Escribe: CARLOS ALBERTO VILLEGAS URIBE*
Para empezar debo admitir que no puedo ser objetivo cuando hablo del poeta Elías Mejía.
En primer lugar porque profeso hacia él una admiración desde mis épocas juveniles, cuando Elías deambulaba con su barba montaraz en un destartalado Land Robert por las calles de Calarcá, Quindío, un pueblo sembrado en las cumbres del paisaje cultural cafetero colombiano conocido como “cuna de poetas”. En segundo lugar porque comparto con él la pasión por la poesía y la literatura de vanguardia.
Parafraseando al historiador y escritor quindiano Jaime Lopera Gutiérrez, podría afirmar que la figura mítica de Elías era para mí “un centauro insólito” mucho antes de conocerlo. Una figura mítica que venía precedida por la leyenda de su viaje a Europa acompañado con un grupo de intelectuales quienes regresaron al Quindío para fundar un movimiento cultural que llegó a concretarse en la revista literaria Termita, “la que descorre los velos”.
Portada de la legendaria revista poética "Termita", con la famosa estatua de Jhon Lennon (1940 - 1980) que se situaba frente a la desaparecida "Posada Alemana" de la ciudad de Armenia (Quindío).
Así como la leyenda de haber participado en tertulias y actividades culturales con el “movimiento Nadaísta”, grupo insigne de la literatura colombiana, liderado por el poeta antioqueño Gonzalo Arango.
Cuando en mis tiempos universitario decidí, en compañía del escritor quindiano Umberto Senegal, crear la revista monográfica Hermes, Elías Mejía fue el poeta seleccionado para inaugurar aquella fugaz aventura. Aún recuerdo el poema del mexicano Octavio Paz que inauguró el encuentro y se convirtió en una enseña de nuestra amistad:
Mis pasos en esta calle Resuenan En otra calle Donde Oigo mis pasos Pasar en esta calle Donde Sólo es real la niebla.
En algún artículo escrito para el diario La Crónica afirmé la condición nadaísta de Elías Mejía y los comentarios no se hicieron esperar. Umberto Senegal afirmó que lo único nadaísta de Elías había sido su espesa barba de juventud. Con mala leche, el poeta Oscar Piedrahíta afirmó que Elías no podía haber participado en el nadaísmo, pues Elías no era poeta.
En su Calarcá natal, inaugurando la "Calle de los Poetas".
Estas afirmaciones me llevaron a preguntarle en una entrevista para el magazine cultural Papel Salmón de La Patria de Manizales:
—¿Cuál fue su relación con el movimiento Nadaísta y por qué le han asociado con él?
—A decir verdad, ninguna. X 504 y su libro ganador del premio Cassius Clay, Los poemas de la ofensa, fue lo primero que me gustó de este grupo. Pero me gustó de manera mayúscula; su temática, su estilo. Incluso la forma de presentar el cuerpo de los poemas, con sangría francesa, para indicar que en las páginas no había prosa sino poesía.
Gonzalo Arango, si bien lo leía en la última página de la revista Cromos, donde escribía algunas reflexiones muy agradables, no me gustaba. Como poeta, que era lo que me interesaba, me parecía pésimo. Pero luego empecé a leer también a Jotamario. Me atrajo su tono pícaro, descomplicado y cotidiano. Su manera intimista y desafiante de contar la vida en los poemas, me satisface estéticamente todavía. Ahora disfruto leyendo poesía ya añeja de Eduardo Escobar. Han sido muy buenos poetas. Pero ese fue un descubrimiento tardío.
Gonzalo Arango (1931 - 1976), fue uno de los principales exponentes del movimiento nadaista en Colombia.
