ORIGAMI
por MIGUEL ÁNGEL RUBIO OSPINA
El cazador promovió con ahínco la trampa
coloreo coloreó las ventanas como bosques y en las cortinas tejió
nidos de papel.
Pájaros de Origami
construye el cazador inexperto
único remedio de una ciudad sin cielos amarillos
…
A veces una hoja de papel
resuelve el misterio del vuelo en los hombres
POEMA
por EMMA MARULANDA
Soy fuego y ardo
Las pupilas dilatadas se encuentran
Los labios secos sedientos
Y el néctar de mi piel aúlla
Cual loba en celo me encuentro me sofoco, y huyo hacia la oscuridad me resguardo, las sombras de los árboles me cobijan, me hacen sentir deseada
Esa hoja que calló en mi lomo me excita es un Rose único y especial no encuentro salida me percato de unos ruidos y te veo allí jadeando me miras fijamente y tu paso galopando llega hacia mí.
Me hueles, me rosas, me sobas, ya es media noche y la luna en lo alto esta ya es hora nuestros maullidos se unen y es allí donde mi pasión se hace eterna.
NOCTURNO PARA DOS
por HERNÁN MALLAMA ROUX
¿Es acaso la noche
lo suficientemente larga
para conocer
todos tus secretos?
El tiempo abre
sus delicados
dedos de agua
y nos mira.
Todos nuestros pecados
se disipan enardecidos
y la luz se hace tenue,
las palabras nos obligan
a callarnos.
El silencio
escucha con sinismo
nuestra poesía
o nuestra lujuria
tan lejana y descendente
como nuestras miradas.
Es tu grito un resplandor
y mis labios una tormenta.
Se proyecta tu sombra
en la nada.
¡Somos sólo deseo!
OLEÓ
por EMMANUEL ATHEMAY STERLING ACOSTA
Temblando suave se les veía
Asidos montes sacro y pélvico
Encima de otro monte escuchaba
Sus ya dulces gemires terráqueos
Desde allá lejos nos sacudía olores
A amapola florida con hierbabuena
Pintaba nubes con colores
De besos y orogénico oscilar.
LA MOSCA
por ALEXÁNDER GRANADA RESTREPO, "MATU SALEM"
Lo conocí en la cena de un plato de comida putrefacta, que había quedado en la mesa, el día después del aniversario de don Luis y de doña Ramona.
Nos habíamos hecho amigos hacía tres horas, cuando coincidimos tomando las once sobre el excremento de Lucas, el perro de doña Sofía.
Joselo -alias, Moscatell-, era un mosquito muy elegante, nunca comía de más, y siempre limpiaba sus alas de ángel. Tenía un racimo de ojos negros que parecían verlo todo.
hablamos de vernos en el cementerio, en la segunda hora del día, cuando iniciaran las exhumaciones. Lo esperé por más de mil zumbidos de tiempo, antes de empezar a comer. No llegó.
Cuando se llevaron a Lucas, tampoco pude verlo; y en la Plaza del Mercado nadie dio razón de él. No quisiera pensarlo, pero, algo me dice, que Joselo está muerto.
ADICCIÓN
por LUPE CASTILLO
De este hormigón de zozobras,
dependo.
Secreto socavón,
curtido flash,
demencial beso,
al que de bruces,
caí.
Es afilados picachos,
disparatada placidez.
CUÁNTOS SOLES Y QUÉ DE OLVIDOS
por ALAN GONZÁLEZ SALAZAR
Ahora que hemos hecho de la curiosidad
trampas,
venimos
a rompernos el alma en los ojos,
a enmarañar los sentimientos y jugar con ellos,
a matar el sueño,
ese río subterráneo de la noche
que nos abandona
en la mañana imposible
donde el olvido es una piedra
que levantas amenazante como el mundo.
Yo te quiero, niña tonta,
imaginándote.
Así te conozco,
por sendas sutiles e indirectas
y sé, sé con pasmosa certeza
que tu naturaleza es de viento
¿qué pueden mis manos, entonces?
La oquedad de mi vida.
PARA LLEGAR A PUERTO
por DIEGO ALEXANDER VÉLEZ QUIROZ
Casi he llegado a puerto. Después de un largo viaje, de navegar sin rumbo, sin cartas y sin brújula, hoy he visto de nuevo la orilla que me aguarda.
Llego sin tripulantes. Soy solo yo, capitán y vigía de mi nave cansada. Esta nave que un día, un día ya remoto, se dio a la mar con ansias de embriagarse del mundo y vagar con las olas en aguas cuyo nombre no ha sido pronunciado (secretamente, tenía la certeza de que incluso las olas, un día con buen viento, llegan hasta la costa).
