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Arcón Cultural

Letras: ALEJANDRO AZAG y otros

por TATIANA CASTILLO
















Su amistad no se vende ni se compra, se recuerda y conmemora. Conocerlas ha sido un regalo en el camino, que no muere en el tiempo ni el olvido. Su amistad se asemeja a una receta de cocina, tiene sabor a dulzura, colores y textura. Conocerlas marca el alma y los corazones, sus locuras y juegos siempre llenan de emociones.



EL POEMA

por HELENA RESTREPO
















El poema surge a veces

como una búsqueda de luz

en un bosque oscuro

y uno mismo es a la vez

el bosque, la oscuridad,

el lápiz, el papel, el camino.

Otras veces irrumpe

como un grito

desde las profundidades

de los mares internos

y su único descanso

es una playa de papel.



CANTO A MI CACIQUE CALARCÁ

por JHON JAIRO SALINAS























Muy cerca ya el alba,

antes de salir el sol en su plenitud,

vislumbro entre las nieblas

de la azulosa montaña de mi pueblo heroico,

la bravura y el temple

de auténticos guerreros.


Olor a menta de surco montañero;

las nubes envueltas en cromático café;

un halcón caminero vuela

y revuela en enigmática batalla con el viento,

antes de posarse a la vera de la trocha.

Al lado de cuerpos de sangre humeante todavía,

valientes lanzas reposan después de trenzar,

hace poco tiempo en la historia,

una salvaje y heroica victoria.


Al lado de un arrollo

los Pijaos beben la bravura del gigante Cacique.

Torzales de oro

anudan las cabelleras de esos aborígenes

de manos como garras de tigre,

que destrozan la avaricia de los buitres ibéricos.

¡Ruge y ruge el jaguar!

¡Su piel, estampada inocencia de fiera dignidad!


Del cacique invencible,

retumba la voz rebelde

en el universo de los Andes quindianos;

hace coro varonil y cobrizo con Tupac Katari,

Túpac Amaruc,

con la Gaitana:

se oye con el torbellino del viento

impulsado por las alas

abiertas y poderosas del cóndor,

un canto épico de luz y justicia;

canto de nativos contra farsantes y asesinos hidalgos.


La montaña,

nuestra trinchera de vida;

el agua,

nuestra sangre de eterna rebeldía,

mientras no fluya la equidad;

nuestro canto, más peligroso que el rayo,

más sonoro que el trueno.


¡América, no es América!

!Somos Amerindia!,

dice el canto dejado por la estela de una bravura

de leyenda.

Porque iría contra toda dignidad,

nos resistimos a ser una Colonia multinacional

de avaros mercachifles.


Hoy, la lanza Pijao está presente en los pueblos

que enarbolan la bandera de la madre naturaleza,

como fuente de eterna sabiduría.

Cacique Calarcá: herencia de valor y coraje.

Cacique Calarcá con voz de Gigante

levantándonos hasta la Victoria.


Los arcabuces no pudieron acallar

tu grito rebelde que, penetrante y altivo,

ha hendido por siglos la historia;

la tiranía española no pudo cortar tus alas libertarias;

la mano brutal de la memoria, se levanta como centella

y luz de relámpago acerado contra las nuevas tiranías.

¡Arroja contra el pecho de hierro

la pica de macana nativa

templada en las gotas del rocío,

mientras aúlla adolorida Kakataima

en la Amerindia

desterrando al Dios asesino!

Cacique Calarcá:

¡Voz de volcán;

eco en las míticas Peñas blancas!

¡Retumba con nuevos sonidos

para seducir las mentes de hoy!


Aprende a ser

suave trueno para oídos juveniles;

suave relámpago para visiones claras;

suave tormenta de bienaventuranza;

pero suave temple filoso, filosófico

y selvático para las decisiones,

saeta de los anhelos hoy más profundos que ayer…

¡Contigo buscaremos la victoria!

¡Siempre!



ROMANCERO PACÍFICO

por FELIX DOMINGO CABEZAS PRADO




















El Pacífico y yo vivimos un romance

Una vieja amistad

De sentirnos los mismos

Une nuestros corazones,

Y también nuestras almas


Nos gustamos de veras

Como plato de cebiche

Radiante en la mesa

Con los brazos abiertos


El Pacífico y yo honramos la palabra

Fuimos ayer, somos hoy

Ese verso de amor.



¿QUÉ ES LA POESÍA?

por ALEXÁNDER GRANADA RESTREPO, "MATU SALEM"















Es la fricción

Salvaje y repetitiva

Sobre algunas

Palabras escogidas,

Hasta hacerlas

Producir fuego.



DILUVIOS III

Por EMMANUEL ATHEMAY STERLING ACOSTA


















Dejate hallar con la lluvia

Ahora es la oportunidad

Para hacernos cantos


En cada llovizna

Tempestades en cada gota


Amándonos siempre entre

Tus diluvios y néctares

Felices venciendo.



