescas!...¡Ojalá!


PAISAJE LÓBREGO

por MARÍA VICTORIA RAMÍREZ RIVERA

Me llevaste al inframundo,

le vi la cara a la muerte,

comprobé el dolor,

la oscuridad me rodeó.

Deambulé en la penumbra,

todo era lóbrego, triste.

Extraño hallar impulso

en la turbiedad,

dejar atrás todo lo que dolía,

tomar alguna vez las riendas de mi vida.

Aprender a mirar en la turbiedad,

dejar atrás ciénagas, bruma, aflicción.

Sentir estar viva, moverme,

descubrir que había algo más,

la intensidad dentro de mí,

un hervor que sacudiría

hasta la última fibra.

¡Qué cosa la vida!

Salir de la oscuridad,

tener ánimo,

poder vibrar

y a la muerte mirar de frente.


BEBERSE UNA ESTRELLA

por MARCOS ROGELIO RUBIO LÓPEZ (MÉXICO)














La misión de las estrellas es llenar de belleza la bóveda celeste. La misión de la música es llenar de, armonía el universo. La misión de los poetas es abrir vías del pensamiento libre a través, de las sensaciones, las emociones, los sentimientos que iluminen almas apagadas y como las estrellas, sean motores de energía cósmica que produzcan calor humano e irradien luz interior.


Beber una estrella para liberar nuestra fuerza a través de reacciones que se unen como la alegría, tristeza, dolor, amor, ira, rabia, ansiedad, estrés; al liberar energía proporcionas luz o generas, oscuridad. Tú decides.


Las estrellas al igual que las personas nacen, crecen y mueren. Desprenden luz y calor, tienen la magia de guiarnos, de mostrarnos los caminos. Beberse un estrella es entrar en contacto con el universo constelado. ¿Quieres conquistar una, estrella? Busca el medio. Las estrellas son soles inmensos. Cuando la tengas, la puedes convertir en perla y colocarla en la frente de tu amada con un majestuoso verso tuyo.


Bebe todas las estrellas que puedas y siempre estarás radiante, alegre, positivo y serás luz y fortaleza para, quien vive en la debilidad y en la penumbra.


Sé un astro Intergaláctico que promueva el amor, la Paz, la solidaridad, que si aprendiste a correr, a nadar, a volar; ahora busca socializar y convivir. Cree en lo que deseas, en el silencio de las estrellas encontrarás lámparas bellas, bordadas de oro que darán calidez, paz, y tranquilidad a tu alma; te darán la esperanza necesaria para encontrar el tesoro más grande del mundo: el amor nacido de tu corazon; pues al beberte una estrella diste esplendor a la noche y dejaste... ¡Un corazón encendido!


ENDEBLE TRAGEDIA

por YANINA CERIANI (ARGENTINA)

La vida es una tragedia Vestida de blanco

De aroma a jazmines

La gente se ríe Burlona Irónica

De la tragedia

En cambio yo

Me siento a esperarla

Aguardo Sigilosa

Suponiendo el drama

Sé que llegará

El día en que venga

En el fondo la deseo ahí estaré yo

Sacudiendo su debilidad

Porque la tragedia es endeble

Y un día se marcha Se va sin razón aparente Se oculta Quien sabe donde Y en ese instante Cuando la vea partir Yo la miraré burlona A esperarla nuevamente Para cuando ella regrese

"Endeble tragedia"




VIDEOS




NO VOY PARA NINGÚN LUGAR

UMBERTO SENEGAL


DE FUEGOS

CAROLINA HIDALGO


EN EL XIV PARLAMENTO DE ESCRITORES DE COLOMBIA (2016)

SONIA SOLARTE OREJUELA


HAPPY BRITHDAY

MCTIAN


LA CUMPARSITA (Gerardo Matos Rodríguez)

CARLOS EDWARD RÍOS SÁNCHEZ




CUENTOS, ESCRITOS, ENSAYOS

& PROSA POÉTICA




CONTRA ILUMINACIÓN

por DIEGO FIRMIANO


«[Hitchens] entra a un restaurante, le sirven una tostada con caviar, y se queja diciendo que la mermelada tiene un extraño gusto a pescado. Se indigna». Simon Leys


De Christopher Hitchens hay que admirar sus dotes de polemista, ya que como escritor comprometido no era, ni profundo, ni convincente (salvo en algunos libros), sino combativo hasta el extremo, pues desde que se enroló en las filas de nuevo ateísmo, entre los años noventa e inicios del milenio, fue un militante ideológico que llevó hasta las últimas consecuencias su causa, la cual explotaba con clichés como: «La madre Teresa de Calcuta es un ángel del infierno», «La religión le ha hecho daño a la humanidad», «Deberían juzgar a Henry Kissinger», «El cielo es una Norcorea espiritual», «Pol Pot fue un genocida», y otras ideas más que constituyeron la parrilla de su activismo político y anti religioso, y que, sin duda, entendió al revés.


