UN SÓLO QUÉDATE QUEDO
por ESPERANZA RAMOS YÁNEZ
Llovía y una tormenta se presagiaba, Los vientos huracanados Hacían mecer las copas de los árboles Llovía intensamente Y cada gota tu nombre Pronunciaba al caer sobre La tierra ya humedecida Eran voces de amor Que suplicaban quédate Y yo absorta escuchándote… Pegaba mi rostro a la ventana Para sentir en él salpicadas Tus palabras Y te sentí y te escuché Y me mojé en ti, Mi piel permeó… Cada gota, Bebiéndote Embriagándose de tí. Mi ropa mojada Te mostraba mi silueta Te marcaba mis pezones Dispuestos para tí, Dispuestos a sentir, Ellos te reclamaban Y entre súplica y súplica De ése quédate, quedo, Te vi venir Silencioso y tibio Así llegaste Y con una sola caricia Adiviné lo que podría venir… Un orgasmo permanente Prendido a mí. Me miraste Y en tus ojos pude percibir La prueba mágica de un gran amor Que me hará sucumbir En aguas profundas De placer que hoy sentencias para mí Y ese quédate quedo... Eternamente ancló mi vida a ti Y un solo, quédate, fue suficiente Para volver a sentir.
BESO FIN DEL HOLOCAUSTO
por JHON JAIRO SALINAS
Ciudades de Europa fueron devastadas, Una lluvia de bombas cayeron del cielo,
Pájaros metálicos como criaturas del más allá, Esparcieron metralla, bombas del infierno. Destrucción, desolación, hambre, lagrimas, gritos desgarradores de dolor, Hitler monstruo del Nazismo, Inventor de muerte sin pudor. Cuerpecitos desnudos fueron a campos de concentración, Otros fueron a las cámaras de gases muriendo lentamente, gritos de ahogo son el terror, Judíos son canto de horror, Niños con pieles oscuras fueron desollados, Color de piel, fueron para furrier deshonor. Niños "Down" sus cabezas sirvieron para alimentar, Las fauces de perros del ejército fascista, dirigidos por alquimistas de una novela de terror, Gas mostaza fueron la adoba del redentor. La furia de los tanques de guerra como bolas de fuego, pánico, miedo al calor del juego, Metralla atravesaron corazones de miedo, Torturaron el pueblo, Fueron al caldero del fuego. Hiroshima y Nagasaki, bomba atómica, gente atónita como flor purísima de uranio, color del cielo pálido de helio, Cientos y cientos de cuerpos ardieron en llamas, cuerpos como bolas de carne, Son lirios mineral carnívoro. Oh, bomba atómica nunca más, más que matar, mata todo animal, mata la tierra de vida germinal arcanos de paz insignes de una nueva era, en primaveras la Paz florecerá. Glenn y Edith, el marinero, ella enfermera, en beso mordido de labios fundidos, sellan el fin de la guerra, cristalizando la paz en nueva era.
SOLIDARIDAD
por: CAROLINA HIDALGO
Donde come uno comen todos
reza la sabiduría popular
que me enseñaron en casa
Hasta que la abundancia llegue a la mesa
y sea también abundancia del vecino
Estoy iluminado cuando el amigo amoroso
comparte mi sueño
e iluminado junto a mí
se retira al despuntar el día con un beso tímido
en la frente
Dejándome servida la mesa
de frutas y chocolates rellenos
En la tormenta surgen uniones gigantescas.
