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Juana de Ibarbourou, raíz salvaje

Actualizado: 6 feb 2021


Su verdadero nombre era Juana Fernández Morales, nacida en Melo (Uruguay) el 8 de marzo de 1892 y fallecida en la capital del país, Montevideo, el 15 de julio 1979 a los 87 años de edad.

Fue una poetisa y escritora considerada una de las voces más personales de la lírica hispanoamericana de principios del siglo XX.

A los veinte años se casó con el capitán Lucas Ibarbourou, del cual adoptó el apellido con el que firmaría su obra.


Tres años después se trasladó a Montevideo, donde vivió desde entonces.


Audio original de la poeta, recitando su poema "Amor"


Inicios

Sus primeros poemas aparecieron en periódicos de la capital uruguaya (principalmente en La Razón) bajo el seudónimo de Jeannette d’Ibar, que pronto abandonaría.

Comenzó su larga travesía lírica con los poemarios Las lenguas de diamante (1919), El cántaro fresco (1920) y Raíz salvaje (1922), todos ellos muy marcados por el modernismo, cuya influencia se percibe en la abundancia de imágenes sensoriales y cromáticas y de alusiones bíblicas y míticas, aunque siempre con un acento singular.


Casa - museo de la popular autora.

Su temática tendía a la exaltación sentimental de la entrega amorosa, de la maternidad, de la belleza física y de la naturaleza.

Por otra parte, imprimió a sus poemas un erotismo que constituye una de las vertientes capitales de su producción, la cual se vio tempranamente reconocida.

En 1929 fue proclamada "Juana de América" en el Palacio Legislativo del Uruguay, ceremonia que presidió el poeta "oficial" uruguayo Juan Zorrilla de San Martín y que contó con la participación del ensayista mexicano Alfonso Reyes.


Fotografías


Poco a poco su poesía se fue despojando del ropaje modernista para ganar en efusión y sinceridad.

En La rosa de los vientos (1930) se adentró en el vanguardismo, rozando incluso las imágenes surrealistas.


El gobierno de la época la homenajeó, incluyéndola en el billete de mil pesos uruguayos.

Con Estampas de la Biblia, Loores de Nuestra Señora e Invocación a san Isidro, todos de 1934, inició en cambio un camino hacia la poesía mística. En la década de 1950 se publicaron sus libros Perdida (1950), Azor (1953) y Romances del destino (1955).


Análisis



En esta misma época, en Madrid, salieron a la luz sus Obras completas (1953), donde se incluyeron dos libros inéditos: Dualismo y Mensaje del escriba. De su obra poética posterior destaca Elegía (1967), libro en memoria de su marido. Juana de Ibarbourou o- cupó la presidencia de la Sociedad Uruguaya de Escritores en 1950.


Cinco años más tarde su obra fue premiada en el Instituto de Cultura Hispánica de Madrid, y en 1959 el gobierno uruguayo le concedió el Gran Premio Nacional de Literatura, otorgado por primera vez aquel año.


La pequeña llama (Poema)



Su obra en prosa estuvo enfocada fundamentalmente hacia el público infantil; en ella destacan Epistolario (1927) y Chico Carlo (1944).


Estilo


La literatura uruguaya del siglo XX contó entre la nómina de sus autores con una serie de poetisas cuya obra reviste fundamental importancia: María Eugenia Vaz Ferreira, Delmira Agustini y Juana de Ibarbourou.


Cada una de ellas desplegó un acento propio y característico; así, mientras Vaz Ferreira representa la altiva castidad, y Agustini la mujer en espera anhelante, Juana de Ibarbourou es el equilibrio de la entrega espontánea.


Fotografía del álbum familiar, donde se ve a la pequeña antes de ser consagrada como "Juana de América".

Pero es con la chilena Gabriela Mistral con quien Juana de Ibarbourou mantiene un parentesco más directo.


Ambas poseyeron la misma sensibilidad exquisita y arrebatadora, la misma sinceridad de pasión, la misma facilidad y sencillez en la expresión.