Pero salvaguardando su posición y apuesta en el mundo, aquella actitud obcecada de atacar el peligro religioso y político sería inherente del Hitchens último, porque hay otros Hitchens más interesantes y acertados, aunque su fama de «polemista e intelectual» cobró auge gracias a revivir la vieja querella entre religión versus ciencia o religión versus política, ganándose amigos y enemigos por esto, aunque también dándole acceso a las asociaciones de ateos y a la corte de filósofos de la religión que deseaban debatir con él, no para sacarlo de su «posible» error, sino para escuchar sus alegatos teológicos y políticos.


Sin embargo, ante el fin del metarrelato y la muerte del autor, según los estructuralistas de los años sesenta y setenta, ¿quedaba hoy algo por decir que no fuera una alusión al lenguaje mismo, a una semiótica per-se? ¿No eran (y son) las discusiones teológicas en el siglo XXI un molde ya gastado? O ¿Es posible reformar las imperfectas versiones de democracia en América? Con su apuesta, el estructuralismo dejaba fuera del juego las afirmaciones taxonómicas y avalaba la estructura interna del sistema, y por ello, el desmonte del bloque socialista y la aparición de un mundo homogéneo donde el capitalismo era la bestia triunfante, era un hecho dado.


Hitchens sabía esto y por eso no fue extraño para nadie su giro ideológico, ya que en el campo de la política fue un gran periodista, un polemista ortodoxo que criticaba con ciencia y gracia los asuntos de la guerra, denunciaba los genocidios, atacaba los dictadores de derecha e izquierda y se convirtió en un defensor a ultranza de los derechos humanos y del ideal de una república universal, inspirado en las figuras ignoradas de Thomas Paine y Anacharsis Cloots. Pero el Hitchens que incursionó en el debate de las creencias y anti creencias, que se apasionó por el nuevo ateísmo y su no lugar en las ciencias humanas, sería el resultado de dos factores: por un lado, la promoción literaria de sus libros ateologéticos, y por el otro, la conjugación de sus anteriores roles profesionales donde se había desgastado como una «voz en el desierto», necesitando, irremediablemente, encontrar un frente de batalla distinto.


Así entonces, en un mundo sin causas ni posiciones, este boomer nacido en el 49 opta por tomar una, primero como trotkista convencido, aún con credencial de la Internacional socialista, luego como periodista comprometido en su profesión (de donde formó su conciencia social apoyando el empoderamiento las mujeres de Irak o Afganistán, la caída de dictadores, el apoyo a la causa palestina, el derecho al aborto, etc.), a la par que de ensayista meteórico y multicultural inspirado por George Orwell (su fetiche), y finalmente como parte de ese cuarteto llamado «Los jinetes del No apocalipsis» junto a Richard Dawkins, Sam Harris, Daniel Dennett, donde desarrolló su más feroz apología al ateísmo y la apelación a una conciencia sin Dios.


Estas fases de su carrera como camarada, periodista, literato, libre pensador y vir eruditus fueron esas fortalezas que le permitieron tener miles de lectores y seguidores y continuar así dando una batalla anti-cultural contra el sistema e intentando dejar un mundo mejor, antes y después de su muerte. Frente a este historial, podrían pasarse por alto los errores del Hitchens combativo, para valorar al Hitchens humanista, sin embargo, es difícil no pensar que donde pudo ser acertado, falló, y donde falló, se desvió de una meta trazada: implantar las máximas de la Revolución Francesa de Igualdad, Libertad y Fraternidad, y buscar avivar un «sapere aude» irreconciliable ante el auge de los laboratorios democráticos, el darwinismo social, y la psicología publicitaria desde Julián Freud en el siglo XIX.