TRIÁNGULO
por MERARDO ARISTIZÁBAL
Ocultaste Mi alma Ahora Piedra Tallada En el interior De estas Ruinas
GÉNESIS
por ALEXÁNDER GRANADA RESTREPO
"MATU SALEM"
En un principio todo era agua. El principio se conformó, cuando sus componentes: el agua, todo, y su continente, estaban formados. Luego, llegaron las hierbas, los animales y los hombres. Y las hierbas, los animales y el agua, se sintieron en peligro. Después, llegó la sal para dar sentido y sabor a todas las cosas comestibles de la vida. Los hijos trajeron la dulzura. Cuando la mujer descubrió que le hombre se comportaba de manera indiferente ante ella, juntó la indiferencia con el agua y la sal, y creó las lágrimas ¡néctar precioso del dolor y del olvido! Después, llegaron las amigas de la mujer. Cuando éstas notaron que él y ella vivían tranquilos y gozaban la dulzura de los hijos, juntaron las lágrimas con la arcilla y con el oro, y crearon la intriga. Y la intriga prosperó hasta el día de hoy, con las hijas que le nacieron trillizas: la envidia, la mentira y la traición. Y fue así como se fundó este mundo.
NOCTURNO PARA DOS
por HERNÁN MALLAMA ROUX
¿Es acaso la noche lo suficientemente larga para conocer todos tus secretos? El tiempo abre sus delicados dedos de agua y nos mira. Todos nuestros pecados se disipan enardecidos y la luz se hace tenue, las palabras nos obligan a callarnos. El silencio escucha con sinismo nuestra poesía o nuestra lujuria tan lejana y descendente como nuestras miradas. Es tu grito un resplandor y mis labios una tormenta. Se proyecta tu sombra en la nada. ¡Somos sólo deseo!
CUENTOS
CIMBALINAS
por CARLOS ALBERTO RICCHETTI
Tirado allí nomás, destilando soluciones de carácter escurridizo, permanecía retocándose la frente a cada rato. Su esposa desmayada junto al portal de salida, le auspiciaba recuerdos. Tenía una extraña pose, que aparenta los movimientos de las cimbalinas, especialmente aquella formando parte del elenco envidiado por la caja musical dormida en la mitología infantil. Sobre el labio inferior, sobresalía el rayón insolente del delineador removido por la fuerza. En cambio la nariz presentaba algunos copos violetas, con la sangre coagulada, evidenciando los puñetazos limpios propinados hasta perder el sentido.
Había vidrios sueltos, distribuidos donde haya que pisar y oír sonidos crujientes. Anoche llegaron de la reunión de camaradería del ejército, compartiendo la cena. El presidente asistió y dio un discurso. Apostó a una mirada mal pensada entre su mujer, a la cual él denoto cierto brillo fútil y el otro coronel, que ni siquiera conocía su nombre.
Quiso evadir la realidad. Arrojó el insistente despertador, cuando sonó el teléfono. Lo hubiera roto, pero aguardaba un llamado clave.
-Roberto…Habla Luís. ¿Estás bien?
Transcurrió algún instante a pleno silencio.
-No sé. Me duele la cabeza.
-Escuchá. Menem te mandó para Yugoslavia. Salís en quince días, más o menos.
Intentó despejarse como pudo.
-Arreglaste la comisión, ¿seguro?
-No te preocupés.
-Ahora tengo que colgar.
-Bueno. Pasáte temprano por el Patricios.
-Está bien.
-Chau.
Sin despedirse, fue a lavarse la cara. Luego salió al bar de la calle Esmeralda. Debía reunirse pronto. Dos sujetos le alcanzarían cuanto él esperaba, pero pasaron dos horas antes de que éstos lleguen. Guardaba rencor aún hacia todas las cajitas musicales queriendo demostrar más. Cuando era chico, la abuela impedía todos los intentos furtivos a su cajita, considerándola como una reliquia indispensable, mientras esa estúpida cimbalina giraba torpemente. El odio dispensado rindió sus frutos. Cierta vez durante una mudanza, al tiempo que la abuela apilaba los muebles, el cuestionado objeto resbaló, sin poder demostrar de allí en adelante su esplendor original, ni a la bailarina danzando.
Los tipos llegaron, interrumpiendo al llamarle la atención.
-¿Trajeron la tira?
El bigotudo extrajo los fósforos de la cartera del amigo y miró al compañero, haciendo la seña de un ancho. El compañero le contestó.
