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Arcón Cultural

Letras: JORGE ISAAC LÓPEZ y otros

SIN TÍTULO

por LUPE CECILIA CASTILLO*


















Proletaria irreductible de los pueblos jornaleros,

segura de que un cartel, en la marcha portarías

gritando los infortunios, un primero de aquel mayo;

sin embargo, fue holocausto, azar, resultado adverso.


Querías ir entre las masas, asaltaron tu derecho,

secuestrándote en La Rastra para reducir tu lucha,

te ultrajaron de mil formas y resististe a merced

de maleantes camuflados.


Artesana sin dolientes, hija de las hecatombes,

proletaria fuiste salvo, a sangre y fuego el rescate.

Retoñaste del acecho, volviste a abrazar la vida,

sigues gritando la peste, resistiéndote al olvido

de las brechas que carcomen, injusticias que lapidan.


*Desde que una estela de mi memoria se asoma, he participado de la movilización del 1 de mayo combativo, proletario, altamente revolucionario.

Hoy conmemoro una fecha dolorosa, la de mi secuestro (9 años), experiencia muy fuerte que se arraiga como impronta entre mis sesos. Paradójicamente, quien dirigió nuestra captura fue una mujer, fuertemente agresiva y con suficiente poder para que tantos hombres le obedezcan y quien dirigió el rescate, fue una mujer, también agresiva, al putear a sus subalternos les exigía muertos.

Todas las formas que nos permitan construir memoria, resistencia, vivencia de la paz, abracémoslas.

A esa otra yo que intenta sanar tantas heridas, le zurcí esta gorra con algunas hebras de versos: "Proletaria irreductible de los pueblos jornaleros..."



DICES

por CRISTIAN FELIPE NEYVA MENESES



















Amor me dices

Sin sufrir la vacuidad

De tus propias silabas


Amor me dices

Y eres amable y refugias mi eco

En tus senos esbeltos


Amor me dices

Y me apuñala la manija del reloj

Mientras me vistes y te limpias la frente


Amor me dices y preguntas

Que cuándo pienso volver

Y que por qué tan perdido


Amor me dices

Y te acercas a mí

Para que pague de una buena vez…


Por tus servicios



HOMENAJE AL HOMBRE TRABAJADOR

por GERARDO MARIA GIRALDO PEREZ
















Fue un primero de mayo, en la ciudad de Chicago,

los obreros y trabajadores parecían ser esclavos

trabajaban día y en la noche.

entonces todo paso una noche:

Se organizaron en pelotón,

se rebelaron contra la opresión

de los empresarios tiranos

y decidieron ir a la huelga.

Reclamaban más libertad, el derecho a la igualdad;

todos se unieron en la protesta, allí hubo …fraternidad

y lograron legalizar su jornada laboral.

Estaban todos felices por lograr su objetivo

hubo represión y muerte, por un gobierno indolente.

Las injusticias no se acabarán ¡jamás!

Con esa mentalidad burguesa y aristocrática. ...,

los de abajo, seguiremos en desgracia,

mientras los empleadores tratan mejor a su perro

y el gobierno mira para otro lado,

obreros y trabajadores seguiremos enganchados

por ausencia de políticas económicas o sociales

los obreros y trabajadores todos juntos reclaman

mas unión y relaciones comerciales.

Hoy, primero de mayo, los obreros

recordamos nuestras luchas, sin el uso de capuchas

somos el futuro de los pueblos, sin trabajo no hay progreso

mientras los de corbata, se duermen en el congreso

¡Vivan los trabajadores, lo mismo que los obreros!

Que nuestros mares se inunden de escuchar sus clamores

que los Gobiernos de turno escuchen sus reclamaciones

gritemos y hagamos un eco profundo y que se escuche por el mundo :

Que vivan ¡todos los obreros y trabajadores del mundo!


¡VOLVEREMOS A LA CALLE!

por JHON JAIRO SALINAS
























¡Pasarán los segundos, los minutos, las horas, los días, los meses, los años!

¡Crecerá la maleza encima de nuestros muertos!

...Nos multiplicamos en heroica lucha...


Los pájaros llegarán a los bosques picoteando el tronco de la injusticia

...Pasarán millones de noches oscuras,

haciendo polvo las estrellas.


