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Arcón Cultural

¡Muchas gracias, Mr. Corman!



Más que un cineasta, Roger Corman, que murió el pasado 9 de mayo en su casa de Santa Mónica (California) a los 98 años, era una leyenda. Forjó el destino del Nuevo Hollywood de los años setenta porque fue quien les dejó iniciarse en los rodajes a Francis Ford Coppola, Martin Scorsese o Peter Bogdanovich y con él empezó su carrera Jack Nicholson.


Apostó por un cine independiente, de consumo y llegada fácil, de rodajes guerrilleros, lo que no estaba exento de cierta pulsión artística, y además de los mencionados, James Cameron, Ron Howard, Joe Dante, Carl Franklin, Gale Anne Hurd, Monte Hellman o Jonathan Demme le deben que les dejara ponerse detrás de una cámara por primera vez.



En un comunicado publicado este sábado con el anuncio de su muerte, su familia ha contado que falleció rodeado de sus seres queridos, y le definió así: “Era generoso, de corazón abierto y amable con todos los que lo conocían [...]. Cuando se le preguntó cómo le gustaría ser recordado, dijo: ‘Yo era cineasta, solo eso”.


Corman: "Hollywood no lo pone fácil a los cineastas independientes"

Su sobrenombre de rey del cine de serie B, con su capacidad para sacar adelante 500 películas, ensombrece su gusto por un cine de terror, basado principalmente en relatos de Edgar Allan Poe, casi siempre con Vincent Price de protagonista, que deja títulos de valor como La caída de la casa Usher (1960), El cuervo (1963), La máscara de la muerte roja (1964), junto a otras apuestas como El hombre con rayos X en los ojos (1963) o La pequeña tienda de los horrores (1960).


Esa década, la de los sesenta, fue su época dorada. Las generaciones posteriores sí entendieron que ese legado merecía ser honrado: recibió el Oscar de Honor en 2009 y en los últimos años ha aparecido en las ceremonias de entrega de premios de las estatuillas de Hollywood y del festival de Cannes (el año pasado uno de sus mayores fans, Quentin Tarantino, le acompañó para entregar un premio en la ceremonia de clausura del certamen francés).


En X otra leyenda, John Carpenter, ha escrito: “Roger Corman, uno de los directores de cine más influyentes de mi vida, ha fallecido. Fue un privilegio conocerlo. Era un gran amigo. Él moldeó mi infancia con películas de ciencia ficción y epopeyas de Edgar Allan Poe. Te echaré de menos, Roger”.



Corman fue un tipo sagaz, de los primeros que entendió en el mundo de cine que lo importante era que se hablara de las películas, aunque fuese mal, y usó a su favor siempre la publicidad negativa y la polémica, como la que acompañaron a Los ángeles salvajes (1966), en su estreno en el festival de Venecia; a su El viaje (1967), en la que Peter Fonda protagonizaba una inmersión en el LSD, al que recurría su personaje, un director hundido, para superar el abandono de su esposa (el guion era de Nicholson); o a cualquiera de sus filmes que metieran en su menú desnudos y sexo, violencia y temas sociales. Puede que por ello encontrara eco en Europa: es el cineasta más joven que fue objeto de una retrospectiva en la todopoderosa Cinemateca Francesa. Ocurrió en 1964, cuando Corman tenía 38 años.


Una imagen de 'La caída de la casa Usher'

Su capacidad brutal para producir películas también se basó en cierta sinvergonzonería, por la que fue a veces criticado: sí, con él empezaron varias generaciones de artistas, y les dejó hacer algunas apuestas artísticas, pero siempre que no se alejaran de la marca de la casa del terror barato y de rápido consumo. A cambio, sus filmes eran escuelas intensivas de rodaje para técnicos y equipos: Mamá sangrienta  (1970), su filme sobre una matriarca de gánsteres, Ma Barker, y sus hijos matones, no ha aguantado el paso del tiempo pero en el reparto aparecen Shelley Winters, Robert De Niro, Don Stroud, Pat Hingle y Bruce Dern. Porque intuía rápidamente quién daba juego en la pantalla: Jack Nicholson, Dennis Hopper, Ellen Burstyn, Sylvester Stallone o De Niro son solo algunos de los intérpretes que se iniciaron con él en el cine. Y como recuerda The Hollywood Reporter, Nicholson hizo su debut en la pantalla grande a los 21 años en Grita, asesino (1958) de Corman.



El productor contrató a un joven Scorsese para dirigir El tren de Bertha (1972) y a Demme para escribir La cárcel caliente (1974); convirtió a Hurd (productora posteriormente de Terminator, Aliens: el regreso, Armageddon o la serie The Walking Dead), recién graduada de la universidad, en su asistente de producción y más tarde en su jefe de marketing; le dio a Cameron el trabajo en 1980 de diseñar accesorios para Los 7 magníficos del espacio (Cameron y Hurd acabarían casados); Coppola, a quien encontró cuando llamó a la universidad de UCLA preguntando por el mejor estudiante de montaje que tuvieran, dirigió para él Dementia 13 (1963), y Bogdanovich sacó adelante un lustro más tarde El héroe anda suelto, con Boris Karloff.


