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Arcón Cultural

Danbudzo Marechera, demonios internos


Se ha distinguido por ser uno de los más volátiles, polémicos y originales escritores que han salido de Zimbabwe, a pesar de la controversia que generó su literatura y de su dramática vida.


Dambudzo Marechera nació en 1952 en la antigua Rodesia, hoy Zimbabwe, donde murió a los 35 años debido a una neumonía tras ser diagnosticado de Sida.


Quedó huérfano de padre a muy temprana edad, lo que condujo a la numerosa familia a una situación de pobreza.


Su madre, anteriormente empleada doméstica, comenzó a ejercer la prostitución viéndose obligada a vivir en un gueto con sus hijos y rodeada de violencia.


Ante esta situación, la infancia de Marechera quedó marcada para siempre, produciéndole incluso tartamudeo.


A pesar de sus aflicciones, Marechera demostró ser excepcionalmente inteligente e independiente. En 1972 ingresó en la Universidad de Rodesia con una beca para estudiar Literatura Inglesa. Pronto se convirtió en un activista político, siendo incluso expulsado por protestar contra el gobierno en el campus. Con las recomendaciones de sus maestros, continuó su educación en el New College, Universidad de Oxford, pero se vio obligado a abandonar en 1976 tras intentar incendiar el centro y negarse a tratamiento psiquiátrico por su comportamiento anti-social. En este momento se traslada a Londres donde comienza su trayectoria como escritor con The House of Hunger.


Publicada en 1978, su primera obra literaria se configura como una colección de relatos autobiográficos donde se expone la vida interior de personajes situados en un barrio negro parecido a aquel en el que creció el autor. El libro generó un gran interés en el mundo literario sobre todo porque representó un cambio en la ficción de África: rompió con el tratamiento realista de temas sociales y políticos típicos de la novela protesta anti-colonial en favor de un retrato profundamente interno.


Sede de la Universidad de Zimbawe, de donde

resultó expulsado por su conducta antisocial.


Su siguiente obra, Black Sunlight, fue publicada en 1980, el mismo año en que Zimbabwe declaró su independencia.


En el transcurso de este relato, se traza un paralelismo entre la transformación política de su país y la propia transformación de Marechera. Cuando volvió a Zimbabwe en 1982, después de ocho años en el exilio, sufrió etapas de alcoholismo y enfermedades mentales, errando por las casas de sus amigos y como vagabundo.


Mientras que Marechera fue inicialmente aclamado como un talento nuevo y sorprendente por autores tan notables como Doris Lessing, otros han lamentado su visión nihilista de África, acusándolo de socavar las esperanzas de su propio pueblo.


Contra todo y todos



Marechera fue un escritor y poeta que llevó una vida que el mismo describió como “un intento de transformarme en el esqueleto de mi propio armario”.


Líder estudiantil, solía encabezar las protestas por las distintas reivindicaciones de los estudiantes.


El biógrafo de Marechera describió su manera de escribir como una “terapia de choque literaria”.


El autor asistió a la escuela secundaria de San Agustín, a la Universidad de Zimbabue y a New College, en Oxford. Fue expulsado de todos ellos.


Cuando fue expulsado de New College, le escribió el siguiente texto a su ex novia:


"Imagino que ya te has enterado de lo que sucedió cuando esos hipócritas me expulsaron de su universidad blanca dándome la opción de escoger entre una sanción y la expulsión. Escogíla segunda opción; la decisión los dejó atónitos".


Marechera escribió House of Hunger, Black Sunlight, The Black Insider, Mindblast, y Cemetery of the Mind. El primer libro ganó el Guardian First Book Award en 1979.


Helon Habila, reconocido escritor africano, describe la primera línea de House of Hunger como la mejor de la ficción africana:


"Recogí mis cosas y me fui".


Esta, la primera línea de la novela de Dambudzo Marechera llamada The House of Hunger, además de ser la mejor primera línea de la ficción africana, es un claro resumen de la vida del autor.


