TUS MANOS
por: JESÚS ANTONIO MARÍN ESCUDERO
Ayer tus manos fueron blancas como azucenas, tan suaves como el viento que acaricia las flores, ingenuas como el ave tremolante de amores o como errantes nubes... apacibles... serenas. Con ellas enjugabas el llanto por las penas de algún prístino amor que te cubrió de dolores, o ardientes y quemantes legaron sus favores en noches de caricias y de pasiones plenas. Manos ya maltratadas de labor incansable van tejiendo recuerdos de un tiempo inmemorable y cultivando flores del humano jardín; O implorantes al cielo en sacras oraciones pidiendo para el mundo eternas bendiciones van contando un rosario en noches de satín.
TRAPOS ROJOS
por: IBÁN DE JESÚS ALARCÓN MARÍN
Sacaron los trapos al sol de nuevo, no por un partido, como esos que limitan vidas por una camiseta colorada en el juego pálido de la pelota, como con los que trataban de retener las hemorragias en la guerra civil, como los que llevan una carga larga, ni por un gobierno, como los que usaba Mao tse tung en su comunismo, como los de la plaza roja con Lenin, como Mussolini en su cuello, como la del Viet Cong en Vietnam, como los del sudario tapa pincho, mosquero de campesino y menos como esa cuota mensual que no perdona que seas mujer y te despierta sobre la bandera de Japón. Sacaron los trapos rojos desde lo más hondo de la fatiga que mis vecinos han puesto en sus ventanas... A propósito, los gatos no se oyen en los tejados
como de costumbre ¿será que son los nuevos en la carta?
O será que tendrán que ver con los que no volvieron a salir de sus claustros, aún no llegan desde la mañana, espero no tengan tanta hambre como yo.
PANDEMIA
por: RICARDO CÓRDOBA MORENO, "RICHY CÓRDOBA"
Llegaste sin avisar, cuál ladronzuelo en busca de lo ajeno.
Repleto de ansias de enfermedad, desolación, tristeza y muerte.
Nos cambiaste la manera de vivir o mejor dicho la manera que creíamos vivir.
Liberarte a los animales en lo lugares que originalmente ocupaban los humanos.
Nos enseñaste la palabra cuarentena y lo peor es qué nos hemos acostumbrado a ella.
No sé cuánto te dure el reinado, sólo sé que cuando todo esto acabe algunos ya no estarán, otros estarán sin sosiego, algunos reirán y otros como si nada hubiera pasado.
LA GUERRA Y EL OLVIDO
por DIANA PÉREZ DUQUE
Desde la ventana del olvido
Observa pasar tardíamente el viento
en pos de las alas de una mariposa muerta
para no dejarla desplomar
en el sucio y áspero suelo
del planeta envenenado.
Desde allí invoca en silencio la salvación divina
elevando con desdén los ojos al cielo
esperando verlo azul
pero con asombro tropieza con un cielo herido,
teñido de rojo dolor.
Desde allí piensa con anhelo
hacer oraciones vehementemente
para así clamar sus palabras al viento
pero una lluvia de balas incesante
no las deja salir de sus pensamientos.
Desde allí con ansia plena
espera agonizante a su amada,
quien en su camino es enredada
entre cadenas prisioneras
que no la dejan volar y traspasar esa ventana.
Desde allí ve pasar el tiempo
Ve llenar su existir de telarañas,
entre ventanas cerradas y paredes sucias,
entre olores fétidos de soledad agobiada,
entre baúles llenos de recuerdo.
Desde allí ve su reflejo en un espejo
que se vuelve viejo, débil, enfermo
tan solo viendo pasar el tiempo a través de su ventana
dejando camino libre a la guerra
siendo en silencio cómplice de esta condena
Y sin pasar mas allá de la triste ventana
Sin ver más allá de sí mismo,
Encarcelado en su soledad y sintiéndose salvado
Pero abatido y desconsolado
y en vida enterrado. por ser cómplice triste y silencioso
de la maldita guerra que acobarda
VIVES
por: JOSÉ LICELDER CARDONA GALEANO
Eres mi espera; Mi sed.
Avanzas con mi aliento. . .
Todo te nombra; Todo me ahonda tus voces.
