top of page
Arcón Cultural

Ignorancia y obsecuencia de los que no quieren ver

Actualizado: 19 sept 2020


Escribe: CARLOS ALBERTO RICCHETTI*

Invité a casa, como otras tantas veces, a Jhon Jairo Salinas, uno de los mejores y más grandes amigos que supe conseguir en Colombia.

A pesar de su inconmensurable lucidez política, de una extraordinaria cualidad que en este querido país se suele describir con el apodo de "berraquera", tuve un pequeño desencuentro con él. No se trató de un aspecto de mi personalidad algo volátil; sencillamente me dio bronca, la manera propia de los argentinos para describir cuando sentimos ira por distintas cuestiones.

Jhon Jairo es un dirigente político, social, de derechos humanos. Me hice su "parcero", acompañándolo en su faena militante, desde el humilde puesto de jefe de medios del Polo Democrático Alternativo en Calarcá, departamento del Quindío.

Primero me sentí en la obligación. Después fue naciendo la amistad. Quiso el destino que compartamos momentos buenos y de los otros. Aunque hermético, me obsequió con interesantes aspectos de una vida plagada de alternativas anecdóticas.

A tal efecto, apenas rescataré la procedencia humilde del joven cuadro de la vereda "La Bella"; las dotes oratorias adquiridas en diferentes tribunas locales, donde se codeó con la notoriedad.

Pero entre todas sus cualidades, quiero destacar la lealtad, traducida en el para mÍ siempre curioso sentido de pertenencia ciega al Partido Comunista de Colombia, que suficientes disgustos le dio y cuya ideología no comparto al pie de la letra, pese a enorgullecerme cuando me llama "camarada". Pero hoy, me disgusté.

Lo sorprendí reenviando un correo electrónico. Jhon Jairo, tal es su idealismo, empuje y cáustica vocación docente, se empeñaba en hacerle entender a un auto caratulado "comunicador social" pueblerino, la veracidad sobre los antecedentes criminales comprobados del ex presidente Uribe.

Debajo de la nueva respuesta florida de mi amigo, el hombre se quejaba de tal manera, que obviando las faltas ortográficas de origen, su misiva de medio renglón se hubiera resumido de la siguiente manera: "¡Eh, Salinas! ¿Cómo la izquierda puede caer tan bajo, dándole importancia a estas tonterías? Para escribirme estos mensajes, absténgase de hacerlo. Saludos".

Molesto, tras entender las típicas argumentaciones de uno de los tantos intelectuales que muy a su pesar, en el fondo del alma, le causa pereza cualquier cavilación digna, le sugerí no recoger el guante. "Se trata de un pez grande, dentro de una diminuta pecera", argumenté.

No me hizo caso. Se negó a aceptar razones y gastando pólvora en gallinazos, como suelen incurrir ciertos prohombres a largo de la historia universal, le envió, como bien suele hacerlo, uno de sus clásicos e ilustrativos mensajes, extenso como las cartas de despedida de María Antonieta, antes de ascender al patíbulo.

No me comprendió; a lo mejor no pude hacerme interpretar. La mezcla de cólera e impotencia, me mantenía inasequible.

Recordé pasadas charlas con Jhon Jairo; de cuando fue detenido y torturado por la policía vallecaucana en Palmira, de cómo fue testigo en esa oportunidad, del sufrimiento y el crimen de una de las dos compañeras capturadas junto a él.

Me salía de la vaina. Tracé un paralelo imaginario: Mientras era adolescente en Buenos Aires, Argentina, deprimiéndome por hechos sin mayor relevancia, aunque importantes para mí, jugaba al filósofo y le restaba valor a la existencia de puro mentecato, en Colombia, las cosas iban pesadas en serio.

Me sobrevino la imagen de ese hombre nunca visto, perteneciente a un grupo paramilitar no identificado. Emergía del automóvil oscuro que el conductor parqueó a escasos metros de la acera, a mitad de cuadra de la realidad y el umbral de la conciencia. Luego de proferir insultos a través de gritos entrecortados, le disparó al cartel propagandístico de Bernardo Jaramillo, candidato a la presidencia por la vieja Unión Patriótica.