En Oxford, no soportó la disciplina académica y tras ser acusado de iniciar un incendio, debiendo optar entre pagar una gran suma o ser expulsado, prefirió abandonar para siempre el campus.


El siempre cogía sus cosas y se marchaba; no tenía muchas cosas para coger —en sus últimos años, sin hogar y forzado a dormir en los bancos del parque en Harare, Zimbabue, todo lo que tenía era su máquina de escribir y algunos libros.


Sobre Dios y la Creación, Marechera dijo:


"Existe un artista que se especializa en retratos. ¿Sabe lo que hizo para retratar la personalidad de sus clientes? Estudia sus zapatos. Si ahora estuviera aquí estudiaría sus zapatos para descubrir todo sobre usted.


Como otros estudian las palmas de la mano, y otros estudian la forma de su calavera. Frenólogos. Otros leen las hojas de té en el fondo de la taza.


Existen otros que estudian sus sueños y la consistencia de sus heces y los mocos de su nariz y el mapa de granitos en su rostro y espalda. La vida.


“Estoy en contra de todo”, declaró Marechera en The Bar-Stool Edible Worm, uno de sus

poemas más populares.


Como si todos estuviéramos ocultos para Dios y el tuviera que estudiarnos de ese modo para descubrir la naturaleza de los bastardos que él creó.


Si creas vida desde ti mismo, ¿es eso incesto? Eso es lo que hizo, tocarse para eyacularnos en el mundo".


"Estoy en contra de todo

En contra de la guerra y de aquellos en contra

de la Guerra. En contra de todo aquello que reduce

el impulso ciego de los individuos".


Marechera no tenía mucha fe en el anarquismo:


“Mientras escribía Black Sunlight leí libros sobre el anarquismo intelectual para reforzar mi propio sentido de protesta en contra de todo; leí a Bakunin y a Kropotkin. El anarquismo intelectual está repleto de contradicciones dado que nunca puede alcanzar sus objetivos. Si alcanza algún objetivo, ya no es anarquismo".


La versión de Marechera de la literatura para niños:


"A los gritos y dando patadas, Blah es arrastrado a la escuela, a la iglesia, a la mesa a la hora de la cena, a la bandera nacional, a la cama sin cenar. Blah es cómo los humanos grandes torturan a los humanos pequeños. Si eres un humano pequeño debes reportarlos ante las Naciones Unidas, que tienen puños más grandes que los de tu padre...".


Sobre la televisión:


"La televisión en verdad tortura a los humanos pequeños. Los hace pensar en las bicicletas BMX y en golosinas. Los convierte en pequeños prototipos de los adultos blah en los que se convertirán con el paso del tiempo.

Hace que disfruten al mirar (por TV) la destrucción de cosas de modo que se encuentren muy cansados para destruir la sociedad que en verdad es un asilo de lunáticos.

Un lunático es alguien que sabe que hay algo mal en algún lado pero no sabe exactamente qué.

Un asilo es el lugar donde me pondrán cuando te descubran leyendo todo esto que estoy escribiendo.


Estaba cansado de decir que “ser negro es hermoso”:


“No, no odio ser negro. Solo estoy cansado de decir que es hermoso”. (The House of Hunger)


Sobre Jesús y la Iglesia dijo:


“Cerré las grandes puertas detrás de mí y caminé hacia el altar. Me encontraba en el opio del pueblo. La enorme cruz colgaba de grandes cadenas fijadas al techo. Permanecí parado mirando el Cristo crucificado. Se veía como si Él necesitara una bebida fuerte. Se veía como si El recién hubiera poseído a una mujer desde atrás. Se veía como si El no hubiera ido al baño por dos mil años. Se veía como yo me sentía. Esa era la conexión”. Black Sunlight


Sobre los escritores de color y el lenguaje:


"Para un escritor de color, el lenguaje es muy racista; debes tener peleas angustiosas y duelos con panga con el lenguaje antes de lograr que haga lo que tú deseas que haga. Es así para los feministas. El inglés es machista.