FÉNIX

por ALEJANDRO AZAG
















Peregrino por la historia con heredada armadura.

El héroe en la tenebrura busca su antigua memoria.

El hechicero de la senda advirtió así al caminante:

En guerra después y antes entrégate como ofrenda.

Mi soberbia es la batalla flamígera mi sangre estalla en la noble furia del acero.

Fulgor, pétalos consumidos, actor jamás arrepentido en fuego renazco y muero.




Cuentos y ensayos




ESTE OTRO JESÚS

por UMBERTO SENEGAL


Sobre Jesús, millares de libros. Inabarcables conjeturas fascinantes y acercamientos desde todos los puntos de vista. Negándolo. O afirmándolo. Disminuyéndolo. Agigantándolo. Venerándolo o blasfemándolo. Con centenares de cultos, instituciones y personas lucrándose de sus enseñanzas desde la literatura, la religión y la historia. Mediante revelaciones, sueños, documentos reales o fraudulentos, y augures de toda condición fluctuando entre el delirio, la erudición y la iluminación. De Jesús se transfiere no solo su amor, sino toda clase de incertidumbres sobre su presencia histórica. Para generaciones creyentes o agnósticas del siglo XXI, debe estar adaptando su redención a las leyes de los algoritmos; y su resurrección, a la delirante anarquía de mundos virtuales y redes sociales. De este otro Jesús, inédito para cristianos de todo culto, platicó el trascendental místico y guía religioso Sathya Sai Baba, en 1996, durante uno de sus habituales discursos de navidad. No proporcionó detalles considerables sobre el tema. A un auditorio con gente de diversas religiones y culturas, confió nueva y nada difundida información sobre la vida de Jesús. Para mostrar la existencia física del texto que daría a conocer, materializó un libro, teletransportado desde uno de los museos de Ereván, en la república de Armenia. Pequeñísimo volumen compilado en Gran Bretaña, en 1530, afirmó Sathya. Tal reliquia bibliográfica e histórica sobre Jesús, poco conocida por sus hagiógrafos, sintetiza toda la información que se acumuló sobre este en los siglos anteriores. Los rusos, condensaron dicho material en un librito conservado en uno de los museos de Ereván. “Fue hecho para demostrar las características comunes de todas las religiones. Contiene detalles que no se encuentran ni siquiera en la Biblia. Contiene una descripción absolutamente nueva de la vida de Jesús”, dijo Sai Baba, agregando: “En este libro hay unas cintas señaladoras que separan cada religión con un sloka (verso) relativo a dicha religión. Contiene la máxima védica El mismo Dios mora en todos los seres”. Anil Kumar, profesor universitario, fue uno de quienes vio el libro: blanco, del tamaño de una cajetilla de cerillas, con una cruz dorada en la cubierta. “Esta es la verdadera historia de Jesús”, aseguró Sathya. “No a todo el mundo le es dado conocer su divinidad. Para conocerla, debemos desarrollar pensamientos divinos”, señaló, regresándolo sin tardanza a su sitio original. A partir de la sucinta información proporcionada por la escritora neozelandesa Mata Betty, deduzco y afirmo, con certeza, que el libro materializado por Sai, reposa en el Instituto Mashtóts de Investigaciones sobre Manuscritos Antiguos, o El Matenadarán, lugar con la mayor colección de manuscritos armenios en todo el mundo, donde se conservan arcaicas miniaturas, manuscritos iluminados y primorosas caligrafías. Los registros de documentos relacionados con libros y manuscritos hebreos, sirios, persas, armenios, árabes y etíopes, son fastuosos y singulares.





JEKYLL PRESIENTE A FREUD

por ALAN GONZÁLEZ SALAZAR*


Robert Louis Stevenson ensaya la alegoría de la doble personalidad en el Strange Case of Dr. Jekyll and Mr. Hyde (1886). Fruto de una pesadilla, representa la histórica confrontación interior que divide la conciencia, donde la realización de la identidad se hace problemática y misteriosa. La crisis de la conciencia individual que parte del Romanticismo y viene a poner de relieve el dinamismo infinito del Deseo que choca, una y otra vez, contra los límites que impone la realidad al ser humano. El doctor Jekyll y el señor Hyde vienen a su autor a través del sueño, del sueño que aumenta las frecuencias de asociación neuronal, de una conciencia que busca. Por ello, al relato fantástico se le atribuye hoy la capacidad alegórica de simbolizar las pulsiones del inconsciente. Stevenson presintió el advenimiento de Sigmund Freud, médico y filósofo capaz de dedicar sus facultades a la salud del alma.


Lo perverso surgirá, así, de la voluntad excedida en el propio cuerpo y negada en el cuerpo del otro. La conciencia será entonces acción y conocimiento interior de la voluntad individual.