Casi he llegado a puerto, tan solo me hace falta fijar el rumbo exacto, encontrar un motivo y echar por fin las anclas. Tan solo necesito una palabra, para llegar a puerto una palabra, dime tu nombre, esa palabra exacta, y mi navío, te lo prometo, se anclará cada noche en tu orilla, en tu cuerpo.
Tan solo necesito una palabra, para llegar a puerto una palabra, Dime tu nombre.
POSIBLEMENTE
por UMBERTO SENEGAL
¿Eres mi mujer? La que teje con agua flores en la arena, y sabe dónde crece mi presente para plantar sus besos y mis caricias. La mujer que no teme al tiempo y sabe que los años son fugaces instantes donde se decide el amor. ¿Eres mi mujer? Que va con el vuelo de la abeja y no se queja ni se aleja, simplemente se deja. Eres mi mujer, aunque no te des cuenta y yo no lo sepa.
RE-EVOLUCIONES PANDÉMICAS
por ANA MARÍA DELGADO PÉREZ*
Confinados en monocordes estancias “incontaminadas”
se agitan seres en incertidumbre letárgica;
con sus adoloridos vientres ingiriendo el vacío,
escrutan cada espacio en vigilia agotadora,
tropezando con sus debilidades dispersas y silenciosas angustias.
Seres diversos, humildes, combativos,
traicioneros, egoístas, leales, empáticos,
soberbios, arribistas, desamparados,
apegados a supersticiones irrazonables,
defensores/detractores de discursos planos y vetustos métodos,
cuya convergencia es ser habitantes del planeta anhelando
el declinar de restricciones, alarmas y toques de queda,
para abandonar el forzado encierro
y los extremos rituales de asepsia.
Calles en imprevisto sigilo,
nebulosos escenarios ahítos de partículas nocivas, enfermizas, mortíferas,
caminos solitarios, extraños, en alerta roja,
a la espera de ver salir de sus estancias “incontaminadas”,
a esos seres obligados a inmolar sus temores
para persistir en medio de lo incierto.
Una apocalíptica verdad terrenal camina afuera,
apretujando con recelo abrazos, besos y diálogos cercanos,
enalteciendo a la muerte audazmente coronada,
que, en complicidad con la paranoia y miedo exclama enardecida,
depositando gotas de saliva nefastas en el aire,
que ha llegado el turno de desnudarse, de desvanecer fronteras,
de releer el universo y contagiarse
de fraternidad, solidaridad y reciprocidad.
La apocalíptica verdad terrenal profiere inquieta
que se precisa lograr el equilibrio,
derribar puertas intangibles para liberar prejuicios infecundos,
y dispensar devastadores compromisos previos.
Tiempo de eclosión de seres nuevos
emergiendo con sublevado ímpetu
de monocordes estancias “incontaminadas”,
con sus musculaturas agrandadas y gargantas letales,
ansiosos de recuperar la humanidad plena,
en estaciones nuevas atestadas
de seres genuinos, singulares, cercanos, imantados.
*Poetisa, socióloga, activista social, de origen nariñense, actualmente radicada en la ciudad de Pasto, Departamento de Nariño (Colombia). Desde hace más de 25 años ha publicado parte de su obra poética en espacios de poesía alternativa nacionales e internacionales y a participando activamente en diversos procesos de creación literaria.
Algunas de sus producciones poéticas forman parte de las Antologías: Efluvios de los cuerpos tibios a mitad del invierno, Fragilidades y fortalezas, Vaguedades, Re-evoluciones; siendo la producción más reciente, “Fisuras y Cicatrices”, resultado del trabajo conjunto de poetas Nariñenses, integrantes de la Colectiva AQUELARRE POÉTICO. Actualmente es miembro de la Colectiva poética UYAYAY, la cual integra a poetas de diferentes regiones de Colombia y Argentina, reunidos en torno al proceso creativo de la Antología “Palabra Desatada”. Así mismo, hace parte de diferentes foros poéticos en el ámbito nacional e internacional, desde donde se gestan procesos cuyas líneas de creación se enfocan a la temática social, ambiental y feminista.
Sus textos vanguardistas se apartan de las convenciones literarias y expresan las lecturas objetivas de las realidades cotidianas, el clamor por la paz, la consolidación de un mundo vivible, la humanización de las acciones y el empoderamiento del ser humano en su integralidad.