Mi relación con el Nadaísmo, si es que así puede llamarse, es anecdótica. A La Pájara Pinta, un bar intelectual de Armenia de los años ochenta, llegaron como invitados a un recital Eduardo Escobar y Elmo Valencia. Eduardo esa noche tenía lumbago y lo que hubiera podido ser una agradabilísima tertulia, se convirtió en una sesión de acupuntura donde un médico amigo, tratando de quitarle el espantoso dolor al poeta. Al día siguiente, mientras Eduardo se recuperaba, almorzamos en una finca con Elmo y su prometida Lineth Arce Afrodita, quienes se casarían en Bogotá en agosto de 1985. Durante el almuerzo —bastante frugal por cierto— le pedí a Elmo que me invitara a la boda. Me respondió que tenía todo su “apoyo ecuménico”. En efecto, como por artes de birlibirloque, en la tarjeta de invitación fui mencionado por los contrayentes como “el profeta Elías”, e invitado a participar en el recital de celebración y acompañamiento en La Teja Corrida, después de la nadaísta ceremonia en La Porciúncula. Estuve así, en la nómina de acompañantes detallada en la tarjeta de invitación que circuló por todo Bogotá, al lado de Jotamario Arbeláez, Pablus Gallinazo —quien no asistió—, Eduardo Escobar y el Cachifo Navarro. Así puede narrase mi segundo encuentro con el grupo, sin apenas conocerlo. No me fue muy bien en el recital. Era un recién llegado en medio del prestigio legendario de los demás. De todos modos, gracias, Elmo. Ahora sé que ecuménico significa “que se extiende a todo el orbe”.
Pero la más grata sorpresa sobre su condición vanguardista, me la llevé hace poco cuando le compartí el artículo “La literatura en sus laberintos” publicado en Letralia, Tierra de Letras.
—Ah, y leí lo tuyo en la revista Letralia. A medida que me adentraba en los párrafos referentes a los escritores franceses, se me vino a la mente Jacques Roubaud, introductor del juego de go a Francia (la verdad, no lo creo, pero eso me hace decir la memoria de algo parecido que escuché cuando viví allí), fanático de la literatura experimental y autor de un renga famoso escrito hace décadas con Tomlinson, Paz y Sanguinetti en un hotel de París.
La gran mayoría de los poetas nadaístas quindianos, solían reunirse en el bar cultural "La Pájara Pinta", también ubicado en la capital "cuyabra".
Pero, oh sorpresa, en tu reseña sí figura Roubaud. Yo lo conocí. Y a sus padres. Caminé con él a lo largo de un riachuelo en los parajes del Aude, sin saber quién era. Su madre, ciega, para conocer mi cara, pasaba por ella sus manos. Su padre jardineaba en los alrededores de la casa de la hacienda que habían dejado a los mayordomos para que la trabajaran con la condición de que pagaran los impuestos, cultivada en viñedos —Saint Felix, se llama esa hacienda—; me parece verlo con un overol azul desteñido y una pala y una carreta. De sus gustos me queda en el recuerdo el whisky malteado y el foie gras campesino.
La mamá decía no entender la rara literatura de su hijo. Había sido profesora de inglés y el padre de filosofía —o quizás al contrario.
Una tarde de agosto fabriqué una cometa para la hija de Jacques, que no pudimos hacer volar. Caramba, ¡esa dificultad mía con las cometas!
Esta revelación de su contacto fugaz y desaprovechado con uno de los integrantes del Oulipo, el más importante grupo de vanguardia en la literatura francesa, me confirmó algo que ya sabía: Elías Mejía es un poeta avant-garde en la tierra de la minificción.
Minibiografía de "sí mismo"
Integrante del Taller Literario del Quindío en 1980, y de la Asociación Artistas a la Calle en 1984. Participante por el Quindío, en 1982, en el programa Un País que Sueña, patrocinado por el Banco de la República e invitado en varias ocasiones a leer su obra en la Feria Internacional del Libro y la Cámara de Comercio de Bogotá. Primer puesto del concurso de poesía Los Terceros Nuevos Juegos Florales Manizales 1988, con el libro Confesión de Navegante.
Traductor de poesía griega contemporánea a partir de versiones francesas, tales como Fragmenta o la vegetación de los minerales de Takis Varvitsiotis y El muro en el espejo e Ismenia de Yannis Ritsos, este último editado por la Gobernación del Quindío y presentado en Bogotá en la Casa de Poesía Silva. Traductor de la cartilla La política explicada a los niños y… a los demás del abogado escritor francés Denis Langlois, editada por la Universidad del Quindío.
Participe entre muchas, de la prueba en escena de recitales poéticos como el de bienvenida a la nueva constitución de 1991, en la Plaza de Bolivar de Armenia, con apartes de la obra del poeta sueco Arthur Lundkviski, o como el recital poético-musical Canto a Pablo Neruda, en el Gimnasio Moderno de Bogotá, en compañía del guitarrista colombiano Andrés García, el cantante de folclor uruguayo Juan Rochón, la concertista chilena Marisol Dalmazzo y la actriz colombiana Victoria Eugenia Góngora, en el centenario del nacimiento del Premio Nobel chileno.