Y se hace el tiempo, Como la noche, Testigo absoluto de mis recuerdos.
Moras mi emoción, Vitalizas mi gesto.
Y sucede a cada pétalo El desangre del estío E intactas conservo tus rosas.
ENCUENTRO
por: JOSÉ RUÍZ VALENCIA
Yo soñaba con ella desde niño, siempre sonriente y bella me decía: “Yo soy aquella diosa cual armiño, a quien llamabas para ser tu guía”.
Sus suaves formas vi pasar lontanas, la trémula faz candente intuía: por ella sufres, corazón, sangras, y sin quererlo se te va la vida.
Hoy ya presa amoroso entre mis brazos, felices ambos con doliente herida, su casta frente siémbrale de besos. Surge impetuosa la pregunta mía: ¿Quién eres oh! Mi musa amada? “¡Yo soy tu inspiración …. La Poesía!”.
ANHELO VEHEMENTE
por: NÉSTOR ANCÍZAR ARISTIZÁBAL HENAO
Tu almohada...yo quisiera ser y saber tu más secreto sueño mimarte y arrullarte con empeño y disfrutar contigo el amanecer. También anhelo ser el viento y abrazar tu silueta de palmera confundir mi piel con tu piel quisiera y decirte al oído lo que siento. El agua y el sol que te acarician tu toalla...tus trajes...tu jabón esa es mi más cara ilusión. Y más aún… el agua que tú bebes Tu diario y el libro que tú lees Y ser para ti, la más bella canción.
CLAMOR DE MUJER
por: JHON JAIRO SALINAS
Ellas exigen amor puro como el agua. Ellas exigen ternura y comprensión. Ellas exigen bondad. Ellas exigen que sus cuerpos no se conviertan en botín de guerra. Ellas exigen que sus cuerpos sean territorios sagrados de paz. Ellas exigen pan, vestido, techo para sus críos. Ellas exigen semillas para la vida. Ellas exigen libertad, fraternidad e igualdad. Ellas exigen que les regalen una rosa, una flor, o quizás un abrazo. Ellas exigen que la tierra sea sagrada. Ellas exigen atreverse a soñar un mundo mas justo. Ellas exigen no ser mercancías. Ellas exigen ser puras como los cristales, sin animo de entereza, Porque ellas son fuertes como las rocas. "Ellas no quieren que haya frío en las casas, que haya miedo en las calles, que haya rabia en los ojos". ¿Que exigimos los hombres humanistas? que ellas iluminen, como el sol y brillen como la luna. Que sean- agua pura y cristalina, dejando huella en su historia. También pedimos que sus vientres sean bendecidos, Porque son fuente de vida, Como Ateneas brillaran de sabiduría.
Cuentos y ensayos
LA MUERTE CON HAIKU
por UMBERTO SENEGAL
En libros del zen se afirma: “Cuando un hombre sencillo adquiere conocimiento, se hace sabio; y cuando un sabio adquiere comprensión, se hace sencillo”. El haiku y sus 17 sendas silábicas es otra de las maneras poéticas, junto con el tanka, de entrar en la muerte. Salir de la vida, secundado por la poesía. Poemas japoneses a la muerte. Manual de belleza y serenidad. Preludio para la muerte. El poeta rumano Yoel Hoffmann, profesor de poesía japonesa en la universidad de Haifa, presenta uno de los libros más claros y nada trágicos editados en torno al tradicional modo oriental de muchos poetas zen recibir la muerte: Escribiendo un haiku. No son especulaciones metafísicas sobre la muerte. Haikus y tankas con atributos sensoriales llamados jisei, “poema de despedida de la vida”. Cuando haya muerto, / ¿alguien se ocupará/ del crisantemo? “Los escritores de los periodos Nara y Heian, no se cansaron de comparar la vida humana con la de una flor que se marchita apenas abierta”, subraya Hoffman en el preámbulo del libro. Las luciérnagas apagadas o encendiendo su luz, representan la muerte entre poetas japoneses de haiku. Se atribuye a Yamato Takeru-no Mikoto el primero escrito en Japón para despedir la vida. Según la leyenda, Yamato se transformó en ave blanca al fallecer. Llegar a la muerte sin apego a la vida. Salir de esta sin pavor a la muerte. Y en la frontera entre ambas, despedirse de la una y saludar a la otra, escribiendo un breve poema. Modelar en esos cortos versos la brevedad de la vida. Poema donde el ser y el no-ser festejan un objeto