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Cuando la cámara observa: El observador y el observado

“Blow-Up”: cómo un cuento de Cortázar marcó el cine de Michelangelo Antonioni
“Blow-Up”: cómo un cuento de Cortázar marcó el cine de Michelangelo Antonioni

Blow-Up es una película dirigida por Michelangelo Antonioni en 1966. La obra adapta, con gran libertad, el cuento de Julio Cortázar Las babas del diablo, publicado en 1959 dentro del libro Las armas secretas. Sin embargo, más que una transposición fiel, lo que Antonioni realiza es un diálogo entre literatura y cine: conserva el núcleo del relato cortazariano —la mirada del fotógrafo que revela lo invisible— y lo lleva a un terreno donde la imagen se vuelve inasible, donde cada encuadre abre la puerta a una incertidumbre mayor.


En cierto sentido, Blow-Up se acerca también a La ventana indiscreta, relato de Cornell Woolrich llevado al cine por Alfred Hitchcock en 1954. Tanto en Hitchcock como en Antonioni hay un observador que espía a través de un dispositivo (la cámara o los binoculares) y que cree descubrir algo oculto. Pero la diferencia entre ambos es decisiva: en Hitchcock lo observado conduce a una verdad —el crimen que efectivamente se ha cometido—, mientras que en Antonioni lo observado nunca termina de confirmarse. La cámara, en lugar de esclarecer, multiplica la duda.


La distancia entre ver y comprender


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¿Qué distancia hay entre estos dos modos de narrar y mirar? No me refiero solo a una distancia estética o de época, sino también a una distancia visual y emocional. Como señalaba Antón Chéjov, detrás de cada relato siempre hay dos historias: la que se cuenta y la que permanece latente. En Blow-Up, Antonioni expone precisamente esa tensión entre lo visible y lo invisible, entre lo que creemos ver y lo que se escapa.


Cortázar había jugado en su cuento con la figura del narrador-fotógrafo, atrapado en el dilema de mirar y al mismo tiempo ser mirado por aquello que fotografía. Antonioni traslada esa inquietud al Londres de los sesenta, al mundo de la moda, donde el ojo del fotógrafo no solo captura imágenes, sino también cuerpos, gestos y escenas que reclaman otra interpretación.


Cuando la imagen nos devuelve la mirada


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Georges Didi-Huberman habla de “lo que nos mira”: esas imágenes que no solo son vistas, sino que devuelven la mirada. En Blow-Up, la cámara del protagonista funciona como un espejo inquietante: amplía, revela, pero también distorsiona. El célebre momento en el que el fotógrafo descubre, en el ampliado de una foto, una figura que parece un cadáver, muestra cómo la imagen se emancipa de quien la observa. Ya no se trata solo de lo que él ve, sino de lo que la imagen le impone ver, incluso contra su voluntad.


Para Didi-Huberman, ver es siempre una forma de ser tocado. Y en esta película, la mirada se vuelve un campo de tensión: lo que parecía una simple captura estética se transforma en una experiencia de extrañeza y desconcierto.


El espectador como tercer observador


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En este juego de miradas, hay un tercer actor inevitable: el espectador. No solo observamos al fotógrafo y a lo que él observa, sino que también nos convertimos en testigos de su duda, de su desconcierto frente a unas imágenes que no terminan de aclarar nada. De algún modo, Antonioni nos pone en la misma posición que su protagonista: atrapados entre lo que vemos y lo que sospechamos, entre la certeza y la ambigüedad.


La célebre escena final —ese partido de tenis sin pelota, jugado por mimos en un parque— lleva esta idea al extremo. El fotógrafo, que ha visto demasiado o demasiado poco, se une al juego imaginario. Y con él, también nosotros, espectadores, seguimos con la vista el ir y venir de una pelota que no existe. La imagen ha desaparecido, pero el acto de mirar persiste.


El silencio y el vacío como forma de mirar


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Mientras Hitchcock nos ofrece un relato cerrado, Antonioni nos deja frente al vacío. Ese vacío no es un mero recurso formal, sino parte del sentido mismo de la obra: la imposibilidad de fijar una verdad última a través de las imágenes. En ese gesto, el cine dialoga con la literatura de Cortázar, donde lo fantástico irrumpe precisamente allí donde la realidad parece más segura.


En Blow-Up, la cámara observa al observador y al observado. Pero, más allá de eso, nos obliga a preguntarnos por el estatuto mismo de la mirada: ¿vemos lo que está frente a nosotros o solo lo que queremos ver? ¿Es la cámara un dispositivo de revelación o de engaño?


Antonioni no da respuestas. Como en Cortázar, el relato permanece abierto, invitándonos a habitar esa zona de incertidumbre en la que la imagen ya no es garantía de verdad, sino el lugar donde comienza el misterio.


📚 Referencias literarias y cinematográficas


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●   Cortázar, Julio (1959). Las armas secretas. Editorial Sudamericana. → Incluye el cuento Las babas del diablo, base literaria de Blow-Up.


●   Woolrich, Cornell (1942). It Had to Be Murder. (traducido como La ventana indiscreta).


●   Antonioni, Michelangelo (1966). Blow-Up [Película]. Metro-Goldwyn-Mayer.


●   Hitchcock, Alfred (1954). Rear Window [Película]. Paramount Pictures.


📖 Fuentes consultadas:


●   Didi-Huberman, Georges (1997). Lo que vemos, lo que nos mira. Ediciones Manantial.


●   Chéjov, Antón (variadas ediciones). Sus reflexiones sobre narrativa pueden encontrarse en Cuadernos de notas y en prólogos a sus relatos.


●   Metz, Christian (1977). El significante imaginario. Psicoanálisis y cine. Paidós.


●   Barthes, Roland (1980). La cámara lúcida. Paidós. → Aunque posterior, conecta bien con la idea de la fotografía como algo que “toca” al observador.


Escribe: YANINA CERIANI*


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*Nacida en la ciudad de Rosario en 1971, Yanina estuvo ligada al arte desde niña debido a las influencias de un tío abuelo, pintor reconocido de la ciudad de Rosario, Osvaldo Traficante y a su hijo quien también la apadrina, Marcelo Traficante.Yanina es autodidacta y ha dedicado su vida al arte en forma permanente.


Su capacidad de comunicación va pareja a la proyección y variedad de sus obras literarias como la poesía, el género de distopías, soliloquios, microficciones, etc.


Ha dado muestras de su versatilidad y su pasión por el arte desplegándola en varias expresiones artísticas como la pintura y la fotografía.


Actualmente dirige un taller literario para adultos llamado “Ronda de la palabra, los libros nos hacen libres” y difusión del arte por medio de programas radiales.

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