El sexo, la sexualidad y el género son temas recurrentes en nuestra sociedad.
Hemos visto muchos cambios en años recientes, como la legalización del matrimonio entre personas del mismo sexo en muchos países y un enfoque más abierto sobre la sexualidad.
Como sociedad, estamos enfrentando la idea de que el género no es puramente biológico.
Pero, ¿es esta una idea radicalmente nueva?
En realidad no. Esos son los mismos temas que centraron la obra de la poeta Safo, quien vivió en el siglo VI a.C. en la isla griega de Lesbos.
Sí, es por ella que usamos la palabra "lesbiana", que originalmente significaba "alguien de Lesbos".
La profesora Margaret Reynolds, experta en la figura de la poeta, desgranó para la BBC algunos aspectos de la vida y la obra de Safo que la hacen vigente a día de hoy.
Una poeta celebrada en su época
A Safo se le atribuyen algunas
de las frases románticas
que usamos hoy en día.
La reputación de Safo ha estado durante mucho tiempo envuelta en mitos y leyendas, cambiando a menudo para reflejar las diferentes actitudes de la sociedad hacia el género y la sexualidad.
Según Reynolds, aunque su nombre es sinónimo del deseo lésbico, cuando Safo escribía en la isla de Lesbos hace 2.600 años, eso no sería causa de escándalo.
Aunque se esperaba que las mujeres se casaran con hombres, los sentimientos y relaciones homosexuales eran vistos como normales.
Safo abraza a la lira, pintada
por Jules-Élie Delaunay
Sabemos que Safo pertenecía a una familia aristocrática.
Algunos textos antiguos hacen referencia a una hija y un marido, aunque no podemos estar seguros de que existieran.
Safo fue reconocida en su propia vida: mientras a Homero se le conocía como "El poeta", a Safo se le llamaba "La poeta".
Fue una de las pocas mujeres en ser retratada en cerámica, el equivalente griego a aparecer en un show televisivo en horario de máxima audiencia.
El lenguaje del amor y del deseo
Si bien no hay certeza sobre la hipótesis de que tuvo marido e hijo, se conoce que tuvo numerosos amantes hombres y era abiértamente lesbiana.
A pesar de que muy poco de su trabajo sobrevivió, Safo es fuente de fascinación para eruditos y artistas.
Con los años, sus obras completas se perdieron: todo lo que queda son un puñado de poemas enteros y cientos de fragmentos transcritos en papiros antiguos.
Algunos eruditos creen que escribió sus poemas para mujeres y niñas pertenecientes al culto de Afrodita, y que habrían celebrado hitos femeninos como la pubertad, el matrimonio y el parto.
Cabeza de la poeta en el Museo Arqueológico de Estambuel (Turquía).
Pero a lo largo del siglo pasado, con más descubrimientos de su trabajo se llegó a comprender, según Reynolds, el papel fundamental que desempeñó en la configuración del lenguaje del amor y el deseo, que todavía utilizamos hoy en día.
Hoy en día, la mujer celebrada por Platón como la "Décima Musa" presta su nombre a una forma poética específica, llamada la estrofa sáfica, y se le atribuye el origen de algunas de nuestras ideas y frases románticas comunes, como la referencia a la naturaleza "amarga" del amor.
Safo diagnosticó el mal de amor hace miles de años, dice Reynolds.
Uno de los poemas que se le conoce dice:
Dulce madre mía, no puedo trabajar,
el huso se me cae de entre los dedos
Afrodita ha llenado mi corazón
de amor a un bello adolescente
y yo sucumbo a ese amor.
En el fragmento 31, enumera los síntomas físicos del deseo.
Mientras observa a la persona que ama coquetear con otro hombre, el narrador de la poeta se queda callado, siente frío y calor por todas partes y oye un zumbido en sus oídos.
Las sensaciones son tan intensas que piensa que podría morir.
Este fragmento es un ejemplo temprano de un poeta que escribe sobre el costo físico que el deseo puede ejercer sobre nosotros:
Me parece semejante a los dioses ese
hombre que está ante ti
sentado y escucha la preciosa voz
de cerca
y la risa adorable que hace temblar
mi corazón en el pecho,
en cuanto te veo, se me va
el habla,
se me rompe la lengua,
me hormiguea un fuego impalpable,
mis ojos no ven, no oigo
claro,
transpiro de frío, un temblor
se adueña de mí, descolorida
como pasto seco, me
muero,
pero a todo hay que atreverse cuando nada se tiene.
Sexualidad fluida
Safo es considerada un ícono del lesbianismo, pero la poeta escribió sobre su deseo tanto por mujeres como de hombres, apunta
la profesora Reynolds.
Las expresiones de deseo homoerótico en la Antigua Grecia no significaban que las personas pertenecieran a una orientación sexual en particular, por lo que es poco probable que se hubiera identificado como homosexual.
La expresión de la sexualidad fluida de Safo tiene mucho en común con la forma en que muchos eligen expresar su identidad sexual hoy en día, sostiene la experta.
Los poemas de Safo juegan con nuestras expectativas sobre el género y provocan preguntas sobre sexualidad.
¿Quién habla, una mujer o un hombre?
¿Quién es el amante, un hombre o una mujer?