Por tanto, los escritores feministas también adoptan las mismas tácticas.


Esto puede conducir a eliminar la gramática y la sintaxis, trastornar las imágenes desde adentro, tocar el tambor y platillos del ritmo, desarrollar cuartos de tortura de ironía y sarcasmo, cámaras de gas de resonancia negra ilimitada".


Incluso, a raíz de una fuerte declaración, algunos de sus compatriotas llegaron a considerar que Marechera no era un escritor africano:


“Si eres escritor para una raza o una nación en particular, entonces j**ete”.


Marechera cuestionaba a todo aquel que lo llamaba escritor africano, argumentando que la literatura no debería ser encasillada según la raza, el lenguaje o la nación.


"La Casa del Hambre"


Portada de una de las ediciones en inglés.


Difícilmente el amor a las letras tuvo alguna vez un inicio más precario.


Rebuscando en el vertedero de los hombres blancos, cada día, al salir de clase, unos niños negros reunieron una biblioteca formada por la Enciclopedia para niños de Arthur Mee, un compendio de alabanzas del Imperio Británico y de su política colonial; tebeos a todo color de Superman y de Batman y las aventuras de Tarzán.


Aquellos niños construyeron su biblioteca con barro, chapa y cartones, y, sirviéndose de una vieja máquina de escribir, llevaron meticulosamente el registro de los libros que rescataban de la basura.


Más tarde Dambudzo Marechera anotaría que, como escritor, “lo que me ha influido hasta la desesperación más absoluta ha sido la humanidad obstinada, aunque embrutecida, de aquellos con los que crecí.


Sus vidas, cómo se estremecían ellos con los golpes que nos asestaban a diario en los guetos”.


Marechera nació en Rodesia (actual Zimbabue), hijo del empleado de un depósito de cadáveres. Aprendió a leer y escribir en una misión católica, en la que tuvo frecuentes conflictos con sus profesores, y por medio de una beca accedió a la Universidad de Rodesia, de la que fue expulsado por su participación en las revueltas estudiantiles que tuvieron lugar en ese país en 1973. Con una nueva beca viajó a Inglaterra para ingresar en el New College de Oxford. Allí los profesores elogiaron su talento, aunque no su conducta. Aficionado en exceso al alcohol, frecuentemente envuelto en peleas, alumno absentista, Marechera fue diagnosticado como esquizofrénico, tras lo cual intentó prender fuego a la universidad. Al negarse a recibir tratamiento, fue expulsado.


Este hecho supuso algo más que su exclusión del mundo académico. Durante años Marechera fue en Londres un vagabundo, detenido alguna vez por posesión de marihuana y miembro de una comunidad okupa en Tolmers Square, cerca del Regent’s Park. Instalado más tarde en una tienda de campaña a orillas del río Isis, concluyó esta Casa del hambre que sería publicada en 1978 por la editorial Heinemann, y que recibió al año siguiente el Premio Guardian a la primera novela.


Junto a su compatriota, el tambiés escritor Charles Lovemore Mungoshi (1947 - 2019).


En la ceremonia de entrega de dicho premio apareció achispado y vestido con un poncho rojo.


Tras hacer añicos parte de la vajilla y dedicar a los presentes algunas palabras que estos no consideraron de buen gusto se marchó, olvidándose de recibir el premio.


Publicaría dos novelas más: Black Sunlight, en 1980, y The Black Insider, que vio la luz, ya de manera póstuma, diez años más tarde. Es autor igualmente de un volumen de obras de teatro y del libro de poemas Cemetery of mind, que se publicó también póstumamente. De Marechera se han traducido al castellano los tres relatos que componen Hombrespez (Ediciones Franz, 2013) y la novela La casa del hambre, que ha publicado este año la editorial Sajalín.