Hombres y mujeres pasarán como vendavales

...Desfilando los proscritos, las prostitutas, los diversos, los afros, los amerindios, los obreros, los estudiantes, los ambientalistas, los mendigos, los niños olvidados, y los muertos en cortejo fúnebre...

Dando su último grito estampado en heroicas luchas

¡volveremos!, ¡volveremos!


¡Volveremos! en murmullo de ciclón, en un millón de voces rebeldes

¡Volveremos! por las alamedas y caminos,

con espíritu de titánica lucha... Saldremos de la oscuridad.

¡Volveremos! apretando para siempre los puños.


En curtidos rostros

"sangramos la bandera"

de blancas ideas.

La paz en sus flancos,

ondea la lucha.


¡Todo se extingue!

las trincheras son fuertes,

y muchos son los valientes...

Todos han caído,

¡oh! mis camaradas...

Pero ellos se lenvantan.


¡Ya no nos arrastramos como esclavos...!

pero hoy sueño,

camaradas míos.


Somos hijos del pueblo victorioso,

fieros y valientes

como nuestros héroes marchamos...

con la dignidad en los ojos.


(...)"Hermanos, en tal desmedida lucha,

amé vuestro coraje ardiente,

bajo la metralla rugiente y tonante,

con las rojas banderas flameando al viento

Volveremos por todos los caminos

Volveremos"(...) Epígrafe Louise M.



SUENAN LAS RÁFAGAS

por JHONNY OSORIO, "JHOAN OZAG"























Otra vez los fusiles

fulminan los juegos infantiles,

otra vez las ametralladoras

rezan sus rosarios asesinos,

con cinco misterios

que son la recarga de las mismas.

Balas por doquier,

otra vez se fermentan

los campos con sangre.

Otra vez las flores

se impregnan de mortecina.

La guerra no paga

por horas la laboriosidad

de los combatientes,

la muerte se siembra

donde la paz no cobija.


El cuchillo del sanguinario

corta impávido las gargantas

de nuestros jóvenes,

tildados por un oscuro

e innombrable matarife.

Bandoleros y terroristas del Estado,

conmoción interior eterna;

botas policiales opresoras,

primer paso a una dictadura,

medios de comunicación independientes atacados...

¿A dónde iremos a parar?


LO QUE SOY LO QUE TENGO

por ALEJANDRO AZAG

















Tengo el fuego

y las llaves del infierno

las claves prohibidas

los tesoros de la sed.

Soy candela entre tinieblas

diamante rojo y negro

mi sombra resplandece

de la tempestad doy fe.

Caballero en armas

regresando a su destierro

un retorno casi eterno

de calavera sideral.

Soy germen de estrella

y zarza ardiente

comparto mi alma

en cada espada

soy la fuerza del puñal.

Tengo la flor

continuarla es mi destino

en el telar de los herreros

se calculó mi azar.

Soy el niño de la casa oscura

pastor de rebeliones

la paz de toda herida

el juez de los ladrones

el hijo del volcán.

llueve hierro en mi mirada

soy una gota de lava

un crisantemo carmesí…

El blasón de mi escudo

es una rata de oro

que mira en lontananza

hacia la torre de babel.

Después de mi caída

la noche de mi nacimiento

los pájaros del ocaso

cantaron himnos a Luzbel.


SE ROBARON EL RIO

por FELIX DOMINGO CABEZAS PRADO




















Se robaron el río

Asesinaron el agua

Desviaron su cauce

Quedó reseco el vientre

De esta madre,

Que es padre


Los huesos de los peces

Fosforecen de angustia

Cangrejo y caparacho

Calcinados ya muerden

La vida se hizo piedra

Y el agua se hizo sombra


Se robaron el agua

Y el rico la disfruta

Rellenando piscinas

Vendiéndola a su gusto

Con altísimos costos


Se robaron el río

Los pescadores sufren

Y los ricos se alegran.


CORONAVIRUS

por JORGE ISAAC lÓPEZ LÓPEZ
























Te llevas de mi alma

vestigios de fiereza,

pedazos de mi ira;


cada rayo de luz,

que llega desde lejos,

cada gota de agua,

más pura que antes,

cada trino de pájaros,

más libres...


De un baúl,

escondido por el tiempo,

brotan sentimientos;

hermandad, alegría...


Un tanto solidario

es el mundo ahora...


Aunque no estás aqui

por nuestro gusto,


¿deberíamos comprender algo más?


