Sobre la escritura
- Arcón Cultural
- hace 2 días
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Queridas lectoras, queridos lectores:
Junio ha estado repleto, en el mejor sentido de la palabra, de eventos: muestra de pintores, asistir a presentaciones de libros, cumpleaños, cena en casa de amigos, pero, mientras todo esto sucedía, a la vez pensaba qué publicaría este mes de julio en la columna literaria del diario. Entre tanto más pensaba, mayores ideas para escribir tenía, y una cosa me fue llevando a la otra. Entonces todo estaba dado, se me presentaba a diario con cada pensamiento: “Escribir sobre el acto de escribir” (vaya juego de palabras).
Tomé mi cuaderno de notas y comencé:
Para Carmen Martín Gaite, la escritura era un sucedáneo de la conversación. Lo cierto es que escribir nos permite charlar con otros mundos, con quienes ya no están y con nosotros mismos. Es adentrarnos en lo más intrínseco del ser, mirar hacia adentro y luego hacia afuera, para extirpar las raíces que van creciendo una a una, para invalidar “lo que no va" y justificar "lo que sí".

Escribir es un acto íntimo y transformador, pero eso lo sabemos quienes escribimos, quienes
heroicamente tomamos un bolígrafo para dejar huellas en un papel, porque eso es lo que es y de lo que hablaba cuando decía “justificar lo que sí”, es dejar las huellas que otros recogerán en un futuro, que otros harán propias y les darán un paseo por diversos lares.
Como decía Margueritte Duras sobre el acto de escribir:
«Un escritor es algo extraño. Es una contradicción y también un sinsentido. Escribir también es no hablar. Es callarse. Es aullar sin ruido. Un escritor es algo que descansa, con frecuencia, escucha mucho. No habla mucho porque es imposible hablar a alguien de un libro que se ha escrito y sobre todo de un libro que se está escribiendo. Es imposible. Es lo contrario del cine, lo contrario del teatro y otros espectáculos. Es lo contrario de todas las lecturas. Es lo más difícil. Es lo peor. Porque un libro es lo desconocido, es la noche, es cerrado, eso es».
Escribe: YANINA CERIANI*

*Nacida en la ciudad de Rosario en 1971, Yanina estuvo ligada al arte desde niña debido a las influencias de un tío abuelo, pintor reconocido de la ciudad de Rosario, Osvaldo Traficante y a su hijo quien también la apadrina, Marcelo Traficante.Yanina es autodidacta y ha dedicado su vida al arte en forma permanente.
Su capacidad de comunicación va pareja a la proyección y variedad de sus obras literarias como la poesía, el género de distopías, soliloquios, microficciones, etc.
Ha dado muestras de su versatilidad y su pasión por el arte desplegándola en varias expresiones artísticas como la pintura y la fotografía.
Actualmente dirige un taller literario para adultos llamado “Ronda de la palabra, los libros nos hacen libres” y difusión del arte por medio de programas radiales.
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