Vincent Price, en 'El Pozo y el Péndulo'

A Ron Howard, al que se le había acabado su carrera de actor infantil, le abrió las puertas de la dirección con Howard la oportunidad de dirigir su primer largometraje, Loca escapada a Las Vegas (1977). Cuando Howard se quejó por la negativa del productor a pagar por más extras en varias secuencias, Corman le espetó una de sus frases míticas: “Ron, si haces un buen trabajo para mí en esta película, nunca tendrás que volver a trabajar para mí”. Con el tiempo, todos estos jóvenes le guardaron cameos en sus películas como forma de honrarle: Corman aparece en El padrino II, El silencio de los corderos, Apolo 13, La boda de Rachel, El mensajero del miedo o Scream 3.



Roger Corman nació en Detroit, y su familia se mudó a Beverly Hills, cerca de la meca del cine, cuando él tenía 14 años. Se graduó en 1947 en Ingeniera industrial en Universidad de Stanford en 1947, y posteriormente sirvió en la marina tres años. Cuando volvió a casa, el mundo de la ingeniería ya no le interesaba, y aceptó un trabajo en 20th Century Fox como mensajero, hasta convertirse en analista de guiones.


Sin embargo, no logró ascender mucho más, dimitió y se fue a Oxford a realizar estudios de posgrado en literatura inglesa. Desde París, empezó a vender reportajes y cuentos a revistas, y así comenzó de nuevo. Cuando regresó a los Estados Unidos, trabajó como agente literario. Inspirado por el absoluto horror de los guiones que leía, decidió probar suerte en la escritura.



En un documental, contaba: “Me pareció una manera fácil de ganar dinero, así que me senté y pasé muchas noches haciendo un guion llamado Highway Dragnet”, que vendió a Allied Artists por 4.000 dólares, y se convirtió en una película de 1954 protagonizada por Joan Bennett y Richard Conte.


Junto al director, Quentin Tarantino

Pero donde aprendió su oficio fue en la American International Pictures, del productor Samuel P. Arkoff, que realizaba películas de género baratas, pensadas para públicos de autocines. Corman entendió que había dos virtudes inherentes a ese estilo: había que contar las historias visualmente y había que trabajar rápido.


En AIP produjo ocho películas solo en 1956, y de 1955 a 1960 se le atribuye la producción o dirección de más de 30 películas, todas tenían presupuestos de menos de 100.000 dólares, y la mayoría se acabaron en menos de dos semanas. Corman, en su productora, llegó a hacer filmes en cinco días.



En los años setenta, porque Corman era inquieto, además de la producción, se lanzó a distribuir cine de autor extranjero, a través de su compañía New World, y usando su talento para lanzar películas. Así, estrenó en su país Gritos y susurros (1972), de Ingmar Bergman; Amarcord (1974), de Federico Fellini; Diario íntimo de Adela H (1975), de François Truffaut; Dersu Uzala (1975), de Akira Kurosawa; El tambor de hojalata, de Volker Schlöndorff, y Fitzcarraldo (1982), de Werner Herzog.



Cuando recibió el Oscar de honor, en su discurso explicó: “Muchos de mis amigos, compatriotas y personas que comenzaron conmigo están aquí esta noche y todos han tenido éxito. Y creo que lo han logrado porque tuvieron el coraje de arriesgarse, de apostar. Pero apostaron porque sabían que tenían la capacidad de crear lo que querían hacer. Es muy fácil para un gran estudio o cualquier otra persona repetir sus éxitos, gastar grandes cantidades de dinero en remakes, en películas de franquicias con efectos especiales. Pero creo que las mejores películas que se hacen hoy nacen de cineastas originales e innovadores que tienen el coraje de arriesgarse y apostar.



Por eso les digo: ‘Sigan apostando, sigan arriesgándose”. Lo que cae un poco en contradicción con su trabajo previo. Corman, con los años, se quejó amargamente, y con razón, de que los estudios de Hollywood le comieran su mercado: desde el éxito de Tiburón y La guerra de las galaxias, las majors se centraron en ciencia ficción y superhéroes, abandonando décadas de grandes presupuestos centradas en el drama. Algunos de sus hijos cinéfilos mataron al padre, aunque Coman se enorgullecía de no haber despedido jamás a ninguno porque “nunca quise infligir esa humillación”.



Otra de sus sentencias lapidarias era: “En las películas de ciencia ficción, el monstruo debe ser siempre más grande que la protagonista”. Y no le fue mal, como alardeaba desde el título de su autobiografía, publicada en 1990: "How I Made a Hundred Movies in Hollywood and Never Lost a Dime" (Cómo hice cien películas en Hollywood y nunca perdí ni un centavo).



Fuente: EL PAÍS (ESPAÑA)

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