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Arcón Cultural

Atril literiario. Invitada: YANINA MARÍA CERIANI

Actualizado: 13 ago 2022

LA ESPADA DE LA DIGNIDAD

por JHON JAIRO SALINAS
















La espada de Bolívar se fundió en el fuego de heroicos lanceros, desafió el hielo cortante del páramo del Pisba... Sangre y la pasión de lucha libertaria... Su fino acero rompió las cadenas del yugo opresor. Ella es el fuego en la palabra del libertador, con un torrente júbilo de victoria, el pueblo estampó su voz… ¡Ha de formarse una espada para anular la barbarie! para desterrar la injusticia social, para cercenar la tiranía, hasta desterrar la infamia de la patria mía. Lucharemos con la espada hasta sesgar el cuello de la tiranía, anulando el hambre del suelo latinoamericano... ¡Ella defenderá al pueblo de la horrible noche, y del déspota soberano! En el tierno acero de tu espada... ¡Fino temple de azucena! ¡alerta! ella camina por América Latina Con la espada de Bolívar exigiendo la paz, la justicia, el respeto, y la libertad... No daremos el brazo a torcer hasta alcanzar nuestros derechos... En el temple vistoso del acero bajó en cielo azul la gloria del libertador. En las colinas del Bacatá luce la primavera, en esta nueva era emerge "un gran pueblo victorioso y sin cadena". Bolívar, ¡tu espada retorna con dignidad! Con la paz, al poder. "Bolívar no ha muerto". Su espada rompe la telaraña de su historia negada. Y… se lanza al combate del presente por la paz... ¡Su espada transita ahora a la gloria del pueblo!


UN CUENTO DE VERDAD

por HELENA RESTREPO

















El hada madrina me concedió un deseo.

Bailé con un príncipe toda la noche

y el encantamiento duró hasta las 3:30 am.

Corrí hasta el carruaje-taxi

—que estaba por dejarme—

y no se me cayó ningún zapatico de cristal.

(A propósito, mis pies son grandes

y a mi dedo gordo le falta la uña).

A cambio de la zapatilla, le dejé mi libro,

que da cuenta

de todos los zapatos que me he puesto.

Sueño que, ya que mi hada hizo lo suyo,

el libro consiga algún encantamiento.

Lleva pistas de cómo encontrarme.


EL LENGUAJE

por ALEXÁNDER GRANADA RESTREPO, "MATU SALEM"



















Telar con hilos de plata que sujeta las palabras cernidas.

Manto Sagrado que cobija la voz de las almas cercanas, dando identidad y calor a los pueblos hermanos.


PAISAJE POÉTICO

por CAROLINA HIDALGO

















Atrás garganta que miente auxilio del pecho; si tuviese otra lengua que unió a los humanos con los cielos;

soy árbol que extiende los cuatro puntos cardinales vocablos en estampida:

sí rebelde, poesía fémina, inmaterial, ¡Es la verdad! Llamadla.


POEMA II

por ALAN GONZÁLEZ SALAZAR




















Tomo café en la esquina de la plaza y pierdo peso en el humo. Bajo los párpados imagino el corazón atestado de gente, a punto de partir. En cada golpe de campana la iglesia despide un joven y otro que tenía pólvora en las manos, despide la tarde cada golpe de aire y ceniza.

A esta esquina vienen ancianos y palomas. También ellos fueron a la guerra invadieron la ciudad escribieron su nombre con sangre ajena.


PERSÉFONE

por JOHANNA CARVAJAL


















El llanto entre ríos infinitos,

como ecos de extinción:

el hierro y su emoción

crean cadenas en mi pecho

llevándome así

al mundo subterráneo

de la pronta inmortalidad.


EGO

por ANDRÉS GALEANO





















-Me gustas -Soy ciega - Me encantas!! -Soy coja -¡Me fascinas! ¡Me encantas!... ¡Me enloqueces!! -¡Estás loco!!! Soy ciega, coja y bruta.¿Qué puede gustarte de mí? -Ser el único.


DAME TU MANO AMOR

por NINFA MARÍN ESCUDERO















Dame tu mano amor y ven conmigo,

a caminar unidos por la vida,

junta tu soledad a mi nostalgia

y encontremos los dos la fe perdida.