Ensayos, cuentos, artículos y videos
ESPERANZA DEL RETORNO (Poema)
por RUTH MARGARITA CASTILLO TORRES
AMIGOS LATINOAMERICANOS (Poema)
de ADELINA DÍAZ ROLDAN
por ADELINA DÍAZ ROLDAN y GERARDO MARÍA GIRALDO PÉREZ
EL RECUERDO INVENTADO
por CARLOS ALBERTO VILLEGAS URIBE
Para empezar es necesario afirmar que el recuerdo inventado e una restricción de carácter oulipiana propuesta desde Latinoamérica. Por lo cual es igualmente necesario precisar que el OULIPO es un movimiento literario de origen francés, conocido universalmente. Perec su integrante más representativo. Creado en el verano de 1960 por Francoise Le Lionnais y Raymond Qeneau. Asociación ludópata de escritores y matemáticos franceses. Intelectuales quienes propusieron como horizonte la Literatura Potencial. Una serie de restricciones escriturales para motivar la escritura creativa. Ejercicios de estilo, de Raymond Queneau, un libro angular. Se considera al libro Ejercicios de Estilo (1947), de Queneau, uno de los pilares y antecedentes esenciales de las propuestas de trabajo del grupo. Otra aportación sustancial de Queneau fue Cent Mille Milliards de Poèmes (1961), un libro compuesto por diez sonetos cuyos catorce versos pueden a su vez combinarse con los de los demás sonetos, conformando un sistema de permutaciones difícilmente agotable.
La reunión fundacional del OULIPO tuvo lugar en el restaurante Le Vrai Gascon, París. Jean Queval, Jean Lescure, Jacques Duchateau, Claude Berge, Jacques Bens, entre sus fundadores. La búsqueda de estructuras nuevas que podrán ser utilizadas por los escritores, su propósito. Le Lionnais reconoce dos tipos de Literatura Potencial: Literatura Potencial analítica y Literatura Potencial sintética. La lipo analítica busca posibilidades que se encuentran en ciertos autores sin que ellos lo pensaran. La lipo sintética constituye la gran misión del Taller: abrir nuevas posibilidades desconocidas para los autores antiguos”. Marcel Benobau y Jacques Roubaud acuñaron la siguiente consigna que pretendía definir a los integrantes del OULIPO: “Somos ratas que construyen el laberinto del que nos proponemos salir”. Georges Perec sintetizó el sentido fundamental del ideario oulipiano: “En el fondo me impongo reglas para ser totalmente libre”. Pretendían crear: “Literatura en cantidad ilimitada, potencialmente producible hasta el final de los tiempos, en cantidades enormes, infinitas para todo fin práctico”.
El siguiente abecedario (el mismo, una restricción) incorpora en su realización algunas de las restricciones oulipianas:
Abecedarios, bivocalismos, cronopoemas, dédalos, estas figuras ganaron hogar; incesantes juegos kilométricos, literarios mundos necesarios o paradigmáticas queninas, recursos siempre talleriles, uniendo, vibrantes wagnerianos xilofónicos yoes zanjados.
CARACTERÍSTICAS DEL RECUERDO INVENTADO
Se concibe el recuerdo inventado como una restricción de carácter oulipiana propuesta desde Latinoamérica.
A partir de un texto preexistente o pretexto el escritor narrará y presentará al lector, una nueva versión del pretexto.
La nueva versión del pretexto deberá ofrecer al lector una sensación narrativa de evocación.
Para lograr esa condición narrativa el escritor ficcionará diálogos, sucesos y personajes. De esta manera apropia narrativamente la compresión de GabrelGarcía Márquez:
“En periodismo un hecho que es falso perjudica todo el trabajo. Por el contrario, en ficción un solo hecho que es verdad legitima todo el trabajo. Esta es la única diferencia y estos embustes son el compromiso del escritor. Un novelista puede hacer cualquier cosa que desee tanto como él le haga creer al lector en ello.”
El escritor deberá señalarle al lector de forma expresa (antes del inicio de la narración) o de forma circunstancial (en el desarrollo del relato) que leerá o lee un recuerdo inventado.