*Educador pereirano con 26 años de experiencia, gestor cultural, poeta, analista y activista político y sindical. Ingeniero de Sistemas y Computación, Especialista en Tecnologías Aplicadas a la Educación, con estudios en Administración Pública Territorial y varios diplomados en pedagogía e innovación. Actualmente, cursa una Maestría en Pedagogía e Innovación Educativa.

Ha escrito ensayo, cuentos, artículos de prensa y poesías. Ha publicado sus escritos para revistas como Alternativa Latinoamericana, Arcón Cultural y Correo Pedagógico, para periódicos como Hojas Sentipensantes y Comunicaciones Cooeducar y publica algunas de sus producciones en la página web “Planeta Tierra” (plantierra.blogspot.com). En el campo de la poesía ha co-publicado los libros “Antología de Poetas Pereiranos” y “Lecturas Urgentes de Poesía – Antología V”.

Actualmente, se desempeña como docente en la I.E. Salamanca de la Ciudad de Pereira y ayuda a construir su Proyecto Educativo Institucional e impulsar el Proyecto Pedagógico Transversal “Plan Lector”.





Cuentos, crónicas y ensayos




DIFERENCIA ENTRE CUENTO Y RELATO

Envía esta crónica: ALEXÁNDER GRANADA RESTREPO, "MATU SALEM"*


Para el profesor Fernando Valls, de la Universidad de Barcelona: “no existe, hoy por hoy, ninguna diferencia entre cuento y relato, a la hora de designar el cuento literario, al menos en el castellano que se habla en España. Quizá no resulte inútil del todo saber que el término cuento ya se usaba en el siglo XIX para designar la narrativa breve, conviviendo con otros como relación, que Fernán Caballero opone a cuento popular, y leyenda (Bécquer); mientras que el concepto de relato, tal y como lo entendemos hoy, aparece en los últimos años sesenta. Tal vez porque entonces se pensó que cuento era un término con demasiados significados (los cuentos destinados a los niños o los relatos de patrañas, sentido en que lo utiliza Clarín cuando titula su libro, El señor y lo demás son cuentos). Por esta razón, por sus componentes peyorativos, tanto de cuento como de cuentista, el narrador Fernando Quiñones pedía en 1988 que se sustituyera por relato Ahora bien, Valls es claro en no diferenciar el cuento y relato literario. En general el cuento se clasifica en literario y popular, éste último se refiere a cuentos tradicionales, de hadas, leyendas, mitos los cuales se transmiten por tradición popular. El término relato se contraponía a ésta última clasificación popular, en el sentido de que relato no significaba más que cuento literario. El cuento es una narrativa en prosa de hechos imaginarios, el relato por su parte admite hechos no ficticios. Valga la salvedad de que en literatura nada es definitivo. En el relato la historia tiende a ser más corta y menos desarrollada como en el caso de los microrelatos que se han puesto de moda después de 1950. Entre el cuento y relato hay más similitudes que diferencias, y la diferencia clara existe entre cuento popular y relato literario, mas es una línea difícil de distinguir entre ambas formas narrativas en su género literario. Algunas pautas sobre lo que consisten el relato y el cuento, para contrastarlos. Relato

  • Una historia sin tensión.

  • La prioridad es la descripción.

  • Detalles generales de tiempo, espacio, personajes.

Cuento

  • Persigue contar una historia donde los elementos se resuelven.

  • La prioridad es la narración.

  • Enumeración de acciones.

A continuación algunas teorías del Cuento de grandes de la literatura: Edgar Allan Poe

  • Debe leerse de una sola sentada, no importa si toma 2 minutos o 2 horas

  • Debe escribirse solamente si se conoce el final

Hemingway

  • Un iceberg que no muestra todo para que el lector pueda trabajar

  • Pistola: Si en el cuento aparece un elemento (Ej: una pistola) hay que involucrar al mismo en el final de la historia. Hay que darle un significado al elemento mencionado.

Julio Cortázar

  • El cuento debe ganar por KO (a diferencia de la novela que debe ganar por puntos)

  • Final epifánico, revelador

  • Todo debe resolverse al final

También encontré las siguientes palabras de Cortázar con respecto al cuento: […] Nadie puede pretender que los cuentos sólo deban escribirse luego de conocer sus leyes. En primer lugar, no hay tales leyes; a lo sumo cabe hablar de puntos de vista, de ciertas constantes que dan una estructura a ese género tan poco encasillable; en segundo lugar, los teóricos y los críticos no tienen por qué ser los cuentistas mismos, y es natural que aquéllos sólo entren en escena cuando exista ya un acervo, un acopio de literatura que permita indagar y esclarecer su desarrollo y sus cualidades.

