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Sobre las Escuelas Populares de Arte


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Quiero comenzar este texto compartiéndoles una experiencia personal.En los últimos cuatro años, después de haber estado alejado un buen tiempo de las aulas, he vuelto a recorrer los municipios. He caminado sus calles, visitado sus escuelas, y me he reencontrado con espacios de gran belleza y sensibilidad: casas de la cultura, bibliotecas, parques, escenarios que, más que estructuras físicas, son territorios simbólicos de encuentro, creación y crecimiento.


En esos recorridos, he constatado algo que muchos de ustedes seguramente ya saben: las Escuelas Populares de Arte que existen en nuestro país son una de las respuestas más valiosas frente a la problemática social que vivimos.


En ellas, niños, jóvenes y adultos encuentran algo más que clases: encuentran un lugar para expresarse, para crear, para imaginar… y para construir ciudadanía.


Como lo indicaba el gran pedagogo brasileño Paulo Freire: “La educación no cambia el mundo. Cambia a las personas que van a cambiar el mundo.”


Y yo agregaría: el arte, como forma de educación, transforma la mirada, el alma y la posibilidad de imaginar un futuro distinto.


En Risaralda, tenemos un ejemplo notable: la Escuela Popular de Arte – EPA, que se ha consolidado como una plataforma de formación, inclusión y transformación social.Con equipos profesionales de gran calidad en danza, teatro, música, artes visuales, literatura, circo y más, la EPA ha demostrado que el arte no es lujo ni adorno, sino una necesidad vital.


Desde la Dirección de Cultura Departamental, este faro encendido —conformado por los líderes de cada área, el coordinador de la EPA, doctor Giovanni Calvo, y el director departamental de cultura, doctor Andrés García— ha trazado una hoja de ruta clara: un horizonte posible que, sin pausa, pero sin prisa, se fortalecerá cuando esta estructura se convierta en Secretaría Departamental de Cultura.


Lo señalaba el pensador colombiano Gabriel Restrepo: “El arte no es solo adorno de la educación, es su médula poética, su posibilidad de despertar lo más profundo del ser.” Y eso es lo que hemos visto en esta escuela: un ejercicio poético de transformación pedagógica y humana, porque el arte y la cultura no solo embellecen: estimulan la imaginación, activan la creatividad, despiertan la innovación… cualidades fundamentales para responder a los desafíos sociales, económicos y emocionales de nuestro tiempo.


Y, además, el arte integra, une, visibiliza, da voz a quienes han sido históricamente silenciados simbólicamente: “El arte es la base de la educación. Sin imaginación no hay pensamiento creativo, y sin pensamiento creativo no hay educación verdadera.” afirmaba Herbert Read. Y si algo necesitamos en la escuela, en la comunidad, en la vida… es pensamiento creativo.


Además, no podemos olvidar el impacto emocional de las prácticas artísticas:El arte es consuelo, es medicina simbólica, es una forma de procesar el dolor. Nos ayuda a gestionar el estrés, la ansiedad, el miedo.


Y al mismo tiempo, fomenta el sentido de comunidad, de pertenencia, de vínculo. Por eso, integrar la educación artística en los currículos escolares no es un lujo. Es una urgencia. Es una manera de enriquecer la pedagogía, de abrir otras formas de aprender y enseñar, de construir sentidos compartidos.


Educador y educando se benefician de esa expansión.


En territorios marcados por la desigualdad, los proyectos culturales no solo aportan a la formación individual, sino que también se convierten en motores de desarrollo local, de cohesión, de dignidad. La colaboración entre artistas, comunidades y docentes abre caminos inéditos para la transformación del sujeto y su contexto. Y es que, “La educación no es preparación para la vida; la educación es la vida misma.” Interpelaba John Dewey, y en esa vida, el arte ocupa un lugar esencial.


En suma, compañeras y compañeros: El arte y la cultura no son periféricos, no son ornamento, son estructura, sustancia, potencia vital. Fomentan la creatividad, promueven la diversidad y la inclusión, desarrollan la empatía y el pensamiento crítico, contribuyen al bienestar emocional y colectivo.


Y, sobre todo, nos recuerdan que otro mundo es posible… si somos capaces de imaginarlo juntos. Las iniciativas que promueven el arte y la educación cultural son, hoy más que nunca, semillas de paz, dignidad y transformación social.


Escribe: JAMES LLANOS GÓMEZ*


*Pintor, artista plástico y uno de los artistas más relevantes a nivel nacional. Curador de la Sala "Carlos Drews Castro".


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