A continuación un ejemplo:
MIBONACHI PARA EL SEÑOR DE LAS PESADILLAS
Miedo. Emoción jodida. Así contaba Gabo. En la emisora HJCK. Arturo Camacho Ramírez escuchaba atento.”Mis pesadillas me producen miedos extremos. Me han perseguido a través del mundo. Esos pavores los descubrí en mi temprana infancia. Recuerdo una pesadilla que tenía a los cinco años. Soñaba con un niño a quien le propinaron un balazo.Con los asustos a que me acostumbrara Papalelo para tenerme quieto. Con los fantasmas de la tía Petra en el cuarto del hospital. Y con los santos de cera en el cuarto de la tía Francisca. Es tanto el horror que no quiero despertar sino escribir para conjurar las pesadillas. En el colegio de Zipaquirá fueron legendarios mis alaridos nocturnos por las terribles pesadillas padecidas.También en el centro de Bogotá en una pensión de universitarios de la calle del Florián. Domingo Manuel Vega, me despertó aterrorizado una noche que soñé con un fauno que subía al tranvía. Pude escribir el cuento durante varios días hasta que considere que ya estaba maduro para enviarlo a publicar. Ya me tenía la suficiente confianza y lo remití finalmente al suplemento literario del domingo del diario “El Tiempo”. Años después supe que, desafortunadamente, el manuscrito padeció otras pavorosas pesadillas, fue quemado en las incendiarias manifestaciones durante El Bogotazo.”
SILENCIO, SOMBRA Y LUZ
por CARLOS ALBERTO AGUDELO ARCILA
Leer los poemas breves, en el libro PAISAJES DE LUZ, del colombiano Jonathan Alexander España Eraso, es entrar a descifrar el contexto del silencio, de la sombra, de la luz, donde el lector debe tener la capacidad de desinhibirse de todo intelectualismo. Esta es una obra de poesía minimalista, por lo tanto, requiere del lector atento, de una inteligencia genuina. Grandes poetas han escrito poemas cortos, entre ellos Octavio Paz, Ezra Pound, Antonio Machado, Jorge Luis Borges, José Juan Tablada, Mario Benedetti, Carlos Murciano, poeta español autor del libro UNO, de un solo verso cada poema. Escribieron este tipo de literatura sin ninguna pretensión erudita, y menos con el ánimo de mostrarse como poetas de imágenes ostentosas.
PAISAJES DE LUZ, singular libro donde fluye el creador original. Sin la metáfora abusiva que busca impresionar, que en últimas le puede restar calidad literaria a la poesía. Con imágenes sencillas, describe el color en el pantano, la tierra que espera, la confesión de la luz. Es decir, el autor se desdobla, se convierte en un poeta inalienable.
Hay poemas que, al desnudarlos ante el espejo de la palabra misma, se convierten en presente aterrador, como el que a diario sucede en el mundo que vivimos: “Ráfaga otoñal en el hueso de las flores. El viento se agrieta”. O: “Las luciérnagas iluminan el campo. Cuerpos mutilados”.
Escribir poesía brevísima es adentrarse en el arte de atrapar el viento con los dedos abiertos. Sentir en la palma de las manos la mariposa del sueño. Repito, es la destreza de captar el vaivén imposible, olfatear en el vocablo el “alma en los árboles” hasta rasgar el secreto de la “trama del viento”. De esta manera describe Jonathan España cuanto siente.
No se puede negar la influencia de la poesía que cultivaron los orientales a través de haiku, en nuestro poeta de PAISAJES DE LA LUZ, estilo Watanabe Hakusen, Masaoka Shiki, Kobayashi Issa, Taneda Santoka, Yosa Buson, Natsume Soseki, Matsuo Bashō. Influencia que en nada afecta la estética, el ritmo, el contenido de sus poemas que en muchos de ellos se devela existencialismo absoluto.
Aunque parezca contradictorio, esta poesía de Jonathan hay que desprenderla de la tradición Zen para contextualizarla en la esfera de “la poesía dice honduras que a veces la prosa calla”, como dijo Mario Benedetti, ya que algunos textos breves de este poemario parecen epígrafes de un ensayo, de un cuento sobre la lluvia que inunda la casona y las lágrimas del naufragio, respecto a los lamentos de dos forasteros que se pierden en la bruma.
Sí, “Libro de niebla. Entre palabras y agua emerge el poema”. Irrumpe el poema desde la niebla que es lunes en tierra sagrada. Emerge y se hace destello de filo rojo, surge el pensamiento en tres líneas que todo lo dice, que todo lo calla. Así el poema auténtico. Jonathan Alexander España Eraso, guarda silencio en varias de sus brevísimas poesías, o hace un “ruido feroz” cuando denuncia, ¿de manera sutil?, el entorno donde se comente las peores injusticias.
Es un libro en el que todo puede suceder. Sucede si el mismo lector empuja el acontecer a límites inesperados. Nada puede suceder si terminamos en la indiferencia.
DE LUZ en un tiempo cualquiera. Quizá en la “Noche desierta” donde “El cuello del cordero aguarda el puñal”. Silencio, sombra y luz. Luz, sombra, silencio. Todo importa. Nada importa. La palabra bien escrita se sostiene sola en un libro que vale la pena leer, en PAISAJES DE LUZ.