Ejemplos de Relatos (microrrelatos)

Arroz (István Örkeny)

—¡Arroz, te traigo una carta! Me llama arroz. Nosotros no tenemos nombre, ¿para qué? Sólo a dos tipos de queso, a dos tipos de pasta de dientes o a dos novelas hay que darles nombre para poder distinguirlos. Pero ¿a dos granos de arroz? Abrí la carta, le eché un vistazo y se la devolví. Yo sólo soy un grano de arroz, pero no me gusta que me confundan con otros.

Armisticio (Juan José Arreola)

Con fecha de hoy retiro de tu vida mis tropas de ocupación. Me desentiendo de todos los invasores en cuerpo y alma. Nos vemos las caras en la tierra de nadie. Allí donde un angel señala desd elejos invitándonos a entrar: Se alquila paraíso en ruinas.


Escribe: MELANIE MÁRQUEZ ADAMS


Fuente: BAÚL DE UTILERÍAS


*Escritor, poeta teórico y filósofo, autor del libro "Las caravanas de Matusalérm". Subdirector general del suplemento ARCÓN CULTURAL.



AQUELLA CAICEDONIA...

por CARLOS ALBERTO AGUDELO ARCILA*


Recordar, intuir un pasado de sangre y luz. La Caicedonia de mi niñez irrumpe en mi memoria como un pueblo pequeño. Los sábados y domingos hacían olvidar a nuestros pobladores la lentitud del tiempo. El polvo o el barrizal en las calles sin pavimentar era paisaje natural en este villorrio. La polvareda se elevaba al paso de las caballerías cargadas de café, plátano u otros productos para la venta en la plaza de mercado o en lugares de compra de dichas cosechas. Jeeps y berlinas, ahora con su nombre deslumbrante de taxis, uno que otro bus removía polvo hasta convertirnos en personajes fantasmales de un cuento de Juan Rulfo. En invierno jugaba en el pantano para luego llegar a la casa con pies enlodados, ropa para lavar a golpe de piedra, mientras palabras de ira de los padres daban contra el silencio del ocaso. La reminiscencia es intensidad de vida. Quizás pensarán que estoy poetizando. No. Afirmo que dicho paisaje me marcó, asimismo la plaza donde existían pabellones en los que se vendían carne y víveres en general. Un mercado que olía a cebolla, a huesos, a sangre, a poema de la vida; donde se sacudía el mundo entre machete y cortada, pero de una manera tan romántica que todo no pasaba de ser más que un rasguño de corazones tristes, así las cabezas rodaran hasta la báscula donde se pesaban lágrimas que maldecían el haber nacido. No hay duda que muchas acciones del hombre asustan. Época inhumana en la que se fecundó uno de los más crueles períodos que le ha tocado vivir a nuestro país. Hubo una escuela, desde luego que existían varias en el municipio, una escuela a la que le olfateaba aire de cementerio. Fui un espectro al que lo forzaban a estudiar. Este establecimiento se llama José Eusebio Caro, tenía más de mil alumnos. Me espantaba asistir a sus aulas. Iba obligado y obligado memoricé enseñanzas que juzgaba absurdas. Yo tenía nueve años, concebía este sitio como un lupanar del conocimiento, quizá porque en este espacio tétrico fui maltratado en lo físico y en lo sicológico, como si fuese un recluso de la peor ralea en las mazmorras del medioevo. De suerte en esta etapa empecé a leer por primera vez un libro: la vida de Francisco de Asís, en caricatura. Lectura que se convirtió en gozo, en un placer mayor que el de estar enquistado en un salón aguzando el oído a erudiciones superfluas, que a la postre atormentaban mi cerebro. Devorar esta biografía despertó mi capacidad de asombro. Jamás olvido que en este crematorio del discernimiento, la profesora Dolly Bernal y el director Marcel Franco, y quién sabe cuántos más coadyuvaron en esta brutal decisión, me rebajaron de tercero a segundo de primaria, por ser el alumno más bruto que había tenido, en toda su historia, la institución. Día cruel para un infante, que horas después de esta humillación pararon, durante el recreo, con las manos en alto contra la pared, mientras le daba la espalda a centenares de alumnos que se burlaban del bruto que los rodeaba, para luego conducirme al salón de la inquisición donde dictaba clases don Antonio Restrepo. Este docente me castigaba con una regla que rechinaba en mis manos, de tal modo que ahora de adulto paso por este lugar y me estremezco al escuchar los lloros del infante que fui, me tenía retenido hasta después de horas de almuerzo para que aprendiera las tablas de multiplicar. Ese Carlos Alberto Agudelo Arcila salió abatido y desconcertado por una enseñanza retrógrada. Leer, leer y leer a los grandes maestros de la literatura me produce la alegría de aprender, de degustar el auténtico conocimiento.