Mi amigo, veintitrés días menor que yo, lo había pegado hacia pocos instantes, sobre una de las tantas paredes. Me pregunté si hubiera sido capaz de crecer de golpe, con miedo. Bronca, bronca, más bronca.

De lado quedaron los devaneos ideológicos. Traté de hallar la calma, sin dejar de decir a mis adentros, incrédulo: "¿Para qué?" Años antes de la llegada de Juan Manuel Santos Calderón a la Casa de Nariño, me gustaba decir que en algún momento, al ex primer mandatario de Colombia iban a hallarlo con las manos en la masa, transportando cocaína en el avión presidencial; después, él, con gesto de solemne indignación, describiría el hallazgo como harina para hacer arepas blancas -por lógica, comprada en el exterior para abaratar costos- y todo el mundo le creería, sonriendo dichoso. Pero estaba equivocado.

Tiempo atrás lo descubrieron. Lo sabían; hicieron la vista gorda. Ya se habían percatado cuando ni siquiera era director de aviación civil y despachaba las avionetas de Pablito Escobar a Estados Unidos.

Tampoco en sus tiempos de gobernador de Antioquia o senador neoliberal. Sabían todo, pero convenía dejarlo actuar. Por ello lo convirtieron en el presidente de los colombianos no una, sino dos veces y casi una tercera, aunque para aquellas circunstancias, todo estuviera suficientemente claro para evitar toda "confusión".

Ésta y varias amargas desilusiones, me hicieron repensar las bondades del ímpetu "revelador" de mi buen amigo Jhon Jairo; su despliegue afanoso, desmesurado; inocente al punto de quedar en evidencia; de quitarse las ganas discutiendo, descargándose; de creer de sobra los numerosos motivos que nadie desea admitir u omite, víctima de la obsecuencia alevosa, de la ignorancia suprema; de narrar pormenores de la teoría del materialismo dialéctico; de apelar a las plegarias, abriendo las llaves de la evidencia, como único corolario para el convencimiento, a expensas del arte del poder de la persuasión.

Porque en Colombia, donde por cada pensador nacen cientos de personas destinadas a padecer un lavado cerebral crónico, escandaloso, excesivo, da la impresión de que a nadie le resultan simpáticas las verdades. Ni hablar si son sagradas...

Como decía, quise, busqué, intenté, traté de no entusiasmarme siquiera augurando. Fracasé.

Por eso admiro a Jhon Jairo, al individuo pertinaz del interior suyo, al político de la verba fecunda; al ateo, preocupado por un mundo donde la mayoría "creyente" ni se inmuta; al portador de la palabra, que no por ser a veces violenta y llena de exageraciones, deja de dar muestras de un amor incondicional hacia sus semejantes.

Si por mí fuera, a seres humanos de esta especie en extinción, les perdonaría todo; hasta el pecadillo de "pontificar acerca de lo humano y lo divino", como cierta vez se mencionó de él, al verlo hacer correr la voz sobre la deshilachada mesa de cafeterías baratas, fachadas de las tabernas culturales; cualquier monte ambivalente, en el cual puedan tomarse apuntes de la barbarie silenciada.

Carga, arrastra, como un celoso partenaire, el infierno de ser de izquierda; en el yunque de sus sienes, laten los martillazos de la verdad palpable, cotidiana, a sabiendas del destino que puede depararle el coraje de narrar la realidad, percibiendo el siniestro aleteo de águilas negras, en pos de sus vestigios por las enlodadas sendas.

En ese instante, nada de lo que pensara bueno de Jhon Jairo me importó.

Discutí, lo increpé, gritándole en la cara: "Avíspese, compañero. ¿Por qué confrontar y no ser más oportunistas, decir menos cuanto sentimos, dejar las puertas abiertas, sentando las bases de un eventual acuerdo programático?"