Dame tu mano amor y ven conmigo

a contemplar un nuevo amanecer,

el verdeazul de la montaña agreste

y las estrellas al amanecer.


Dame tu mano amor y ven conmigo,

a escuchar de las aguas el murmullo,

el canto de la brisa mañanera,

de la paloma su sentido arrullo.


Dame tu mano amor y ven conmigo,

que nunca más la soledad te aflija,

tú me darás tu protección y abrigo,

yo seré con mi amor tierna y prolija.


Dame tu mano amor y ven conmigo,

a dar gracias a Dios por la ventura,

de compartir tristezas y alegrías

de tener tu cariño y tu ternura.


Dame tu mano amor y ven conmigo,

que al llegar el final de la jornada,

quiero tener tu mano entre las mías

y perderme en la luz de tu mirada.


BAGATELA NO. 1

por WAHIDER CARDONA


















Te busco, me buscas

Me encuentras, te encuentro

Te ato y te desato,

Y te vuelvo amarrar de nuevo.

Te dejo, me dejas

Me dejas y te espero:

Como la esperanza a los días sin guerra…

Te lloro y te pienso

Me pierdes, te pierdo

Te odio y te amo,

Y en los lugares más recónditos de la mente

Te busco y no te encuentro.

Muero y vuelvo a vivir,

Vivo y quiero morir...

Te espero en el día,

Me esperas en la noche

¡Ojala todos los días sean eclipsados!

Te aburro, me aburres

Te hablo y callas,

hablas y yo callo:

Enmudece la tarde y la observo a través de una ventana.

No somos nada y nada seremos,

Te arrancaron el corazón,

Y a mí me arrancaron los sesos,

Por eso no me busques,

Por eso no te busco;

Por eso no te encuentro,

Por eso no me encuentras.

Te pienso y te hablo en el silencio...

Te dejo y tú me dejas,

Me dejas y yo te espero...


DE ESTE LADO

por YANINA MARÍA CERIANI*


















Me quedo de este lado del mundo

mi espacio y el suelo se hunden

y estoy aferrada al tiempo.

El vacío me hipnotiza

pero no voy a caer.

Si me das a elegir entre este lado y el tuyo

me quedo conmigo.

La historia me ha enamorado

los relatos me invaden

y un silencio que me agobia.

El vuelo de los pájaros

y la tarde gris que me embrujan.

Quiero percibirme alada como ellos

sentir la brisa en mi rostro.

Cierro los ojos, mi cuerpo sucumbe

y hay tanta ausencia…

El vil precipicio me invita a saltar

pero no me doy por vencida.

Estoy adormecida de amores

y busco nuevos caminos.

Llevo años enredada en mi cabeza

cansada de tanto resistir

pero no puedo dejarme llevar por falsas quimeras.

Y la melancolía de un pasado

que me atormenta.

Y me ahoga saber que haré y no hallaré

pero no vacilo.

Ya no intentes atraparme

Ya no pago mis condenas

Y si me olvido de vivir voy a recordar este día.

De este lado…


*Yanina María Ceriani, nacida en la ciudad de Rosario en 1971.

Yanina estuvo ligada al arte desde niña debido a las influencias de un tío abuelo, pintor reconocido de la ciudad de Rosario, Osvaldo Traficante y a su hijo quien también la apadrina, Marcelo Traficante.

Yanina es autodidacta y ha dedicado su vida al arte en forma permanente.

Su capacidad de comunicación va pareja a la proyección y variedad de sus obras literarias como la poesía, el género de distopías, soliloquios, microficciones, etc.

Ha dado muestras de su versatilidad y su pasión por el arte desplegándola en varias expresiones artísticas como la pintura y la fotografía.

Actualmente dirige un taller literario para adultos llamado “Ronda de la palabra, los libros nos hacen libres” y difusión del arte por medio de programas radiales.