Con madera, esterilla, tejas de barro, boñiga y… se construían la mayoría de casas, que se caracterizaban por tener escaleras que conducían a vastos zaguanes, amplios patios, ventanas que recorrían de norte a sur el frente de la vivienda. Casas y casas. Ventanas y ventanas. Muchas, tal vez por el sinnúmero de ventanales se veía toda una ciudad, una metrópoli. Aunque siendo concretos, habría que hablar de una capital de ventanas y no de casas, no sé, todo se confunde en mi cerebro. Consuela observar que todavía se conservan estas construcciones de colonización antioqueña.

Del hospital no recuerdo mucho su estructura, solo el olor a hospital, olor que padecí, que me conmovió, a pesar de la corta edad en que me internaron para operarme. No tengo memoria de su azul, si era azul, pienso en el azul que pintó Neruda para los hospitales del mundo. Quizá estaba pintado de verde pastel o de un incoloro imposible de memorizar. Una iglesia hermosa, como me parecen todas las iglesias, las cuales miro como lugares turísticos dignos de visitar. Catedral de vitrales que atrajeron mi mirada, hasta dejar mi raciocinio flotar en éxtasis. Acaso sea esta una de las primeras imágenes que me enseñó lo poético de esto, de aquello, de...

El parque de Las Palmas. Evoco las palmas que se hacían y aún se hacen parque. Palmas que contemplo como mujeres de leña sensitiva. Espectacular monumento al trino, al hombre que se compenetra con la naturaleza. Céfiro de palmas. Palmas del parque. Palmas de palmas. Palomas para palmas en el parque.

La zona de prostitución, la recuerdo como si yo mismo hubiese sido el viento que veloz pasó por allí. En una ocasión huía de una pela, fue un universo que impregnó todas mis percepciones: putas y lunares, música y licor, minifaldas que contoneaban piernas fascinantes, cuerpos donde algún dios gesticuló la hermosura de igual manera que la fealdad, senos y sombras de mujeres acompañadas de culos primorosos. La miseria atroz que daba, en forma paradójica, alegría a la ridiculez del machismo. La experiencia de escabullirme por estas travesías de amor, de ira, de tristeza y alegría me afectó más que el miedo y la pela, que me dieron más tarde.

La cárcel, me percaté de que era una cárcel cuando se extendió la noticia de una fuga de presos, fui de novelero, sentí que sus muros dispersaban energías que debilitaron mis sentidos, a pesar de mi corta edad percibí esta situación con desesperanza y una confusión que hurgaba las vísceras de mi incertidumbre, hecho que no comprendí a fondo en ese momento, el trascurso de los años me reveló que este lugar conformaba con el hospital y el cementerio, tres lugares en que fácil podía caer un ser humano, debido a malas acciones. El colectivo humano con dificultad lo puedo evocar. Recuerdo un personaje, el loco Benjamín. Un loco natural. No de esos artificiales que existen en estos tiempos modernos, puro como la cascada, frágil como el loco de Gibran. Lirismo de nervios desbocados, fue el primer hombre del que me sentí culpable. Tendría yo 7 años, cuando otro niño me dijo que ese alguien era el loco Benjamín. Me volví loco. Sin entender nada de locos ni del término le grité: “Loco Benjamín”, y ahí empezó una de las odiseas más peligrosas de mi vida. Este hombre esperó unos minutos. De un momento a otro alcancé a ver un filo que parecía tajada de luna en un machete con la dimensión del infinito. Corrí sobre un suelo que me hacía brotar alas y terror. Yo era la ráfaga y él un arma lista a desgajar una cabeza, una idiotez. Por suerte, solo la planicie de aquella herramienta dio contra mi cráneo. Golpe justo que alcancé a recibir de este ser perceptivo. La imagen del colectivo humano, la abrevio a través de esta criatura que dejó huella en mi existencia, su reacción atemorizante fue consecuencia de la bufonada de un párvulo incapaz de entender el respeto al otro, por loco que sea…


(Publicado originalmente en el portal LAS 2 ORILLAy difundido con autorizacion del autor)


*Escritor, poeta y columnista oriundo del departamento del Quindío, Colombia.