La extrema afirmación de la voluntad que llega a negar al otro individuo es la respuesta del ser perverso, cuyas manifestaciones nacen de la carencia de algo, o sea que nacen de un dolor. Por tanto, todo dolor es una volición no satisfecha y contrariada —origen mismo

de la neurosis para Freud—. El perverso convierte entonces el dolor ajeno en un fin. Stevenson se inscribe en esa categoría. Trata de mitigar el dolor de sus personajes con el espectáculo del dolor ajeno. Esta podría ser la intención de la confesión del doctor Jekyll al final del relato: Salvar su humanidad.


Lo demoniaco será lo súbito, lo siniestro. Es el terrorífico vacío del mal. ¡Esa primera y larga noche en nosotros! Este presentimiento, esta noción de infinito, recae ahora sobre el ser, concebido o contemplado como donación u oportunidad milagrosa, ricamente cargada con consecuencias positivas. Es posible contemplar ahora al ser como puro terror. La esperanza científica y la superstición cristiana, encarnada en el código moral, hacen sufrir a los personajes de Stevenson. Jekyll padece, en palabras de Kierkegaard, la angustia de

la fe, una angustia que sirve a su vez para descubrir el propio destino. De las obras fantásticas del siglo XIX, el Extraño caso es quizá la de mayor perfección estructural y artística. Dividida en diez capítulos, los ocho primeros en tercera persona y los dos últimos, a modo confesional, en la primera persona del doctor Lanyon y después de Henry Jekyll. Los dos personajes realizan una declaración completa del caso, del doble, del otro yo de Dr. Jekyll, tan parecido al monstruo creado por Frankenstein. Es un relato que participa del imaginario decimonónico y a su vez representa la continuación de uno de los tópicos fundamentales del Romanticismo: La búsqueda y el encuentro consigo mismo.


La investigación de las profundidades del ser, de los abismos del sueño, motivarán en Stevenson la búsqueda, la creación de ese otro yo desconocido al que esta literatura fantástica da vida y hace surgir con la apariencia del monstruo. Monstruo que es, entonces, una metáfora del recóndito interior del ser humano.


Londres se convierte así en una ciudad espectral, donde los ángulos de los edificios alargan sus sombras. Mr. Utterson, uno de los personajes principales del relato, se reconoce a sí mismo como retraído en los sentimientos. Un abogado respetable que, dice, “I incline to Cain’s heresy [...], I let my brother go to the devil in his own way”, se inclina por la herejía de Caín, deja que su hermano se vaya al demonio por su propio camino.


Estas callejas de Londres también son angostas. El abogado Utterson, en el primer capítulo, se pasea con su pariente lejano, Richard Enfield, y se detiene ante la fachada oculta, trasera, de la casa del doctor Jekyll, cuyo muro, sin ventanas, se describe como una “a blind forehead [...] with the marks of prolonged and sordid negligence”. Una fachada ciega, con las marcas de una prolongada y sórdida negligencia. Donde los vagabundos entran agachados al nicho y encienden fósforos en los paneles y los niños —con qué ironía lo dice el narrador— hacen negocios en las escaleras. Esta infancia se vive con premura, es violentada, no hay esperanza. La primera acción de Hyde, de la que tiene conocimiento el lector, puede calificarse de aborrecible. En este primer capítulo el lector es testigo de cómo Hyde

golpea a una niña de ocho o diez años a quien llama“damned Juggernaut”, condenada bestia. Como una divinidad del antiguo oriente en cuya esencia también se encuentra el mal.


Comparación en nada fortuita. La angustia aquí es nuevamente teológica. La pregunta por la destrucción y la muerte y los intereses inconfesados de la voluntad sometida a una naturaleza instintiva y complaciente.


Stevenson critica en este primer capítulo el abandono infantil, la mercantilización del cuerpo. ¿Cómo pagar diez libras en oro y un cheque para eludir la condena por los golpes propinados a una niña? Si se tiene y atesora en el imaginario colectivo la justicia como un bien moral, Hyde lo elude, el castigo no obra en él como reflexión, en él se legitima la violencia, contra los otros y contra sí mismo. La violencia es pasión, la irracionalidad de un sistema en el que el dinero ya ha adquirido un valor superior al intercambio de bienes. Ahora este incluye

también los bienes morales

.

El bloque de la casa del doctor Jekyll está lleno de edificios apiñados y es difícil decir dónde termina uno y dónde comienza el otro. Así queda disimulada la parte de atrás de la casa, con sus vestigios quirúrgicos. No se había removido la antigua sala de disección del médico

anterior y propietario. En ella hay tres ventanas que dan al patio en el segundo piso; ninguna ventana en el piso de abajo, solo la puerta por donde sale y entra el señor Hyde. Su casa es también la analogía del cuerpo. Una fachada que en estricto sentido representa su reputación

y una parte oculta de la misma que con dificultad se puede asociar a la parte expuesta. Las ventanas son la claridad de la casa, por ello el muro ciego de la parte de atrás. Stevenson es un soñador disciplinado. Ideó, con anterioridad al psicoanálisis, formas de representar

lo reprimido, lo que en apariencia está oculto, en la disciplina de la formación personal

encarnada en el célebre Jekyll. Lo hizo en la época cuya mayor esperanza partía de la ciencia y se adentraba en el futuro, sin contar con sus pasiones, ya de por sí divididas y contenidas en la fe cristiana.