VIDEOS


Brazos de Raíz Vol. XVIII

VALENTINA ROJAS


Participación durante el II Congreso Internacional de Arte, Danza, Música y Poesía de Cartago, Valle

GERARDO MARÍA GIRALDO PÉREZ


Participación en LA TERTULIA DE LOS MIÉRCOLES

BRAYAN BONILLA


Participación en LA TERTULIA DE LOS MIÉRCOLES

JAIME ROJAS HURTADO


La persistencia de la pintura

HÉCTOR CARLOS REIS


Bala pérdida

Corto basado en hechos reales



CUENTOS, ENSAYOS Y



El poder del silencio

MARCOS ROGELIO RUBIO LÓPEZ (MÉXICO)


El silencio abre espacios para la reflexión. Es la antítesis de la palabra. Tranquiliza la mente, controla tu tensión arterial, es armonía y calma para entrar en comunicacion con tu niño interior, es el cómplice callado de tus palabras sobre lo que eres y lo que deseas; te sana el alma. Quien logra escuchar en el silencio bebe de una fuente inspiradora que le devuelve fuerza perdida; cordura plenitud y sabiduría, implica conciencia para pensar en lo que haces y porqué lo haces.


Controlar tu silencio es más difícil que controlar tus palabras, es hacer uso de tu inteligencia calladamente; porque hay silencios que lo dicen todo. Entrar en el mundo del silencio es entrar en plenitud; porque permite la apertura de los demás, el respeto, la consideración y el desarrollo de la escucha activa. El silencio ayuda a la respiración, saber escuchar es parte muy importante de una conversacion y de lo que nos rodea.


Se vive en un mundo en el que el poder mas terrible es el ruido. El silencio es el lujo más caro. El silencio es virtud, prudencia, inteligencia; es un lugar de poder y sanación. El silencio no es nuestro enemigo, no tiene porqué simbolizar soledad, es símbolo de reflexión y armonía con uno mismo.


En adelante procura que tus palabras sean tan bellas como tus silencios. El silencio habla cuando las palabras no pueden; el silencio habla con los ojos del corazón porque es lo único de nuestro ser que da sonido. Entrar en silencio meditativo es magia, es el único que contesta las preguntas del pensamiento. El silencio es un don, es tu templo interior, donde encuentras paz interior, armonía y los sonidos del amor, emanados de tu corazón. Respetemos el silencio de la persona introspectiva.


Memoria de un ritual de los adioses

CARLOS ALBERTO VILLEGAS URIBE


Mi vida ha estado signada por la palabra. Particularmente por la palabra poética y en especial por la poesía de Baudilio Montoya, el poeta de Rionegro que Antioquia no conoce.


Baudilio Montoya


A mis escasos cinco años un recuerdo vívido se instaló en mi memoria: la marejada humana de un pueblo que abandonó sus casas, en una larga procesión para acompañar a una vereda cercana los despojos mortales de su poeta amado. Yo viajaba en la parte delantera de una camioneta de platón Ford 60 tan verde como el color de las interminables plataneras que se filtraban por las ventanas de la camioneta.


Aquel era un día triste, tanto que hasta la tarde lloraba. Recuerdo que mi padre me levantó sobre el océano de sombrillas de los hombres y mujeres que acompañaron al poeta hasta la vereda La Bella y a horcajas sobre sus hombros participé de aquel ritual de los adioses. Dudo que hubiera sucedido exactamente así y tal vez aquel pueda ser un recuerdo inventado. Pero bien vale la dicha ese recuerdo del adiós a aquel poeta cuyo “magnetismo natural de su persona y la presencia en su obra del sentir conjunto de un pueblo, lo convirtieron en el poeta más popular entre nosotros. Ningún poeta quindiano ha sido tan conocido, admirado y leído, ni sus versos aprendidos por todos como los de Baudilio Montoya”, como bien lo señala el crítico literario, Carlos Alberto Castrillón, en las notas introductorias de la Antología poética del Quindío.


Años después ingresé a estudiar mi bachillerato en la concentración rural agrícola de La Bella, que el Comité Departamental de Cafeteros del Quindío había erigido en memoria del poeta. Allí aprendí los primeros poemas de Baudilio que declamaba en las jornadas culturales de los viernes con el auspicio cómplice de José Jota Bustamante, el profesor de castellano, quien ya había conquistado mi corazón para la literatura.


Muchas veces participé en representación de La Bella en las semanas literarias organizadas por las hermanas vicentinas en el Colegio San José de la ciudad de Calarcá. Jornadas épicas donde la poesía romántica de Baudilio Montoya en la voz de Carlos Arturo Patiño libraba batallas con la poesía popular del Indio Duarte en la voz de nuestro contemporáneo, Carlos Mario Vargas.