VÓRTICE

por CARLOS ALBERTO VILLEGAS URIBE


—¿Quién chingados cortó el agua? —gritó Francisco Real desde las duchas comunales del Marcel Proust.

El vozarrón del mexicano recorrió las instalaciones una y otra vez.

—¿Quién chingados cortó el agua? —y nadie le respondió, pero oyó, alejándose, la voz de Giorgio Madietino. Reconoció al italiano por su timbre agudo e intentó entender, sin éxito, por qué razón se angustiaba.

El sonido del agua y el ensimismamiento en la trama de la novela a la cual intentaba darle un final consistente, verosímil, sorprendente, no lo habían dejado enterarse de los pasos apresurados de sus compañeros abandonando la edificación. Sólo el corte del agua lo sacó de su mundo paralelo e intuyó de inmediato que algo grave había pasado. Pensó en Rebeca. Estaba acostumbrándose a las bromas pesadas de Rebeca Portuondo, “la profeta”, e imaginó una nueva chanza de la neoyorquina. Rebeca Portuondo le había augurado en uno de los primeros talleres de escritura creativa “serás un escritor sin finales”.


—¿Quién chingados cortó el agua? —volvió Francisco Real a estremecer con su vozarrón las instalaciones del Marcel Proust, pero nadie contestó.


Preocupado por las noticias que pudiera llevar la voz de Madietino, Francisco Real dejó sus vaqueros y su camisa colgados en el gancho de ropa y sólo tomó apresuradamente la toalla con el escudo de las Chivas Rayadas de Guadalajara, terminó de quitarse el jabón del cuerpo, se envolvió en ella y calzó unas botas tejanas. Al salir de la ducha el espejo le devolvió la imagen de un hombre joven en el cuerpo equivocado. Demasiado alto para su nacionalidad y los ojos de un azul irlandés que revelaban sus ancestros europeos. Si no fuera por el mostacho sobresaliendo del rostro se hubiera podido decir que Francisco Real era redondo. Las botas eran demasiado pequeñas para aquel corpachón que recordaba a Obélix, el personaje de las historietas de Astérix.


Francisco Real no se interesó en las condiciones climáticas de aquella mañana tropical de sol inclemente y llovizna pertinaz y salió del Marcel Proust sin otra protección que la bandera del equipo de sus pasiones. Echó a andar, casi a correr, ajustándose de manera recurrente el anudado de la toalla. Cuando se acercaba al Yasunari Kawabata gritó desde su voz de guitarrón mexicano con la intención de detener al grupo. Sólo Olma Cipagauta volteó a mirarlo, y no pudo evitar una sonrisa precaria. Se detuvo a esperarlo. Este hombre está loco, pensó la nicaragüense.


—¿Qué haces? —le preguntó sonriente y enfatizando el timbre del mexicano continuó—. Te vas a resfriar, manito.


Francisco Real detuvo su carrera de mastodonte como si hubiera advertido el despropósito. Los graznidos del uruguayo Roberto Caniglia pasaron de largo junto a ellos cuando Olma Cipagauta le proponía buscar algo para cubrirse.

—Ninguno de los cuates tiene mi medida —respondió Francisco Real.

Sin embargo, ella lo encaminó con suavidad al Yasunari Kawabata. Tropezaron con el afán de Rodrigo Borja, quien apenas los saludó de pasada.

—¿A quién asesinaron?

Ninguno de los dos respondió y los rostros de extrañeza impulsaron a Rodrigo Borja a correr de nuevo detrás de la noticia.