Lo inquietante surge de la apariencia, de la tensión del comportamiento ante los demás, de ocultar la extravagancia que para la cultura victoriana resulta indecente. Hyde se pronuncia precisamente como Hide, que quiere decir esconder. El significado de seek es buscar. Hyde

representa, en consecuencia, el lado oculto de la personalidad, el lado instintivo y súbito, demoníaco, subconsciente, voluntarioso y primitivo, pero explícito, cientificista. Pocos hombres han tenido una visión tan clara de los misterios de la personalidad y la conciencia. Ya lo dice la narración, a Jekyll comenzó a pasarle algo, a pasarle algo en la cabeza, sobre todo en las noches. Su material continúa siendo nocturno, trabaja con

el fruto de sus sueños-de-noche donde solo se mira a sí mismo, adentro de su

silencio.


El doctor Jekyll sufre de egoísmo, de allí parten los excesos que lo van dividiendo hasta el grado de la oposición trágica que al final debe terminar necesariamente con la muerte. Aunque su empeño, como lo fuera años más tarde el del psicoanálisis, se fundamenta en la invención, en la búsqueda de una ciencia capaz de categorizar y describir las cualidades de la sensibilidad en una época donde imperan los sistemas de dominio.


De nuevo el doctor Jekyll se verá tentado a jugar con su propia conciencia: “the ugly face of my iniquity stared into my soul”. El feo rostro de mi iniquidad clavaba su mirada en mi alma.

Se da cuenta de un cambio en el tono de sus pensamientos. La evidencia está en la disolución de los lazos del deber, que poco a poco le genera la droga, el estatismo que se regodea con el anhelo de infligir dolor. ¡Nada vive en él además del miedo y el odio! Por eso el señor Hyde camina rápido, perseguido por sus temores, por eso vuelven las punzadas y tiene que administrarse la droga, en la relación doble de médico y paciente, de tratarse a sí mismo.


*Autor de Anónimos (2012, Premio Nacional de Novela “Ciudad Pereira”) y Noche en tu silencio (Poesía, 2017).


(Publicado originalmente en LA CRÓNICA DEL QUINDÍO y divulgado con el consentimiento del autor)



EL HOMBRE QUE SOÑABA DIOSES GRIEGOS

por CARLOS ALBERTO VILLEGAS URIBE*


La historia de mi vida está signada por el nombre de Pedro Nel Uribe Gómez, no sólo porque mi existencia se pierde en sus raíces genéticas, sino también porque mi trasunto vital de soñador y poeta está nutrido por un imaginario de dioses, mitos y significaciones que él me legó desde la infancia.

Desde que tuve uso de razón la imagen de Pedro Nel era la de un hombre de avanzada edad, pero vital, que leía y compartía conmigo, con un inocultable orgullo de abuelo, los significados de un vetusto Larousse ilustrado. Un objeto mágico para mis ojos de niño que el abuelo me dejaba disfrutar, y con su natural virtud pedagógica me explicó que aquel era un diccionario enciclopédico. En ese maravilloso universo él no sólo encontraba las definiciones de palabras desconocidas que ampliarían su léxico, sino también las historias que en muchas ocasiones le oí compartir al abuelo con las personas que lo visitaban. Una de ellas era “Las lenguas de Esopo”:

Esopo fue un esclavo con deformidades físicas pero de una inteligencia superior que vivió en Grecia en el siglo V antes de Cristo. Habiéndole ordenado su amo, Janto, en ocasión de tener que ofrecer un festín, que fuera al mercado y trajese lo mejor que encontrara en él, Esopo no compró más que lenguas y las hizo servir aderezadas de modos distintos. Severamente lo reprendió Janto ante sus invitados. Esopo se explicó de esta manera: “¿Pues qué cosa puede haber mejor que la lengua? Es el lazo de la vida civil, la clave de la ciencia, el órgano de la verdad y la razón; con su auxilio se construyen las ciudades, se las civiliza e instruye; con ella se persuade en las asambleas, y se cumple uno de los primeros deberes del hombre, que es el ineludible deber de alabar a los dioses”. Janto entonces le dijo: “Pues bueno, Esopo, ofrécenos mañana lo peor que haya”. Al día siguiente no hizo servir Esopo más que lenguas, explicándole a Janto y sus invitados: “La lengua es lo peor que existe porque es la madre de las discusiones, la nodriza de los pleitos, el origen de las divisiones y las guerras; lo es igualmente del error y, cosa peor aún, de la calumnia. Por ella se destruyen las ciudades, y, si alguna fiesta se le celebra a los dioses, es el órgano de la blasfemia y la impiedad”.