-Oíme, flaco. ¿Vos pensás que te salva el uniforme? Loco, si Gutiérrez cayó en cana, vos no la vas a zafar, así que pagáme puntualmente y dejáme de romper las pelotas.
-Acá tenés tu guita, gordo. Respetáme un cachito, porque si no, tus amiguitos y vos van a terminar con el culo para arriba, que yo no soy el boludo de Gutiérrez, las tengo bien puestas. Ahora, mejor tomatelás…Vamos, vamos….Hacéte humo, gil.
El gordo lo contempló con seriedad, costándole levantarse. Dejó la tira. Roberto pagó, subiendo al auto después, en dirección a su casa, cambiando de idea, pues intuyó que la policía podía aguardarlo. Poseía un departamento céntrico, conocido solamente por él. Luego telefonearía a la agencia de acompañantes, solicitándole una joven modelo; si fuera posible, otra venus más.
Muy temprano, se dirigía al regimiento primero de Patricios. Luís movía impaciente el pie derecho, cuando llegó.
-A buena hora, Roberto. Tu mujer hizo la denuncia.
-¡Ésta guacha de mierda! ¡Te juro que si la veo, le voy a dar para los chicles!
-Quedáte piola. No hace falta. El Poder ejecutivo te manda de viaje.
-Y a descansar…
-Para nada. Llamaron ayer de Estados Unidos. Ordenan avanzar. Parece que los serbios van a tomarse el palo.
-¿Y qué querés que haga yo ahí?
-Quieren encabezar un ataque sorpresivo. Vos irías al mando.
-Las órdenes viene desde arriba. Van a partir muchos oficiales sucesivamente. Hay lío para rato. Aparte te conviene. Ganás bárbaro y no creo que tengas misiones arriesgadas. Aprovecharon tu problema sacándote del medio.
-Igualmente a la hija de puta esta…
-La apurás un poquito y no jode. Cambiando el tema, tomáte el avión en Ezeiza a las cuatro. Me olvidé decirte que salís mañana. Modificaron la fecha.
-¡¿Mañana?! ¿Y mis cosas?
-Las recibís allá. Empacás en casa. Hay un móvil vigilando. Andáte tranquilito.
Al terminar de empacar, Roberto acordó llevarse la tira de ácidos nueva, unas pepas recientes denominadas “zafiro” que le comprara a ambos sujetos escasas horas antes. Subió abordo del Boeing con parsimonia. Sentado, leyó el diario. Desayunó y empezaba a desenvolver algunos comics porteños. Le encantaban. Luego durmió pesadamente, imaginando la violación de su esposa ordenada el día anterior.
En la pista del aeroparque lo recibieron.
-¿Coronel Roberto Ladines?
-En efecto.
-Sígame.
El jeep de las naciones Unidas lo condujo al pequeño poblado donde residía el asiento de tropas argentinas.
-Bienvenido a Bosnia-Herzegovina, coronel.
-Gracias, señor.
-Soy el general Marcos Terrazas, encargado de la guarnición. Usted es uno de los muchos hombres convocados. Los antecedentes presentados en la documentación señalan a su persona como uno de los hombres más aptos para encabezar la misión: Distinción en la lucha antisubversiva, medalla al heroico valor en combate durante la batalla de Puerto Darwin. Estuvo en lago Argentino para la época del mundial, Gross Green, agregado militar en el golfo Pérsico; suficiente.
Roberto reconocía íntimamente que los informes estaban arreglados. Apenas había manejado un Falcon verde y la ascendiente carrera era debida a contactos con superiores, aquellos mismos que lo salvaban de las rejas, el par de rebeliones carapintadas. La deuda con ellos crecía.
-Tendría sus órdenes aquí, pero…Sargento. Las instrucciones del coronel.
El sargento entró de inmediato, depositando el informe sobre el escritorio.