La mano cálida de Olma Cipagauta siguió guiando el corpachón de Francisco Real hacia la edificación. Pero mientras él continuaba interesado en la noticia de Madietino, su cuerpo comenzó a reaccionar ante la conducción tibia de la chica. Subió alelado las escaleras de caracol del Yasunari Kawabata detrás de la joven, sujetando la toalla y tratando de ocultar la tumescencia que empezaba a hacerle el honor al equipo de Las Chivas Rayadas de Guadalajara. Francisco Real no podía creerlo pero estaba pasando. Conducido por la suavidad de Olma Cipagauta volvió a sentir la atmósfera irreal de estar viviendo un sueño. La misma atmósfera fantástica cuando la había conocido al bajar de la limusina. Para crearles a los estudiantes de El Túnel Azul la ilusión de privilegiados, los administradores del Instituto Internacional de Artes, Iidea, los habían recibido con el estallido festivo de una banda musical, el sonido de las botellas de champaña al descorcharse y un pasacalle colorido con el texto:

“Escritores del mundo, la inmortalidad los espera”.


El rostro de ancestros mayas de Olma Cipagauta estaba entre los hombres y mujeres que esperaban. Para él no pasó desapercibida la juventud morena, los labios delineados y los pómulos acentuadamente indígenas de la centroamericana, pero los ojos de la chica apenas brillaron con desencanto cuando lo vieron descender de la limosina y prefirieron detenerse en el rostro del joven estadounidense Charles Smith en una actitud de arrobo que él calificó de colonial. Desde entonces, Olma Cipagauta fue para Francisco Real: la Malinche, y alimentó por ella una relación amor-odio que lo consumía en las noches de placeres solitarios. Ahora le parecía irreal caminar detrás del cuerpo menudo y bien torneado de la chica buscando en las habitaciones del Yasunari Kawabata la ropa de alguno de sus compañeros para protegerse de la intemperie. Habían tenido la oportunidad de encontrarse en muchas actividades académicas pero la relación no había pasado del trabajo propio del taller y el comentario escueto, acertado o no, sobre los textos. Sólo en una de las dinámicas iniciales de presentación Francisco Real pudo conocer algo de la historia de Olma Cipagauta. Se definió como una libertaria escapada de la pobreza. Ella sabía, lo dijo con seguridad, tomar lo que quería y cuando lo quería. Era egresada del programa de Literatura y Letras de la Umani —Universidad Masónica de Nicaragua. Editó, de su propio bolsillo, varios folletos de poesía que la decidieron por el estudio de literatura después de haber intentado medicina e ingeniería. Sobrevivía como profesora de colegio antes de llegar a El Túnel Azul. Y aunque había incursionado en cuento y novela sus trabajos no encontraron acogida entre la crítica local.


—Es hija única, y huérfana, es poeta y miembro del Taller Literario El Oso de Anteojos, un alegre grupo nica de poetas experimentales, y experimentales quiere decir experimentales, en toda la extensión de la palabra —habría subrayado con maledicencia Roberto Caniglia, especialista en literatura centroamericana, en alguna de las reuniones informales en El Túnel Azul.

—Ni mujer será —concluyó desde su nariz prominente y con visible mala leche aquel hombre con aspecto de pingüino.


“Experimentales en toda la extensión de la palabra, ni mujer será”, resonaban aún las palabras de Roberto Caniglia en el cerebro de Francisco Real mientras avanzaban por el segundo piso en busca de alguno de los cuartos.

—Este, este puede servirte —dijo Olma Cipagauta.


El mexicano levantó los ojos y leyó: Charles Smith. “Será chingona la Malinche esta”, pensó y encajó un golpe directo al orgullo propio. La protuberancia en la toalla desapareció y el visible descenso no pasó desapercibido para la mujer, quien, sin embargo, le ocultó una sonrisa maliciosa y lo condujo hasta el fondo de la habitación. Era igual a la habitación de cualquier estudiante de El Túnel Azul: un cuarto alargado de 2,5 metros de ancho por tres metros y medio de fondo, un camastro individual extensible, colchón resortado, el cubrecama azul petróleo con el logotipo del Iidea. Lo diferenciaba la mesa con el computador portátil, incrementada con múltiples aparatos titilando incesantes frente al mapa de Estados Unidos salpicado con alfileres de distintos colores. En la biblioteca metálica unas pocas novelas e innumerables libros de texto sobre computación, física cuántica y matemáticas. El carácter psicorrígido del muchacho se apreciaba en la pulcritud del cuarto y en la distribución de su ropa en el closet.