Patiño, baudiliano irredento, se convirtió en uno de mis mejores amigos y me encontraba con él, en los bajos de su casa, ubicada en la calle 38, al pie de la cafetería La Tertulia, en donde don Rafael Pinto, un calarqueño cívico, impulsaba campeonatos de futbol, voleibol y mini básquet. En aquella casa patrimonial de bahareque y calicanto nos encontrábamos para compartir nuestro conocimiento de la poesía de Baudilio Montoya y practicar las declamaciones con las cuales participaríamos en el Colegio San José. Tal vez la muerte de José Dolores Naranjo, un campesino sencillo, sencillo como su canto, de esos que rezan y siembran y que rezan el rosario y a ninguno le hacen mal porque detestan el daño, fue uno de los primeros romances que aparecieron en mi repertorio baudiliano. Pero sin duda fue con La niña de Puerto Espejo, el romance con el cual fui consciente de la memoria del pueblo quindiano, de su gente y de sus fondas, en donde José Pinedo, hombre de pelos en pecho, vendía jarabe de tuza y aguardiente pendenciero. Allí paraban de tarde con sus recuas los arrieros y muchas veces también por borracheras y celos enhiestaron sus machetes Antonio Gil y Luis Cuervo, que eran dos mandacallar, en aquellos lances tremendos.


En el VIII Encuentro Nacional de Escritores Luis Vidales, fui invitado a participar en la tertulia “50 años sin Baudilio”. Allí pude compartir con el propio hijo de Baudilio, Ariel Montoya, y con el candidato al concejo de Calarcá, Carlos Enrique Duque Vargas, a quien conocemos cariñosamente como Quique Duque. Entre poemas declamados de memoria, coincidí con ellos en que una de las vetas importantes de la poética de Baudilio es su poesía social, y recordamos “Querella de Navidad”, “Pacheco”, “José Dolores Naranjo” y “Guardián”, entre otros que evidencian su impronta libertaria y su conciencia social. En “Querella de Navidad” un alter ego niño de Baudilio Montoya increpa a la figura del mítico Noel y le reclama:


Noel, tú nunca fuiste / a la casita mía / a suavizar las intimas congojas / que siempre fueron en la espera triste, / sólo porque mi casa no tenía / finos damascos ni bombillas rojas; / y aunque sumiso a la materna idea / te esperaba con púdicos recatos, / al pie de la hogareña chimenea / nunca hallé tu juguete en mis zapatos. / Hoy sé, porque la vida me lo dijo con un afán sangriento, / como en medroso cuento / que tiene siempre el desengaño fijo, que tú, dispensador de baratijas / en todas las veladas navideñas, insultas con tus vívidas sortijas, / y que siempre desdeñas —muy dueño de tu grave poderío, los pobres rapazuelos / que en la inclemencia de los duros suelos se mueren de clorosis y de frío.


En “José Dolores Naranjo” Baudilio retrata la ignominia de una violencia que empezaba a sembrar los campos quindianos:


El domingo por la tarde llegando a Pueblo Tapado, cayó bajo una descarga José Dolores Naranjo; / un campesino sencillo, sencillo como su campo, / de esos que cantan y siembran y que rezan el Rosario / y a ninguno le hacen mal porque detestan el daño. / Cayó en mitad del camino, cayó así, descoyuntado, / treinta perdigones crueles le rompieron el costado; / no pudo cerrar los ojos, / los dejó así, dilatados, / como mirando adelante, como mirando hacia el alto / en donde estaba su amor esperándolo en el rancho / cercado de enredaderas, / y de rosas y geranios, / todo eso que él cultivó / con el fervor de sus manos. / Al hacerse la descarga / en comienzos del ocaso, / los turpiales sorprendidos / al momento se callaron, cuando pudieron saber / que los hombres son tan malos. / La autoridad llegó presto, / llegó a cumplir su mandato / como lo quiere la patria y el Señor lo está ordenando; / requisaron el cadáver, ni tarjetas, ni retratos, / sólo pendiente del cuello —ícono muy adorado— / tenía en ruinas la reliquia de un ligero escapulario, / en donde la Virgen Madre abría con amor los brazos. / Yo estoy recordando ahora ese momento nefando; / el camino tan abierto / que lleva a Pueblo Tapado, / los turpiales en silencio frente al crimen consumado, / y los ojos que tenía José Dolores Naranjo, / unos ojos de ceniza, amargamente quebrados, / que después del sacrificio, en ese término aciago, / se quedaron muy abiertos como mirando hacia el alto, / donde una mujer cordial y cuatro hijos de su canto / lo esperaban anhelosos en la placidez del rancho / Ah, vida ciega la vida, / ah de los hombres del campo, / que trabajan y que siembran y que rezan el Rosario, / para morirse después / en un criminoso asalto / como ese que conoció José Dolores Naranjo. / Ah, caminos de mi tierra, caminos hoy sin amparo, / caminos ayer tan buenos, pero ahora tan amargos, / caminos que yo viví y por los que estoy llorando, / en donde tantos caerán al empezar el ocaso, / como cayó sin saberlo José Dolores Naranjo.