Este salto al vacío fue su versión de la apuesta de Pascal, pero a la inversa: apostar por el hombre y su realidad, por el mundo contemporáneo y sus complejidades, un aquí y un ahora, una inmanencia más que una trascendencia, y en esto se consumió desde que inició siendo un marxista radical y como defensor a ultranza de la democracia liberal hasta el final de sus días. Ben Burgis, uno de sus detractores reconocidos, diría con un endemoniado acierto que [Hitchens] «fue un brillante ensayista y orador que dijo algunas cosas convincentes como marxista ortodoxo, pero destruyó su credibilidad como partidario de las guerras de Afganistán e Irak». Una frase sencilla que lo acusaba de imperialista encubierto, y eso era verdad, porque entre su avanzada de coadyuvar en una utopía marxista de hombres libres y cultos, y el de llegar a ser un activista teórico de un mundo sin guerras, sin muerte y sin hambre, Hitchens desarrolló la infantil creencia de un «futuro radiante» donde la democracia fuera un hecho real y justo, se respetara el espectro del pluralismo cultural y se reconocieran los derechos humanos a nivel universal.


¿Su causa fue en vano? Quizá no, porque si luchó contra el sistema y sus prejuicios, es una misión que vale la pena resaltar, pero si combatía contra las creencias (como en efecto lo hizo el último Hitchens), contraatacaba molinos de viento, ya que ningún grupo (político, religioso o científico) dura mucho tiempo si no es sostenido por una creencia sólida. Incluso la democracia y los hechos descansan sobre estos presupuestos, y por ello no era posible desmontar un dogma o una guía para la acción sin desordenar el tablero completo. Pero esto a él, sinceramente, no le importaba en absoluto, pues como buen lector de Karl Popper le interesaba más destruir errores que descubrir verdades, intentar resolver el problema de la tolerancia y violar la cultura a condición de hacerle un hijo, como diría Simón de Beauvoir.


Lo que es cierto es que su activismo fue una tautología, como el de los tres restantes jinetes del No apocalipsis, ya que no creer en nada y reflexionar sobre ello (racionalismo radical) es una seria contradicción o redundancia, de igual forma que creer en la razón es tan absurdo, como iluso, ya que el racionalismo no es nada más que otro sistema inventado para intentar darle un sentido al mundo, al hombre, a las cosas, a pesar de que esa confianza desbocada en las luces del espíritu produjo el nacimiento del terrorismo de Estado (desde Maquiavelo, hasta la actualidad), que ha dejado sus mártires entre científicos, pensadores originales, religiosos, y ciudadanos comunes.


Hechos, que según los ateos radicales, serían más propios de la religión, las Cruzadas o una teocracia, que de la política en sí, pero que ellos en su afán de descreencia (porque creen que no creen), ignoran la historia y la afilada hoja de los revolucionarios franceses, o la persecución de Napoleón a los intelectuales, o la alineación humana producida por la Revolución Industrial, o el siglo XX, el de las guerras políticas y los genocidios, donde la razón de Estado y el nacionalismo produjo más víctimas que la inquisición o la contrarreforma juntas.


En fin, Christopher Hitchens, como buen dialéctico, gastaba sus energías en campañas sobre el ateísmo secular para no aburrirse, preconizando ideas-receta aprendidas del movimiento Brights, el Manifiesto Humanista 2000, o de la National Secular Society, y buscando revitalizar su sentimiento visionario de un mundo desnortado, pero con paz, sin Dios, pero con ley, con Kant, pero sin Thomas de Aquino. Lo que no quiere decir que Hitchens careciera de argumentos propios al incursionar en los debates o al escribir sus libros best-seller, pues su faceta de ensayista literario fue brillante, en especial sus títulos «Amor, pobreza y guerra» (2004), «Hitch-22» (2010), «Arguably» (2011) y «Mortalidad» (2012), sino que su incursión en la carrera de activista ateo, con todo lo que aquello supuso, lo arruinó por completo.


Aquel principio epistemológico, llamado por sus seguidores «La navaja de Hitchens» es tan débil como el talón de Aquiles, ya que el eslogan: «Lo que puede afirmarse sin pruebas puede desestimarse sin pruebas», parece más un juego de niños escolares jugando a mentirse, o una frase para intelectuales que se señalan y se acusan mutuamente. Fórmula que fue el resultado de su lectura de Lucrecio, y la firme creencia en «el problema del mal» propuesto por Epicuro; asuntos epistemológicos que no han sido (ni es posible por el momento) resolver, ya que hacer filosofía de la religión y tomar las armas sobre el campo es tan incierto como un mecánico operando en un quirófano.