Pedro Nel fue cabeza de hogar de una familia de recursos limitados y nuestra madre, su hija, lo había acogido en nuestra casa, por lo cual yo compartía con él la misma habitación en unas camas gemelas. No olvido que al final de las jornadas cotidianas el abuelo Pedro Nel me hacia repetir los poemas que él sabía de memoria, entre ellos “El brindis del bohemio”, “La gran miseria humana” y “La abeja”.

Él empezaba con su voz monocorde, pausada, transida de sabiduría por los años y las muchas lecturas:

—Miniatura del bosque soberano.

Y yo repetía desde mi cama:

—Miniatura del bosque soberano.

Así una y otra vez hasta que me aprendía entero el poema:

Miniatura del bosque soberano, consentida del vergel y el viento; los campos cruzas en busca del sustento, sin perder nunca el colmenar lejano. De aquí a la cumbre, de la cumbre al llano, siempre en ágil, continuo movimiento, vas y tornas, como lo hace el pensamiento en la colmena del cerebro humano. Lo que sacas del cáliz de las flores lo conduces a tu celda reducida, y sigues sin descanso tus labores. sin saber, ¡ay!, que en tu vaivén incierto llevas la miel para la amarga vida. ¡Y el blanco cirio para el pobre muerto!

No fue extraño entonces que en la escuela el maestro de primero primaria me escogiera para declamar en el evento de clausura del curso.

Como el abuelo, mis tíos paternos y maternos fueron hombres y mujeres campesinos cuya trayectoria académica no había superado el cuarto de primaria elemental, pero forjados en una tradición formativa tan valiosa que convertía en una experiencia inolvidable oírles leer en voz alta las noticias de los diarios que llegaban a la finca de la abuela Inés Londoño. Había tal propiedad, dicción y capacidad de interpretación de los textos en esas lecturas colectivas que sólo eran comparables con las jornadas de Miguelito Paz, un indígena paez, gran contador de cuentos tradicionales, que nutrió nuestra imaginación en las noches de la vereda El Danubio bajo el resplandor de una lámpara de caperuza.

Esa infancia feliz hizo que me destacara en la asignatura de español, pero en quinto elemental un profesor idiota que ahora no vale la pena mencionar no comprendió mis inquietudes y mi hiperactividad y me hizo perder la materia y cogerle tirria a la asignatura. Para mi fortuna, otro profesor de gran sabiduría me reconcilió con el español y la literatura y me motivó a vincularme activamente a los talleres literarios del nuevo colegio. Se llamaba José Jota Bustamante y lo recuerdo ahora como un merecido homenaje y reconocimiento al hombre que me retornó a las sendas de la literatura. Ese colegió era la Concentración Rural Agrícola Baudilio Montoya, denominada así por el Comité Departamental de Cafeteros del Quindío como una forma de rendirle tributo a uno de los mayores poetas del Quindío, y construido con el propósito de brindarles mejores futuros a la juventud de la región. Allí tuve la oportunidad de competir con otro gran declamador y amigo, Carlos Mario Vargas Aristizábal, con quien, en muchas oportunidades, representamos al colegio en las semanas culturales que organizaba en el pueblo el Colegio San José, institución regentada por hermanas vicentinas. Allí (como ya lo conté en Letralia, la revista de las letras hispanas) conocí a Carlos Arturo Patiño, quien posteriormente se hizo mi amigo. En la actualidad convertido en un ejecutivo joven, Carlos Arturo continúa su labor cultural desde el centro cultural y lugar de tertulias El Café de Carlos, en Calarcá, Quindío.

Muchas veces participé en representación de La Bella en las semanas literarias organizadas por las hermanas vicentinas en el Colegio San José de la ciudad de Calarcá. Jornadas épicas donde la poesía romántica de Baudilio Montoya en la voz de Carlos Arturo Patiño libraba batallas con la poesía popular del Indio Duarte en la voz de nuestro contemporáneo, Carlos Mario Vargas. Patiño, baudiliano irredento, se convirtió en uno de mis mejores amigos y me encontraba con él, en los bajos de su casa, ubicada en la calle 38, al pie de la cafetería La Tertulia, en donde don Rafael Pinto, un calarqueño cívico, impulsaba campeonatos de futbol, voleibol y minibasquet. En aquella casa patrimonial de bahareque y calicanto nos encontrábamos para compartir nuestro conocimiento de la poesía de Baudilio Montoya y practicar las declamaciones con las cuales participaríamos en el Colegio San José. Tal vez la muerte de José Dolores Naranjo, un campesino sencillo, sencillo como su canto, de esos que rezan y siembran y que rezan el rosario y a ninguno le hacen mal porque detestan el daño, fue uno de los primeros romances que aparecieron en mi repertorio baudiliano. Pero sin duda fue con La niña de Puerto Espejo, el romance con el cual fui consciente de la memoria del pueblo quindiano, de su gente y de sus fondas, en donde José Pinedo, hombre de pelos en pecho, vendía jarabe de tuza y aguardiente pendenciero. Allí paraban de tarde con sus recuas los arrieros y muchas veces también por borracheras y celos enhiestaron sus machetes Antonio Gil y Luis Cuervo, que eran dos mandacallar, en aquellos lances tremendos.