Olma Cipagauta sacó una camiseta universitaria de fútbol americano y la olió con deleite mientras su mirada anhelante cubría de deseo el cuerpo del mexicano. Sin poder definirse entre el apetito y el desconcierto Francisco Real naufragó en los ojos profundos de la Cipagauta y una erección volvió a ocupar su cuerpo y a extender la sonrisa en el rostro de la chica. Ella le arrojó la camiseta y él pudo detenerla al vuelo con una mano, sin soltar aún la toalla. La Cipagauta sacó otra prenda del closet, un pantalón camuflado, y pareció maullar de placer mientras olía la prenda. Seguro pensaba en Charles Smith. Sus ojos brillaban en la penumbra de la habitación. Esta vez la Cipagauta arrojó con mayor fuerza la prenda de vestir y Francisco Real no tuvo otra opción que agarrar la prenda con las dos manos. El esfuerzo lo dejó desnudo y la chica se le acercó con lentitud de gata.


Francisco Real nunca se había sentido indefenso frente a una mujer. La Cipagauta —pensó el mexicano— lo estaba conduciendo a un trío simbólico. “Experimentales en todo el sentido de la palabra”, volvió a oír la voz de Roberto Caniglia. Detrás de todo este juego estaba la figura, para él inaceptable, de Charles Smith. En sus múltiples cuentos y en la propia novela a la cual trataba de encontrarle un final adecuado él había planteado tríos de dos chicas con un hombre. No se le habría ocurrido plantearlo al contrario. Acostumbrado a llevar la iniciativa era la primera vez que su orgullo de macho se acoquinaba frente a la indefensión. Estupefacto aún, no pudo disfrutar a plenitud los primeros besos de la chica en su pecho, pero empezó a sentir un placer ignorado, el goce de los pezones rítmicamente succionados y estimulados por la humedad de una lengua maestra que lo dejaba al borde del orgasmo masculino. La lengua siguió su camino y se detuvo repetidamente en el ombligo, penetró una y otra vez en la concavidad como si lo estuviera desvirgando. Aunque quiso hacerlo, no fue capaz de gemir de placer. Él siempre había sido el chingón, nunca el chingado. Los labios de la chica llegaron a su sexo cuando alcanzó la máxima rigidez. Para entonces él se había entregado por completo, soltó las prendas de vestir para agarrarle las orejas y empezó a participar, a ser coautor de la caricia. La condujo con firmeza aumentando el placer mutuo, acercándola y alejándola, produciendo chasquidos rítmicos, mientras el deseo los catapultaba a un torbellino de sensaciones donde eran posibles todos los sonidos de la selva cercana, todas las humedades vegetales de los cuerpos propios y extraños. “Ni mujer será”, intentó interrumpirlo la maledicencia de Roberto Caniglia, pero las emociones habían alcanzado el vórtice del paroxismo y no le importaron ya las improbables noticias de Madietino, ni las profecías de Rebeca, ni la presencia simbólica de Charles Smith, ni el final de la novela y mucho menos entender cómo, ni por qué, ni quién chingados había cortado el agua.


*Escritor y artista colombiano (Calarcá, Quindío, 1961). Ph.D. en lengua, literatura y medios de comunicación por la Universidad Complutense de Madrid, UCM (España). Tiene estudios de Maestría en Escritura Creativa en University of Texas at El Pas, Utep (Estados Unidos). Fue profesor universitario. Creó la cátedra Psicogénesis de la Risa en la Facultad de Psicología de la Universidad Javeriana. Director de la revista Termita Caribe y del Boletín de la Red de Estudios Interdisciplinarios sobre la Risa —Reir—, T.A. en la Revista de Literatura Mexicana Contemporánea en la Utep. Ha publicado los poemarios Bitácora de Ulises, Cartas a Pandora y Desde Ítaca; el poemario para niños Cantos y cuentos de Kantú Konto; los ensayos La caricatografía en Colombia: propuesta teórica y taxonómica y Caricatografía y periodismo, y el libro de relatos Cuento contigo. Ha publicado en revistas de Colombia e internacionales. Fue becario del programa Becas de Alto Nivel para Profesionales de América Latina (Alban) de la Unión Europea. Como artista plástico ha recibido premios y menciones en los salones regionales del Quindío. Además, fue distinguido con la Orden al Mérito Literario Ciudad de Calarcá 128 años, con el Escudo del Departamento del Quindío y con el Premio Will Eisner (2017) en la modalidad Vida y Obra del Colectivo Cultural Comic Sin Fronteras (Pereira, Colombia).

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