“Cogí mis cosas y me fui” es la frase que abre esta novela que es también una colección de relatos, ambientados en parte en Rodesia y en parte en Londres. El libro está escrito bajo el efecto de las impresiones recibidas por el autor en Oxford y por la naturaleza de su vida callejera en la capital del imperio. Aquí, tras el “éxito” de su primera novela, tuvo encontronazos con su editor y también con sus compatriotas emigrados, quienes le expulsaron en varias ocasiones del Centro Africano de Londres.


Sencilla tumba del autor, a menudo descuidada.


También, según parece, se casó con una joven blanca, de la que se separó tras una excursión de cinco días por Gales.


La casa del hambre, como el resto de las obras de Marechera, posee una compleja y dislocada estructura en la que pueden reconocerse un texto principal, de unas cien páginas, y una docena de textos, algunos de los cuales pueden considerarse relatos, mucho más breves.


Estos, en su mayor parte, parecen esbozos de otras tantas historias secundarias que por algún motivo el autor no quiso desarrollar ni tampoco incluir en el cuerpo principal de la novela.


En estos textos, junto a un hilo narrativo que se sigue aquí y allá, con abundantes digresiones y saltos temporales y espaciales, de Londres a Rodesia, aparecen rasgos de una literatura que podría ser autobiográfica, si no fuera porque ésta es a menudo imprecisa o abiertamente contradictoria.


Dentro de sus textos abundan las alusiones al padre y a su prematura muerte, “atropellado por un tren del siglo XX”, o “que había vuelto a casa con un cuchillo clavado en la espalda”, o “cuyo cuerpo había sido encontrado en el depósito de cadáveres del hospital acribillado a balazos”.


En realidad, más que verosimilitud, especulación filosófica, reflexión política o sentido espacio-temporal, lo que puede encontrarse en estas páginas es un torrente disgregado de ideas, de acontecimientos y personajes, torrente que si aquí es homogéneo es en virtud del principio más constante del relato: la violencia.


“Mi mente es tan caótica porque cada escalón devora al que lo precede”, escribe Marechera. “Y ¿adónde nos conduce esta grandiosa escalera en la que todo devora todo lo demás?”


El propio autor no sabe la respuesta, de modo que en una escena determinada que podría ser propia del presente en el que escribía, en Londres, aparece de pronto la evocación de otra sin relación aparente, por lo general referida a su infancia en Rodesia, la cual, tras cruzar por su mente como una ráfaga, nos devuelve a la escena anterior, o no.


En ningún caso esas referencias al pasado aparecen teñidas de nostalgia o de folclore étnico, ni siquiera cuando en el texto se inserta alguna narración pretendidamente tomada de la tradición oral. Aquellos personajes del gueto, en la Rodesia segregacionista dominada por el hombre blanco, son seres en la miseria a los que “nadie puede culpar de sus almas hambrientas”, seres pertinaces de la casa del hambre “donde te arrebatan cualquier pizca de cordura como un pájaro le arrebata la comida a sus propias crías”.


Y sin embargo, en esa tétrica atmósfera de privaciones, de enfermedades venéreas, de peleas, de terror a la policía y en general al hombre blanco, en medio de la violencia a menudo sin sentido en la que la negritud se devora a sí misma, despunta un impulso sin forma ni destino, un impulso que no es sino de “la libertad que ansiábamos, tal y como ansiábamos la maría, la cerveza, los cigarrillos o la vida después de la muerte, tan viva en nuestro aliento y en nuestros dedos que nos embriagaba incluso antes de haberla encontrado”.


Casi toda la novela gira en torno a esa violencia material y al ideal, paralelo, de una libertad difusa e inexpresable. A este conflicto intentaría responder Marechera en su segunda novela, la mencionada Black Sunlight, que viene a ser una reflexión visceral y a la vez intelectual sobre el anarquismo.


Escena de "Flora y Danbudzo" (2014), dirigida por la directora polaco - británica, Agnieszka Piotrowska


A excepción de los episodios relativos al movimiento estudiantil de los años setenta, que fue severamente reprimido por la policía blanca, no se aprecian en La casa del hambre indicios de la superación del conflicto, y más bien da la impresión de que la rebeldía de los personajes se orienta hacia objetivos aleatorios, casi siempre hacia ellos mismos.