En el poema “Pacheco” Baudilio retrata la mundana farsa que prolonga la inequidad y la ignominia:


Pacheco

De allá, desde el cortijo de sus montes / que de nieve en la tarde se empenachan, / sus tres hijos trajeron el cadáver / en un camastro elemental de guaduas. / Tan sólo un viejo can, humildemente el sencillo desfile acompañaba. / Se llamaba Pacheco el carbonero, y así todas las gentes lo llamaban. / No invitaron carteles al entierro ni sonaron tampoco las campanas, / Sólo porque el pobre Pacheco no tenía brillantes pergaminos, / ni prosapia, ni ascendientes hidalgos, / esas cosas de la mundana farsa / que prolongan el mal de una mentira / cuyo provecho criminal no acaba. / El fúnebre cortejo iba en silencio como una pena larga, / sólo de cuando en cuando se advertía / la queja asordinada de las guaduas / en donde los gañanes doloridos llevaban una caja / que mostraba su trágica pobreza bajo el sol invernal de la mañana. / Y así llegó Pacheco al cementerio / en una melancólica jornada, / llevado en hombros de los hijos tristes, / seguidos por el perro de la casa.


En “Guardián”, un can humilde es el punto de quiebre para reiterar la alevosía humana de los poderosos, engreídos por el triste valor de su dinero:


Ayer cuando la tarde comenzaba a teñir el silencio de los cerros, / un magnate engreído por el triste poder de su dinero, / con la violencia de su carro airoso / salvajemente me mató mi perro. / Se llamaba “Guardián”, un can humilde, sencillamente bueno, / que celebraba siempre mi llegada / al regreso del pueblo / encendiendo sus ojos en cariño, sus ojos tan alegres, tan sinceros. / Conteniendo el dolor que me causaba el brutal atropello, / abrí una fosa en mi jardín añoso / cerca a la sombra del rosal más viejo, / y lo enterré yo mismo con mis manos —yo fui el sepulturero—, / cubriéndolo con tierra, suavemente, como con un piadoso terciopelo. / Y le recé: —“Guardián”, no te sorprenda, los hombres son así: malos y ciegos; / a imagen del Señor de los espacios / todos dizque están hechos, / y sin embargo violan sus sentencias, / todo lo que es elemental y bello, / las flores que comienzan su milagro, los lirios inocentes, los corderos, / y en la oscura insolencia que los mueve / no sienten pena de matar un perro, / un perro como tú, que vigilaba / la querida heredad con su desvelo, / y cuidaba la casa y los caminos, / y la fuente, y el huerto, / y las tiernas palomas que arrullaban / de tarde, en el alero, / cuando el ocaso comenzaba en rasos / el nido fiel para el primer lucero. / Descansa en paz, “Guardián”, en el regazo que ahora te deja el funeral misterio, / y no tengas en cuenta al criminoso / que con la fuerza de su coche negro, atropelló tu contextura humilde / y te apagó los ojos tan abiertos; / descansa ya bajo las verdes frondas de mis rosales viejos, / que seguirán dejándote piadosos todo el amor de sus retoños nuevos. / Mientras duermes tu noche interminable entre el arcano que sostiene el tiempo, / yo quedo en esta feria de la vida pensando, repitiendo: / —Mejores que las almas de los hombres cargadas de tragédico veneno, / deben ser para Dios, en esta hora, / las almas inocentes de los perros.