cualquiera. El paisaje como imagen concluyente de la cotidianidad. Los poemas a la muerte/son un engaño. /La muerte es la muerte. Un haiku, un tanka para afrontar la muerte con la certeza de haber vivido a plenitud. Otoño del cuerpo, sin apegos ni remordimientos y la muerte ahí, sin inducirnos a pensar en el pecado ni exigir paraísos por haber cumplido preceptos de iglesia y mandatos de libros sagrados. Apagarnos como vela entre la luz. Decenas de monjes zen escribieron un poema de despedida. Jisei manuscrito un día antes de morir. O una hora antes. Con personas al lado del poeta. Muchos de ellos sabían cuándo sucedería tal desprendimiento. Sin oraciones ni mantras. Es sensato despedirse con un haiku. No hay tiempo para elegías ni himnos extensos. ¿Cuáles imágenes del mundo material que dejamos, se convertirán en palabras? ¿Y cuáles vocablos, antes del silencio absoluto, ayudarán al poeta a desprenderse del mundo de las formas? Sabor a guanábana. Canto del urutaú. Luz de luna llena. Perfume de tierra húmeda. Cristalino arroyo veredal…Todo lo abarca la maternal nada de la muerte invitadora.
ELEGÍA PARA BELCEBÚ
por CARLOS ALBERTO AGUDELO ARCILA
A veces le llevamos la contraria a belcebú. Cometemos el pecado de la búsqueda de no sé cuál Dios. Nos extasiamos con la brizna en el paraje mientras el mundo a diario se marchita. Somos fantoches. Caemos en la mansedumbre como un paso más en la escalera que conduce al reino celestial. Fanfarrones al buscar una salvación. Salvación que solo está en el fuego eterno. Festejemos el camino que lleva a la devastación. Exteriorizar desde nuestra sangre el abismo del abismo. spiremos llegar al dominio de la penumbra. Amaos los unos a los otros, dijo alguien incapaz de entender lo imposible del bien. Jesús, quien vino a sacrificarse por todas las naciones mientras Él mismo no entendía de fronteras ni de lenguas terrenales.
A veces le llevamos la contraria a Belcebú. Irresponsables con pensamientos a todas luces llenos de amor. Amor a la inversa que nos corresponde practicar. Amor insubstancial. Amor esquizofrénico. Amor que se diluye cuando nos miramos en lo profundo de nosotros mismos, donde flota el barrizal que somos. Pececillos de soberbia, avaricia, lujuria, ira, gula, pereza, envidia, siete pecados capitales que debemos amar. Se lee en los evangelios que proclama nuestro idolatrado ángel de las tinieblas. Olfatear transversales y círculos con olor a polvo que deja en el camino al cementerio la muerte. Venerado Belcebú que desmenuzas la noche en la noche de los murciélagos además de sucesos que aterrorizan. Gloria que apesta y da alegría a nuestros sentidos.
A veces le llevamos la contraria a Belcebú. Perdónanos porque sabemos de nuestras ofensas contra tu naturaleza maligna. Digna de venerar. Necesaria de vivir con odio. Nos aseguras que hoy no estaremos contigo. Sabio proceder, digno de festejos. No iremos hacia ti porque tú estás en nuestra alma. En nuestro vegetar. Mujer jamás me tendrás porque no soy tu hijo. Las llamas son mi madre, mi padre. A ellas me debo. En ellas me renuevo. Por ellas me fortalezco. Llamas de mis llamas. Esencia de mi entendimiento. Lanzo a la humanidad por la animadversión que le tengo mi verbo eres de nada. La protejo del bien que ronda. Jamás serás abandonado porque tú eres todopoderoso sin nadie más allá de las alturas. Eres amo. Eres señor terrenal sin quien te juzgue. Sin ninguno que te ampare porque ocurres etéreo. Sustantivo de lo inasequible. De cuanto no es. De ningún modo te da sed ya que tu lengua con tentáculos incalculables lame océanos de insensibilidad, la que aviva. Aún no hay nada cumplido. Sigues por campos y ciudades haciendo de las tuyas. Señor insolidario. Lumbre que volatiliza el mundo. No encomiendas tu espíritu a ningún amo. Floreces en ansia desalmada. Profanidad que necesitamos. No levantas tu iris a ninguna deidad. Representación destructora que idolatramos.