Ese tenaz principio autodestructivo deviene en invocación de “aquellos héroes negros”, idea que aparece como leitmotiv y que, en uno de los episodios de la novela, permite al autor aludir a los rastas como “la Resistencia, ni más ni menos”, una resistencia que lo es “a todo lo que degrada al hombre, a todo lo que trata de apagar el vínculo entre la humanidad y su herencia, a todo lo que, desde el alma humana, conduce a la avaricia, a la crueldad, a la indiferencia”.


El verbo de Marechera es de una gran riqueza y denota un profundo conocimiento de la literatura, en especial en lengua inglesa. Sus metonimias y abracadabras poéticos resultan perturbadores, inspirados y precisos, por mucho que vayan de la mano de una prosa por lo general encendida y furiosa.


Así, una nube de moscas procedente de unos servicios públicos “canturreaba el Aleluya de Handel”, lo cual constituye una fotografía casi perfecta de la condición humana. La vida, por otra parte, es “una tela de araña, salpicada de diminutos cadáveres de genialidades”.


Igualmente, cuando relata las torturas a las que fue sometido por la policía blanca, el narrador afirma que “me rasgaron el velo descolorido de mi cordura”.


La conquista de este lenguaje que evoca a Arthur Rimbaud y a James Joyce no fue fácil para nuestro autor, a quien el novelista inglés China Miéville ha definido recientemente como “poeta punk, solipsista, gótico, modernista y filósofo”. En efecto, cuenta Marechera que tras la muerte de su padre fue expulsado junto a su madre y sus ocho hermanos de la casa del gueto en la que vivían. Mientras tanto, tuvo que abandonar la escuela. Sufrió entonces un episodio de tartamudez que duraría tres años, y que le enseñó “a desconfiar del lenguaje, una desconfianza esencial para un escritor, sobre todo para uno que escribe en una lengua extranjera”. Pues la primera lengua de Marechera era el shona. “Cuando hablaba”, explica, “mi discurso tomaba la forma de una discusión interminable entre dos partes: una se expresaba siempre en inglés y la otra siempre en shona. Al mismo tiempo, me consideraba a mí mismo algo indistinto y, a la vez, independiente de ambas culturas”. Sin embargo, el shona formaba parte del gueto del que quería escapar, y el inglés le sirvió de pasaporte. Él fue, por tanto, “un alumno y un cómplice entregado a la colonización de mi propia mente”. Para Marechera, el modo en que se produjo la adopción de su lenguaje literario es la causa de su uso experimental del inglés, al que siempre intentó “dar la vuelta, tratarlo brutalmente hasta convertirlo en una forma maleable que sirva a mis propósitos”. Además, “para un escritor negro, la lengua es muy racista: hay que librar batallas desgarradoras y batirse en espeluznantes duelos a machete… A las feministas les pasa igual. El inglés es de hombres… Esto puede implicar deshacerse de la gramática, desbaratar la sintaxis, minar las metáforas desde dentro, tocar el tambor y los címbalos del ritmo, crear cámaras de tortura de ironía y sarcasmo, hornos de gas con una resonancia negra ilimitada”. Cosas todas ellas de las que esta novela es un desafiante ejemplo, coronado airosamente por María R. Fernández Ruiz, traductora de la edición castellana.


“Cogí mis cosas y me fui”, decía más arriba. La misma frase podría ser el lema de la existencia de nuestro autor, el cual regresó a Rodesia, convertida ya en Zimbabue, para asistir al rodaje de la versión cinematográfica de La casa del hambre. Es difícil imaginar cómo tal texto podría llevarse a la pantalla, y lo mismo debió sucederle a Marechera, cuyas disensiones con el productor y el director acabaron por frustrar la filmación. Marechera pasó sus últimos años como vagabundo en Harare, escribiendo en las calles y en los rincones, intentando justificar su oficio de novelista a pesar de la miseria y de la cruda realidad que la guerra había dejado a su paso. “Debe haber una tensión sana entre un escritor y su país”, escribió. Murió a causa de una neumonía, tras habérsele diagnosticado el SIDA, en 1987, a la edad de treinta y cinco años.