Durante mi adolescencia disfruté una talla en madera de nuestro poeta que exhibió por muchos años la Sociedad de Mejoras Públicas de Calarcá en el primer piso del Palacio Municipal. Cuando regresé al Quindío después de largos periplos de argonauta, nadie en el pueblo me supo dar noticia de a dónde fue a parar aquella obra de arte y su desaparición la considero un atropello al patrimonio cultural de los quindianos que todavía no ha sido denunciada. Así que durante mucho tiempo acuné una sensación de orfandad que para mi fortuna fue subsanada con una excelente plumilla del poeta Baudilio Montoya que realizara y me dedicara Arlés Herrera, el famoso caricatógrafo quindiano conocido con el seudónimo de El Maestro Calarcá. La reproducción en gran formato de esta magistral imagen de Baudilio Montoya adorna el ya célebre Café de Carlos, un sitio de tertulias creado por aquel amigo con quien tuve la fortuna de iniciarme en la declamación de los poemas del gran bardo quindiano.


El maestro Calarcá realizó una versión al óleo de aquella plumilla que obsequió a Luis Fernando Londoño Aristizábal, líder y promotor del Museo Gráfico del Quindío, en donde a finales de septiembre los artistas asociados a la revista Santo y Seña realizaron una tertulia para prolongar la memoria de nuestro poeta y darle continuidad a su presencia cincuenta años después de aquel ritual de los adioses el 27 de septiembre de 1965 que pervive aún en mi memoria como un recuerdo inventado.


(Publicado originalmente en el portal ARRIERÍAS

y reproducido con expresa autorización del autor)


Tú, él, nosotros

CARLOS ALBERTO AGUDELO ARCILA



I


El vacío, siempre el vacío como tiempo entre el agua evaporada, o la hondura del viento, o la arista donde florece el infinito, o el polvo impalpable en la cúspide del horizonte fantasmal, o la nada con aroma de verdolaga por sembrarse, el vacío superficie de sí mismo. El vacío, TÚ y yo por conocernos en la esquina donde nace el olvido.


Siempre te leía en puntos suspensivos y quedabas en silencio hasta el amanecer del búho de cristal. en el centro del mundo, amante único de tu superioridad. en la orgía bajo el manto de los recatados. de reflexiones perfectas para bendecir con agua de rocío. acá como rey de la palabra por articular. allá sin dejar páginas en blanco sin escribir. dueño del entorno de las luciérnagas. censor imposible de rebatir por sentirte dueño de la verdad absoluta. palabra a palabra descuadernado. en el tiempo de los tiempos sin temor alguno.


II


arrastras la piedra única, la de colores asombrosos. eres el dueño de la primavera, de la polvareda en el sendero, de las sombras y sus pasos, de ríos oceánicos. en el principio y fin de cuanto puede llegar a ser. De lunes a domingo , constante en el amor al mundo.

ÉL


I


…y ÉL perdido entre la bruma del pensamiento ajeno. ÉL en su angustia de siglos. La noche final llega sin ÉL sentir asombro. Siluetas inciertas se acercan, ÉL permanece en mutismo total, las siluetas giran a su alrededor hasta despuntar la noche del marginado. ÉL y Vargas Vila, inmersos en Saudades tácitas, gritan “…pedazos de carne que Job arrancaba de su cuerpo, a la caricia brutal de la piedra con que limpiaba su lepra y”. Me preparo para no comentar nada, guardo silencio de jornada en jornada, me refugio en el plantío de los taciturnos, razono amaneceres y noches desérticas, ÉL diluye sus sentidos en el entorno, lo percibo, lo olfateo, lo intuyo, escapo y entrecierro la puerta de entrada a la lejanía donde se vislumbran eliminados de esta vida.


II


ÉL va hasta la cueva de las serpientes, pronto se escucha el eco del peligro de haber nacido.

ÉL es un sobreviviente y bebe del último arroyo de su hábitat.

Todo lo logra porque es ÉL.

ÉL se guarece bajo el arco crepuscular.

ÉL zarandea su vida sin importarle dejar el universo al revés…

ÉL reencarnación de su propia sombra.

NOSOTROS


I

Caeremos al abismo, en el “Polvo eres y en polvo te...”. Urge comprender el punto final ante lo inaplazable. NOSOTROS los posibles damnificados de La muerte toca la puerta, nunca estaremos preparados para recibirla. El estertor acecha, NOSOTROS quedamos prendidos en un hilar misterioso. NOSOTROS en la inmundicia. NOSOTROS en el esplendor. NOSOTROS aludidos en cada pronombre. NOSOTROS en brazos del amanecer, del deseo, de amantes presurosas en olvidar. NOSOTROS esperanzados de nada, de todo, de la lluvia, del verano, del milagro de ver convertido el pan en guijarro.