Las separa, en cambio, el mundo anímico que expresan: Gabriela Mistral está poseída de un espiritualismo cristiano; Ibarbourou, al menos en sus primeras obras (en las últimas se aproxima al tono de la poetisa chilena), aparece loca de vida, pagana, desbordando toda ella vitalidad y sensualidad:

"Tómame ahora que aún es temprano / y que llevo dalias nuevas en la mano".


Una de sus últimas fotografías.

En sus inicios, Juana de Ibarbourou no escapó a la influencia modernista, pero paulatinamente su poesía se desviste de pompas para ganar en efusión y sinceridad.

En su producción poética encontramos una continua evolución que ha sido comparada al ciclo de la vida humana; se ha dicho que Las lenguas de diamante (1919) equivalen al nacimiento a la vida, Raíz salvaje (1922) a la apasionada juventud,

La rosa de los vientos (1930) a la madurez y Perdida (1950) a la vejez.


Homenaje


En cada uno de esos libros el paso del tiempo, en continua progresión, va adquiriendo una mayor importancia. Estampas de la Biblia (1934) y Loores de Nuestra Señora (1934) acusan una evolución religiosa. Los sentimientos de la autora, en soledad o en diálogo con la naturaleza, constituyen la temática central de sus versos.


La higuera (Poema)


El escritor venezolano Rufino Blanco Fombona dijo de Ibarbourou que su filosofía se reduce al horror a la nada.

Por eso concebirá a la muerte como una continuación de la vida, casi como su evolución natural.


Salvaje (Poema)


No existe un verdadero horror a la muerte; en "Vida garfio", uno de sus mejores poemas, se imagina muerta, pero, en realidad, continua sobreviviendo por el amor:

"¡Por la parda escalera de raíces vivas / yo subiré a mirarte en los lirios morados!".


El dulce milagro (Poema)


Nada hay menos intelectual, pues, que la lírica de Ibarbourou; todos sus pensamientos arrancan de sus propias sensaciones.

La naturaleza le atrae, la siente, y habla con ella, con el río y con el árbol; les da carne y sangre y hace que aparezcan ante nosotros con sus sufrimientos y alegrías:


Momento histórico: En compañía del malogrado poeta español, Federico García Lorca (1898 - 1936).


"A veces recurre para ello a atrevidas imágenes; así describe el ciprés: "Parece un grito que ha cuajado en árbol / o un padrenuestro hecho ramaje quieto".


Pero, ante todo, Juana de Ibarbourou es la voz del amor juvenil y ardoroso, de la mujer que se sabe admirada y deseada por el hombre y que lleva dentro de sí toda la fuerza de esa naturaleza que ama:


"Besarás mil mujeres, mas ninguna / te dará esta impresión de arroyo y selva / que yo te doy".


Para ella el amor no es sino una forma de participación en el misterio continuo del mundo: "Somos grandes y solos sobre el haz de las campos", le dirá a su amado. Siempre se encuentra en su voz, exigida por la fuerza de sus sentimientos, una sinceridad total en el pensamiento, y al mismo tiempo la expresión violenta e ingenua de la pasión. El aspecto más débil de su producción nos lo ofrecen sus versos narrativos, como los contenidos en Romances del destino (1955).


Letras íntimas



En 1967 publicó Elegía, obra dedicada a su esposo Lucas Ibarbourou, fallecido muchos años antes.


Como su título indica, el libro es un apasionado pero contenido canto de amor entonado en voz baja.


Con su compatriota, el escritor Juan Zorrilla de San Martín (1855 - 1931).

Sin embargo, contiene algunas exasperadas quejas, por todos los poemas cruza un dulce sosiego, una sosegada resignación.


"Ahora, ¿qué hacer, caídos los dos brazos, / rodeada de crepúsculo y de bruma?",

se pregunta ante su pérdida.


No obstante, algo la empuja a esperar que en alguna parte podrá recuperar aquel amor, que sigue vivo:


"Nadie olvida porque yo no olvido, / y para que él no muera yo no muero".