-Deberá encabezar una misión de reconocimiento hasta llegar a la demarcación reciente de las líneas serbias. Existe al costado de la ruta principal una fábrica de piezas industriales que últimamente fue bombardeada. Hay emanaciones debido a la densidad del plomo. Los gases son letales, entonces les daremos equipos correspondientes. Sospechamos las pretensiones enemigas por hacerla estallar, en realidad volar toda la fábrica y afectar treinta kilómetros a la redonda con esa pudrición. Morirían no menos de tres mil personas. El objetivo es informar la cantidad de efectivos que se aprestan en los alrededores.
-Entendido, señor.
-Partirá con veinte hombres. Calculamos la posición enemiga a poca distancia de la fábrica. El escape de gases tóxicos es mínimo. Tal vez los serbios sean rápidos y estén adentro cuando ustedes lleguen. Permanecerán alertas. Prepárese. Saldrá en tres horas para su destino. Sargento, acompañe al coronel hasta la tienda de campaña.
Roberto se vistió a regañadientes, diciendo malas palabras. Extrañaba la libertad perezosa, ir al cuartel cuando quisiera. Abrochándose los borceguíes, advirtió la falta de la maleta que llevaba consigo.
-¡Sargento!
-Ordene, mi coronel.
-¡Mi maletín! ¿Dónde está?
-Iba a llevarlo pa…
-¡No, déjelo!
El sargento lo evaluaba, sin entender que ocurría a espaldas de semejante actitud. Roberto al darse cuenta, aunque preocupado, consiguió serenarse.
-Está bien, sargento. Es que la valija –comenzando a sonreír- es muy importante… ¿Fuma?
-Sí, señor…Muchas gracias.
-Es que…me duele mucho la cabeza.
-¿Quiere un analgésico?
-No. Vaya nomás.
Comenzó a buscar temperamentalmente la tira. Revoleó la maleta furioso, pues los ácidos faltaban. Se volvió loco revolviendo, golpeando. Le quitaron el suministro que necesitaba para reunirse con sus propios deseos de negar la objetividad, intentar realizar un trueque dándole brillo a los opacos recintos. Rogaba volver atrás y ponerse la tira en el bolsillo, las medias…
-Coronel. Lo aguarda la partida.
Encontró a sus subalternos en el medio de las tiendas, rodeándolo como caravanas atacadas con los indios que veía con la abuela. Hacía frío.
-Tome, coronel. Mate cocido calentito.
-Gracias.
Bebió pausado, hasta el fondo. Intuyó la mirada del sargento quien lo examinaba con asombro asir la taza. No podía hablarle, pero le dijo tanto…
La partida se produjo a horario. Marcharon al margen de la carretera. Ya divisaban la fábrica transcurrida la primera hora. Encendió un cigarrillo y contempló la ruta, llena de autos quemados, cartones. Atardecía. Hubo una explosión que lo despertó del profundo mundanal pensativo.
-¡Corran! ¡Cúbranse todos como puedan!
Los disparos venían de todas partes. Cayó una bomba y volaron algunos cuerpos por el aire. Ráfagas surcaron los aires. Las ametralladoras carecían de piedad. Roberto alcanzó a cubrirse junto al sargento y cinco soldados, uno de los cuales sucumbió, manchando al coronel con materia encefálica. El grupo permanecía histérico, agazapado en la barraquilla rutera. Lograron conseguir los equipos y se dirigían en dirección a la fábrica, pensando resguardarse.
-¿De dónde salieron éstos hijos de re-mil putas?
-¿Cómo supieron nuestra posición? –interrumpió el sargento asustado.
-¿Está herido, señor? –señaló uno de los soldados a Roberto, confundiéndose debido a la sangre impropia que le manchaba la fajina.
-Estoy mareado, muy mareado….No sé porque, pe…
-Vámonos, señor. Vienen para acá.
Las patrullas serbias los detectaron, persiguiéndolos fuertemente armados. El sargento lo agarró del hombro, llegando a duras penas a la fábrica. Los argentinos entraron por la ventana, poniéndose previamente las máscaras antigás. Roberto, de forma deliberada, lanzó gritos de estupor.