II


Padre nuestro que no estás en el cielo, no santifico tu nombre, jamás venga tu Reino, nunca se haga tu voluntad en la tierra ni en las alturas, no te perdonamos tus deudas con NOSOTROS así como NOSOTROS jamás perdonamos a nuestros deudores, déjanos caer en la tentación, nos liberaremos así mismos del bien y del mal.

III


En un momento cualquiera estaremos ante la dictadura del silencio eterno. Salto al vacío seremos. Y de manera insensata alabamos el “YO” de cada uno de NOSOTROS, NOSOTROS


(Publicado originalmente en el portal EL QUINDIANO

y reproducido con expresa autorización del autor)


Tú, él, nosotros

CARLOS ALBERTO AGUDELO ARCILA


Nuestro vespertino diálogo confluyó, recíproco, en el nadaísmo. Con Orlando reconstruyendo eventos de cronológica precisión. Escenarios e inéditos acontecimientos de la amistad entre el cartagüeño Restrepo Jaramillo y el andino Gonzalo Arango. El repentino y denso aguacero en el caliginoso atardecer zaragozano, en El Solar, residencia del poeta, quería despojar de todas sus hojas al frondoso árbol de mamoncillos, braceando con sus ramas entre el agua.


Este polifónico aguacero era el fondo apropiado para acompañar las evocaciones que, de Aliocha, refería Oreja, acrónimo con que lo bautizó Arango recomendándole, a la vez, escribir unidos su nombre y apellidos. Hasta la fecha, Orlando ha cumplido cumple con poética fraternidad tal consejo del nadaísta, quien visitó a Cartago en 1965, recién publicado su Manifiesto nadaísta al Homo Sapiens.


Se presentó en el auditorio de Radio Cartago, ante estudiantes adolescentes que por aquella época escuchaban el rock colombiano de Los Speakers, y el norteamericano de The Beatles y The Rolling Stones. Gonzalo, con la letra de sus explosivos poemas sonrojando profesores de español y religión que acompañaban a los estudiantes; con el desbocado deleite de los adolescentes descubriendo heterodoxas razones y versos sin rima para alinear su rebeldía social, los incitó a visitar prostíbulos de Cantarrana para descubrir, entre fogosos cuerpos de meretrices, alcohol y marihuana, fuentes de inspiración poética más estimulantes y complacientes.


Las estrepitosas carcajadas del joven Orlando, llamaron la atención de Arango. A partir del breve diálogo que sostuvieron al final de la intervención, comenzó una firme amistad entre ambos poetas, fortaleciéndose años después en Popayán, donde Restrepo estudiaba y en la cual este se convirtió en eficaz delegado, distribuidor y colaborador de la revista Nadaísmo 70. Ocho números entre 1970 y 1971. El aguacero amainó, para permitirnos escuchar en mi celular la sentimental voz de Angelita, compañera amorosa de Gonzalo. “…esta noche en tus ojos está la luz del amor, / ¿pero me amarás mañana…?”. Mientras yo continuaba escuchando otra de sus baladas, Muchacho caminante, “… a tu salud muchacho caminante/ que todos los caminos te den la libertad”, Orlando fue a su habitación y me trajo siete números de la citada revista.


“Se los obsequio”. Ante la suma de anécdotas, le sugerí escribir una crónica con otras remembranzas que contribuirían a enfatizar facetas del nadaísmo. De Gonzalo, errabundo juglar por lugares de provincia, que enriquecerían la no agotada narración del movimiento. Gonzalo, en el número 2, escribió esta dedicatoria: “A Orlando Restrepo Jaramillo poeta más allá de las palabras, poeta y pan nuestro de la vida. Amén Gonzalo Arango”. En Nadaísmo 7 de 1971, publicaron de Restrepo Jaramillo, acusador y comprometido, un poema de 36 versos contra la guerra de Vietnam. Las demás reminiscencias que el aguacero no lograba alterar, solo Orlando podrá referirlas…


(Publicado originalmente en el portal LA CRÓNICA DEL QUINDÍO

y reproducido con expresa autorización del autor)

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