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Arcón Cultural

Poemas y cuentos en tiempos pandémicos

LOS PAJARITOS YA NO CANTAN

por JHON JAIRO SALINAS






















Hoy Talan árboles, los pájaros

ya no cantan gritan desesperados, No tienen donde anidar. Quien mata la naturaleza, mata la vida. Los manantiales se secaron,

maripositas ya no revoletean, Oxigeno se vende al mejor postor. Niños ven los árboles

y naturaleza, solo en laminitas. Bribones del capitalismo depredan,

expolian la montaña, Ella ruge desesperada. Cantos de hambre y sed, se ven venir, Los pechos de las mujeres

 no podrán amamantar, A los niños de avatar.. Semillas no germinaran,

alimento escaseara. Solo quedaran las cloacas,

para alimentar a los rufianes del mal. Raíces arrancada de la humana polvareda, Tierra arrasada por el fuego,

como hienas nos devoramos, En un planeta, que cada día deja de respirar. ¡Por favor dejad pajaritos volar!

aún es tiempo de razonar, porque la tierra hemos de tocar. antes que el infierno nos abrace en el mar, y pajaritos han de volar,

trayendo en su pico la luz solar, y quizás volvamos a soñar.

EL SABOR DEL GANGES

por CAROLINA GIRALDO



















Glenda baila la danza de Shiva las sedas descuelgan de sus piernas morenas haciendo figuras de colores ondulantes en el humo, su saliva se reseca y ella sigue bailando recuerda el sabor del Ganges que trae la memoria de sus vivos y sus muertos; da un salto la luz atraviesa su cuerpo y se evapora Shiva danza con sus ojos negros, ardientes sosteniendo las notas en los dedos toda ella es el Ganges todo el es Glenda.


POEMA

por CARLOS ALBERTO AGUDELO ARCILA
















El paraguas y el abrigo son hermanos

Hermanos del sombrero y el frío

de calles despobladas de abrazos nunca dados

de travesías urgentes del pañuelo y el semblante

de una mañana por nacer del pétalo acongojado

Hermano es el océano de la gota de rocío

el huracán del ancla desprendida del siglo I

la tapia húmeda del contador de luces resecas

Hermano el grito del silencio

la noche que jamás ha de llegar

Hermano el camino del pie amputado

la viga de la cuerda del suicida

el ojo del dolor intenso

el trino del pájaro reacio a nacer

Hermanos esperando la tarde apagada

en el umbral de la leña


SE FUE EL MAESTRO

(a Héctor Madrid)

por NINFA MARÍN ESCUDERO
















Ya se acabaron los tiples y las bandolas se silencio el bambuco montañero, y en la hondonada agreste no se oye el canto del sencillo y alegre cucarachero. El agua cristalina del arroyuelo, ya no canta en las tardes sus emociones Sólo se escucha el llanto de sus caudales, añorando al maestro y sus canciones. Las flores que aromaban su dulce rancho, han perdido su encanto y su lozanía, están mustias y tristes, abandonadas pues les falta el calor de su mano amiga. Se ha marchado el maestro serenamente, se fue en busca de luz y reposo eterno; ya nunca más se escuchará su canto que alegraba las frías noches de invierno

RECUERDO (A Alejandra)

por: JORGE ISAAC LÓPEZ LÓPEZ












Hoy, recuerdo como ayer, la primera caricia de tus labios fue contra los míos, con sabor a néctar, con sabor a ti tu primer abrazo tímido, indagante tu cabello rozando mi rostro, mi entusiasmo pueril, mi actitud rectilínea Hoy, recuerdo dulcemente, el día del cruce de los cuerpos… ávidos de ternura y de pasión; solitarios Hoy, recuerdo que juntos disfrutamos del cálido amarillo en nuestros cuerpos de las tibias oscuridades de la noche recuerdo nuestras manos enfrentadas en pleitos de luces y de sombras… en plena cofradía

Hoy, recuerdo un “me gustas” acompasado el aroma cargado de café el deleite de tu figura en mi lecho los planes de domingo rodeados de familia y de natura a cada quien tocaba una tarea juntos cumplíamos faena

Hoy recuerdo, Princesa de mis días, el azote de remos en un lago las risas de alegría por doquier el baño eterno en medio de una noche trémula en un lugar de hadas y de genios que fue nuestro, de manera perenne Hoy, Princesa de mis días, recuerdo en amplitud tus tiernas pilatunas que encendieron la llama de mi ser que le han hecho un hogar al corazón

los retos afrontados, los duros escenarios del olvido; las crueles distancias y los tiempos