-¡Mirá, sargento! ¿Ves los dragoncitos bebés allá arriba?
El sargento se miró con otro soldado.
-¡En el estanque, pedazo de boludo! ¿Te das cuenta de que van a hacernos mierda?
-Sí, señor…Escondámonos enseguida.
-¡Por ahí no, sino nos agarran las plantas carnívoras! ¡Allá, pelotudos, allá!...
En ese preciso segundillo sonó un disparo que pegó en el pecho del soldado Ibarra. Quedó sentado con los brazos abiertos. Roberto observó cómo se abría la tapa de la usina y un horrible monstruo deforme lo devoraba de la cabeza a los pies.
-¡¡¡Ahhhh!!!
-Señor, rajemos. No se saque la máscara, vámonos.
Para el mayor estremecimiento del rostro de Roberto, observó a otros tres soldados luchando por librarse de las fauces de la máquina trituradora que los degollaba uno por uno, sirviendo de almuerzo a seis vinchucas voraces.
-¡Salgan de aquí! –continuó gritando Roberto. En Yugoslavia hace frío, ¿entendieron? ¿Qué se creen?...Estamos en Yu-gos-la-via…No en Santa Fe.
Le dispararon al sargento en la rodilla y en el momento que se arrastraba, presa del dolor, Roberto alcanzó a manotear su fusil semiagachado, la figura patética de ojos vidriosos, rojos y desencajados, bajo el cristal de una gomosa máscara antigás que se iba perdiendo de vista hacia arriba, donde afloraba el casco verde con la escarapela celeste y blanca en el centro. Al volver la vista hacia las máquinas, advirtió dos águilas descendiendo a gran velocidad para atacarlo. Les disparó.
-¡Ahí tienen, hijas de puta!
Las despellejó en el suelo en medio de un mar sangriento, aunque no advirtió que al avanzar sólo dejaba tras de sí algunos trapos rociados de combustible.
-¡Conmigo no jode nadie, entienden! ¡Oíste, gordo forro!, ¡vos tampoco!
Sin terminar de gritar, fue atrapado con fuerza por una repugnante masa uniforme que cambiaba a cada instante de forma.
-¡Soltáme, guacha!
El extraño cuerpo viscoso tomó las facciones de su mujer. Roberto comenzó a reírse a carcajadas.
-¿Así que querés vengarte, cornuda?
Alcanzó a tomar el sable bayoneta para hundirlo en la masillosa superficie algodonada. Luego le pareció ver aparecer al gordo y a su amigo, naciendo pegados como una escultura a medio concluir bañada de líquido amniótico. Pensó que el compañero del gordo le guiñaba el ojo a modo de complicidad.
-¡Qué me vendieron, putos! ¡Con ustedes quiero hablar!
-Zafiro, zafiro zsa-zsa-zsa. Zsa de zafiroos, sss.
-¡Zafiro las pelotas! ¡Súbanse a un triciclo! –contestó Roberto, mientras sintió que la mano se le aflojaba y perdía el sable bayoneta en el tumulto.
-Triciclos para Clorinda, triciclos llenos de flores, tritrí.
-A ver si paran de joder y no apreten tanto que me duele, me duele mucho…
-Me duele mucho la cabeza…Eso pasa…Mi cabeza, con “c” de cama…
-¡Paren de joderme, boludos!
-¡Asa, asa, la sarda anda engranada! Fernández…Esperesé…
-¡No canten más, lárguenme!
-Jugo de tomate, en las venas deberás tener… Besáme, besáme, besáme… Besáme y da la vuelta. Asesino…
-¡Basta, la puta madre que los parió!
-¡Tu mujer te demanda!
-¡Tomatelás, forro!
-Ella te espera en el roperito y zsa-zsá-zsa… ¿Sabés luego, no? Bunchi-capunchi sorborieli presto, bien temprano. Zsacapumba, la bailarina.
-¡¡¡No!!!
Roberto perdió la conciencia.