Es necesario conciliar, unificar criterios para alcanzar futuros proyectos políticos. Llegar al entendimiento, para avanzar, salir de la retórica, a veces hasta "tragándonos el sapo" de dialogar con simpatizantes del régimen carnicero.

Hay que bajar los decibeles. Sálgase de la utopía. ¡No se puede ser tan frontal! Todavía que nos satanizan, amenazan, ofenden, irrespetan a la minoría o a cuantos no piensan como ellos, ridiculizándonos; ¿usted quiere que vengan a matarnos, por las dudas si somos guerrilleros?".

Jhon Jairo arqueó las cejas. Se quedó callado. Prendió el último cigarrillo "Derby" de un paquete corrugado de diez.

La otra parte de mí, aquella que aprendió a regañadientes la conveniencia de bajar el tono, ser cordial, serenar los ánimos, de impedir el estallido de las pasiones en materia de política y por consiguiente, la prolongación del desangramiento de la Colombia de todas las horas, renegó de lo expuesto en secreto.


Y desde las inhóspitas profundidades del corazón, con cariño, lo justifico a través de una huidiza mueca de satisfacción.


El humo grisáceo, sobrevolando las cercanías de la pantalla de la computadora, dibujó una parábola, previa a su desaparición definitiva.

Volví a pensar en los colombianos, su facilidad innata de ser persuadidos, netamente superior a la de darse cuenta de lo ruin.


*Nació a los siete días del mes de octubre de mil novecientos sesenta y nueve en la ciudad de Buenos Aires, capital de la República Argentina. Desde temprana edad sintió una profunda vocación por la literatura y el dibujo, destacándose en ambos. En 1979, cuando apenas contaba con nueve años de edad, ya escribía sus primeras redacciones dedicadas a sus compañeros del cuarto grado de la escuela primaria. Tres años después, al concluir la Guerra de las islas Malvinas (1982), una redacción suya en homenaje al Gral. Don José Francisco de San Martín se convierte en la mejor de la Escuela Evaristo J. Badía, donde se gradúa.

Con el transcurso del tiempo, a pesar de tener condiciones, va dejando lentamente el dibujo para avocarse más hacia la literatura y se despierta en él un incipiente interés por la música. Su dedicación al arte dilatan un tanto la continuidad de sus estudios, pero en dicho período es cuando su obra va incrementándose. Escribe numerosos compilados de poemas que dedica alegremente a novias, amigos y amigas, según algunos, con una “facilidad casi instantánea”.

Cursa en la Escuela de Periodismo de los Dos Congresos, teniendo como profesores a los renombrados periodistas Alicia Barrios, Horacio Viola, Mario Caputo, Tabaré Arias, y María Laura Anselmi, entre otros calificados profesionales.

Con el título obtenido de Periodista Integral (1995), comienza a desempeñarse en distintos medios radiales y gráficos. Trabaja en el diario “La Nueva 5ta.”, dirigido por Lázaro Ottonello y en FM. Antena 2, por ese entonces propiedad del periodista y actor Baby Etchecopar, como conductor de “Madura el Knock- Out”, un breve pero exitoso ciclo humorístico de actualidad que las dificultades en la economía Argentina impidieron se afianzamiento definitivamente.

Tras una participación en el programa “La Tarde de Mitre” en la renombrada emisora del mismo nombre, ingresa en calidad de humorista en el noticiero radial “El Electrón”, conducido por el periodista Glenn Miller que se transmitía por FM. Fénix, una extinta emisora de la localidad de Martínez, en la zona norte de la provincia de Buenos Aires.