Pedro Nel también fue testigo orgulloso de aquellas jornadas culturales.

Yo era su nieto mayor y el primero que terminaría bachillerato. Corría 1978 y durante todo ese año, Pedro Nel se dedicó a ahorrar los recursos que le daban sus hijos semanalmente para que yo comprara el vestido de grado. Ambos imaginábamos el día de la graduación. Pero el 4 de diciembre, días antes del evento feliz, falleció el abuelo después de una penosa enfermedad.

El 12 de diciembre me gradué en medio del jolgorio de sesenta jóvenes vivaces y pletóricos de futuros y aunque algunos pocos conocían mi realidad, dudo que alguno sospechara la dimensión de la tristeza interior que me embargaba.

El recuerdo de Pedro Nel me acompañó en cada una de mis aventuras culturales y literarias. Lo imaginaba como una presencia tutelar en las actividades académicas en la Universidad del Quindío donde fui protagonista de la revista literaria Termita.

Para valernos de la metáfora que conlleva su título, diremos que la revista Termita, “La que descorre los velos”, extiende sus galerías desde la publicación que fundara el fallecido Álvaro Nieto, profesor de la Universidad del Quindío, en compañía del Taller Literario del Quindío. El Taller Literario fue realmente una entidad cultural fantasma promovida por un grupo de intelectuales calarqueños quienes regresaban de Europa con la intención de renovar la cultura quindiana, entre los cuales figuraban Elías Mejía, Orlando Montoya, Luis Fernando Patiño Cano. Ellos fomentaron recitales, cineclubes y talleres de lectura, y se unieron al profesor de diseño en la Universidad del Quindío Álvaro Nieto para impulsar una revista universitaria que empezó como hojas mimeografiadas, pero que realmente terminó siendo un taller de pensamiento al cual nos vinculamos algunos estudiantes del programa de licenciatura en tecnología educativa, María Cristina Ceballos, entre ellos, quien ya se destacaba en la asignatura de fotografía y se inauguraba en la revista con un contraluz.

Así mismo la presencia tutelar de Pedro Nel Uribe acompañó la realización de Café con Verso.

El Quindío está ligado a Calarcá y Calarcá está ligado al café y la poesía. Por eso no es ninguna aporía afirmar que Calarcá es una ciudad con aroma de Café… con Verso. De hecho la instauración de este evento que marcó un hito en la actividad cultural de la región se fraguó con la participación de un sinnúmero de calarqueños y quindianos entre quienes es posible recordar ahora, aún a riesgo de cometer olvido, a José Nodier Solórzano, Oscar Iván Sabogal, Gladys Molina, María Eugenia Duque, Elías Mejía, Fernando Torres, Jorge Mario Salazar, Orlando Montoya, Julio César Hincapié, Nicolás Uribe, Carlos Arturo Patiño, Mauricio Trujillo y toda la tropilla entusiasta de Artistas a la Calle en cuyas instalaciones se realizaron la mayoría de las tertulias y recitales con la participación de creadores de talla nacional como Giovanni Quesseps, William Ospina, Olga Elena Mattei, María Mercedes Carranza y los Poetas Tóxicos de Manizales, entre otros.

En alguna oportunidad el tío Memo le regaló a Pedro Nel una colección de fascículos de la enciclopedia Historia de la mitología y Pedro Nel se sumergió en las genealogías de los dioses griegos y sus correspondencias romanas, y él las compartía conmigo con generosidad didáctica y cómplice. De esa manera mis trabajos literarios se fueron cargando con esas influencias míticas. Máxime cuando arribé a las orillas del argentino universal. Por eso no es gratuita la pregunta que el periodista Ángel Castaño me hiciera en una entrevista para El Diario del Otún:

—En Retorno de Odiseo, su poemario inédito, usted revisita las figuras de la mitología griega, siendo esa mirada la línea transversal de la obra. En el mundo de la contemporaneidad, ¿qué nos dicen los griegos? —Esta entrevista no sería posible sin los griegos. El idioma nuestro, el hispañol —ya sabe usted que el español no existe, no lo hablan ni los españoles—, es posible por el aporte multicultural y los griegos son una piedra angular de él, como el árabe, el náhuatl, el quechua, el portugués o el lunfardo, para no alargarnos en enumeraciones. La autora de Memorias de Adriano, Marguerite Yourcenar, le hace decir al emperador romano: “De todo de lo dicho por el hombre lo mejor está dicho en griego”. Y no se equivocaba. Aún en la actualidad, después de 2.500 años, cuando la narratología pretende constituirse en una de las disciplinas de las ciencias cognitivas, los autores modernos regresan a Aristóteles para beber en su poética y su retórica las claves inaugurales. Coordenadas desde las cuales, aún hoy, se explica el arte de la escritura de calidad. Imagine usted “La casa de Asterión”, de Jorge Luis Borges, o el complejo de Edipo, sin el aporte de los griegos. Negar la posibilidad de utilizar los griegos como hipotexto de la creación literaria es como prohibir la posibilidad de usar la historia mítica del jaguar, y desconocer “La noche boca arriba”, de Cortázar, porque no será entendido por los consumidores de revistas de farándula. La presencia de los grecocaldenses rayó perversamente el caletre de algunos críticos quienes confunden la utilización proselitista de las raíces históricas de la cultura con la legitimidad de su uso como materia de trabajo literario. Los grecocaldenses al menos escribieron; otros, ni eso.

Ahora que releo la entrevista esa respuesta me parece excesiva y pretenciosa, pienso que le debí contestar solamente que era el nieto predilecto de Pedro Nel Uribe, pero claro, qué iban a saber el periodista y los lectores que Pedro Nel Uribe era el hombre que soñaba dioses griegos.

Para finalizar este homenaje a Pedro Nel Uribe, transcribo un poema juvenil que le escribí poco tiempo después de su muerte, recuperado gracias a su hija, la tía Teresa Uribe, quien también heredó de su padre la locura por la declamación y otras locuras añadidas por la vida que en la actualidad le permiten vibrar con alegría en los escenarios propiciados por el grupo de la tercera edad: “Lazos de amistad”.

Homenaje a Pedro Nel Con la mirada perdida en el futuro, contra la vida que lo había enaltecido, que le había enseñado a ser un hombre bueno. Yo le vi caer sobre sus sienes las blanquecinas huellas de los años le vi volverse viejo, mas no huraño le vi cubrirse de impolutas nieves. Yo le vi alrededor de las hogueras contándole a sus nietos las viejas epopeyas en noches de luces y de estrellas en noches que no volverán aunque lo quiera. Nos contaba las historias de Esopo, de su intrepidez y su sabiduría y nos contaba también que se sabía las aventuras trágicas de Edipo. Siempre miró la muerte sin temor y en los últimos años de la vida cuando la senectud le causaba heridas la llamó para que le calmara su dolor El abuelo era así, fuerte y bravío, sencillo, cortés, bondadoso, tierno y ahora que me falta, ahora que lo pierdo recuerdo tristemente que fue mío.

*Escritor y artista colombiano (Calarcá, Quindío, 1961). Ph.D. en lengua, literatura y medios de comunicación por la Universidad Complutense de Madrid, UCM (España). Tiene estudios de Maestría en Escritura Creativa en University of Texas at El Pas, Utep (Estados Unidos). Fue profesor universitario. Creó la cátedra Psicogénesis de la Risa en la Facultad de Psicología de la Universidad Javeriana. Director de la revista Termita Caribe y del Boletín de la Red de Estudios Interdisciplinarios sobre la Risa —Reir—, T.A. en la Revista de Literatura Mexicana Contemporánea en la Utep. Ha publicado los poemarios Bitácora de Ulises, Cartas a Pandora y Desde Ítaca; el poemario para niños Cantos y cuentos de Kantú Konto; los ensayos La caricatografía en Colombia: propuesta teórica y taxonómica y Caricatografía y periodismo, y el libro de relatos Cuento contigo. Ha publicado en revistas de Colombia e internacionales. Fue becario del programa Becas de Alto Nivel para Profesionales de América Latina (Alban) de la Unión Europea. Como artista plástico ha recibido premios y menciones en los salones regionales del Quindío. Además, fue distinguido con la Orden al Mérito Literario Ciudad de Calarcá 128 años, con el Escudo del Departamento del Quindío y con el Premio Will Eisner (2017) en la modalidad Vida y Obra del Colectivo Cultural Comic Sin Fronteras (Pereira, Colombia).