Desde el piso de arriba, un ayudante de enfermería alzó a Roberto de los brazos, poniéndolo frente al murallón, sobre una camilla. Le dieron una inyección, reaccionó y se durmió a los gritos, echando culpas al sargento por el maletín.
Cuando lo dieron de baja, llegó a la casa con rastros de haber llorado por mucho tiempo. Al entrar la encontró limpia, ordenada. Tuvo ganas de mudarse de ropa.
Abrió el ropero y se sorprendió. La esposa, disfrazada de cimbalina, le apuntó con una nueve milímetros.
-Bienvenido, pedazo de mierda.
Los vecinos afirman haber oído el violento estruendo que le perforó la frente.
JADEOS Y CENIZAS
Sinópsis sobre el microrrelato
por CARLOS ALBERTO AGUDELO ARCILA
Los cuentos son historia, mito, ficción y como tal existen para ser leídos durante cierto tiempo, ya sea a través de una página o en volúmenes extensos. En este género tradicional acaecen diversas ramificaciones, las cuales por su contenido, por el punto marginado en el espacio, por el destino en que intervienen sus personajes, por el tiempo paralelo a la realidad, por su misión incierta, por su infraestructura, por su matiz, por su explosiva coexistencia van teniendo nombre muy personal, al grado de parecer distantes unas de otras, hasta vérsele como si fuese un nuevo arquetipo de la narración nutrido de cánones propios. Especie de auto revitalización, ramas de aparente inconexión al encarnar su esencia genuina en supuesta nueva bibliografía. Hablo de una heterogénea perspectiva del cuento, como si esta supuesta dilatación fuese una ficción más, sin serlo.
Entre estas subdivisiones existe el cuento corto o también llamado minicuento, relato corto, cuasi cuentos, hiperbreves, microficciones, cuentos mínimos, relatos bonsái, textículos, relatos pigmeos, relatos vertiginosos (Lo utilizó Lauro Zavala como título de uno de sus libros), ficciones súbitas, cuentos alígeros, cuento fantástico y muchos otros nombres de hermoso relieve, dados según el gusto de sus estudiosos, quienes son artífices de una historiografía subjetiva del arte de escribir narraciones breves. Cabe anotar que a esta literatura vanguardista tratan de abatirla con críticas destructivas, mal intencionadas con una mofa hiriente hacia el “prosista” del cuento breve. Se sindica a estos audaces de la brevedad de ser incapaces de ejercer la imaginación al circunscribir la palabra en contadas líneas, de pereza mental. Los anteriores sarcasmos se rebaten con el pronunciamiento de Julio Cortázar, uno de los mayores exponentes de la teoría del cuento, maestro del mismo, cuando “comparaba al cuento con una esfera; es algo, decía, que tiene un ciclo perfecto e implacable; algo que empieza y termina satisfactoriamente como la esfera en que ninguna molécula puede estar fuera de sus límites precisos”. Esta reflexión es aplicable en la minificción en relación al cuento extenso, en el haiku-poesía de 17 sílabas- respecto al poema largo, el aforismo en proporción al ensayo, etc. En conclusión, un cuento no tiene valor de cuento por el solo hecho de ser narrado en episodios inacabables, aburridos, inconsistentes, merecedores de ser lanzados al olvido. En este caso, el auténtico cuento es indiscutible, penetra, recrea, desentraña, se afirma en el vértigo o se mimetiza de cualquier circunstancia. De forma categórica el cuento debe cumplir con la premisa de ser cuento, así de sencillo, de narrar y dejarnos con el asombro a cuestas, no importa si se blinda de extensión o brevedad. Es absurdo y deplorable observar cómo el desdén, contra tan extraordinaria escritura, promueve la no lectura del microrrelato.