Fragmento de su obra en prosa, "Chico Carlo"



Selección poética


Bajo la lluvia ¡Cómo resbala el agua por mi espalda! ¡Cómo moja mi falda, y pone en mis mejillas su frescura de nieve! Llueve, llueve, llueve, y voy, senda adelante, con el alma ligera y la cara radiante, sin sentir, sin soñar, llena de la voluptuosidad de no pensar. Un pájaro se baña en una charca turbia. Mi presencia le extraña, se detiene… me mira… nos sentimos amigos… ¡Los dos amamos muchos cielos, campos y trigos! Después es el asombro de un labriego que pasa con su azada al hombro y la lluvia me cubre de todas las fragancias de los setos de octubre. Y es, sobre mi cuerpo por el agua empapado como un maravilloso y estupendo tocado de gotas cristalinas, de flores deshojadas que vuelcan a mi paso las plantas asombradas. Y siento, en la vacuidad del cerebro sin sueño, la voluptuosidad del placer infinito, dulce y desconocido, de un minuto de olvido. Llueve, llueve, llueve, y tengo en alma y carne, como un frescor de nieve.


Sello de correo en su honor.

Melancolía La sutil hilandera teje su encaje oscuro con ansiedad extraña, con paciencia amorosa. ¡Qué prodigio si fuera hecho de lino puro y fuera, en vez de negra la araña, color rosa! En un rincón del huerto aromoso y sombrío la velluda hilandera teje su tela leve. En ella sus diamantes suspenderá el rocío y la amarán la luna, el alba, el sol, la nieve. Amiga araña: hilo cual tú mi velo de oro y en medio del silencio mis joyas elaboro. Nos une, pues, la angustia de un idéntico afán. Mas pagan tu desvelo la luna y el rocío. ¡Dios sabe, amiga araña, qué hallaré por el mío! ¡Dios sabe, amiga araña, qué premio me darán!


La mancha de humedad (Segmento de "Chico Carlo")


El fuerte lazo Crecí para ti. Tálame. Mi acacia implora a tus manos su golpe de gracia. Florí para ti. Córtame. Mi lirio al nacer dudaba ser flor o ser cirio. Fluí para ti. Bébeme. El cristal envidia lo claro de mi manantial. Alas di por ti. Cázame. Falena, rodeé tu llama de impaciencia llena. Por ti sufriré. ¡Bendito sea el daño que tu amor me dé! ¡Bendita sea el hacha, bendita la red, y loadas sean tijeras y sed! Sangre del costado manaré, mi amado. ¿Qué broche más bello, qué joya más grata, que por ti una llaga color escarlata? En vez de abalorios para mis cabellos siete espinas largas hundiré entre ellos. Y en vez de zarcillos pondré en mis orejas, como dos rubíes, dos ascuas bermejas. Me verás reír viéndome sufrir. Y tú llorarás. Y entonces… ¡más mío que nunca serás!


Caricaturizada por el popular dibujante, Darracu. Amor El amor es fragante como un ramo de rosas. Amando, se poseen todas las primaveras. Eros trae en su aljaba las flores olorosas de todas las umbrías y todas las praderas. Cuando viene a mi lecho trae aroma de esteros, de salvajes corolas y tréboles jugosos. ¡Efluvios ardorosos de nidos de jilgueros, ocultos en los gajos de los ceibos frondosos! ¡Toda mi joven carne se impregna de esa esencia! Perfume de floridas y agrestes primaveras queda en mi piel morena de ardiente transparencia perfumes de retamas, de lirios y glicinas. Amor llega a mi lecho cruzando largas eras y unge mi piel de frescas esencias campesinas.


Tilo (Segmento de "Chico Carlo)


Así es la rosa De la matriz del día se alzó la rosa vertical y blanca mientras todo rugía: la tierra, el aire, el agua. Tendí la mano para protegerla, criatura de paz y de armonía, completa, virgen, intocable, exacta en la extensión total del mediodía. Y me llevó el brazo la metralla.

Impávida seguía en su serenidad y su victoria, aunque en mi sangre la embebía. Ni mi alarido hizo temblar sus pétalos ni apagó su fragancia mi agonía.

Era la rosa, la perfecta y única. Nada la detenía.