A veces le llevamos la contraria a Belcebú. Tus ojos relumbran el tiempo de los tiempos perdidos. Estás en todas partes, en el piélago y en las alturas. Eres amoral. No te sacrificas y sacrificas. Belcebú de mis entrañas. Entrañas luciferinas que nos convierte en vomito donde se observa la purulencia de nuestros actos. Belcebú deseado. Babaza de niebla. Belcebú. Niebla del trajín que eres. Belcebú epicentro de la quimera. Belcebú que no necesita del canto del gallo ni de judas ahorcado. Las treinta monedas son tu principio donde se multiplica tu avaricia. No requieres templos. Tu deshonestidad ronda la noche de los espectros. Esquivas los lugares donde se rinde culto a no sabes qué. Vas de sitio en sitio y atrapas cuanto deseas con solo batir tus garras que despiden perversidad.
A veces le llevamos la contraria a Belcebú. No somos dignos de ti. Ten piedad por nuestras virtudes. Ayúdanos a no huir de tus desgracias, abre tus zarpas a nuestras vilezas. Llévanos hasta tu hogar. Padre nuestro que no estás en los cielos, excomulgado seas, no nos des el pan que cada día necesitamos, perdónanos nuestras castidades, ayúdanos a no perdonar a quienes nos ofenden, déjanos caer en la tentación. No amén.
DE LA CHAMPETA VULGAR A LA CHAMPETA MERCANTIL
por FERNAN AVID MEDRANO BANQUET
Todavía recuerdo cuando la champeta no era tan comercial; era cándidamente grosera y vulgar. Yo escuchaba de manera clandestina trocitos del susodicho ritmo afrocaribeño de Cartagena de Indias, porque había algo en él que me atraía, un no sé qué. Mi mamá lo creía perjudicial para los jóvenes.
En mi memoria viven recuerdos de aquellos años de mi infancia cuando sonaban las hercúleas máquinas de sonido llamadas pick up que querían tumbar los techos de las casas humildes construidas con pedazos de zinc. En esos equipos de sonido se oían algunas voces negras de Cartagena, tales como la de Mr. Black, El Sayayín, El Afinaíto, El Pupis, Nando Hernández, entre otros, cantando champeta y saludando al famoso Chawa o Chawala, de quien se dice que es la mente maestra al frente del Rey de Rocha, el pick up más glorioso del universo champetero.
Ahora la champeta ha sido convertida en una gallina de huevos de oro, en un producto de consumo con un nuevo empaque para los consumidores que se hallan más allá de La Heroica. Ahora la han rebautizado con el pomposo nombre de champeta urbana, pues la idea es conquistar al público del interior del país, sobre todo, de Medellín, Cali y Bogotá; y es que el despeluque champetero ya ha traspasado las fronteras del Caribe colombiano, de Cartagena y Barranquilla, hasta extenderse por ciertas ciudades de Venezuela, como Maracaibo, por ejemplo, donde suena con suficiente fuerza.
Tal vez la champeta no sea un ritmo musical para el gusto de los dioses, a veces necesita de seducción expresiva, con dificultad superaría un examen estético; es un género musical creado por y para las gentes empobrecidas de origen africano, de descendientes de seres humanos arrancados del África y luego esclavizados acá. Posiblemente, por eso son composiciones tan básicas y rústicas, aunque por lo general tienen una especie de estructura: introducción, una parte intermedia (cuando comienza el despeluque o movimiento excitado de todo el cuerpo) y una fase decadente (cuando disminuye el despeluque).