En el fragmento 31 del que hablamos más arriba escribe sobre alguien que está viendo a una bella joven y envidiando al hombre que habla con ella.
Los traductores desde el siglo XV en adelante asumieron que el que hablaba, la persona que deseaba a la bella joven, era otro hombre.
Pero en el original hay una gran pista de que eso no es así, explica Reynolds.
Usa la forma griega "chlorotera", que es la usada para determinar que es una mujer la que habla.
Fragmento de uno de los dos poemas hasta ahora perdidos de la autora.
Según Reynolds, Safo quería que su poesía hiciera pensar sobre experiencias transgénero o que trascendían el género.
Quería que imaginaran los sentimientos de un género al que, quizás, no pertenecían, dice la experta.
"Los poemas de Safo sobre su temática más importante, sexo y amor, son sobre todos".
"Son de género fluido. A Safo no le importaba a quién amamos. Sigue siendo amor".
Así que, hoy en día, la lección que podría darnos es: "No te preocupes por etiquetas. Solo sigue y sé quién eres".
SELECCIÓN DE POEMAS
Poema de amor
Igual parece a los eternos Dioses.
Quien logra verse frente a Ti sentado:
¡Feliz si Goza tu Palabra Suave,
Suave tu risa!
A mí en el pecho el Corazón se oprime.
Sólo en mirarte: ni la voz acierta
De mi garganta a prorrumpir; y rota
Calla la lengua
Fuego Sutil dentro de mi cuerpo todo
Presto discurre: los inciertos ojos
Vagan sin Rumbo, los oídos hacen
Ronco Zumbido
Cúbrome toda de Sudor helado:
Pálida quedo cual marchita hierba
y ya sin Fuerzas, sin Aliento, Inerte
Parezco muerta.
Poema I
Inmortal Afrodita, la florida,
artera hija de Zeus, te lo suplico,
no atormenten mi espíritu, señora,
penas ni angustias,
mas ven aquí, como también antaño
unciste tu áureo carro y de la casa
de tu padre saliste al escuchar
mi voz lejana;
llevábante unos ágiles gorriones
hacia la negra tierra desde el cielo
y el veloz movimiento de sus alas
pronto te trajo;
y tú, bendita diosa, sonreías
con tu faz inmortal y preguntabas
qué me ocurre otra vez, por qué de nuevo
vuelvo a invocarte
yqué es lo que deseo que suceda
a mi alma loca. "¿A quién persuadir debo
a que acepte tu amor? ¿Quién mal contigo,
Safo, se porta?
Porque, si hoy huye, pronto irá tras ti;
si regalos no acepta, los hará;
y, si hoy no te ama, pronto te amará
aunque no quiera".
Ven también ahora a mí, de mis congojas
crueles sálvame y haz lo que mi ánimo
cumplido quiere ver y así tú misma
seas mi aliada.
Hidria del 440-430 a. C. de Safo leyendo un poema a sus amigos, en el Museo Arqueológico Nacional de Atenas.
Oda I, a Afrodita
Hija de Jove, sempiterna Cipria, varia y artera, veneranda diosa, oye mi ruego: con letales ansias no me atormentes. Antes desciende como en otro tiempo ya descendiste, la mansión del padre por mí dejando, mis amantes votos plácida oyendo. Tú al áureo carro presurosa uncías tus aves bellas, y a traerte luego, de sus alitas con batir frecuente, prestas tiraban. Ellas del cielo por el éter vago raudas llegaban a la tierra oscura; y tú, bañando tu inmortal semblante dulce sonrisa, «¿Cuál es tu pena? ¿Tu mayor deseo cuál?», preguntabas: «¿Para qué me invocas? ¿A quién tus redes, oh, mi Safo, buscan? ¿Quién te desprecia?» «¿Húyete alguno? Seguirate presto. ¿Dones desdeña? Te dará sus dones. ¿Besos no quiere? Cuando tú le esquives ha de besarte». Ve, y me libra del afán penoso; ven, cuanto el alma conseguir anhela tú se lo alcanza, y a mi lado siempre, siempre combate.
Oda II, a su amante
Lesbia, la dicha de los dioses prueba ese mancebo, frente a ti sentado, ese que goza de tu hablar suave, de una sonrisa.
Mírolo ¡triste!; el corazón entonces ríndese opreso; de repente falta voz a mis fauces, mi trabada lengua tórnase muda.
Súbito siento que sutil discurre dentro en mis venas ardorosa llama; huye la vista de mis ojos, zumban ya mis oídos.
Toda me cubro de sudor helado, mas amarilla que la yerba quedo, tiemblo y, cercana de la muerte, exhalo débil suspiro.
Sappho, por Charles Mengin (1877).
Oda III, a una mujer rica pero desaliñeada
Cuando muerta yacieres,
de ti no quedará memoria alguna
en hombres ni en mujeres;
que tú no participas de ninguna
de las pierias rosas:
empero a las umbrosas
cuevas irás infame del Averno.
Ninguno ha de mirarte
volar de aquella estancia, y cual superno
metéoro mostrarte.
Oda IV En verso
Ya sumergiose la luna;
ya las pléyadas cayeron,
ya es media noche, ya es hora,
¡triste! y yo sola en mi lecho.
Fuente: BBC (GRAN BRETAÑA)
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