En uno de los tormentosos párrafos de La casa del hambre se lee: “El viejo murió aplastado bajo las ruedas del siglo XX. Sólo quedaban manchas, manchas de sangre y pedazos de carne, después de que lo atropellara, devorándolo. Lo mismo le está ocurriendo a mi generación. No, no es que odie ser negro. Es que estoy cansado de decir que es maravilloso. No, no me odio a mí mismo. Estoy cansado de la gente que se destroza los nudillos en mi mandíbula. Estoy cansado de darme con el cerebro en el umbral de la puerta. No sé. Nada ocurre exactamente según lo previsto. Un sarcasmo cruel gobierna nuestras vidas”.


Escribe: JOSÉ RAMÓN MARTÍN LARGO


Legado


El legado de Marechera sigue muy vivo, continúa siendo uno de los escritores más influyentes de la literatura zimbabuense. Desde su muerte, decenas de jóvenes escritores y muchos de sus contemporáneos han escrito numerosos relatos y biografías en torno a su compleja vida y obra.


En la década de los noventa aparecieron gran cantidad artículos y estudios de su obra de críticos extranjeros, destacando especialmente a Flora Veit-Wild, quien ha escrito diferentes libros sobre su vida y obra.


En lo que Wild se equivoca es al considerar todas las historias de Marechera como reales. Marechera se inventaba su propia vida, creaba situaciones irreales y contaba historias que nunca había sucedido, cosa que Wild suele tomar como hechos auténticos.


Recientemente, estudiosos Zimbabuenses han abordado la vida y obra del escritor. Sienten que hasta la fecha el legado de Marechera ha sido usado por los investigadores extranjeros de manera poco fiel y usado en beneficio propio. Aunque Marechera siempre desconfió bastante de sus colegas y estudiosos de Zimbabue y mantuvo posturas bastante encontradas con ellos. Se encontraba mejor entre sus amigos blancos, turistas y admiradores extranjeros que supuestamente se aprovecharon de él y de su situación. La vida de Marechera y su legado son y seguirán siendo una historia inconclusa y llena de interrogantes.


POEMAS


El gusano comestible Bar-Stool


Estoy en contra de todo

Contra la guerra y aquellos en contra

Guerra. Contra lo que disminuya

El impulso ciego del individuo.


Sacude los melocotones de

El poema de verano, Rake in ripe

Luminosidad; polvo; gusto. Hora de comer

Noticias - pasa el aceite de ricino, Alice.


¡Hay un disidente en la sopa de elección!

No tengo oído para los lemas

También puedes callarte el culo

Corro cuando es tiempo de AMARTE

No lo digas, me quedaré

Corro cuando es una hora LUTA

Corro cuando es hora ADELANTE

No lo digas, nos follaremos toda la noche

La luna no bajará Al principio incómodamente,


terriblemente embarazoso

Pero con Venus ascendiendo, un grito

y un salto de alegría


Cuando las hojas están en silencio por fin

No preguntes "¿Qué estás pensando?"

No preguntes "¿Fue bueno?"

No te sientas mal porque estoy fumando

Preguntan y se sienten mal quienes son inseguros

Quién dice después del acto "Cuéntame una historia"

Y también puedes saber No hable de "MATRIMONIO"

si esta reconciliación es para durar


¿Preguntó qué está mal con la guerra?

No hay palabras equivocadas, ¿verdad?

No hay árboles equivocados, ¿verdad?

No hay arena equivocada, ¿verdad?