Finalmente, Richard Dawkins homenajeando a Hitch en su obra «La ciencia del alma» (2017) insiste en decir que el nombre de Christopher Hitchens estará unido ad aeternum al de Bertrand Russell, David Hume, Robert Ingersoll y Thomas Paine, pero lo cierto es que, ante su muerte solo fue un hombre sencillo que aceptó con dignidad y resignación su final, y su nombre quizá se encontrará ligado más al neohumanismo o humanismo secular, que al de uno de un pensador original que haya intervenido y/o cambiado el mundo.


Su vacante en el cuarteto de «Los cuatro jinetes del No apocalipsis» pronto sería tomado por la activista somalí Ayaan Hirsi Ali, o porque no, por Steven Pinker o Víctor Stenger, eso lo decidirá la ferocidad spinoziana de la propuesta, mientras tanto, las últimas palabras en el libro «Mortalidad» de Hitchens son tan reveladoras como claras: «Los hijos nunca escapan de la sombra de sus padres…. Nadie llega nunca a ser él mismo… Ese es el coste de la inmortalidad. Ninguna persona está completa. Ninguna persona es libre».


SIETE MINUTOS PARA DESCANSAR DE...

por CARLOS ALBERTO AGUDELO ARCILA


A PESAR DE TANTOS AÑOS DE AMISTAD…*


El niño se mete en la jaula del tigre, el felino sale. Todo ocurre una y otra vez, se vuelve un juego. La travesura dura varios años, el suceso es asombroso. El tigre se hace viejo y el niño trapecista. Un día cualquiera el hombre trepa la cuerda floja, el tigre con sus fauces abiertas espera la caída de su mejor amigo.

*Del libro de microrrelatos Demonios de un día

EL GESTO*

Un gesto nada más. Un gesto sin decir nada. Un gesto diciendo todo. Un gesto. Eso era. Sin embargo, le temíamos. El gesto se abría y por su abertura se observaban olas contra nosotros. Cerrábamos puertas y ventanas con trancas difíciles de derribar. Nos encerrábamos hasta cuando se terminaran los alimentos. Nos asustaba salir. Yo mandaba a mi esposa a comprar mercado. Ella protestando abría despacio la puerta principal mientras en un momento de ave aterrorizada volaba a la tienda. En otras ocasiones, luego de estar encerrados por larga temporada mi esposa exigía ir por la remesa mientras yo con temblores en mi alma huía por la ventana de atrás. Una de las últimas veces de haber visto al gesto, fue cuando se dividió en dos. Por su boquete observamos una hermosa playa. Nos entró la confianza. Abrimos puertas y ventanas sin prevención alguna. Organizamos un paseo a la playa donde nos encontramos el día de hoy. El gesto ha hecho presencia en este paraje distante. Nos hizo el gesto de adentrarnos en el mar donde alcanzamos a ver nuestra casa inundada por olas y animales marinos.

*Publicado en la antología MINICUENTO VALLECAUCANO de Guillermo Bustamante Zamudio, Henry Ficher – Harold Kremer AMIGOS*


Pensé lo infructuoso de buscarlo. Fuimos a la policía. A los hospitales. A los moteles. A las morgues. A los bares de cada pueblo. De cada ciudad. De cada país del mundo. No lo encontramos. Lo buscamos en las profundidades del agua. En lo insondable de la selva. Detrás de las ventanas. Debajo de las piedras. Tras la careta puesta en el rostro de cada habitante de nuestro planeta. En todo rincón existente, sin resultado alguno. Preguntamos a Narciso si lo había visto, respondiéndonos: averígüenlo bajo la cornisa de la sala de los espejos. Tocamos en portones de cristal. En cada uno dijeron no haberlo visto desde hace varios siglos. Cansado, abandonamos la muchedumbre con la cual andábamos en la pesquisa. Al quinto día de estar en mi residencia descansando, algo o alguien desde dentro de mí, insinuó averiguarlo en la última estancia de mi ser. En lo insoslayable de mi alma. Fui en su búsqueda. En un rincón de mi insustancialidad lo hallé cabizbajo, con sus ojos alerta. Al verme se aproximó sereno, compenetrándose conmigo. Cada instante nos unimos más. Somos buenos amigos. Compartimos las mismas mujeres. Los mismos gustos. La misma copa para bebernos el mundo.