Acaso la esencia de la champeta sea el estilo desnudo para cantar las cosas sencillas de la vida cotidiana, simples ocurrencias, expresar en forma abierta las palabrotas del español caribeño de Colombia, que en otrora escandalizaban a nuestras mamás; era algo curioso, pues ahí no había nada premeditado, ni altamente elaborado o sofisticado; lo espontáneo era el común denominador. Y se vendía. La champeta se vendía. Pero ahora todo ha cambiado. Llegaron las disqueras con su marketing y vocabulario asfixiantes a vender humo y a creer que ellas pueden hacerlo mejor que los analfabetos cantantes de champeta.
Anteriormente, yo no podía juzgar si la champeta era perjudicial para los jóvenes, o no. Los que la interpretaban seguramente lo hacían con el fin de salir del anonimato, para sobrevivir, salir de la pobreza extrema y ganarse la vida de esta manera. Pero las disqueras tienen el ánimo de lucrarse con algo que ya estaba construido. Y eso no es ningún fin noble. Pero la champeta mercantil –la champeta de hoy día, con la que se llenan los bolsillos las grandes casas disqueras–, esa champeta se ha dañado y me ha hecho aborrecerla en los términos más absolutos. Ya no me gusta.
Los exégetas que se ocupan de elaborar el catecismo del marketing predican que no hay producto malo, sino mala estrategia de mercadeo. Esta sentencia es la plataforma publicitaria usada para vender humo, hielo en los polos, arena en el desierto, canciones llenas de nada: música sin melodía, ni armonía ni ritmo, y que no produce deleite al oírla, sino disonancia, mero ruido sin ton ni son.
La idea principal es deformar la música, fabricando canciones en serie que no reclamen el concurso del entendimiento en la comprensión de su mensaje; que no consientan el goce de la belleza que supone la letra de las composiciones musicales. La cuestión es –al parecer- que cuando el sonido entre en contacto con el oído, de inmediato la gente comience a menear la cabeza y a zarandear el resto de su cuerpo de involuntaria manera.
A lo mejor se diga que el anterior es un planteamiento demasiado rebuscado; pero para la muestra, existe un botón. Hace pocos meses, un usuario de la red social Twitter realizó una especie de hallazgo arqueológico de índole musical, cuando logró descubrir el mensaje de la famosísima canción Aserejé. A pesar de que este sencillo fue compuesto originalmente en español auténtico, de España, millones de hispanohablantes lo bailaron y lo cantaron sin saber qué bailaban ni qué cantaban. Esto lo dice todo.
En la actualidad nada sucede por artes mágicas o por llana y pura casualidad. En la trastienda de la dictadura del marketing se prepara todo lo que va a ser exhibido con destino al consumismo humano: modas, estilos, frases hechas, gustos, odios, preferencias, tendencias, etcétera. Obsérvese que la música más consumida ahora mismo no sirve para convocar a la reflexión y la crítica de los millones de oídos receptivos; puesto que eso es peligroso (asegurarían los ingenieros de la mente). Eso es poner en movimiento estructuras de pensamiento que entrarían a cuestionar las corroídas estructuras sociales.
Pero la música y la poesía son dos espléndidos sinónimos; son, digo más, hermanas siamesas, ya que ambas tratan acerca del sonido bello y pulido. Música no es cualquier ruido. Lo que en este minuto llaman música es un verdadero antónimo, hasta de sí misma. Hoy en día las composiciones son cada vez más inexpresivas, menos inteligentes; son de una fealdad jamás conocida; adolecen de inspiración y de esfuerzo estético alguno.
A esas formas silvestres de cantar a gritos no se les puede realizar una valoración artística. La verdad es que no resisten un análisis musical, porque no tienen lo que se llama talento sonoro, ni siquiera el otro, el más importante, el talento humano. Los proxenetas de la música tradicional mantienen la aspiración de embrutecer a la audiencia con el fin de que no haya quien los acuse por la destrucción de los cerebros y del menoscabo que efectúan contra el patrimonio inmaterial de la humanidad, conquista de la civilización.
Yo interrogo a la musa: ¿para qué han servido tantos millones de años de evolución?, ¿no más para componer canciones que no tienen imaginación y creatividad ni dicen nada? Pues yo no me lo creo. Es preciso persistir en la campaña de generar cultura, pues la formación de gustos de elevado nivel significará la muerte de la mediocridad en todos los ámbitos.
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