AQUELLA PRIMAVERA MEDIEVAL
por CARLOS ALBERTO RICCHETTI
Durante aquellos tiempos inolvidables, los hombres vivíamos en una sociedad perfecta, fríamente apartada de las actuales contradicciones. Bajo la sagrada égida de Dios como amo de todo lo Creado, existía un compromiso mutuo entre señores y siervos; a su vez, de éstos con el soberano, para alcanzar la unidad o arriesgar la vida en feroces batallas.
El rey, de quien era hijo y heredero a la corona, constituía la encarnación del poder temporal dentro de los límites del pequeño reino de Arlengrüber. El Papa había firmado la bula para que al momento de asumir el trono, la Santa Madre Iglesia también lo nombrara su defensor, primer amigo y consejero espiritual.
Llegué al mundo dos años después, en novecientos cincuenta y cuatro. A pesar de la temprana muerte de mi madre, tenía numerosas razones para ser dichoso. Educarme en el arte de la caballería fue arduo y sentía el tardío galardón de la providencia. Llevaba grabado a fuego el deber de proteger a las mujeres, los niños e impartir justicia, como la norma a seguir en los días venideros hasta la muerte.
Por iniciativa del Real Consejo de Nobles, una vez ordenado, partí hacía la búsqueda de hazañas y enormes monstruos para obtener prestigio, fortalecer el carácter en las noches solitarias lejos del hogar, de la calidez de los amigos. Mientras iba alejándome, evocaba las palabras de despedida del rey, flirteando la temprana opacidad de las antorchas del castillo:
“…No olvidéis que los preceptos cristianos, además del testimonio vivo del Altísimo, son el eje del control sobre los súbditos, a cuya cabeza se sitúa la gente de bien. Es decir, tu padre, el monarca, los nobles, altos obispos y demás insignes potentados que contribuyen a la prosperidad del reino. La nobleza es una condición heredada de lo divino, más allá de la redención a la cual aspira el resto de los mortales...”.
“…Vuestros actos estarán justificados plenamente por los fines que persigáis, entre ellos, la preservación de la ley y el orden vigente, el fortalecimiento de la comarca, su defensa y cualquier guerra de conquista que emprendáis. Los pobres, los vasallos, la suma de todos los libres, sólo sirven a dicha causa, por cuanto deben responderos de forma incondicional...”.
“…Si encontráis bárbaros que viven ajenos a creencias y costumbres buenas, no guardéis compasión alguna ni principio. Haced de cuenta, amado hijo mío, que pacen semejantes a las bestias del campo y no reparéis en ellos. A los hombres, matadlos sin remordimiento por la espada; de ser mujeres, tomadlas sin benevolencia aún cuando fuesen devotas cristianas, ya que desde su nacimiento blanden una naturaleza perversa a los ojos del Señor...”
“…Jamás confiéis en los amigos y tomad siempre las amistades o los pactos según la circunstancia. Mantenedlos mientras satisfagan el apetito del propósito que persigáis y respondan a los acontecimientos presentes. Pensad que Dios esta contigo en esta empresa. Él os avala y hace digno. Contáis con su absoluta bendición para tomar las decisiones que consideréis prudentes. Vuestra será mi heredad y habréis de ser merecedor de ella cuando me llegue la hora…”
“… Ahora alejaos pronto y recordad cuanto os enseñé”.
Las hazañas al servicio de algunos príncipes me hicieron famoso. Había formado un ejército de mercenarios con los cuales emprendí diversas conquistas. Veníamos de arrasar Lesavie. Tras pasar por las armas a sus aguerridos defensores, emprendimos el brutal saqueo. Al arribar a Arlengrüber, traíamos el portentoso tesoro de la ciudad. Mi padre salió a nuestro encuentro con sus tropas, sellando el retorno triunfal a través de un largo abrazo.
El día anterior el rey había cumplido años. Festejamos en el castillo. Teníamos deseos de reír a carcajadas, para lo cual desencubamos a tres aspirantes a bufones. Debían de tener trece o catorce años de edad cada uno, diez de ellos creciendo dentro de los barriles. Llorábamos de la risa cuando el más deforme se presentó ante nosotros, casi rodando. Nunca supimos como la madre del chiquillo accedió a la celebración. Lo cierto fue que al aparecer frente a nosotros, comenzó a arengar por la suerte del maltrecho. Percibimos el odio y la soberbia de la mirada incandescente. Nadie pareció darle demasiada importancia al asunto, aunque el rey ordenó a la guardia despedirla a golpes.