Brevísima muestra del microrrelato
De Ana María Shua
Cisnes en el lago
Diez cisnes llegan al lago. Despojándose de sus emplumadas vestiduras, se transforman en diez jóvenes doncellas desnudas. Un atrevido mancebo roba uno de los alados trajes. Al salir del lago, la primera de las jóvenes doncellas descubre que su disfraz de cisne ha desaparecido. Sin embargo, cuando la segunda doncella sale del lago, insiste en que el traje faltante es el suyo, y no el de su hermana. La tercera doncella sale del lago y clama por su alado ropaje, negándose a ponerse cualquier otro. La cuarta doncella afirma que las vestiduras presentes pertenecen a sus hermanas y que es únicamente el suyo el traje robado. Diez vociferantes doncellas desnudas se indignan a las orillas del lago. El atrevido mancebo trata de huir, pero ya es tarde.
De Franz Kafka
La verdad sobre Sancho Panza
Sancho Panza, que por lo demás nunca se jactó de ello, logró, con el correr de los años, mediante la composición de una cantidad de novelas de caballería y de bandoleros, en horas del atardecer y de la noche, apartar a tal punto de sí a su demonio, al que luego dio el nombre de Don Quijote, que éste se lanzó irrefrenablemente a las más locas aventuras, las cuales empero, por falta de un objeto predeterminado, y que precisamente hubiese debido ser Sancho Panza, no hicieron daño a nadie.
Sancho Panza, hombre libre, siguió impasible, quizás en razón de un cierto sentido de la responsabilidad, a Don Quijote en sus andanzas, alcanzando con ello un grande y útil esparcimiento hasta su fin.
De Julio Cortázar
Amor 77
Y después de hacer todo lo que hacen se levantan, se bañan, se entalcan, se perfuman, se visten, y así progresivamente van volviendo a ser lo que no son.
De Luis Mateo Díez
La carta
Todas las mañanas llego a la oficina, me siento, enciendo la lámpara, abro el portafolio y, antes de comenzar la tarea diaria, escribo una línea en la larga carta donde, desde hace catorce años, explico minuciosamente las razones de mi suicidio.
De Saúl Yurkievich
En una oscura cuchillería
En una oscura cuchillería de la calle Ayacucho, pregunté cuánto costaban unas tijeras para cortar angustia.
-Cuatro arañas de la paja de banana – dijo el armero.
Me parecen caras. Sigo con la angustia.
De Umberto Senegal
Otro árbol
– Papá, quiero ser estatua cuando esté grande –dijo el niño a su padre, señalando en el parque el alto monumento del prócer.
– ¿Para qué? –preguntó este, sin tomar en serio la inquietud del niño.
– Quiero que se me llenen de aves la cabeza y los brazos.
Sobre la estatua había varias palomas.
Una semana más tarde, el hombre condujo a su hijo hasta el bosque y lo acercó, en su silla de ruedas, al más frondoso de los árboles, una ceiba bicentenaria habitada por decenas de aves.
– ¿No te gustaría, mejor, ser un árbol?
– ¿Puedo, papá?
– ¡Claro que puedes, hijo!
El hombre regresó a la ciudad con la silla de ruedas vacía.
De Carlos Alberto Agudelo Arcila
Engáñate
– Cuando te sueño, vives.
– Pero si estoy viva, aún en tu vigilia.
– No, anoche te maté en mis sueños.
– Seguro que estoy viva: me palpo, te palpo.
– Está bien, engáñate.
Al terminar el diálogo, ella se esfumó entre el aroma que exhalaban las flores del jarrón, mientras él sonriente, se deshizo en una sombra por la rendija que le condujo al mundo donde pertenecía.
La anterior sinopsis no pretende ser un estudio profundo del minicuento. Existen especialistas de esta materia los cuales tienen años de disertaciones, de reflexión indiscutible, de elementos de juicio concluyentes, a quienes debo respeto y admiración. Para mí, la literatura es lúdica, juego con la noche, con el aire, con la manzana, con la palabra, alucino y escribo el agua, bebo la escritura, en fin, solo invito a leer cuentos cortos en tiempos cortos, para entrar a recrear nuestros sentidos después de la hora exacta de un siglo cualquiera…
(Publicado originalmente en arrierias.com)
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