ULISES PARALELO

por CARLOS ALBERTO AGUDELO ARCILA


I


6.59.59.59… grita el pregonero de siempre. Desde cuando Ulises se fue a batallar en parajes remotos me fastidia saber de las horas. Se aproxima la oscuridad. Noche a noche un nuevo amanecer me asusta. Veinte años de espera. Odiseo no regresa ¿No desea volver? ¿Tiene nuevo hogar? ¿Ha muerto? ¿Aún navega en otros horizontes? ¿Todavía piensa en Ítaca? Durante dos décadas tejo díassin fin. Tejo y descoso mi tiempo. Deshilo mi vida. Hilo mi existir. Deshilo mi vida. Deshilo… Tejo. Todo es confuso. No sé si Homero lamenta la vida que llevo. Hace poco conocí a James Joyce y ya se convirtió en otro más que me reprocha porque tejo. Él no comprende que tejo la espera y pronto la destejo porque así soporto el vacío de mi diario vivir. Sobrellevo con resignación cada instante. No hay complejo alguno en mi silencio es rabia de soportar su no presenciasu ida repentina su adiós impasible. CuandoOdiseo se paró en el umbral de la puerta melanzó una sonrisa insegura la que hacia contraste con aquella mirada fría que en demasiadas ocasiones lo caracterizaba. A la vez tenía una satisfacción extraña que no me producía confianza. Manó de este semblantealgo que me atemorizaba como si algúnsuceso fatal se estuviera tejiendo en nuestroentorno. Un presentimiento de catástrofe impregnó la estancia. Joyce es impasibledesde que llegó a mi casa no obstante a veces se comporta como un pretendiente más igual a los otros varones que me hostigan y dejan sentir el deseo sexual el que corre por su sangre libidinosa. Parece ser que James no entiende de ausencias ni acepta que entre su oficio y el mío no hay diferencia alguna. Él lleva a Stephen a Gogrty a Molly a Dedalus a Mulligan a Haines a Trench en sus entrañas así como yo soy médula del vacío que teje la distancia.


II


Nora abandona la taberna observa a Joyce enel siglo de las proezas soporta su penuriatambién ella espera un hombre. Aguarda a Joyce que la ayude obviar la encrucijada de sus circunstancias adversas. No hay diferencia entre ella y yo porque lo nuestro se centra en la desdicha. La no presencia del hombre que amo me hace pensar en Jamescuando sale del banco y se dirige hasta las profundidades de su vida. Lo veo triste o por lo menos así parece. Hoy está silencioso y está actitud me excita. Es inevitable no sentir esta sensación. Contengo mi deseo de lanzarme desnuda encima de su cuerpo. ¿Qué digo? Se me sube un calor estimulante lleno de un no sé qué del sexo. Joyce me ha hecho propuestas de amor me dice: “Penélope te amo”. No James. No james. No. No. Sabes que estoy comprometida con Odiseo y loespero le respondo con ternura con compasión baja la cabeza mira hacia un punto blanco como si tuviese la palabra lista para vomitar sobre páginas sin escribir. Pienso en las dificultades del amor. Reflexiono sobre el querer como si fuese un lastre y me ensimismo hasta olvidárseme el mundo. Noniego que James me deslumbra. No sé si algún día tendremos oportunidad de llegar a estar juntos lo cierto es que empiezo a dudardel afecto de Ulises. Sin embargo te amo Ulises. Mi lubricidad te desea James.


III


Sé de barcos y tormentas insoportables. James Joyce con dificultad comprende de mares y deaños idos entre el índigo del viento. Soy unadamnificada del azul. De todo cuanto contiene lo carnal del color de la vida misma.De todo episodio sublime. James Joyce a diario se soslaya al creerse un apátrida del pensamiento. Demasiadas veces no sé lo que digo. Me destroza la supervivencia solitaria. El aire que respiro me asfixia. Soy paradojadel existir. Una gota de agua me atormenta. Giro. Giro alrededor de círculos transversalesa otros círculos. No comprendo. A veces creo que soy el círculo. Todo acontece con un trasfondo inusitado. Polvo y sal. Saliva y díaseternos. Herida y muecas que deprimen.Vaivén de nada. El tiempo sigue. Me confundo. Se confunde. Se confunden. Nos confundimos. Ya comprendo. Creo proseguirmi camino. Mentiras el camino no existe. No existe la aurora ni el crepúsculo sólo la poesía de lo intemporal. Música insuperable seexplaya por mis sentidos hasta impulsarme a cantar: Ulises amo de los océanos ven a mis brazos vacíos de ti. Por un instante me convenzo de lo frágil que soy. Aunque no haber consumado la tentación me hace mujer digna en palabra y hecho. Eso sí he sido infiel con la imaginación. Mi pobre Ulises. No mereces ser engañado. Poseidón señor de los mares te suplico me ayudes a no desear otro hombre ni a James Joyce ni a su amigo EzraPound quienes todo lo escriben ni a este o aquél paseante. Amor por ti Ulises. Amor por mí. Amor por la paciencia. Amor por ti James Joyce. Amor por el Ulises de ayer. Amor por el Ulises de ayer. Amor por el Ulises de hoy.Ulises allá. Ulises acá. Ulises en todos los espacios de mar y tierra. Llueve. Me aterra saber del agua del firmamento. Cielo que espanta. Firmamento líquido llaga de mi discernimiento. Llegan noticias de la muerte de mi amado Ulises. Desde este mismo instante estoy obligada a elegir esposo. Soy la viuda Penélope mujer leal y dedicada a Ulises. James Joyce te escojo para ser mi cónyuge hasta los siglos de los siglos.

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