Coautor de otras puestas en escena poéticas a varias voces en compañía del escritor y declamador Orlando Montoya y de María Lucía Usaquén Ramos, directora del Museo Quimbaya. Libretista e intérprete del Banquete Literario Comfenalco Quindío en los años 2006 y 2007, basado en la obra de Isabel Allende, Pablo Neruda, Saul Yurkievich, León de Greiff y Héctor Abad Faciolince. Columnista durante cuatro años del diario La Crónica del Quindío.
Publicaciones en los diarios La Patria, La República y El Espectador en su Magazín Dominical, y en las revistas literarias Casa Silva, El Malpensante, Arquitrave, Letralia, Kanora, Termita Caribe y otras (Fuente Biográfica: PORTAL LITERARIO DEL EJE CAFETERO).
Poesías seleccionadas
LAMENTO POR MIS PUTAS AMADAS
1
Es triste tu mirada, he comprendido,
por haber olvidado, en mi momento,
el fácil bienestar del pan ganado
con tu fuerte cintura en movimiento.
Es triste mi destino, he comprendido:
así observa la puta el sentimiento
y así a tu corazón he nominado
en mi martirizado pensamiento.
Sigue, mujer, tu tránsito en la vida,
desprecia mi codicia por tu aliento,
huye de mi cariño hacia la nada
regalando tus lágrimas al viento,
llama rumba de amor nuestra jornada
y digamos adiós a nuestro intento.
CONFESIÓN POR UN PUÑADO DE SEXO
2
Me gusta cuando te quedas dormida
y se prolongan
los veinte minutos en tu regazo.
NYDYA
3
Perla en el lupanar, has despertado
de nuevo las pupilas soñadoras,
que beben de los gestos del amado
olas de danzas y rumor de auroras.
Es, sin embargo, triste haber ganado
terrenos al amor en estas horas,
en que todo lo bueno se ha borrado,
cual se borra la vida de las hojas
del árbol viejo o de la sangre el raudo
ir y venir que la ilusión aloja
en todo corazón emocionado.
Pero… en tus besos… el dolor me acoja
y entre tus brazos el silente nado
que me hace despreciable la congoja.
REFLEXIONA UN ENFERMO
Siento los desastrados interiores
rojos como amapolas viscerales,
duelen y con maléficos ardores
me recuerdan las muertes ancestrales.
Así pasaron este sueño todos,
aquellos otros viene a la zaga,
y cruzo yo por similares modos
de vida que a la vida es una daga.
Amapola sangrante en las entrañas,
amapola que estalla en las gargantas.
amapola que pronto así me dañas
y minuto a minuto te agigantas.
Mas, no es por esta suerte la morriña:
desdeñando gracejos y pitanza,
sufre mi corazón por una niña
que no concibe el fin de la esperanza.
Titulo original: "Elías Mejía es un poeta avant-garde en la tierra de la minificción".
Fuente: LETRALIA
*Escritor y artista colombiano (Calarcá, Quindío, 1961). Ph.D. en lengua, literatura y medios de comunicación por la Universidad Complutense de Madrid, UCM (España). Tiene estudios de Maestría en Escritura Creativa en University of Texas at El Pas, Utep (Estados Unidos). Fue profesor universitario. Creó la cátedra Psicogénesis de la Risa en la Facultad de Psicología de la Universidad Javeriana. Director de la revista Termita Caribe y del Boletín de la Red de Estudios Interdisciplinarios sobre la Risa —Reir—, T.A. en la Revista de Literatura Mexicana Contemporánea en la Utep. Ha publicado los poemarios Bitácora de Ulises, Cartas a Pandora y Desde Ítaca; el poemario para niños Cantos y cuentos de Kantú Konto; los ensayos La caricatografía en Colombia: propuesta teórica y taxonómica y Caricatografía y periodismo, y el libro de relatos Cuento contigo. Ha publicado en revistas de Colombia e internacionales. Fue becario del programa Becas de Alto Nivel para Profesionales de América Latina (Alban) de la Unión Europea. Como artista plástico ha recibido premios y menciones en los salones regionales del Quindío. Además, fue distinguido con la Orden al Mérito Literario Ciudad de Calarcá 128 años, con el Escudo del Departamento del Quindío y con el Premio Will Eisner (2017) en la modalidad Vida y Obra del Colectivo Cultural Comic Sin Fronteras (Pereira, Colombia).
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