Hoy, Princesa de mis días, se viene a mi mente la lluvia torrencial excusa predilecta de nuestras pieles para encenderse y agitarse… para llenarse mutuamente

Hoy, Princesa de mis días, después de múltiples encuentros, de rosas y de mieles, de amargos sorbos de sentido vibro al recordar, sueño en repetir

TRASNOCHE INUSITADA

(Del libro inédito "Antología Macabra, un subterráneo al infierno")

por: CARLOS ALBERTO RICHETTI















Clava la pala. Seca el sudor que le empaña la cabeza con la manga. Cae el sol sobre los húmedos cipreses. Decide marcharse, antes que empiece la noche y los pájaros callen.

El crujido de la hierba presume una visita inesperada, como el aliento cansino de la abadía callada. Vislumbra la niebla. Atraviesa montículos de tierra mientras pasa, tranquilamente fumando. Se ata los cordones. Percibe en silencio las rejas cerradas. Debe tornar. Las llaves le faltan. Vuelve contrariado, sin notar que el viento sopla demasiado. Va a las galerías. Las halla embarradas bajo un nicho yermo, cuya piedra versa su nombre completo. Retrocede temblando. La efímera mueca trascendió sus labios, motivo de golpes a hierro violento. Triste epitafio… Y el cuerpo introducen en el nicho eterno, las manos extrañas del hombre del viento. La entrada la sellan con el mármol denso. Trasnoche inusitada, retazo de un día como otro; bosquejo de la noche alucinante, flagelo del sendero hacia la eterno. Trasnoche inusitada… Sin resentimientos…


CUENTOS


POR LA ALDEA

por UMBERTO SENEGAL

(Calarcá, Quindío, Colombia)
















A Belén Lorenzo, minicuentista


Abrigados de neblina, acudieron en grupo para forzar al niño a participar de alguna forma en el voluptuoso ceremonial, aunque no lo entendiera. Este parpadeó. De sus ojos volaron zunzuncitos buscando el camino. Sonrió y dijo sí, tengo tiempo. Todo el tiempo de la primavera. Aunque estaban en verano, tenía el tiempo de la primavera y posiblemente de las restantes estaciones. Le confiaron un murciélago deshilachado y una rebosante copa de vino tinto Chapoutier. Esta noche será de luna llena y bajo el sicómoro se reunirán por última vez las Walkirias. Nueve. La menor, inaugurando tórrida y abundante menarca. La mayor, menopáusica. A ellas les ofrendarás el murciélago, el vino y tu inocencia. No hablarás con quien tropieces en el camino y debes dejar la flauta en tu casa. Tampoco sonreirás durante el trayecto. Emprenderás el viaje tan pronto merodee la luna, sin apresurarte, pero sin detenerte en ningún lugar. Avanza sin soltar el murciélago y sin verter una gota de vino. Cuando te aproximes al sicómoro, las escucharás cantar y te sorprenderás con su carnal danza en torno al tronco. Entonces susurrarás esto, de Gilgamesh:

«Ve, cazador, cazador mío; lleva contigo una ramera, ramera. Cuando abreve los animales en la aguada, la aguada, se quitará el vestido, mostrando desnuda, desnuda su madurez. En cuanto la vea, a ella, a ella, se acercará. Le rechazarán las bestias, las bestias que crecieron en su estepa. ¡Que crecieron en su estepa!».

Ofrecerás la copa de vino a la menopáusica. El murciélago, entrégalo solo a quien veas contornearse atorbellinada. No hables, no hables y por ningún motivo sonrías. ¿Y qué debo hacer después?, averiguó el niño. Le respondieron con sarcasmo: ¿Después? Cuando expiran las danzas del sicómoro, no hay después. Sin embargo, si lo consigues levanta vuelo junto con quien se bebió el vino, y nunca regreses a la aldea mientras no aprendas a tocar laúd medieval. Recuerda: Si por el camino encuentras algún niño con una mariposa en una mano y en la otra un vaso lleno de agua, por ningún motivo aceptes cambiarlo por tu vino o tu murciélago. Las Walkirias se transformarán en campesinas descansando luego de espigar el trigo. Y tú… volverás a ser el anciano pastor inventándose historias en la soledad de la dehesa, mientras las ovejas mordisquean todo el tiempo de la primavera.

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