*Publicado en la antología

MINICUENTO VALLECAUCANO de Guillermo Bustamante Zamudio, Henry Ficher – Harold Kremer


COMO SI FUERA…*


El crimen se ejecutó a la hora exacta, el día preciso. El sicario sonrió cuando disparó el único tiro, el cual fue calculado con la maestría de un verdadero asesino. El autor intelectual de este asesinato fue informado por el propio ejecutor. Desde lugares distantes ambos bandidos brindaron entre sí. Ante el roce de las copas pedazos de cristal cayeron en los pisos. Una gota de licor rodó de Este a Oeste, mientras otra gota se deslizó desde el Oeste al Este, hasta encontrarse y formar una lágrima, como si fuera de la madre del occiso. *Del libro de microrrelatos Demonios de un día


(Publicado originalmente el el portal EL QUINDIANO y

reproducido por expresa voluntad del autor de la crónica)



ANONADADO

por DIEGO MAURICIO MARTÍNEZ CARDONA*


Quisiera que el siguiente relato fuera mentira, pero jamás he contado algo tan verazen mi vida. Ocurrió hace años cuando compartía vivienda con Jack, Memoy “el Costeño”. La casa, una opulenta mansión a la que el gran Cronos le arrebató su brillo original y cuyas renovaciones no la hacían ver más que como una mujerzuela operada, albergaba individuos de distinta calaña. Doña Flor (la dueña de la casa) iba siempre acompañada de su perra “Sabrina”y ocasionalmente por su nieta, una joven y hermosa punkera con quien tuve el placer una vez de practicar la quiromancia.


Los más pudientes disfrutaban de su propia alcoba, a los de menos en cambio nos hacinaban en cuartos baratos a kilómetros del sanitario. Aunque no solo los pudientes se daban el lujo de tener su propio espacio, era el caso de Jack, un minúsculo hombrecillo que por la mitad del precio normal se atrincheró bajo una escalera e hizo de aquel rincón su hogar. En nuestro caso, el de Memo, el Costeño y el mío, los tres pernoctábamos en una fría habitación lejos del universo conocido. Sin radio, sin internet ni televisión, lo más divertido era asomarse a la ventana que daba a una calle ciega o mirar por pura ociosidad las revistas gay que el antiguo inquilino había dejado en el armario, mueble que representaba la mayor comodidad del cuarto.


Y por supuesto estaban “los demás”, ratones de biblioteca y trabajadores del sistema a los que te topabas esporádicamente en la cocina o en la puerta y era inevitable no saludarlos, pues podría interpretarse como una falta de respeto y nada más peligroso que un nerd enfadado o una secretaria ofendida,lo que me remonta a mi amor platónico, una camarera con obesidad mórbida que de vez en cuando nos visitaba para pedir algún favor absurdo al que siempre decíamos que no. Me gustaba pensar en ella como una especie de Blanca Nieves regordeta y en mí como uno de sus siete enanos, seguramente Tontín.


Pero para ser sincero, el cuento va más allá de mis retorcidas fantasías con “Betty Tetas”, porque el verdadero eje de la historia reside en el ala oeste de la casa, donde vivía Doña Flor. Allí habitaba algo indescriptible a lo que llamaban “Esneda”. Cuentan que Doña Flor la sacó de las calles y la entrenó para que le sirviera de mucama. Era casi imposible verla excepto a través de los gigantescos ventanales de la casa o si estabas muy de malas podías encontrártela en el patio o por algún corredor solitario, en cualquier caso había queestar preparado para evitar el paro. Una vez me topé con ella y sé que ese recuerdo me acompañará hasta la muerte.Medía casi tres metros y el pequeño taparrabo que se aferraba con desdén a su sexo, destilaba un fétido aroma que envolvía todo su esqueleto. No quise mirarla a los ojos, solo portemor a quedar petrificado.


De igual forma varios compañeros con el tiempo se fueron acostumbrando a Esneda, o“Neda” como le decían de cariño, incluso llegué a verla en repetidas ocasiones devorando cigarrillos junto ami Blanca Nieves talla grande. Así mismo un domingo cualquiera mientras flotábamos en el más espeso aburrimiento, recibimos la visita de nuestro amigo Bartolomé.