Preparada para recitar

"en vivo y en directo"



El dulce milagro ¿Que es esto? ¡Prodigio! Mis manos florecen. Rosas, rosas, rosas a mis dedos crecen. Mi amante besóme las manos, y en ellas, ¡oh gracia! brotaron rosas como estrellas. Y voy por la senda voceando el encanto y de dicha alterno sonrisa con llanto y bajo el milagro de mi encantamiento se aroman de rosas las alas del viento. Y murmura al verme la gente que pasa: "¿No veis que está loca? Tornadla a su casa. ¡Dice que en las manos le han nacido rosas y las va agitando como mariposas!" ¡Ah, pobre la gente que nunca comprende un milagro de éstos y que sólo entiende Que no nacen rosas más que en los rosales y que no hay más trigo que el de los trigales! Que requiere líneas y color y forma, y que sólo admite realidad por norma. Que cuando uno dice: "Voy con la dulzura", de inmediato buscan a la criatura. Que me digan loca, que en celda me encierren que con siete llaves la puerta me cierren, que junto a la puerta pongan un lebrel, carcelero rudo carcelero fiel. Cantaré lo mismo: "Mis manos florecen. Rosas, rosas, rosas a mis dedos crecen". ¡Y toda mi celda tendrá la fragancia de un inmenso ramo de rosas de Francia!


Noche de lluvia (Poema)


Raíz salvaje Me ha quedado clavada en los ojos la visión de ese carro de trigo que cruzó rechinante y pesado sembrando de espigas el recto camino. ¡No pretendas ahora que ría! ¡Tu no sabes en qué hondos recuerdos estoy abstraida! Desde el fondo del alma me sube un sabor de pitanga a los labios. Tiene aún mi epidermis morena no sé que fragancias de trigo emparvado. ¡Ay, quisiera llevarte conmigo a dormir una noche en el campo y en tus brazos pasar hasta el día bajo el techo alocado de un árbol! Soy la misma muchacha salvaje que hace años trajiste a tu lado.


De derecha a izquierda sentados, entre el poeta chileno, Pablo Neruda y su primera esposa, Delia del Carril.


Como la primavera Como una ala negra tendí mis cabellos sobre tus rodillas.

Cerrando los ojos su olor aspiraste, dicendome luego: -¿Duermes sobre piedras cubiertas de musgos? ¿Con ramas de sauces te atas las trenzas? ¿ Tu almohada es de trébol? ¿Las tienes tan negras porque acaso en ella exprimiste un zumo retinto y espeso de moras silvestres?

¡Qué fresca y extraña fragancia te envuelve! Hueles a arroyuelos, a tierra y a selvas. ¿Que perfume usas? Y riendo te dije: -¡Nintuno, ninguno!

Te amo y soy joven, huelo a primavera.

Este olor que sientes es de carne firme, de mejillas claras y de sangre nueva.

¡Te quiero y soy joven, por eso es que tengo las mismas fragancias de la primavera!


Testimonio de una amiga de la poetisa


Despecho ¡Ah, qué estoy cansada! Me he reido tanto, tanto, que a mis ojos ha asomado el llanto; tanto, que este rictus que contrae mi boca es un rastro extraño de mi risa loca. Tanto, que esta intensa palidez que tengo (como en los retratos de viejo abolengo) es por la fatiga de la loca risa que en todo mi cuerpo su sopor desliza. ¡Ah, qué estoy cansada! Déjame que duerma; pues, como la angustia, la alegría enferma. ¡Qué rara ocurrencia decir que estoy triste! ¿Cuándo más alegre que ahora me viste? ¡Mentira! No tengo ni dudas, ni celos, Ni inquietud, ni angustias, ni penas, ni anhelos, Si brilla en mis ojos la humedad del llanto, es por el esfuerzo de reírme tanto...

Te doy mi alma desnuda

Te doy mi alma desnuda, como estatua a la cual ningún cendal escuda. Desnuda con el puro impudor de un fruto, de una estrella o una flor; de todas esas cosas que tienen la infinita serenidad de Eva antes de ser maldita. De todas esas cosas, frutos, astros y rosas, que no sienten vergüenza del sexo sin celajes y a quienes nadie osara fabricarles ropajes. Sin velos, como el cuerpo de una diosa serena ¡que tuviera una intensa blancura de azucena! Desnuda, y toda abierta de par en par ¡por el ansia del amar!


Minibiografía




Fuente: BIOGRAFÍAS Y VIDAS

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