Concluida la opípara cena, estábamos todos ebrios. La velada se habría estropeado a causa de la incidencia, si a alguien no se le hubiera ocurrido la fascinante idea de poder gozar de las mujeres sobrevivientes a la matanza.
En la mañana, mi padre despertó sobresaltado tras soñar a la mujer. Por temor a cualquier influjo de naturaleza diabólica, me ordenó encabezar una partida de veinticinco mercenarios hasta la colina donde vivía. Cuando entramos a su cabaña, sentí la desagradable impresión causada por las desvencijadas pieles de oveja sobre las paredes. La extraña cornamenta de ciervo que colgaba del techo roto, junto a la chimenea, le otorgaba a la atmósfera la malignidad necesaria para que decida incendiar el lugar. La mujer volvía del bosque. El fuego atrajo su atención. Arrojó la cesta de mimbre, colmada de frutas y corrió presurosa hacia nosotros. Al aproximarse, lanzando maldiciones, fue silenciada sin la menor consideración. Cuando emprendíamos el regreso, me separé del grupo a mitad de camino, para hacer una ligera vista de mis campos de Oustlag.
Llegué al castillo recién entrada la noche, enterándome de la inexplicable suerte de los jinetes, colgados a la vera de la Arboleda Güntermain. Temeroso, tardé unos días en volver a salir.
Rumbo a Uendlenmüster, la vi junto a la cascada. Aquella primavera medieval fluía desde la muchacha de cabellos largos de sol sobre la delicada hierba. Cantaba tocando el laúd, en compañía de su dama de honor. Los pájaros hacían parábolas sin emitir canto alguno, como llamados a deleitarse. Aparqué el corcel a unos arbustos para contemplar mejor el hallazgo.
-No es mi intención molestaros, señoras. Ha sido la encantadora melodía quien me apartó de la senda…
-El mérito es de la doncella –afirmó la dama de honor.
-Y la suerte vuestra por hacerle compañía.
-Dichosos vosotros, los caballeros andantes –suspiró la muchacha con aire de desazón, que pueden ir veloces como el viento y libres cuales sombras. En cambio, nosotras debemos guardar obediencia, ver pasar la vida y el tiempo desde el uso o las ventanas, donde la mayor aspiración es aguardar la llegada de un noble hidalgo, a recoger la promesa de amor grabada sobre pañuelos tejidos entre océanos de pena…Dichosos vosotros, valientes caballeros que sabéis impartir justicia…
-Bienaventuradas vosotras –respondí intercambiando elogios, doncellas de ensueño a la espera del joven prometido que pronto arrimará a buscaros… Vosotras, bellezas de peregrinar sutil y perfumado, motivando epopeyas a cambio de una flor.
La doncella sonrió. Al contemplar el césped ruborizada, su cabello insinuó aún más la promesa de lujuria debajo del amplio escote del vestido rosado. Me dirigí a la dama de honor.
-Señora…¿Acaso soy digno de preguntar el nombre de la encantadora luz que os ilumina?.
-Su nombre es Souvenir. Es la tercera hija alsaciana del príncipe de Walpurgen, huésped del conde de Dalendorf. Desde que nació, estoy a cargo de protegerla.
-Hacéis bien en no dejarla sola, teniendo en cuenta la ignominia de algunos pillos y barbajanes…
Sin encontrar motivos para continuar, la dama de honor decidió darle punto final a la conversación.
-Disculpad, señor, pero debemos marcharnos. Pronto va a oscurecer.
El blanco carruaje arribó inoportunamente. Era la primera vez que estaba enamorado. Souvenir caló mi indomable corazón salvaje y por nada del mundo deseaba renunciar a aquel ensueño impensado.
-Sois vosotras quienes habéis debido soportar mi impertinencia. Si lo deseáis, podría compensaros escoltándolas hasta el castillo del duque. Soy tan temido como respetado en toda la comarca y estaríais bien protegidas.
-Sois bondadoso, caballero. Pero al duque le complacería vernos llegar solas.
-Entonces me despido y quiera Dios pueda aspirar a vuestra compañía muy pronto.
-Espero que así sea, señor.
Presto a montar, observé alejarse al carruaje hasta que desapareció en la primera curva del camino.
Al regresar, me invadían múltiples pensamientos.
-¡Oh, amada Souvenir, cuanto necesito volver a veros!. ¡Mis manos apenas han sabido matar, vejar, pero nunca colmar un corazón!. ¡Os poseeré, así sea por la fuerza!…Porque después de todo; ¿qué otro destino puede depararse a semejante beldad, descendida del cielo para tomarla infinidad de veces y hacerla mía?...
