Scarlett Johanson se estrena como directora
- Arcón Cultural
- 27 may
- 2 Min. de lectura

A veces las películas no dan respuestas, sino que se sostienen con delicadeza en las preguntas. Eso es lo que ocurre con Eleanor the Great, el debut como directora de Scarlett Johansson, una cinta que oscila entre la fábula sobre la soledad en la vejez y una mirada honesta sobre el valor de la amistad cuando ya no queda mucho por perder.
Eleanor, con 94 años a cuestas, tiene la energía y la terquedad de alguien que siempre ha hecho lo que ha querido. Pero ahora, tras la muerte de su mejor amiga —quizás la única persona que realmente la comprendía—, comienza a sentir el peso del vacío. En medio de su tristeza, y casi sin darse cuenta, empieza a construir una serie de mentiras para no sentirse tan sola. Esa red de engaños la lleva a conectar con Nina, una joven periodista de 19 años que ve en ella una historia digna de ser contada.
Lo que comienza como una farsa se convierte poco a poco en una relación real, donde dos generaciones se encuentran desde lugares distintos, pero con una necesidad común: ser escuchadas.
La película tiene un tono cálido, incluso cuando trata temas duros. Eleanor es una mujer difícil, llena de ironía y obstinación, pero también es frágil. Johansson dirige con afecto, cuidando que cada acción de su protagonista, por más cuestionable que sea, tenga sentido desde lo emocional. La música subraya estos momentos con cierta insistencia —a veces un poco cursi—, pero lo hace desde la sinceridad.
June Squibb, la veterana actriz que da vida a Eleanor, logra un equilibrio entre el humor, la ternura y la vulnerabilidad. A pesar de los altibajos del guion, su interpretación mantiene el alma de la película. El resto del reparto, donde aparecen nombres como Erin Kellyman y Chiwetel Ejiofor, queda en segundo plano, pero nunca desentona.

Aunque Eleanor the Great no tiene la perfección técnica de una gran producción, sí tiene algo mucho más difícil de conseguir: una voz auténtica. Hay algo profundamente humano en esta historia, en su forma de mirar a los personajes sin juzgarlos, de mostrar la vejez sin dramatismos, pero también sin idealizarla.
Johansson se acerca con respeto a la comunidad judía neoyorquina, retratando un mundo lleno de rituales, afectos y vínculos que se sostienen incluso en el silencio. Lo hace sin estridencias, con una cámara que observa más que interviene.
Esta no es una historia de grandes gestos, sino de pequeños momentos que duelen o acarician. Eleanor the Great nos invita a pensar en el lugar que ocupan las personas mayores en nuestras vidas y en qué pasa cuando alguien, por fin, decide prestarle atención a sus palabras.
En tiempos donde todo va rápido y las historias parecen descartables, esta película se atreve a quedarse un rato más. A mirar con ternura a quienes suelen ser ignorados. A preguntar de verdad: “¿cómo estás?”
Fuente: ARCÓN CULTURAL
Comentarios