Al volver a formar una nueva versión de Gólgota, más volcada al metal argentino, abandona de forma transitoria el periodismo para dedicarse de lleno grupo, cantando y componiendo las letras de lo que sería su primera producción independiente, “Monte de las Calaveras” (1997). La música le permitió conocer o vincularse con personajes de la talla de Gustavo Bazterrica (La Máquina de Hacer Pájaros, Los Abuelos de la Nada), Osvaldo Civile (V8, Horcas), Javier Martínez (Manal), Olaff Mangialavore (El Dragón), Juan Carlos Chiapín (Búfalo, Hechizo, Sueño Púrpura, Viento Divino), los integrantes del grupo Rosa Mística, Jorge Pinchevsky (Billy Bond) y Lorenzo Sandoval (miembro original de Los Playeros, trío acompañante del bolerista Rosamel Araya y cesionista de guitarra del cantante Pepito Perez), por citar algunos nombres conocidos.

Hacia comienzos de 2001, ya sin el grupo de música, ingresa en el periódico Alcaldía Norte, que dirige el concejal (m.c.), Raúl Padró (Movimiento Nacional Justicialista), en carácter de subdirector.

Al año siguiente, recibe una mención de honor durante el VIIº Concurso Capitalino y Provincial de Poesía y Cuento Urbano y Suburbano 2002, organizado por Ediciones Baobab y auspiciado por la Subsecretaría de Cultura de la Provincia de Buenos Aires y declarado

de interés provincial por la Dirección General de Cultura y Educación de la República Argentina. Sus poemas “Hombre Medieval”, “La Celeste Inmensidad”, “Una Mujer Alucinante” y “Sonidos del Corazón”, en virtud del evento, pasan a formar parte de la 7º Antología de Poetas Urbanos y Suburbanos, publicada tanto en la ciudad como en la provincia de Buenos Aires.

En 2002 conoce en Buenos Aires a quien sería su esposa, viajando a Colombia el 24 de diciembre de 2003, donde se radica, intercalando su estadía con esporádicos viajes a su tierra natal. Se casa a comienzos de 2004 y comienza una búsqueda de trabajo que lo llevará a montar varios proyectos propios con suerte dispar.

Hacia 2006, es convocado y se lo nombra jefe de medios de una campaña política en el municipio de de Calarcá (departamento del Quindío), permitiendole también conocer a las distintas personalidades relevantes de otros partidos políticos.

En los últimos días de campaña, conoce al acordeonista Libaniel Marulanda Velázquez y este, a raíz de un episodio fortuito, descubre la capacidad de Carlos para interpretar tangos, contratándolo de inmediato para actuar el 24 de noviembre en el espectáculo tanguero "Calarcá en el Corazón" y lo invita a formar parte de su conjunto estable: "Los Muchachos de Antes", donde intercala el escenario con figuras de la escena local e internacional como Álvaro León, Ana Patricia Collazos, el bajista Jairez y el desaparecido cantante argentino Roberto Lamas. Si bien nunca se termina por desvincular de Calarcá una vez concluida la campaña, tampoco lo hace con el tango, que también representa para él una salida laboral.

Con una situación económica más holgada y resuelta, por intermedio de un conocido en común, conoce al maestro Jaime Duque López, acompañante de Pepe Aguirre, Armando Moreno, El Caballero Gaucho y Raphael, por citar algunas figuras de renombre, formando el grupo "La Gran Orquesta Típica de Sebastián y Los Muchachos del Cantón", al que luego se agrega ocasionalmente Carlos Alberto "Tito" Moreno en el bajo y hacia mediados de 2.010, el pianista Serafín Nieto León.

Con el tiempo, traba contacto con los artistas locales "Don Tango", "Candelo", Alberto Giraldo, el prestigioso acordeonista Alberto Laverde y a su hijo Juan Diego, tenor, conocido como "La Voz Mayor de Colombia", de quien en forma paulatina también se hace amigo.

Por azar, en una de sus actuaciones musicales al interior de una sede política, donde funcionaba un centro de adultos mayores, conoce a la secretaria del mismo, quien termina por vincularlo de manera definitiva. Tras un corto período, se separan de la dirección principal para constituir el suyo propio.

El "Club Nuestros Queridos Abuelitos", nombre con el que sale a la luz la entidad, el 9 de julio de 2.010, se transformará luego en fundación por sugerencia de Jhon Jairo Salinas, el 22 de noviembre de ese año.