He dormido el mundo libremente

ropa interior

Soñé que enloquecí a todos los niños

quienes son futuros líderes

Jodido todas las niñas divertidas hechas de

paja y ghandy

Mi culo anarquista ha shat en la sociedad

Y MIRAR millones de moscas abiertas

están dirigiendo sus labios abiertos de par en par.


El camarada Drácula se une a la revolución:

A Boda de las mentes


Por algo que hacer vamos a caminar este

Círculo que llaman matrimonio

(para siempre no supone

Principio o fin)


Se acabó el rigor de los votos.

Recuerde que Dios se permite la libertad

de ser el centrar


De un círculo cuya circunferencia

está en todas partes (¿Qué ¡Cinismo!)


Con precaución y suerte, nosotros

también podemos ser la imagen

De él. El amor como la historia

es una mierda.


Por lo tanto deja que tu

gama de atracciones

Gratis - No tengo tales intenciones


con los humanos al menos.

Tú en este mundo te divertirás demasiado

Mientras yo con los muertos cuyas t


umbas son mis burdeles

Las articulaciones rígidas de la pasión del aceite.


No se alarme:

Como dicen A LUTA CONTINUA


incluso más allá de la

tumbas serradas.


¿Dónde el bastardo es Dios?


Una noche en el centro

Tenía este desglose

No es aterrador como el horror

No es aburrido como los nervios

Solo esta noche en el centro de la ciudad

Descompostura.


No muy sucio

Como la muerte de una puta

No carne desgarrada por cadenas de bicicleta

Como disturbios en la ciudad después del fútbol

Derrotas

No grasa parpadeante Pérdida

Llorando en cerveza maldiciendo al jefe

Solo esta noche en el centro de la ciudad

Descompostura


Mi mente se negó a esposar y patear

Atornilladas bocas de inspección a risa licksick

Fuera del lío enmascarado bajo mi nombre

La vela de la oscuridad estaba en el tono medianoche

Solo ceniceros negros donde solía gritar

Maldiciones en los oscuros fantasmas

de la bicicleta de la historia

Carrera

No escabulléndose de su vida

No resistirle un giro revolucionario

hacia atrás

y solo este centro de una noche

Descompostura


Tenía gusto a tomates


Me canso de la sangre

Y la tos

y más sangre

Salgo de ese piso muy rápido

a alguna genial pelea

y hablar en grande con camaradas más grandes

lavando la sangre con Castle an 'Label

estrechando la mano sobre Tsitsi bombardeó al cielo

tratando de olvidar que no me gusta cocinar en la gente muerta ollas y sartenes

No me gusta usar y lucir inteligente culo en muertos

camisas de gente y pantalones

(Dijeron que yoh mama y un sujetador ha sido para ti

dijo que estas son tu herencia)

Pronto estoy apretado como un tambor

no puede beber más

Está de vuelta en el piso de mi espalda

tragárselo todo rojo atrás duro abajo

Me desperté demasiado cansado como para brillar una burbuja roja tan brillante.


Amelia


Una banda de acero casi fundido se tensa

Alrededor de mi cabeza de bloque de hielo.


El tic-tac del reloj

Lanza flechas abrasadoras de soledad. El polvo

En el piso descuidado, se ilumina como radiactivo

Partículas bajo mis pies descalzos.


Aunque a mediodía,

Me paro en mi camisón sonriendo desmañadamente

Miedo de dibujar las cortinas en el brillante

Pesadilla de la luz del día.


Carro del vengador

En medio de las chispas ardientes


y el polvo todavía me arrastra

En su estela marcial.


Balas al rojo vivo de Gatling guns

Todavía rasga el velo retorcido de la noche.

Y mi Amelia

en camisón blanco luminoso

Sus pequeños puños golpeando mi pecho desnudo,

Jadeos, yace inmóvil.


Las paredes tiemblan

al ritmo de mi sollozo!


Nota del Editor: Contrariamente a los que ARCÓN CULTURAL tiene acostumbrados a sus calificados lectores, en esta oportunidad no publicamos videos debido a la inexistencia de material en castellano sobre este destacado poeta y escritor.

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