El trote de los cascos mecía mis terribles intenciones como la madre negada desde la infancia.
-Souvenir…Vuestros dorados rizos se abren cual émulos de céfiro, para enmarcar, distante y etérea, la singular lindeza que irradiáis desde la más dulce contemplación, haciendo tiritar a los mismísimos astros desnudos con el fulgor de tus rojos labios de tibio manantial, de vivaz atardecer…
Un viento apacible silbaba a través de las hojas. Al llegar la noche, el otoño envejecido se resignaba a morir.
-Alguna vez, las criadas me aseguraron su temprano cariño. ¿Si estuvierais conmigo, madre, cuales serían tus denodados consejos?. Los hombres nada saben del amor…
Llevaba la garganta reseca de tragar saliva. Las insignificantes gotas del sereno cobijado sobre las ramas de los árboles, me enjugaron el rostro. El silencio sólo dejaba entrever el leve quejido de las ramas al pasar y el tosco bagaje de ideas desordenadas, en torno a la persistente obsesión.
-De cierto, las mujeres están a nuestra merced…Ellas nos preñaron de vida…También de engaño, culpa…¡Por eso deben pagar! Pero no…¿Cómo puedo hablar así?. ¿Puede semejante criatura angelical albergar las culpas del averno? Aunque Souvenir haya calado en mis entrañas y allí pueda advertirse la obra del mal, debo poseerla de inmediato… ¡Sí!…Fundir los olores; la sangre brotando en un torrente sublime de amor infinito…¡El pequeño corte de una daga sobre las muñecas, bastará para sellar el pacto eterno! ¡Al fin seré santificado!...¡Y vos quedaréis purificada del tormento inicuo que supiste despertar….¡Y llegaran los hijos de blanca espuma, de cabellos dorados, perfectos como ángeles jugando de cuclillas!…
Hacía frío. Metros más adelante, asomaba un desvencijado establo de madera. Apenas posé la mano en el cerrojo, cuando la puerta se desarmó atestada de termitas. El oscuro interior era cálido, algo húmedo. Me despojé de la armadura y decidí descansar sobre el montón de heno junto a los corrales. Comenzó a llover torrencialmente.
Estaba a punto de dormirme, cuando percibí los pasos de alguien rondando las afueras. Tomé el mandoble y al salir presuroso, la sombra difusa suplicó antes de derrumbarse exhausta.
-Auxiliadme, señor…Os ruego...
Evité que caiga de bruces a la depresión de lodo bajo la entrada, alzándola en brazos. La recosté sobre el improvisado lecho. Prendí unas velas, halladas de memoria a mitad de la oscuridad. La doncella yacía desnuda, cubierta con una gruesa manta de lana negra empapada.
-¡Mi señora Souvenir!…¡Contestad que ha ocurrido!
La respuesta encerró un dificultoso suspiro.
-Hemos sido…Asaltados. Íbamos de regreso, luego de dejaros…Cuando un grupo…De bandidos…Nos sorprendió…Madeleine….Mi nodriza…La ví morir…También….al príncipe, que salió a nuestro encuentro…Junto a cinco caballeros...Todos están…
Le di de beber del morral de cuero que traía.
-Ahora descansad. Yo velaré vuestro sueño…
Cambié su frisa por la seca que me servía de abrigo. Souvenir temblaba, aunque alcanzó a protegerse de mis disimulados ojos curiosos. Pero la ansiedad fue demasiado fuerte, incontenible. Había llegado por obra del destino, como si se tratara de una señal del cielo. Sin lugar a dudas, Dios la enviaba para que la tome y sea mía por toda la eternidad.
-¡La poseeré! -pensé sin dejar de verla ni un instante. ¡Luego pediré su mano a quien corresponda! ¿Alguien lo hará, sino, con una niña desflorada antes del matrimonio? ¡Tengo amigos en la corte de Walpurgen y el favor no me será rehusado! ¡Souvenir también se enamoró a primera vista!...¡Lo juro!. Y de todas formas; ¿podrían creer el delirante alegato, desaparecidas las pruebas del artero robo?...¡Está escrito que debo limpiaros de pecado y redimir mis impurezas a través de vuestro cuerpo bendito!...¡Os tomaré, para convertirme en el ser más dichoso de los mundos conocidos!. ¡Seré la envidia de los reyes cristianos y moros!. ¡Esta dicho y así lo haré!.
Rápidamente quedé liviano de ropas. Al no poder resistir más tanto ardor, la despojé con violencia de la manta. La doncella reaccionó sorprendida frente a la actitud del otrora galante caballero.