Durante todo el año 2.010, enseñó computación en lo referente al manejo de programas como Draw, Power Point, Word, Internet y su especialidad: Audio y Video, en el Centro Tecnológico Arquitectónico, donde por la calidad de su ejercicio docente, el centro de enseñanza decidió renovarle el contrato, destinándole una nueva cátedra, en provecho de sus altos conocimientos en materia de ciencias sociales: Historia de la Comunicación. Sus recientes conocimientos adquiridos en materia de marketing político, asociados a su formación, lo llevan a asesorar a varios aspirantes a distintos cargos

A mediados del 2013, graba su primer disco solista, “Tango Argentino”, con el acompañamiento musical del prestigioso pianista Carlos Edward Ríos Sánchez, haciendo un registro visual de la confección general del mismo.

Tras ser invitado a presentarse en La Virginia, Risaralda, una semana después, el 8 de diciembre de 2013, fallece su progenitor, motivo que lo lleva a trasladarse a su país natal donde permanecerá durante un lapso de cuarenta días, acompañando a la familia en ese momento de profundo pesar.

Una vez en Buenos Aires, consolida una sólida amistad con el actor, director y productor de cine, Mariano González, haciendo parte del staff actoral de su película inédita de terror “Shembo, EL Esclavo del Mal” donde se vincula con importantes figuras del cine, la televisión, del espectáculo y el deporte argentino.

Aunque comienza a laborar brevemente en el Diario del Otún, renuncia para concentrarse en la creación de un medio virtual independiente, donde prime la pluralidad más allá de lo ideológico para dar cabida a todas las opiniones. Decide llamarlo “Diario El Politicón de Risaralda”, el cual después de numerosas idas y venidas ve la luz por primera vez de manera oficial el 2 de abril de 2014.

Así, logra capturar con el tiempo la preferencia de los referentes políticos del departamento, junto a la de los amantes de la actividad política en general, al recrear una forma de periodismo diferente donde se alternan la cultura, el arte, la opinión, el deporte y la suma del quehacer municipal, regional y nacional.

A su vez, trabaja en calidad de bibliotecario en la Institución Educativa “Manuel Elkin Patarroyo” durante seis meses.

Para 2015, el actor y director teatral, Alonso Marulanda Álvarez, lo invita a hacer parte de la Asociación Teatral “Blanco y Negro”, donde alterna la actuación con la promoción del colectivo en el área de prensa. Durante el “Cuarto Encuentro de Directores de Puesta en Escena”, realizado los primeros días de octubre de 2015, modera casi la totalidad del evento, siendo uno de los autores y el diseñador de la compilación del evento.

Durante el verano, conoce por accidente al periodista deportivo, Rubén Darío Llano Londoño, que lo convoca a hacer parte del staff de su creación radial, “Escenario Deportivo”, siendo su mentor e introductor en esa compleja especialidad de la comunicación, abriéndole a la vez las puertas de entrada a AM 1520 “Antena de los Andes”, emisora donde durante casi un año más se vinculara también al programa de información general “Hablando de Todo un Poco”, moderado por el reconocido locutor e ingeniero de sonido, Armando Serna Suárez.

En 2019 publica su poemario “Mujer de Cal”, el cual presente en la sede del Servicio Nacional de Aprendizaje de Pereira hacia fines de ese año, aunque todavía la mayor parte de su obra, constituida por cuentos, novelas, redacciones, artículos periodísticos y crónicas permanecen todavía inéditas.

En la actualidad, complementa sus múltiples ocupaciones, entregado a sus escritos y actividades periodistas. Junto a elpoliticon.com, desde febrero de 2020 es editor del suplemento cultural Magazín Cultural, escribiendo para otros medios virtuales como El Imparcial o Noticia 5 de Bogotá, mientras continúa participando de recitales o presentaciones ante numerosos públicos seguidores de la "música de Buenos Aires".

14 visualizaciones0 comentarios

Entradas recientes

Ver todo

Comments


bottom of page