Bartolomé era payaso, entró tocando el claxon y haciendo toda clase de piruetas, su presencia iluminó nuestras vidas, de hecho no solo su presencia sino el sudor que le escurría. Conmovidos por su actuación quisimos atenderlo como se merecía. Del pantalón del Costeño salió volando una palomilla, los bolsillos de Memo escupieron polvo y los míos estaban rotos.Decidimos ir ala nevera y allí encontramos la respuesta, un puñado de limones. Pero los limones de ciudad son un poco diferentes a los que estábamos acostumbrados y por más que lo intentábamos, el hostil fruto se negaba a ceder. Jack, quien nos observaba desde las sombras, musitó:


-“No pierdan tiempo, usen la licuadora”. Nos dispusimos entonces a pelar los limones cuando Jack, este geniecillo de metro y medio se materializó ante nosotros e intervino de nuevo:


-“No los pelen, échenlos así”.


Y así fue, los arrojamos a la licuadora tal y como salen del palo. Durante el estrepitoso batido noté que el Costeño le decía a Memo:


-“¡Mierda!, ¿y si lo echamos en una olla?”.


A lo que Memo contestó:


-“No sea güevón, no ve que se riega”.


Todo esto mientras el pequeño Jack, rojo de hacer fuerza, procuraba alcanzar uno de los cajones más altos de la alacena.Pensé por unos segundos que Memo y el Costeño planeaban cocinar a Jack, luego deduje que quizás se referían al jugo. Sabía que por ahí tenía que haber una jarra o algún recipiente similar para echar la limonada y me entregué a la tarea de conseguirlo.


-“Eso no es una jarra, es un tarro”. Dijo Memo al verme con el indispensable objeto en la mano.


-“Perdón, no será de cristal, está un poco roñosa, pero tiene pico y oreja, por tanto mi amigo, es una jarra”, respondí con elocuencia.


La principal preocupación en ese momento era que Bartolomé estaba sediento y que Jack seguía empecinado en encontrar algo.


-“¿Qué buscas pequeño?”. Preguntó Memo.


Jack no hablaba, solo señalaba un cajón por encima de su cabeza, Memo lo abrió y descubrió lo que Jack buscaba, azúcar. El Costeño acercó rápidamente un colador con la intención de filtrar el jugo, Jack recuperó el habla y exclamó:


-“No lo cuelen, déjenlo así”.


Atravesé entonces la cocina, tomé la licuadora y sin titubear vertí todo su contenido en la modesta jarra que había conseguido. Jack dando un par de graciosos brincos, espolvoreo azúcar a su gusto, revolvió el jugo y lo llevó directo a la mesa donde nos esperaba Bartolomé.Memo llevó los vasos, cada uno tan abigarrado como nuestros propios rasgos; uno de vidrio, uno de cerámica, uno de plástico y otro de metal. El Costeño sirvió con generosidad, levantamos los brazos y brindamos, mirándonos a los ojos, para evitar como dicen, el mal sexo. Al probar la limonada todo mi serse ruborizó, era una montaña rusa de gusto. El cóctel lo componía una espumosa capa entre dulce y amarga, seguida de un delicioso néctar ácido, acompañado de unas notas salvajes aportadas por el sabor a cáscara y semilla slicuadas. Solo paramos para lamernos los bigotes como gatos y continuamos bebiendo hasta el bagazo.


-“Buena limonada”. Dijo Bartolomé.


Todos asintieron en señal de aprobación, o sea que quizás no fui el único que se deleitó con este brebaje, con esta ambrosía. No alcancé a bajar del estado sublime en que me hallaba sumido, cuando con el rabillo del ojo dilucido una robusta figura femenina acercándose desbocadamente. Era Betty Tetas, con los ojos tan abiertos que parecía que fueran a salirse de sus orbitas


.-“¿Qué pasa Betty?”, pregunté.


Señaló temblando la jarra del jugo e interrumpió:


-“¿Quién cogió eso?”.


Dije: -“Yo ¿por qué?”.


-“Eso es de Neda”. Contestó Betty.


-“¿Y cuál es el problema?”repliqué.


Ella respondió:


-“Ahí es donde Neda pone a remojar los calzones sucios”. Anonadamiento, es la palabra que mejor resume el sentimiento que me embargó. Recordé con vivacidad mi primer encuentro con Neda, en especial su olor, el cual ahora llevo impregnado en mi lengua para siempre.


*Escritor, músico, actor y realizador autodidacta, nacido en Cartago el 16 de septiembre de 1981.

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