-¿Qué hacéis?.
-Tomar cuanto siempre fue mío…
Me abalancé. Souvenir perdió la virtud en desgarradores gritos de dolor. Corcoveando como un semental, la atravesé furiosa y placenteramente hasta llegar al clímax. Un terrible bramido, similar al de los dragones de las historias paternas, me heló la sangre.
-¿Por qué, Gustav de Evans?.
-¿Cómo sabéis mi nombre? –la interrogué lleno de pánico.
-Estaba comenzando a amaros…¿Por qué?...
-¿Pero quién sois?...
El rostro de Souvenir estaba desencajado de ira.
-¡Os conozco a vos, a vuestro padre y al padre de vuestro padre!…
-¿Qué ocurre?... ¿Qué le habéis hecho?.... ¡Responded!...
-De seguro que Madeleine debe haberse encargado de él…Esta misma noche…
-¡Quien sois! –grité mientras sus brazos impedían los sucesivos intentos de librarme.
-Mi amor iba a perdonaros la vida…La misma que malgastasteis entre burlas, mujeres vulgares y noches de embriaguez. El amor os santificaba, pero la pérfida naturaleza que lleváis en el corazón lo ha maniatado, como en nombre de mi madre asesinada y de mi hermano, cautivo para vuestra gracia durante años en un tosco barril, yo os estrangularé hasta que no quede en vuestro cuerpo el más mínimo rastro de pestilente vida…
-Quiere decir que tu eres…
-¡Yo os amaba, Gustav!… ¡Nunca volveré a enamorarme de otro hombre, porque a veces el destino suele ser tan cruel, que tienta a adorar a quienes no nos merecen!…
-¡Pero yo os amo!. ¡No podéis matarme! –interrumpí, presa de cobarde locura. ¡Seamos felices!... ¡No neguemos semejante dicha!..¡Si deseáis venganza, yo mismo mataré a mi padre, a cada uno de quienes osaron burlarse de vuestro hermano!. ¡Haré cuanto digáis, pero soltadme!...
-En verdad, admiro vuestro aire de gallardo caballero, la gentileza malintencionada que utilizáis para robar, matar y saciar apetitos carnales. Te amo, Gustav de Evans, pero descubro que sois peor carnicero que vuestro padre…
Souvenir se contrajo entre pavesas de saliva y el calor de su aliento.
-¡Perdonadme, por amor de Dios!... ¡Perdonadme y os compensaré!.
-Al escuchar los caballos, me apresuré a esconderme dentro de la chimenea… ¡Pude oír los quejidos de mi madre, la hechicera Mardgrev, mientras la desollaban!.... ¡Debí quitar su cabeza de una pica para quemarle el cuerpo y ver sus cenizas cubrir la sangre aún fresca alrededor!. Tuve miedo de morir sola, padeciendo las torturas inflingidas a mi hermano, que capturasteis cuando pequeño vos mismo, junto al marjal. Él pobre quería recoger moras para ofrendarnos un tierno presente…
Supliqué llorando.
-¡Juro que os amaré con todas mis fuerzas si tenéis piedad de mi alma!...¡Por favor!...
-Jamás perdonaríais la afrenta dispensada, ni tendría posibilidades de sobrevivir el orgullo del cual tanto os ufanáis, debiéndole el pellejo a una mujer…Yo te amo…Tal vez debería decir que os amaba, Gustav de Evans…
Luego del maravilloso beso de despedida, se transformó en una feroz pitón que comenzó a presionarme las vértebras hasta romperlas. Al despuntar los primeros haces de sol, había concluido el trabajo. Desde el techo, mi pobre alma flotando contempló la nueva metamorfosis de Souvenir en mariposa, que salió por uno de los huecos de la maltrecha pared. Debajo quedó el cuerpo roto del miserable, desprovisto y lleno de vergüenza. Durante las madrugadas, miraba desvelado el ciclo de películas “Trasnoche Aurora Grundig” que emitía el viejo canal dos de la ciudad de La Plata.
Hacia mediados de abril de mil novecientos ochenta y cinco, proyectaron el clásico francés de la década del sesenta, “Lancelot du Lac”, basada en una versión de la leyenda de Arturo. Al transcurrir las escenas, fui atando cabos sueltos. Descubrí que soy culpable de infinidad de pecados sin perdón alguno, aunque tras permanecer mi alma dentro de los límites de aquel mugroso establo durante siglos, haya vuelto a encarnar el cuerpo blando y obeso de un adolescente desde hace apenas quince primaveras.
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